‘Plan Urkullu’

Les va la marcha a los papeles volanderos del ultramonte hispanistaní. Hay que tener muy sucia la mente para ver en la propuesta que el PNV ha presentado en la ponencia de autogobierno del Parlamento vasco una hoja de ruta a la catalana. Plan Urkullu lo han bautizado, no les digo más, y hablan de secesiones para pasado mañana. Por fortuna, ya tenemos la mili hecha en estas garitas de la exageración y el exabrupto, así que hasta resulta divertido contemplar el espectáculo de la fachunda anunciando un apocalipsis que solo está en sus calenturientas cabezas. Viven de la bronca, especialmente de la territorial y/o identitaria, y por eso ceban cada gorrinillo que les sale al paso.

Pues aquí van dados los histéricos cavernarios del foro y, con ellos, los restos de serie del PP local que se han amorrado al pilo —no le pega nada el papelón, señor Sémper— de independencias y autodeterminaciones imaginarias. “Ya quisiéramos”, estarán pensando muchos lectores a los que les encantaría romper mañana mismo y por las bravas con España, pero el documento jelzale no va por ahí. Es más, ni siquiera se acerca a tal planteamiento la propuesta de EH Bildu, caracterizada por un posibilismo de la talla XXL, impensable hace solo un par de semanas. ¿Que se habla de capacidad de decisión, de profundización del autogobierno y de blindaje de las herramientas propias? Nos ha jodido mayo, solo faltaría que se renunciara a lo básico.

Es ahí donde les duele a los pescadores de río revuelto. Esperaban una subida al monte y tienen unas propuestas muy razonables con el respaldo de tres cuartas partes del parlamento. Eso da miedo.

Día de Euskadi

25 de octubre, los censados en la demarcación autonómica de Vasconia (los cada vez menos que conservan el curro, se entiende) tenemos permiso para prolongar nuestra estancia en la cama. A festivo regalado no se le mira el diente. No lo hacemos con las jornadas para la holganza patrocinadas por esta virgen o aquel santo, así que tampoco habremos de ponernos excesivamente tiquismiquis cuando el marianito y los calamares —o el puente, si es menester— nos llegan de la mano del poder secular. Otra cosa es que nos pidan que nuestros corazones amanezcan henchidos de sentimiento de adhesión a la presunta motivación que ha bañado de rojo la fecha en el calendario laboral. Por ahí este humilde tecleador no pasa.

Vamos siendo ya lo suficientemente mayorcitos para comprender qué llevó y a quiénes a instaurar estas 24 horas como “Día de Euskadi”. Fue, dicho pronto y regular, exactamente lo mismo que provocó el cambio en el mapa del tiempo de ETB o el paso de la vuelta ciclista a España: la demostración de quién manda aquí desde el 1de marzo de 2009. Esa mayoría aritmética que, a la vista de los últimos acontecimientos, huele ya a cola de pelotón impuso esta festividad como otro trágala más de su evangelización. ¿Les joroba? Pues adelante con los faroles. La normalización era esto.

Para morirse de la risa o de la pena, que eligieran como excusa la conmemoración de un Estatuto de autonomía que o boicotearon en su nacimiento o torpedearon en su siempre incompleto desarrollo… o las dos cosas a la vez. Si les sirve como fetiche es sólo porque está vacío y agotado. Hasta los que se apuntaron al café para todos, con el tiempo fueron teniendo para mojar pastitas y bizcochos competenciales que por aquí arriba no hemos catado.

Lo divertido es que, si todo sigue el curso que parece haber tomado, esta celebración será efímera. Nos quedan la de este año y la del que viene. Luego, a buscar otra fecha.