En el nombre de Alá

Un profesor de secundaria es degollado en París por haber enseñado a sus alumnos unas caricaturas de Mahoma cuando impartía una asignatura llamada Libertad de expresión. Un completo horror sin lugar a los matices, ¿no creen? Pues se equivocan. Es verdad que en el primer bote las reacciones fueron de espanto entreverado de esa tonta incredulidad que todavía nos producen las cosas que no son en absoluto excepcionales; como si hubiera algo de sorprendente en la enésima atrocidad cometida en nombre de Alá. Sin embargo, muy pronto al lado de los silencios atronadores de rigor, empezaron a brotar los peroesques.

Y así, los dueños de la moral verdadera fueron formando fila para sermonearnos. No les parecía bien del todo cortarle la cabeza a alguien, “pero es que” ese alguien había ofendido los sentimientos profundos de toda una comunidad. O, en una versión un grado más repugnante, el maestro asesinado se había extralimitado en sus funciones docentes y, en consecuencia, se había buscado su trágico final. Lo tremebundo es que tales comentarios vomitivos llevaban la firma de los habituales y muy contumaces detectores infalibles de amenazas contra la libertad. Ni se huelen los muy cretinos (o sea, no quieren hacerlo) que no hay amenaza mayor que la que supone el islamismo radical al que tantas loas componen.

Heteropatriarcado y tal

¡Jopelines con el Heteropatriarcado, así en bruto y sin más matices! ¡Resulta que compró un fusil y una pistola más baratos que un Iphone, entró a un local gay de Orlando, se lió a repartir plomo, y dejó 49 muertos y 50 heridos! ¿Que el que hizo eso era un tipo con nombre y apellidos, unas creencias muy concretas y un largo historial de nauseabundo hijoputismo intolerante en el nombre de un tal Alá? ¡Oigan, oigan, no criminalicen a los criminales! Lo dejamos en el mentado tiro por elevación, como hizo, entre otros muchos cobardes —¿O quizá cómplices?—, el irreconocible nuevo rico de la política Alberto Garzón, y pasamos a lo que importa, que es el baboseo posturil de los lamentos plañideros.

Qué molona, la bandera arcoiris poniendo carita triste. Qué requetechulas, las frasezuelas de a duro espolvoreadas en Twitter con estomagante paternalismo, repletas, con un par de narices, de exaltadas proclamas a favor de la libertad para sentir y amar. Ni una puñetera palabra sobre qué y quiénes específicamente tienen establecido, no ya el desprecio, sino el aniquilamiento sistemático de cualquiera que se atreva a poner en práctica esas libertades.

Marieme-Hélie Lucas, que es mujer, argelina y feminista, le llama a eso holgazanería izquierdista. Y añade: “El Islam político recibe por parte de la izquierda un tratamiento muy diferente del que recibe cualquier otro movimiento popular de extrema derecha que actúa con disfraz religioso. Yo diría incluso que el Islam recibe un tratamiento diferente del que recibe cualquier otra religión”. No cabe esperar, claro, que las almas puras vayan a darle ni media vuelta.