No está todo escrito

Ha estado vivo Joseba Asirón al poner por la tarde el pleno de constitución de la nueva corporación municipal de Iruña. Para entonces se sabrá qué ha pasado en la mayoría de los demás pueblos de la Comunidad Foral y quizá quepa un movimiento in extremis para evitar que la vara de mando vuelva a manos de Enrique Maya. Como salga medio bien la jugada, la autoridad electoral competente tendrá motivos para imitar a las contiendas deportivas e imponer que en lo sucesivo todos los plenos inaugurales se celebren simultáneamente y sin posibilidad de saber qué ocurre en el resto de estadios, o sea, de ayuntamientos.

Con todo, la diferencia horaria de Iruña va a ser una excepción. La suerte de prácticamente todos los demás consistorios se va a dilucidar mañana por la mañana. En el caso de la demarcación autonómica, es cierto que el pacto-ómnibus entre PNV y PSE le ha restado mucha emoción al asunto, pero aun así, hay una docena de localidades donde las espadas siguen en alto. Espadas cruzadas y contradictorias, por demás. EH Bildu, que ha mostrado su enfado por la falta de respeto a las listas más votadas allá donde el binomio PNV-PSE les puede arrebatar los gobiernos, no tendrá empacho en actuar a la recíproca en los lugares donde le alcance la suma con Elkarrekin Podemos y/o las plataformas independientes. Es más: no es descartable que la coalición soberanista y los jeltzales, en un doble tirabuzón que encabritaría a Alfonso Alonso, se asocien para dejar al PP sin Laguardia y Labastida. No sé si me divierte o me espanta que casi todos los casos, por incoherentes que parezcan, vayan a ser perfectamente argumentados.

Quítame allá esos huesos

“Asiron, atrévete con los vivos”, le increpa al alcalde de Iruña desde una pared un facha anónimo y cagón, molesto por el tardío desahucio de los huesos de los genocidas Mola y Sanjurjo de su lujoso mausoleo. Otro tanto hace un espindarguero, también sin firma, en las páginas de ABC, no por casualidad, el diario que hace ochenta años fletó el Dragon Rapide que llevó a Franco de Canarias a Tetuán. “A vueltas con la memoria histórica, la izquierda proetarra sigue empeñada en que levantar tumbas y abrir ataúdes es una prioridad municipal”, anota el amanuense con la rancia prosa de costumbre, esa que pretendiendo ser épica no pasa de patética. ¿Proetarra como invectiva a estas alturas? ¿En serio?

Si el regidor de la capital navarra y los representantes de las fuerzas del cambio tenían alguna duda sobre su decisión, este par de escocidos exabrutos les confirmarán que han hecho lo correcto. Y si todavía necesitaran una prueba del algodón suplementaria, les servirán al efecto los espumarajos indisimulados del requeté actualizado —no me hagan poner siglas— y de los deudos de aquel hijo de la peor entraña que firmaba Garcilaso. No deja de tener su gracia, bien es cierto que entre maldita y macabra, comprobar que entre los campeones siderales de la Democracia hay un número nada pequeño de tipos a los que les jode un mundo que se toquen las reliquias de una pareja de asesinos sin matices. Procede entonar una vez que ladran, luego cabalgamos, aunque si hay que decirlo todo, me permito hacer notar que la exhumación de las sobras de estos tipejos no implica ganar la guerra del 36 con carácter retroactivo.

Baltasar embetunado

¡Extra, extra! ¡En la cabalgata de los reyes magos de Iruña Baltasar seguirá siendo un señor blanco —o quizá sonrosado— con la cara embetunada! “¡Y no se olvide de los labios pintados de carmín!”, me apunta al oído, siempre atento a los detalles, el alcalde Asiron, que no gana para bullas tan al gusto de los herederos de Garcilaso y otros santos mártires desplazados de la poltrona. Qué caray, de esos, y de unos cuantos más como el que suscribe y algunos de los que leen, que nos apuntamos a opinar de lo que caiga.

¿De verdad hay materia? Fuentes dignas de todo crédito —por lo menos, para este forastero que teclea desde el lugar en que Euskal Herria (casi) empieza a ser Cantabria— me aseguran que, en realidad, todo es una pura cuestión de ego. En concreto, del ser humano que encarna a su imaginaria majestad, que hasta en San Fermín va a los toros ataviado de tal. No crean que es el único caso; ya conozco yo otra media docena de tipos que llorarían mares si en sus poblachos correspondientes no les dejaran salir emperifollados en los desfiles de fantasía del 5 de enero.

Cabe, si nos apetece, convertir la vaina en tremebunda afrenta a la multiculturalidad, ese invento tan profundamente paternalista y, por lo mismo, racista. Pero metidos a progresistas fetén, no hay que detenerse ahí. La enmienda debería ser a la totalidad. En este edén de tolerancia religiosa, no habría por qué tragar la imposición, sufragada en parte con pasta pública, de una tradición netamente cristiana. Por no hablar, claro, de la apología de las monarquías despóticas que implica. Y si nos ponemos, hasta de la promoción magufa.