Derrotas como victorias

A lo mejor son solo las encuestas, que van de mosqueo y sobrecocinadas a beneficio de obra, pero lo que uno infiere aquí y allá es que la anunciada muerte del bipartidismo en el Estado español tardará en llegar un buen rato. Si es que llega, que llevamos desde 1982 con la misma cantinela y todo lo que han visto nuestros ojos crecientemente cansados es la alternancia de rigor. Me quito, te pones, te quitas, me pongo, y vuelta a empezar. Al resto de los jugadores les queda pelearse las pedreas y, en el mejor de los casos, cruzar los dedos para que la mayoría no sea absoluta y puedan ejercer de bisagra, es decir, de bisagrilla. Eso, claro, y el autoengaño, en cuya práctica han alcanzado una maestría que roza la perfección.

Si estas formaciones —cada vez más en número, y de propina, más divididas— fueran capaces de abandonar la fascinación por su ombligo y mirarse desde fuera, comprobarían la amarga insuficiencia de lo que proclaman como grandes logros. Imaginemos, porque no es descabellado, que en las elecciones del 25 de mayo, la correosa candidatura acaudillada por el tertuliano omnipresente obtuviera el único escaño al que aspira. Habría cohetes, guirnaldas y charangas como si se hubiera certificado la toma del Palacio de invierno. Sin embargo, la jodida y terca realidad determinaría que frente a los, pongamos, meritorios 350.000 votos habría unos cuantos millones de papeletas respaldando el pérfido modelo contra el que luchan. Se trataría no ya de una victoria pírrica, sino de una derrota en toda regla. Pero vaya usted a decirles a los felices ganadores que, aunque no quieran verlo, han perdido.

El tal Elpidio

En la cola de canallas hay muchos por delante del juez (o lo que sea) Elpidio José Silva. Sin ir más lejos, el agujereador de bolsillos ajenos Miguel Blesa, al que el Narciso con toga entrulló por un tiempo, le aventaja en varias traineras de villanía. Ninguna duda al respecto, salvo las derivadas de algo que probablemente habremos de comprobar muy pronto: la chapucera actuación de Silva será el salvoconducto que permita ir de rositas a quien, según dos carros de indicios y centenares de emails autógrafos, tuvo casi todo que ver con el birlibirloque de Bankia, incluyendo el tocomocho de las preferentes. Ni los cien bufetes de mayor postín y pastón en la minuta podrían haber parido una estrategia de defensa que iguale la negligencia del buscador de fama enmascarada de justicialismo.

Lo curioso del caso de este chisgarabís con equilibrio mental parejo al de una regadera rusa —el Copyright de la comparación es de mi difunto tío Manolo— es que una nutrida falange progresí lo haya adoptado como héroe. Y no hay manera de bajarlos de la burra. Ni siquiera su ruin comportamiento en el juicio para apartarlo de los estrados, donde ha llegado a festejar que multaran y expulsaran de la sala a una estafada, ha servido para abrir los ojos sobre la catadura del gachó.

Si la rueda a seguir en el camino a la revolución pendiente es la de un bufón ególatra (no es el único que tal baila, por cierto) que vende sus firmas a diez euros e hipotéticos viajes a Bruselas en su compañía a quinientos, yo prefiero quedarme en la cuneta a contemplar el espectáculo. O volverme con una bandera blanca a la casilla de salida.

Valenciano, oh, oh

Tiembla, Europa de los mercaderes y los recortadores: allá por mayo florido y hermoso, las urnas subpirenaicas se llenarán de votos cual pétalos de alhelí conteniendo el nombre de quien te ha de doblegar de una vez por todas. ¡Loor y gloria a María Elena Valenciano y Martínez-Orozco, Bolívar de los Madriles, Cheguevara de Ferraz, Pasionaria de Cibeles, que en un gesto de abnegación sin precedentes abandona su condición de musgo que dormita en el árbol moribundo —léase Pérez Rubalnada— para liderar la rebelión contra los fenicios desde lo más alto de la lista del PSOE! Tremendos lagrimones nos brotaron al oír de sus heroicos labios el anuncio de su partida a la lid: “Esta vez va en serio. Esta vez se trata de cambiar la mayoría en la Unión Europea. Y por eso el Partido Socialista ha decidido poner a su cabeza a su segunda en la dirección a nivel nacional. Es un gesto que quiere mostrar la importancia que le damos a estas elecciones”.

Aquí es donde se me acaba el sarcasmo. O sea, que esos comicios son tan transcendentales, que se afrontan empaquetando a Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo a una de las mayores nulidades políticas que han conocido los tiempos, y miren que es difícil establecer ese ranking. ¿Alguien es capaz de citar tan solo medio logro, que no sea puertas adentro, de esta escaladora de organigramas de oceánica incultura general? ¿Con quién ha empatado en casi treinta años de zascandileo por el aparato y colocaciones cojonudamente remuneradas, incluyendo casi un decenio pasando desapercibida en el mismo europarlamento que ahora dice que va a revolucionar? Un respeto a los votantes.