Diario del covid-19 (49)

En medio de la pesadilla se nos ha ido Julio Anguita. Esta vez no ha sido el maldito bicho sino un corazón que ya no daba más de sí, después de casi ocho decenios de uso intenso. Es una inmensa pena porque aún le quedaban muchos años de esparcir dignidad con ese verbo tan preciso y ese tono de voz que penetraba por los poros de la piel más que por los tímpanos. Ni siquiera hacía falta estar de acuerdo con él para sentir que sus palabras brotaban de lo más íntimo de su ser, aunque no eran pronunciadas sin pasar antes por su cerebro.

Discrepé mil veces con él y estuve de acuerdo muchas más. Le escuché, en todo caso, siempre con atención. O con fascinación, incluso, como en aquella primera entrevista que le hice a bordo de un coche hace ahora 31 años, siendo yo un pipiolo sin desbravar. Me dijo entonces, y quedó anotado, que ni en el paredón mismo quería ser un profesional de la política. Sus hechos lo confirmaron: cuando tocó, se hizo a un lado y volvió a dar clases, que era su gran vocación. Años después, exactamente el 26 de abril de abril de 2003, volví a hablar con él desde Gernika, en plena conmemoración del 66 aniversario del bombardeo de la villa foral y solo 15 días tras la muerte de su hijo en la guerra de Irak. El dolor del padre no ocultó la lucidez del pensador. Descanse en paz.

Garzón contra Garzón

La primera vez que te engaña Baltasar Garzón es culpa suya. La segunda, la tercera, la cuarta, la quinta… qué quieres que te diga, amigo progresí. Quizá empieza a ser menester que le des una vuelta a cómo las gasta el fulano extogado que veía amanecer, según la almibarada biografía escrita por Pilar Urbano, también conocida como Pilar Suburbano entre los veteranos del gremio periodístico.

Es probable que ni sepan los lectores a santo de qué saco a coalición al creador de aquella religión que se basaba (y aún se basa) en el mantra único Todo es ETA. Por fortuna, más allá de sus bien pagadas presencias en platós, mesas redondas y bolos varios, las andanzas del tipo se quedan en el córner de la actualidad. La última consiste en secundar al simpar Gaspar Llamazares en la creación de una candidatura para las elecciones de mayo bajo la marca Actúa, que hasta ahora era una escorrentía de Izquierda Unida. Se trataba de competir contra el partido nodriza con su propia pasta, con Garzón in person encabezando la lista a las europeas.

Para que no falte ningún detalle chusco, han aparecido unas grabaciones al estilo Villarejo —no por casualidad, compañero de cloacas del exmagistrado— que prueban la fechoría. “Este señor y yo nos tenemos que comer las candidaturas más importantes”, dice Gaspar en alusión a Baltasar (se diría que solo falta Melchor Miralles para completar la tripleta de reyes magos) en uno de los audios. Ahora, el otro Garzón, Alberto, el de la boda a lo duque de Alba, que todavía manda en la actual excrecencia de Podemos llamada IU, está que fuma en pipa por la traición. Como si no se la hubiera buscado.

Gaspar contra el Cupo

No era suficiente con el cada vez más crecido figurín figurón naranja. Ni con los susánidos de las Caciquelandias Bética y Penibética. Faltaba para el duro centralista ese gran reventador de todo lo que toca que atiende por Gaspar Llamazares. De fracaso en fracaso hasta la hostia final, el médico a palos que se cargó Ezker Batua antes de convertir en excrecencia de alquiler a Izquierda Unida Federal funge ahora como portavoz de su grupúsculo en la Junta General del Principado de Asturias, es decir, el parlamento de aquellos lares. Su penúltima hazaña en calidad de tal ha sido sacar adelante una proposición que abre la puerta, ojo al dato, a que el gobierno regional denuncie la última actualización del Cupo vasco ante el Tribunal Constitucional. El Convenio navarro parece que se libra. Tósanle al Rasputín natural de Logroño.

¿Con 5 de los 45 escaños? ¿Cómo ha sido posible? Sí, eso tiene también su miga. Sumen los 3 de Ciudadanos y los 9 —oh, sí— de Podemos, descuenten la abstención vergonzante de la mayoría socialista (14), y les salen los números de la tiña. PP y Foro Asturias votaron en contra, lo cual no deja de componer un peculiar retrato.

Como de costumbre en estos casos, la justificación del berrinche es la vaina de la insolidaridad y los privilegios. Hay que tenerlos blindados para salir por esa petenera desde el lugar al que se le ha venido sufragando el acero y el carbón a precio de caviar iraní. Una pena, que el capo sindical Villa ya no esté —eso dicen— en condiciones de responder por la lluvia de millones a cambio de la paz social y los votos. Es lo que tiene que nos conozcamos tanto.

Confluye o revienta

Le voy pillando el tranquillo a la nueva política. Consiste, básicamente, en decir una cosa y hacer exactamente la contraria. Coño, como la vieja, entonces. Qué va: a una velocidad y con una desvergüenza infinitamente mayores. Sin necesidad de preocuparse en explicar la contradicción porque nadie entre el rebaño lo va a pedir. Ojito, incluso, con soltar cerca de uno de los mansos borregos que el rey está desnudo, que caerán las hostias —dialécticas, gracias a Gramsci— como panes por mentiroso, Inda y manipulador.

Pues nada, sea. Comulguemos con la silueta recortada de la luna y digamos que es mentira y de las gordas que hace poco más de un año, los ilusos que quisieron montar una confluencia de izquierdas para ganar las elecciones del 20 de diciembre fueron tratados a baquetazos. Es trola también que el 25 de junio de 2015 San Pablo de Vallecas escupiera esto a los corintios confluyentes: “Sigue viviendo en tu pesimismo existencial. Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas y de cosas, pero no te acerques porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos”.

Da lo mismo que esté escrito y accesible a quien lo busque en Google. Falso de toda falsedad, como lo es que al ser preguntado por una alianza electoral con IU, el líder supremo respondiera: “Ninguna. Cero. Fin de la cita. Cero. No hay manera de poner otro titular”. Qué parecido, por cierto, al “No. Punto. No vamos a entrar en Podemos. Punto” de la otra que tal baila. Pero qué más dará todo, ¿verdad?, si hoy los entonces meados a presión andan celebrando la absorción gritando oé, oé, oé.

IU hacia el despeñadero

Unas cuantas de las personas más decentes que conozco militan en Izquierda Unida. Buena gente con muy pocos matices, se distinguen, entre otras virtudes escasamente frecuentes, por su compromiso sincero, una amplia tolerancia hacia la crítica sumada a una disposición casi masoquista a la autocrítica, y un notable realismo que compatibilizan con toda naturalidad con el utopismo que les viene de fábrica. Lo malo para ellos y ellas —y creo que para la buena política en general— es que comparten carné con una jarca de tipejos que representan lo más rastrero de la condición humana. Oportunistas, intrigantes, ególatras superlativos, trapicheros, vividores y mangantes irredentos han anidado en la coalición —copando buena parte de los puestos de mando— desde el mismo instante de su fundación.

Siempre será un misterio para mi cómo durante casi treinta años han podido coexistir bajo las mismas siglas estas dos formas diametralmente opuestas de entender no ya la pertenencia a una organización sino la vida. Tremendo, además, que en prácticamente todas las colisiones que ha habido, que han sido un huevo y medio, hayan palmado sistemáticamente los honrados, mientras los canallas se veían reforzados en su tenebroso poder.

¿Hasta cuándo? La escisión más reciente, la encabezada por Tania Sánchez en Madrid, podría marcar el auténtico principio del fin. A eso huele. No deja de ser ironía que IU se hunda en el guano justamente cuando se dan las circunstancias objetivas más propicias para pintar algo. También lo es que la fuerza que sí ha sabido aprovechar el tirón, Podemos, haya salido en buena medida de su seno.

Comecuras del siglo XXI

Los seis eurodiputados de la (autodenominada) Izquierda Plural le dieron plantón el pasado martes al Papa Francisco. Las instantáneas recogen la salida de sus señorías rojidesteñidas con cara de colegiales que acaban de pegar un chicle en la silla del maestro. En sus cabezas, claro, la trastada cobraba dimensión de gesta: estaban protagonizando un grandioso episodio de la lucha contra la opresión de las conciencias ejercida por los perversos encasullados y ensotanados. Y como es moda actual con las chiquilladas, cada culiparlante subió un vídeo a Youtube explicando qué les había llevado a jugarse el tipo tan heroicamente —quizá les descuenten un cuarto de dieta, a qué peligro se expusieron— por el bien de la humanidad. Por supuesto, en lugar de argumentos, en sus selfies autocomplancientes ofrecieron soflamas, es decir, soflamillas, que parecían sacadas del zurrón de Lerroux y los comecuras de hace un siglo. El corolario de todas ellas era que el Parlamento europeo no es lugar para sermones religiosos.

Si las palabras de Francisco en Estrasburgo tuvieron algo de sermón religioso, que baje Marx y lo diga. Lo que hizo el sorprendente pontífice fue un discurso social de una profundidad y una claridad extraordinarias. Es posible que en ese mismo foro los representantes de las fuerzas progresistas, incluido el sexteto protestón, hayan dicho cosas parecidas. La diferencia es que esta vez las palabras no se fueron por el conducto de ventilación de la cámara. Gracias a la trascendencia y la relevancia de quien las pronunció, la denuncia llegó a los titulares y, con un poco de suerte, a las mentes.

Pobres contra pobres

Mucha corrala y mucha utopía, pero al final, lo que va a los titulares es lo que se mercadea en la realidad contante y sonante de un despacho con moqueta, alrededor de una mesa de madera noble probablemente bien surtida. Lo importante es que el pacto rosi-rojo no se ha roto. En la letra pequeña, allá por el quinto o sexto párrafo, el apaño sobre las personas que supuestamente estaban en el origen de la bronca. Dejamos las llaves por un rato a ocho y se las quitamos a los demás, aprovechando que las cámaras están a otra cosa. ¿Es que la suerte de un puñado de desgraciados va a echar abajo un gobierno? Hay que ser tonto del haba para jugarse el coche oficial, las dietas, la posibilidad de favorecer a los amigos o los embriagadores pies de foto con el nombre adosado a un cargo por unos desharrapados que, literalmente, no tienen donde caerse ni vivos ni muertos.

Me van a decir, ya imagino quiénes, que soy injusto al presentar este relato descarnado de cómo se recosieron los rasgones del ejecutivo bipartito andaluz. Es más fácil acordarse de las muelas de Pepito Grillo que repasar en la moviola los acontecimientos y hacer examen de conciencia, qué tiempos aquellos en los que la autocrítica significaba algo para la izquierda. Ocurre que en esta ocasión sería demoledora. De principio a fin, la actuación de IU en lo que un periódico ha llamado a mala gaita la crisis de los okupas ha sido manifiestamente mejorable. El caciquismo a la inversa sacó a la luz el eterno agravio subterráneo al que nadie quiere mirar: hay una miseria fotogénica y otra condenada, no solo por el vil capital, a joderse y callar.