Maroto, colocado

Decíamos ayer, o sea, hace justo una semana, que el PP andaba trapicheando por aquí y por allá para ver cómo le encontraba un asiento bien remunerado al culo de Javier Maroto, que acababa de ser doblemente pateado. Recuerden que fue primero la ciudadanía alavesa la que lo coceó lejos del escaño que daba por ganado y que después su propio señorito, Pablo Casado, lo despachó de su lado tras cargarle el mochuelo del hostiazo electoral de los genoveses. Urgía, pues, procurarle un momio al gachó que con tanto entusiasmo y tan poco éxito había ejercido como aprendiz de brujo de las huestes gaviotiles.

Contábamos, confieso que con la intención de que la vergüenza y el escándalo provocaran una marcha atrás, que la opción más real pasaba por hacerlo senador autonómico por Castilla y León. Y hete aquí que así ha sido. Aprovechando que todo quisque miraba al pifostio negociador entre PSOE y Unidas Podemos, el PP tiene a punto de caramelo la elevación de Maroto a la categoría de representante autonómico de una comunidad con la que mantiene tanta relación como con Alabama. Claro que el detalle más golfo en varios sentidos de la palabra es que el fulano se ha borrado del censo de su supuestamente irrenunciable Vitoria-Gasteiz para avecindarse, tócate los pies, ¡en Segovia!

Más allá del vómito en la voluntad de los alaveses, en los castellano-leoneses o, incluso, en los militantes del PP en esa comunidad, el cuádruple tirabuzón de Maroto es pura poesía. El caradura que convirtió en su bastión programático la denuncia de los que se empadronan para cobrar ayudas ha acabado haciendo lo propio para seguir viviendo del erario.

Colocar a Maroto

El pasado 28 de abril, Javier Maroto, encabezando la lista del PP por Araba, cosechó los peores resultados históricos de su formación en el territorio. No solo se quedó sin el escaño que desde tiempo inmemorial se da por seguro para la sucursal vascongada de Génova, sino que esa acta fue para EH Bildu. Y ocurrió así, en buena medida, porque muchas personas que no son de la izquierda abertzale optaron por el candidato de la coalición soberanista, Iñaki Ruiz de Pinedo, solo para evitar que saliera Maroto. Me suelo tentar las ropas ante expresiones como “las urnas han hablado claramente”, pero en este caso, me parece que se ajusta a la realidad. Pocas veces ha sido tan evidente que una gran parte de la ciudadanía alavesa utilizó su papeleta con un fin determinado: que el antiguo (y nada añorado) alcalde de la capital no ocupara un puesto institucional.

Pues ya ven el respeto a la voluntad popular. Desde que el descabalgado Maroto —que también lo fue de sus responsabilidades en el partido, como culpable del tortazo electoral— se quedó al pairo, el PP no ha dejado de mover hilos para encalomarlo como fuera. La primera intentona fue endiñarlo como senador autonómico por la Comunidad Valenciana, lo que los populares locales evitaron porque tenían culos por acomodar. Fracasado ese plan y otros tan descabellados, el actual parece que pasa por colar a Maroto nuevamente como senador autonómico, pero esta vez por Castilla y León. Tal cual es la política. Un zutano al que en su tierra le han dicho que no lo quieren ni en pintura es susceptible de colocación desde un territorio con el que no tiene el menor vínculo. Ascazo.

Casado canta

Los trompazos electorales son como el vino peleón. Sueltan la lengua que es un primor. Atiendan a Pablo Casado, beodo de fracaso y resentimiento, cantando la gallina: “Simplemente, una reflexión sobre lo mucho que Abascal debe a este partido del que ha estado cobrando de fundaciones y chiringuitos y mamandurrias, como él dice, de alguna comunidad autónoma hasta antes de ayer”. Vuelvan a leerlo si quieren, pero comprobarán que no ha sido una ilusión óptica. El tipo que se tiene por el más listo a ambos lados del Pisuerga ha desvelado el mecanismo de ese sonajero podrido que es el PP. No hay más preguntas, señoría.

Eso, después haber llamado por primera vez ultraderacha a Vox, la formación a la que el viernes ofrecía carteras en su gobierno porque “no nos vamos a pisar la manguera”, expresión literal. La misma en la que se apoya para gobernar en Andalucía. Y no crean que han sido más suaves las palabras sobre su socio en el ejecutivo andaluz. Dice ahora Casado que Ciudadanos es socialdemócrata amén de hipócrita, desleal y partido de tránsfugas. ¿Que las lentejas se pegan? Déjalas, a ver si se matan.

Lo divertido a la par que revelador es que la descarga dialéctica fue tras un cónclave en el que se supone que los genoveses se habían dado a la autocrítica. Aparte de concluir que la culpa de sus ridículos resultados ha sido de los demás, la brillante idea que han encontrado para recuperar los quintales de votos perdidos es “viajar al centro”, o sea, lo que llevan diciendo desde su fundación. En ese viaje, por cierto, han encontrado que sobra una alforja: Maroto ha sido relevado como jefe de campaña. Está en racha.

¡Qué hostia!

Se imagina uno a Rita Barberá desde el más allá repitiendo su segunda jaculatoria más famosa tras los balbuceos espirituosos del caloret: ¡Qué hostia, qué hostia! Ni en las previsiones más pesimistas —un saludo, por cierto, a los Rappeles de lance que no dieron una y ahora presumen de haberla clavado— se contemplaba semejante tantarantán del que el gracejo popular ya ha bautizado como Pablo Fra-Casado. Que me corrija alguien con más canas o lecturas que servidor, pero un morrazo así no se veía desde la descomposición de UCD en 1982.

¿Damos por muerta a la gaviota, entonces? Es lo que están haciendo los adivinos arriba citados, los mismos que vaticinaron la segura pasokización del PSOE, la derrota fija de Sánchez en las dos primarias y el sorpaso de Podemos en 2016. Buena pinta no tiene, desde luego, pero una gota de calma nunca es mala consejera. Total, lo que tenga que ocurrir ya lo iremos viendo desde el alivio que da haber certificado —otro saludo a los que anunciaban el apocalipsis— que la triderecha se ha quedado lejos de sumar.

Después de haberse quedado en pelota electoral picada, incluyendo la celebrada pérdida del ya para los restos escaño-de-Maroto, dice Alfonso Alonso que toca reflexionar y “volver a plantear una alternativa centrada, abierta y moderna”. Tarde piaste, pajarito, cabría decirle al presidente del PP en la demarcación autonómica y a todos los miembros de su ejecutiva, que desde la elección de Casado, no han dejado de reírle todas las gracietas ultramontanas y de fingir orgasmos ante las bravatas del palentino. Y Borja Sémper, silbando como si no le incumbiera. Saludo para él también.

Un chotis para Arrimadas

Creo que con mucho tino, algunos guasones le llaman Pichi a Albert Rivera, en alusión al chulo que castiga del Portillo a la Arganzuela, y hace otras cosas peores, según la letra de la cancioneta de la caspurienta revista musical Las Leandras. Cosas de las imágenes mentales, el otro día se me metió en la cabeza con la gorra reglamentaria, camisa merengona. chaleco de cuadritos y floripondio en la solapa, cantando a voz en cuello el célebre chotis de Agustín Lara: “Cuando vengas a Madrid, chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés, y alfombrarte de claveles la Gran Vía y bañarte en vinillo de Jerez”. Lógicamente, la destinataria de la tonada no podía ser otra que Inés Arrimadas, que ha decidido plantar sus reales en la villa y corte, previo paso por Waterloo, donde le montó un numerito menor a Puigdemont.

Es verdad que le queda un simulacro de primarias, pero a estas alturas, hasta el que reparte las cocacolas sabe que veremos a la doña en un escaño de la Carrera de San Jerónimo después de las elecciones de abril. Tanta gloria lleves como paz dejas, dirán sus rivales políticos en el Parlament, aliviados porque se librarán de sus performances con bandera y sus bocachancladas ayunas de documentación. Cuánta razón tuvo no sé quién del PP, que ante la confirmación del “Me las piro, vampiro” de la individua, concluyó que tal decisión demostraba la inutilidad de su victoria en las elecciones de 2017. Añadiría servidor que lo que queda probado es que Catalunya, por más tabarra que den y más dignos que se pongan, solo es un trampolín para lo que Aitor Esteban definió certeramente como “Hacerse un Maroto”.

Golpistas a tutiplén

Está entretenida la tragicomedieta política hispanistaní con todo quisque poniéndose mutuamente de golpista y llevándose una. Me consta que los más milindris y cierta parte de los rasgadores de vestiduras para la galería andan preocupadísimos atribuyendo esta competición de idiocia a no sé qué crispación que crece en espiral y hasta advierten del peligro de acabar en el abismo, en el punto de no retorno o, qué sé yo, en la exageración que les salga en el momento. A buenas horas vamos a perder el sueño por una práctica, la del insulto de fogueo, tan vieja como el ejercicio del parlamentarismo. Iba a escribir que es dialéctica pura y dura, pero ojalá se tratara de una disciplina tan elevada. Con verborrea cochinera va que chuta.

Otra cosa es que el uso de la palabra golpista como ariete contra el rival resulte de lo más reveladora sobre quien la utiliza para tales menesteres. Más allá de la trivialización del concepto que señaló Aitor Esteban, el perrenque con el término —en fino, su uso y su abuso— opera como retrato preciso de quienes lo escupen una y otra vez. Como no somos nuevos, si de alguien esperamos que apoye un verdadero golpe de estado, con su camista azul y su canesú salvador de la patria en peligro, es del ladrador en sepia Pablo Casado. O, claro, de su guardia de palmeros, empezando por el archiconocido en estos lares Javier Maroto, autor de una frase que es toda una declaración de intenciones. Dijo el nada añorado exalcalde de Gasteiz que los golpes de estado “desgraciadamente, hoy en día, no se dan con tanques o sables como en el siglo pasado”. Desgraciadamente. No hay más preguntas, señoría.

Esperpento sucesorio

Preveíamos entretenida la esgrima sucesoria en el PP, pero nos quedábamos cortos. Cada minuto que pasa, el festejo gana enteros, y lo mejor de todo es que la media de lo que llevamos visto nos habla de un partido en liquidación por derribo que ahora mismo da más risa que miedo. Y es verdad, como acabamos de comprobar, que hay muertos que resucitan de un rato para otro, pero hasta que eso ocurra, toca ejercitar los músculos de la risa con el espectáculo genovés.

La pena es que el circo tiene tantas pistas, que no sabe uno a cuál mirar. Quizá para relativizar más la vaina, merezca la pena empezar por el misterioso caso de la afiliación menguante. Cuánto cacareo hasta ayer sobre el partido con más número de carnés, para que se termine descubriendo que no pagaba la cuota ni el Tato. Como guasapeó con gracia un oyente de Onda Vasca, el PP tiene en B hasta la militancia.

En cuanto a las y los aspirantes al cetro de Tancredo, y aunque tenga su gracia el intercambio de bofetadas entre la exvicepresidenta y la antigua ministra de Defensa, me quedo sin dudar con esa nulidad venida a más que atiende por Pablo Casado. Su frenético tour por la pecaminosa Vasconia —¡Cuatro localidades en nueve horas!— da para hacer una secuela de Airbag. Menudo colocón de incultura general que se gastó el viejoven Casado cuando, entre otras bocachancladas, soltó que el euskera es un idioma ajeno a Navarra. Lo puso a huevo: la investigación sobre la autenticidad de sus títulos universitarios debería extenderse al Graduado Escolar. Todo, con Maroto como botillero y Ana Beltrán sonriendo a la cámara antes de declarar, ejem, su neutralidad.