Lo grave de verdad es espiar

Me permití tunear una declaración de la vicelehendakari segunda, Idoia Mendia, en una entrevista en los diarios de Vocento. Sostenía la exsecretaria general del PSE que “Los que elevan el tono por el espionaje contribuyen a desestabilizar la democracia”. Me bastó tachar las seis primeras palabras y una n para que la cosa quedara en una frase que, bajo mi punto de vista, se acerca más a la realidad: “El espionaje contribuye a desestabilizar la democracia”. Sobre todo, añado, cuando se practica a granel no solo sobre los adversarios políticos (que ya estaría mal) sino con interlocutores prioritarios y hasta socios con los que, en apariencia, se mantiene una relación fluida. Fíjense que, habida cuenta de la bibliografía mutuamente presentada, hasta puedo entender que esas relaciones no las presida la confianza. Pero lo otro, lo que ya sabemos que ha ocurrido porque nos lo han confirmado sin tapujos, es lo que no es de recibo. Faltaría más, por tanto, que se invierta la carga de la prueba hasta el punto en el que son los conejos los que se abalanzan sobre las escopetas. Con todo el respeto y, por supuesto, el aprecio, vicelehendakari, incluso admitiendo que algunas reacciones hayan exagerado la nota por interés, la actitud peligrosa para la democracia no es quejarse de haber sido víctima de una intrusión o denunciar con firmeza semejante atropello. Lo intolerable, lo que de verdad menoscaba la democracia, es el atropello en sí mismo, y más, del modo en que sabemos que se ha realizado. Basta que se imagine su reacción si un gobierno del PP hubiera actuado así con usted misma u otros compañeros de partido.

¿De dónde ha vuelto el PSE?

Me entero por Santiago González de que Eneko Andueza proclamó el otro día que el PSE ha vuelto. Comprendo que se trata de una frase resultona, aunque no, desde luego, original. Se la hemos oído en diferentes circunstancias a no pocos portavoces políticos. Y había ocasiones en las que tenía sentido. Por ejemplo, cuando después de una travesía por el desierto, se obtenía un buen resultado electoral o, como poco, las encuestas empezaban a ser propicias. No es el caso que nos ocupa. Sin tener unos números espectaculares, los socialistas vascos han capeado el temporal más que dignamente en los últimos años. Además de revertir lo que parecía un descenso a los infiernos al final de la era López, gracias al pragmatismo y a la cintura, han optimizado sus votos traduciéndolos a una notable presencia institucional. Tan notable como que comparten con el PNV el Gobierno Vasco, las tres Diputaciones y los ayuntamiento de las tres capitales de la CAV.

¿De dónde ha vuelto el PSE, entonces? No se me ocurre una respuesta mínimamente razonable. Al revés, me surgen más preguntas. Por ejemplo, qué le parecerá a Idoia Mendia que, después de haber mantenido a flote el barco con gran esfuerzo, en su sucesión se dé la impresión de que su mandato ha sido una temporada en las catacumbas. Ya no solo por la frase de Andueza, sino por el propio lema del congreso del pasado fin de semana: “Un nuevo comienzo”. Suena a enmienda a la totalidad del pasado reciente. Aunque quizá sea un sutil aviso sobre la intención de cambio inminente de alianzas políticas. Si fuera eso, sería más honesto decirlo claramente.

El no tan adiós de Idoia Mendia

Ahora se dice que era un secreto a voces. Lo cierto, sin embargo, es que hasta que lo escuchamos de sus propios labios anteayer, no estaba tan claro que Idoia Mendia fuera a dar un paso a un lado como secretaria general del PSE-EE. Seguramente, su círculo íntimo estaba al corriente, pero puedo dar fe de que personas a las que se puede considerar cercanas mantenían la incógnita muy pocas horas antes del anuncio de su decisión. Puesto que el rumor se había instalado, eso sí que es verdad, casi todo indicaba que había optado por favorecer una nueva etapa, como así ha sido. Y si hay que poner nombre propio a ese tiempo por venir, nadie duda de que es el de Eneko Andueza, que lleva ya unos años fogueándose en el ruedo político vasco, una metáfora que le es muy propia al eibartarra.

En cuanto a Mendia, la despedida es solo a medias. Quedan tres años de legislatura y seguirá como vicelehendakari segunda y titular de Trabajo, una de las carteras más potentes del gobierno de coalición. Se producirá, por tanto, una suerte de la bicefalia que es seña de identidad de sus socio. En cuanto al partido, podrá presumir de una hoja de servicio más que estimable. No hay que olvidar que cuando Patxi López le cedió las riendas tras el batacazo que lo sacó de Ajuria Enea, todo apuntaba a una caída libre. La irrupción de Podemos no mucho después pareció ser un anticipo de extrema unción. Pero nunca hay que dar por muertos ni al PSE ni a su matriz, el PSOE. La recomposición de puentes con el PNV cuando parecía imposible. y, a partir de de 2019, el efecto Sánchez devolvieron el brío a las siglas históricas. Hay que reconocer el mérito.

Sin prórroga ni alternativa

Yo también albergaba cierta esperanza de que Pedro Sánchez cambiaría de opinión sobre la no prórroga del estado de alarma cuando pasaran las elecciones madrileñas. Es de sobra conocida, hasta el punto de ser marca de la casa, la querencia del inquilino de Moncloa por los digodiegos. Nadie como él ejecuta los giros de 180 grados. Y en esta ocasión, todo parecía apuntar por ahí. Resultaba lógico pensar que el aperturismo de la campaña podría cambiarse por la prudencia responsable una vez contados los votos, incluso independientemente del resultado.

Sin embargo, viendo la insistencia casi machacona del propio Sánchez y de los diferentes portavoces del ejecutivo español, tiene toda la pinta de que se han quemado las naves y, pase lo que pase, no habrá marcha atrás. El 9 de mayo decaerá el estado de alarma y ni siquiera se contempla mantenerlo en aquellas comunidades donde la situación sanitaria fuera más delicada. Ni ocho horas tardó en quedar desautorizada la vicelehendakari segunda del Gobierno vasco, Idoia Mendia, que fue quien deslizó esa posibilidad. Todo hace indicar que, pese a los horribles números que tenemos en las demarcaciones autonómica y foral, quedaremos en manos del buen, mal o regular criterio de las instancias judiciales. Los precedentes no invitan precisamente a la confianza.

La cazadora cazada

Visto lo visto en los últimos años, a la lista de clásicos navideños habrá que sumar las broncas a cuenta de con quién sale o deja de salir la peña en las fotos. Ocurrió el año pasado con el reportaje entre fogones de Mendia y Otegi (como si no estuvieran también Ortuzar y Martínez) e igualmente con el brindis compartido en el ayuntamiento de Bilbao por el ya caído en desgracia concejal del PP Luis Eguiluz y, entre otros, la entonces portavoz de EH Bildu, Aitziber Ibaibarriaga.

Ya tiene guasa que este año le hayan cazado en las mismas a una de las más enfurruñadas con aquella instantánea. La mismísima presidenta del PP en Bizkaia, defenestradora de Eguiluz y otros históricos que se jugaron la vida por el partido cuando ella ni estaba ni se la esperaba, Raquel González, ha sido retratada en idéntico renuncio celebratorio compartido con la batasunidad. En este caso, quien sujeta la copa inductora del pecado es nada menos que Jone Goirizelaia, lo que a ojos de la carcundia caspurienta hispanistaní es como si González hubiera topado su santo cáliz con Satanás en persona.

Pasaron horas y horas de risas de quienes nos tomamos a chunga estos deslices de los campeones de la castidad política y de encendidos cagüentales cavernarios, antes de que la atribulada líder del cada vez más ultramontano PP de Bizkaia compareciera en Twitter para pedir disculpas por el desvío sobre su propio catecismo. Tras despejar a córner con el manido “no fue una foto buscada”, a modo de padrenuestro expiatorio, rezó la letanía de rigor: “No tenemos nada que hablar con Bildu y siempre estaremos con las víctimas del terrorismo”. Aaaaamén.

Tantas fotos

Me rasco la coronilla con perplejidad al ver en la página 11 de DEIA de ayer una fotografía del alcalde de Bilbao, Juan María Aburto, junto a las y los portavoces de los seis grupos con representación en el ayuntamiento de la Villa. Copa en mano —a esto también habrá quien le sacará punta— y sonrisa más o menos forzada en ristre, brindan por el 2109 electoral que tenemos ya encima. Insisto: no falta ninguna sigla. Estaría por jurar que hay instantáneas similares de multitud de instituciones que a nadie le han salido de ojo ni han provocado la polvareda de diseño que la que publicó el otro día cierto diario que nunca cita a Onda Vasca y al que, en justa correspondencia, tampoco llamaré por su nombre.

Sí les cuento, por si no están al corriente, que se trata de una imagen en que aparecen compartiendo cena navideña Andoni Ortuzar, Arnaldo Otegi, Idoia Mendia y Lander Martínez; ya ven que de saque brilla por su ausencia el PP. En realidad, la cosa debería haberse quedado en otra de esas ocurrencias que tenemos los medios porque ya no sabemos qué inventar para llamar la atención y, no nos engañemos, porque los protagonistas suelen prestarse. Ocurrió, sin embargo, que esta vez a José María Múgica, hijo del abogado Fernando Múgica, asesinado por ETA en 1996, le disgustó ver a la secretaria general del PSE en actitud amistosa con Otegi, y pidió la baja del partido en el que militaba desde hace 40 años. A lo humanamente comprensible y respetable de tal decisión, ha seguido una gresca en la que nadie, absolutamente nadie, se ha privado de chapotear. Es el minuto de juego y resultado de lo que llamamos normalización.

Como alemanes en Mallorca

Con la salvedad de una docena de plumillas y políticos a los que no les queda otro remedio, no conozco a nadie que tenga un conocimiento mínimo sobre la ponencia del Parlamento vasco para la elaboración del futuro estatuto de los tres territorios. Que sepan de su existencia o les suene levemente es ya un triunfo. Y si vamos al interés que despierta la cuestión, nos situamos entre el bostezo y la ceja enarcada. Lo consigno sin ninguna gana de provocar el llanto a quienes piensan que el conjunto de principios y normas que regularán nuestra convivencia le importa —por lo menos en el momento presente— un cuarto de higa al personal, que bastante tiene con llegar a fin de mes, encontrar aparcamiento cerca de la playa o decidir si le apetece más un vermú o una caña.

Con semejante panorama como contexto, se agradece que los representantes públicos se esfuercen para que el asunto tenga algún relieve en la agenda informativa. Una palmadita en la espalda, pues, para la secretaria general de los socialistas vascos, Idoia Mendia, que el otro día rescató del trastero de nuestra Historia reciente la (poco afortunada) frase de Xabier Arzalluz sobre el trato que recibirían aquellos que no se considerasen vascos en una hipotética Euskadi independiente. “Como alemanes en Mallorca”, dijo Arzalluz, sin sospechar que tropecientas lunas después, la martingala serviría para conseguir un titularcete de saldillo. Y eso va por Mendia, que resucitó la frasecilla a modo de exabrupto para acusar a su socio de gobierno —¡oh, yeah!— de pretender hacer tal cosa con los vascos que no se sientan españoles. Ella y todos sabemos que es mentira.