Pequeños matones

No es difícil coincidir con parte de las palabras del viceconsejero de Seguridad, Rodrigo Gartzia, sobre las imágenes de dos matones alevines pateando a un crío de trece años mientras un tercero inmortalizaba la escena con su móvil. Efectivamente, estremecen, duelen y merecen condena. Encuentro, sin embargo, más matizable, por no decir directamente discutible, la apostilla que sostiene que el vídeo demuestra que “las instituciones, las familias y la sociedad en general tenemos mucho trabajo por delante”. En la lógica puramente comunicativa, entiendo la declaración a modo de comodín. Es lo que tiene que decir un representante público. Pero como yo no lo soy, discrepo. Sobre todo, por lo que toca a las familias y a la sociedad en general. Serán, en todo caso, unas familias muy determinadas las que tengan que afrontar ese trabajo. Y si procede esa salvedad, con bastante más motivo cabrá rechazar la atribución de las culpas individuales a toda la sociedad.

Que no, a ver si nos entra en la cabeza. La sociedad no es la culpable. Ni tampoco los videojuegos, ni las series, ni TikTok. En primera instancia, los culpables son los niñatos que golpearon y humillaron al chaval y, no contentos con ello, difundieron la grabación. Pero inmediatamente después, la culpa alcanza, no a todo el cuerpo social, insisto, sino a una parte, generalmente de la élite política y opinativa, que ampara (por no decir que promueve) este tipo de comportamientos. Si estos criajos actúan como actúan es porque se saben protegidos por un colchón de valores y leyes que establecen que los actos no tienen consecuencias. Ese es el problema.

El PSOE da la espalda al 3 de marzo

Menudo carrerón que lleva el PSOE. Y ya no les hablo del Sáhara, sobre lo que me extenderé en las líneas de abajo. Hace dos semanas bloqueó la posibilidad de reabrir judicialmente el caso Zabalza. Hace siete días tumbó la posibilidad de una reforma del código penal que facilitara la investigación de crímenes del franquismo. La última, de momento, fue ayer cuando sumó sus votos a PP, Vox y Ciudadanos en la Junta de portavoces del Congreso para impedir la creación de una comisión de investigación sobre los sucesos del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz.

Como en los casos anteriores la explicación ha sido un monumental encogimiento de hombros acompañado de excusas de pésimo pagador que básicamente se reducen a dos: no se puede o no toca. En el caso de los asesinatos de los trabajadores de la capital alavesa se ha añadido el célebre comodín de la inutilidad de las comisiones parlamentarias. Si tan claro lo tienen, deberían empezar por no solicitar ninguna (cuando gobernaba Rajoy se hinchaban a reclamarlas) o, directamente, por plantear la desaparición total del instrumento. Seguro que nos ahorrábamos tiempo, dinero y sofocos como este último y los anteriores que ustedes y yo sabemos que solo tienen una explicación: hay cuestiones que todavía son “de estado”, o sea, literalmente intocables. Es simple identificarlas. Basta mirar las mayorías que se forman para echar abajo cualquier intento de descorrer los velos que cubren los tabúes. Sistemáticamente, el PSOE se alinea con las formaciones que el resto del tiempo no duda en calificar como de extrema derecha. Y de postre, Adriana Lastra expide certificados de dignidad.

La paz, según Otegi y David Pla

Arnaldo Otegi ha dicho que la paz no habría sido posible sin el concurso de gente como David Pla, último jefe de ETA y ahora mismo, ingeniero de la estrategia de Sortu. Vamos a empezar por el principio, es decir, por la vaina esa de “la paz”. Por no embarrar el campo, por no echar los cagüentales que deberíamos haber bramado, hemos aceptado nombrar como paz al hecho de que ETA dejara de matar, secuestrar, extorsionar y perseguir. Pues no, queridos niños ingenuos y/o tramposuelos. Realmente, aquí nunca hubo una guerra. Qué sorpresa, ¿eh? Es verdad que se congregaron varias siniestras violencias de distinto signo, incluyendo una estatal disfrazada de paraestatal. Pero la inmensa mayoría de la población no respaldó ninguna de ellas. Se limitó, nos limitamos, a sobrevivir en medio de lo que, en todo caso, era una sangrienta trifulca entre bandas que, eso sí, nos llevó a una existencia miserable.

Así que va siendo hora de acabar con la falacia de los bandos. Solo hubo agentes que sembraban el terror y que, al margen de lo que dijeran defender, se parecían como dos gotas de agua. Daba igual en nombre de qué asesinasen. Por tanto, del mismo modo que cuando el Batallón Vasco Español o los GAL fueron al cese de negocio por liquidación no les agradecimos su contribución a la convivencia, tampoco cabe hacerlo con ETA. Al revés: como mucho, procedería afear a la banda lo que tardaron en dejar de dejar el asfalto perdido de sangre. En un gesto de infinita generosidad que no merecen los asesinos y los que ordenaban asesinar, podríamos no tratarlos como apestados sociales. Tenerlos por pacifistas es un puñetero insulto.

De Martín Villa a Mikel Antza

Verdad, reparación y justicia. Bueno, depende de para quién. La tan cacareada memoria es nauseabundamente selectiva. No hay que olvidar los crímenes de hace cuarenta y pico años con la firma en la sombra del siniestro Martín Villa. Sin embargo, es un oprobio del copón querer saber si Mikel Albisu, jefe de ETA en la época más sanguinaria de la banda, tuvo algo que ver con el asesinato de Gregorio Ordóñez. Y no lo dicen cuatro mendrugos fanatizados, sino ciento y pico escritores y editores frente a los que hay que guardar un silencio sepulcral salvo que se pretenda pasar por enemigo del pueblo y de la paz. Pues lo siento, pero no me veo en condiciones de callar ante la reivindicación de un tipo, el tal Antza, que tiene acreditada la autoría (como poco) intelectual de decenas de muertes. ¿O es que los comandos a su cargo actuaban por libre?

Miren que estoy curado de espantos, cobardías e indiferencias chulescas, pero jamás habría esperado que parte de la crema y la nata de nuestra intelectualidad saliera en tromba a glosar el buen nombre de un tipo con un historial alicatado hasta el techo de conculcaciones de Derechos Humanos. Claro que, más allá de la brutal decepción e incomprensión al ver ciertas firmas en el escrito laudatorio y exculpatorio de Albisu, mi pasmo y mi impotencia son todavía mayores al comprobar la mirada general hacia otro lado ante un comportamiento tan indigno. Y vuelvo al arriba citado Martín Villa como término de comparación. No es difícil imaginar qué estaríamos diciendo si ciento y pico creadores españoles de relumbrón firmaran un manifiesto en su apoyo. ¿A que no?

Villarejo es Villarejo

Nunca dejará de sorprenderme la facultad del infecto ex comisario Villarejo para llevarnos del ronzal. Nos echa un puñadito de maíz, y nos lanzamos a picotearlo con fruición. Sobre todo, claro, cuando la largada del tipejo deja en mal lugar a quienes nos resultan antipáticos o cuando alimentan nuestras tesis. Ocurre así que se le toma como argumento de autoridad si denuncia los marrones del PP o la monarquía, pero si saca trapos sucios de Podemos y su antiguo líder, entonces no procede concederle ningún crédito porque es un cloaquero sin escrúpulos. Y viceversa, por supuesto, en función de la bandería en que se milite.

Con ser siempre así, lo penúltimo ha batido todos los registros. La insinuación, luego matizada por él mismo, de que el CNI no fue diligente para evitar los atentados islamistas de 2017 en Barcelona porque quiso dar un susto al independentismo ha sido tomada más allá de la literalidad. Prácticamente, se está vendiendo la especie de que el organismo de inteligencia español urdió la matanza como escarmiento. Comprendo lo goloso políticamente de un planteamiento así, pero se parece un congo a las teorías conspiranoicas que nos largaron Losantos y Pedro Jota sobre el 11-M. Sí parece, porque eso está documentado y nadie ha sido capaz de desmentirlo, que el Imam de Ripoll, cerebro de la masacre, tenía tratos con el CNI. Era, teóricamente, confidente, aunque a la vista de lo sucedido, queda claro que se la metió doblada a los espías españoles. Esa torpeza y otras deberían investigadas. Pero de oficio, no porque un enredador nauseabundo como Villarejo suelte no sé qué porquería en sede judicial.

Hijos y mascotas, según Francisco

Empezaré diciendo que, por muy rojas que parezcan sus proclamas actuales, para mí el Papa Francisco no dejará de ser aquel cardenal Jorge Bergoglio que fue un sumiso silente de la dictadura argentina. Incluso cuando me siento representado por una de sus bonitas frases actuales, no puedo evitar acordarme de que espolvoreaba sus sonrisas y sus bendiciones a criminales que robaban niños, torturaban con saña a hombres y mujeres o los lanzaban al mar desde aviones. Que yo sepa, este es el minuto en que ni ha pedido perdón por ello ni ha ofrecido una explicación mínimamente creíble de su vergonzoso comportamiento. Se ve que no se aplica sus propios consejos.

Por lo demás, su creciente legión de adoradores laicos y laicistas deberían pararse a pensar que su sorprendente ídolo es un tipo que cree que la interrupción voluntaria del embarazo es un pecado que lleva de cabeza al infierno. O que los homosexuales pueden ser muy majetes y dignos de una palmadita en la espalda, pero también unos desviados sin lugar en el reino de los cielos que deberían tratar de curarse. O que los hombres y mujeres de la Iglesia, empezando por él, deben ser célibes y, por supuesto, abstenerse del trato carnal, incluso con fines reproductivos. Y ahí es donde quería llegar, porque un tipo que ha renunciado (se supone) a procrear tiene las santas (nunca mejor dicho) pelotas de dar lecciones sobre paternidad y maternidad. Su último rapapolvo urbi et orbi ha sido porque, según él, las parejas de hoy han dejado que las mascotas ocupen el lugar de los hijos. Dice que es algo que menoscaba la humanidad. Y yo no digo ni que sí que no, pero le animo a predicar con el ejemplo.

No es ilegal, pero sí indecente

La Audiencia Nacional ha hecho lo que tenía que hacer. Los actos convocados en Iruña y Arrasate no son perseguibles penalmente ni susceptibles de ser prohibidos porque no son ilegales. Otra cosa es que sean del punto a la cruz indecentes e inmorales desde muchos puntos de vista. El primero que cito, aunque quizá no sea el más obvio o el más sangrante, es que toman como excusa una causa no solo legítima sino noble como es la exigencia de una política penitenciaria justa para colar de rondón lo que de aquí a Lima no es siquiera un homenaje sino un acto de exaltación a algunos de los criminales más sanguinarios de nuestro tiempo. ¿O es que hay otra manera de nombrar a Henri Parot, autor probado de 39 asesinatos sin haber vertido hasta ahora nada remotamente parecido a una reflexión crítica?

La conversión en héroe y mártir de alguien con ese siniestro currículum es toda una declaración de intenciones. Lo mismo que lo fue haber impreso su nombre y retirarlo del cartel anunciador del evento de Arrasate solo cuando se montó la gresca. Nos conocemos los suficiente para saber de qué iba la convocatoria. Roza lo insultante que el máximo responsable de la entidad organizadora asegure que la marcha es “compatible con la solidaridad con las víctimas”. ¿Qué solidaridad hay en escoger como bandera de la denuncia de las políticas penitenciarias de excepción a un vulnerador sistemático y no arrepentido de los los Derechos Humanos? ¿Cuándo fue la última vez que el autor de esas palabras, Joseba Azkarraga, expresó no ya su cercanía a las víctimas sino su rechazo a la actuación de los victimarios? Ya les digo yo que ha pasado mucho tiempo.