Demagogias electorales

Como los resultados de forales y municipales en la demarcación eusko-autonómica —en Nafarroa, la vaina es otro cantar, ¿por qué será?— se parezcan un poquito a lo que avanzan las mil y una encuestas que hemos visto hasta la fecha, nos vamos a echar unas risas. O, bueno, depende del lado que se mire, serán unos llantos y unos crujires de dientes del copón de la baraja. Vaya bajón, oigan, que el pueblo soberano nos salga tan idiota como hasta la fecha y aumente las mayorías de los que tan penosamente lo vienen haciendo en las chopecientas instituciones que gobiernan.

Escribo, lógicamente, tirando de ironía, pero también llevado por el desconcierto de ver cómo partiduelos en serio peligro de extinción se propugnan como los salvadores de una ciudadanía que lo que les está diciendo voto a voto es que cambien o se hagan a un lado. Da entre pena y vergüenza que un PP cada vez más residual tenga los bemoles de llamar a rechazar los muros, como el conductor borracho que va por la autopista en sentido contrario ciscándose en los que circulan correctamente.

Y en la contraparte progresí, los otrora disputadores de la hegemonía que hoy se conforman con ser segundos y los nuevos prematuramente viejos, compitiendo entre sí por ver quién suelta la mayor demasía demagógica. Venga y dale contra las ciudades escaparate, los grandes eventos y las obras faraónicas, como si en las rojimoradas Madrid y Barcelona o en la Donostia del ahora reciclado Izagirre se hubiera renunciado a algún acontecimiento convertible en relieve y pasta. De Copenhague, la ciudad con una señora incineradora, como modelo medioambiental, mejor ni hablamos.

Escarmiento en Alsasua

Así se hace querer y respetar la Guardia Civil en Alsasua. Con una operación de exhibicionismo chusquero a mayor gloria del teledelirio de las tres de la tarde y sus correspondientes clones, incluyendo los de las cadenas megaprogres, que en esto de la una y grande no se salen del carril. Qué bien dan en las pantallas amigas las apoteosis verdeoliva, la caza y captura del lebrel desafecto casa por casa cuando bastaba y sobraba una citación monda y lironda para declarar en el tribunal de excepción que dicen Audiencia Nacional.

Pero claro, hay ministro nuevo al mando y tiene que marcar paquete justiciero, ayudado por las aguerridas togas que se hacen puros con las páginas del código penal. ¿Una de delito de terrorismo, Don Camilo? ¡Venga! Y allá que se van los beneméritos sedicentes de safari por las pecaminosas tierras del norte. Para que el regüeldo sea completo, el cachondo que bautiza las hazañas bélicas de los tataranietos del Duque de Ahumada le pone a esta Ausiki, es decir, Morder. Hay que ser algo que no me atrevo a escribir porque sé cómo las gastan los amos del calabozo hispanistaní.

Acción, reacción, acción. Pierdo la cuenta de las veces que he anotado la tríada en estas columnas de desahogo. Empieza a acongojar este vertiginoso regreso al pasado, con los tirios y los troyanos encantados de conocerse nuevamente, aquí repitiendo las rancias soflamas y allí montando pifostios entre el escarmiento y la pirotecnia.

Como consuelo y esperanza, me quedan los versos de Neruda. La mayoría de nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Esta vez no va a colar. No podemos dejar que cuele.