El Concierto PLUS

Confesémoslo: la mayoría nos situamos a favor o en contra del Concierto —lean también Convenio— en función de nuestras simpatías, por pura intuición o, en el mejor de los casos, a partir de media docena de nociones pedestres. No es poca cosa esta última, teniendo en cuenta que para el común de los mortales de las demarcaciones autonómica y foral de Euskal Herria, el instrumento que tanto influye en su día a día es un perfecto desconocido.

La buena noticia para partidarios, detractores y, especialmente, ignorantes —en el sentido más neutro de la palabra— es que Pedro Luis Uriarte nos acaba de proporcionar, literalmente gratis et amore, el modo de cubrir esa falla. Desde hace una semana, cualquiera que lo desee puede descargarse una magna obra titulada El Concierto Económico vasco: mi visión personal, fruto del trabajo de dos años de quien hace más de tres décadas negoció la recuperación de la herramienta clave para ser lo que somos. Quizá les parezcan inabordables sus 2.685 páginas divididas en 11 tomos, pero no se asusten. En el índice hallarán lo que busquen e, incluso, se verán tentados por lo que no busquen; PLUS sabe cómo captar la atención, se lo aseguro.

Y si, pese a todo, no encuentran tiempo o presencia de ánimo para enfrentarse a tan copioso material, tienen la esencia en cualquiera de las entrevistas que está concediendo su autor estos días. Lógicamente, les recomiendo que empiecen por lo que se ha publicado en los diarios del Grupo Noticias y, de un modo más egoísta, por la lección magistral que impartió el viernes en Euskadi Hoy de Onda Vasca. Les prometo que lo tendrán más claro.

Gruponoticitis aguda

En Nueva Lakua empieza a cobrar dimensiones de epidemia una peculiar urticaria que cursa en los afectados, no ya tras la ingesta o el contacto, sino con la simple mención de cualquiera de los cuatro diarios del Grupo Noticias o de su emisora, Onda Vasca. La dolencia, que podríamos bautizar como gruponoticitis, es del conocimiento, como poco, del médico que atiende a la consejera de Cultura, Blanca Urgell. De hecho, fue la propia interesada la que contó, haciendo uno de esos chistes para los que está tan escasamente dotada, que el galeno le había prescrito abstenerse tanto de la lectura de los tóxicos periódicos como de la audición de la altamente nociva radio. Es de imaginar que, a modo de tratamiento compensatorio, se le recomendase atiborrarse de dulces grageas de las farmacias comunicadoras amigas.

Aunque aún no parece tenerla diagnosticada (en casa del herrero, ya saben), el titular de Sanidad, Rafael Bengoa, manifiesta alguno de los síntomas de la patología, mayormente, una oclusión selectiva de las vías informativas. Quedó patente anteayer, cuando ante la queja de una representante del PNV por no recibir de su departamento la documentación que se facilita a otros grupos, el aludido se defendió así: “¿Qué me haría pensar que si nosotros les enviamos este documento una semana antes, no aparece una noticia negativa en su periódico favorito dos días antes?”

Como se ve, el trastorno lleva aparejados un ensanchamiento del morro y un endurecimiento del rostro de considerables proporciones. Con un par, el titular de una cartera gubernamental se jacta en sede parlamentaria de dar o quitar la información según le sale de la sobaquera. Para los mansos y adictos, grifo abierto; a los que le alborotan el patio, ni las raspas. Lo tremendo es que ese principio rige en todas y cada una de las ventanillas del ejecutivo López. Ni caso. A pesar de su gruponoticitis aguda, seguiremos informando

Urchueguía o darse contra una pared

Renuevo públicamente mi admiración por los compañeros de Grupo Noticias que se están currando a pie de obra y a pulmón el serial sobre la Delegada del Gobierno López en Chile y Perú. Respiré aliviado al escuchar ayer a Xabier Lapitz con el tono alto habitual, y también me confortó la tranquilidad y el buen ánimo de Guillermo Nagore en la charla que mantuvimos con él en Gabon de Onda Vasca apenas un par de horas después de la alucinógena comparecencia en el Parlamento vasco. Me preocupaba el estado de ambos -igual que el de Ana Úrsula Soto, Arantza Zugasti y los demás- porque yo, que vivo esto desde boxes, donde no hay ni una cuarta parte de presión, empiezo a estar a diez minutos de izar la bandera blanca, inclinar la cerviz y asumir que hay fuerzas contra las que no se puede luchar.

Prietas las filas

Supongo que me pierde mi ingenuidad. Aunque tengo documentado que la verdad y la justicia son sólo dos palabras para hacer discursos y que siempre salen hostiadas cuando alguien las usa como herramienta contra los poderes del lado oscuro, esta vez pensaba sinceramente que el gol iba a subir al marcador de la decencia. La abrumadora elocuencia de los datos recogidos sobre las andanzas de Ana Urchueguía me hacía creer que no habría una desvergüenza lo suficientemente grande como para dar un paso al frente con el detergente y la lejía. En apoyo de mi cándida teoría había un hecho más: no hay un solo cargo del Partido Socialista de Euskadi que, aun no estando al corriente de los detalles, desconociera que entre Lasarte-Oria y Somoto se estaba cociendo algo que cantaba a pútrido a leguas. Lo esperable, aunque no fuera más que para evitar que la bazofia les salpicase, era que, una vez puesto a la vista el pastelón, abjurasen de quien llevaba años haciendo mangas y capirotes con los principios éticos del partido. La respuesta, sin embargo, ha sido apretar las filas y cargar sañudamente contra el mensajero.

Corolario de todo esto fue el docudrama estomagante del martes en el Parlamento vasco, con la compareciente ataviada de Dolorosa y clamando -hace falta carecer de sentido del pudor- que la están abriendo en canal (sic) por ser mujer (sic más bochornoso que el anterior, si cabe). No cuela ese victimismo cocodrilero en quien hemos visto advertir con voz de trueno y maneras de sargento de hierro a los que ella toma por desharrapados que Roma no paga traidores. Mejor dicho: no debería colar. Por desgracia, y vuelvo a la desazón que expresaba al principio de esta descarga, no las tengo todas conmigo.

Punto de partida

Tres, dos, uno… ¡En el el aire! En este caso, en el papel o la pantalla del ordenador, con 2.500 caracteres diarios por delante y, cómo no, la duda eterna: ¿Tendrá sentido este nuevo derroche de tinta y bits? Me tranquilizo -me autoengaño- pensando que tal vez sí, que es posible que ahí, al otro lado, haya alguien que lleve en el bolsillo medio minuto suelto para invertir en un puñado de palabras que, aún equivocadas, lucharán por ser libres y, desde luego, propias.

Fugitivo de la mediocridad, las líneas rojas y los palos y las zanahorias, llego a estas páginas -y a aquellas ondas- con la intención de reencontrarme con un viejo amor llamado Periodismo. La nuestra fue una relación tempestuosa, llena de reproches cruzados y, ¡ay!, infidelidades. Él me traicionó a mi haciéndose mercenario, y yo, por despecho, me acosté con la comodidad más veces de las que quiero recordar. Sólo mi instinto de supervivencia y mi incapacidad para formar parte de cualquier rebaño me salvaron de pasar un año más instalado en la cómplice rutina. Un día, seguramente el menos pensado, cuando ya estaba preparando los orgasmos fingidos para el nuevo curso, acepté lo que, en el fondo, llevaba mucho tiempo esperando: un billete para la segunda parte de mi vida profesional. Sospecho que quien me lo ofreció me conoce demasiado.

Echar nuevas raíces

Y aquí me tienen, desterrado por mi propio pie de la mansión con jacuzzi que pagamos todos a escote, y tratando de encontrar unos centímetros cuadrados donde echar raíces en una casa levantada a escala humana. Me consta que contaré con el aliento de los compañeros que dieron el paso cuando fue realmente heroico hacerlo, de los que siempre estuvieron aquí y de los que han ido arribando en diferentes mareas. No me olvido, claro, de quienes, desde dentro, seguirán dejándose la piel por ese hermoso ideal que es ofrecer a la sociedad unos medios de comunicación públicos que merezcan tal nombre.

Pero saben que los más importantes son ustedes. Por eso, trataré de hacerme digno de su confianza crítica en cada una de las tareas que me aguardan, empezando por esta columna que luce orgullosa en su mascarón de proa el lema Más Que Palabras. Los enfurruñados hombres del traje gris que lo han requisado, investidos de su cansino derecho de conquista, desconocen que no podían haber hecho mejor homenaje a lo que pretendió ser MQP que mantener su nombre para el programa que lo sucederá. Sólo el nombre. El espíritu hace tiempo que voló y que sonríe porque tiene nuevo nido: estas líneas.