Gabarras aparte

[Nota previa para los lectores de las cabeceras no vizcaínas de Grupo Noticias: aunque lo parezca, ni estas líneas ni las de ayer van sobre el Athletic. Rascando el inevitable barniz rojiblanco, aparecen cuestiones que trascienden lo aparentemente obvio. ¿La igualdad? No quisiera ser muy profundo, pero en alguna medida, sí. ¿La impostura y el ventajismo? Sí, creo que va más por ahí, y quizá tenga que anotar, aunque sea a regañadientes, que no estoy libre de pecado.]

Digamos que bien está lo que bien acaba. Imposible no emocionarse con el recibimiento a las campeonas. Cierto que tampoco fueron masas estratosféricas, pero sí una multitud mayor de la que cabía soñar a principio, en mitad y al final de la temporada, cuando casi todos hacíamos nuestras vidas ajenos a eso que tanto nos da que hablar ahora. Faltaron, según se apreció a ojo de buen cubero, un porrón y pico de los y las abajofirmantes en favor de la gabarra. Y de los predicadores de micrófono o teclado, ni les cuento. Debían de tener otras causas por las que campear. Ni la lúbrica tentación del selfi tuiteable y feisbucable les hizo reservar un hueco en la agenda.

Pero no nos aflijamos. Lo mejor está por venir. En lo sucesivo, el fútbol femenino ocupará tanto espacio en los medios como el otro. En la misma estela, las jugadoras del Bera Bera, que han ganado ligas de balonmano para aburrir, recibirán trato de ídolos y a su club le sobrará pasta para disputar competición europea. Por supuesto, Zumaia tendrá remeras suficientes y revertirá su decisión de colgar la Telmo Deun. Y cómo no, haremos porras sobre la Emakumeen bira. Verán cómo… no.

No hay gabarra

Veo, debo decir que sin la menor sorpresa, que el Athletic ha decidido prescindir de la gabarra en los actos de celebración de la liga —¡la quinta!— cosechada por su equipo femenino. Realmente, con los estatutos en la mano, la entidad es muy dueña de obrar así. Del mismo modo, los ciudadanos y las ciudadanas, hinchas o no, vizcaínos o no, aficionados al fútbol o no, tenemos derecho a manifestar lo que nos parece tal decisión. A mi, particularmente, me entristece y me disgusta. Creo que se podría haber encontrado una fórmula razonable para realizar el simbólico trayecto por la ría, si no en su recorrido completo, en uno adaptado; desde el Euskalduna hasta el ayuntamiento, por ejemplo, como proponía mi compañero Miguel Ángel Puente.

A partir de ahí, tome nota cada cual. Lo bueno de este episodio es que permite extraer un puñado de enseñanzas. La primera, para los que tienen el corazón rojiblanco pero no poseen el carné de socio es, justamente, sobre la propiedad del club de sus amores. También ha quedado meridianamente claro que, nos pongamos como nos pongamos, la consideración del fútbol femenino está muy por debajo de lo que proclaman ciertos discursos pomposos.

Y por decirlo todo y no despejar a córner responsabilidades, estamos viendo un inmenso retrato de los niveles de hipocresía a los que podemos llegar. Personas como yo mismo, que a lo largo de toda la competición no hemos prestado la menor atención a lo que iban haciendo semana a semana las jugadoras entrenadas por Joseba Agirre nos lanzamos a criticar lo que nuestra propia forma de actuar ha propiciado. Pero quedar bien no cuesta nada.