Votar en conciencia

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? O, preguntado de modo más directo: ¿Tienen conciencia los representantes políticos? Entre que por mis venas corre sangre gallega y que aborrezco el vicio de la generalización, tiendo a pensar que unos sí y otros no. Aunque, ahora que caigo, para los efectos de esta columna, que la tengan o la dejen de tener es secundario. Lo que en realidad yo quería plantear, atiéndanme al matiz, es si se les puede o debe permitir ponerla de manifiesto en una votación parlamentaria.

Advierto que no sirve como respuesta el sí cuando el desmarque del (o de la) culiparlante en cuestión coincide con nuestra postura y el no cuando ocurre lo contrario. Y tampoco vale la triquiñuela de establecer que hay asuntos en los que cabe apelar a la tal conciencia —mayormente, los de cintura para abajo— y otros que no están sujetos a ella. Como coincidimos hace un par de noches en Gabon de Onda Vasca, tan peliagudo puede ser pronunciarse sobre el aborto como hacerlo sobre las aspiraciones soberanistas, una reforma laboral que lamina derechos o un aumento del IVA que no se contemplaba en el programa electoral.

Hechas todas esas apostillas, volvemos al intríngulis de estas líneas: ¿Es o no de recibo que una persona elegida en el seno de una lista cerrada, bloqueada y vaya a usted a saber si en el número tres o en el catorce, se constituya en verso suelto y vote lo que le salga de… la mentada conciencia? ¿Lo es cuando el pronunciamiento personal va abiertamente en contra de los motivos que han llevado a los electores a optar por ese partido en concreto? Confieso que no lo tengo claro.

Libertad de voto

El domingo pasado a mediodía las portadas digitales regalaban uno de esos titulares que a la hora de la merienda agonizan al fondo de la página. Raro que es uno, este es el minuto en que sigo dándole vueltas a lo que quizá a la mayoría de ustedes les parecerá una nadería. Aunque había varias versiones, el enunciado más común era este: “Unió concede libertad de voto a su militantes en la consulta del 9-N”. En el primer bote, se manifiesta una eterna duda que nadie me ha satisfecho a pesar de que llevo largo tiempo preguntándolo: ¿Qué es realmente Unió? Desde la distancia y, probablemente, el desconocimiento, a mi me suena a puro residuo histórico que sobrevive pegado a la chepa de Convergencia y que no obtendría más de tres concejales si abandonara el cómodo y generoso vientre que lo acoge. En muchos aspectos me recuerda a… Bueno, dejémoslo, que me lío y no les hablo de lo sustancial del entrecomillado, es decir, de lo de la libertad de voto a la militancia, cuestión que se extiende más allá de Unió. Que tire la primera piedra el partido que esté libre de pecado.

El partido… o los propios militantes, que se dejan tratar como ovejas. Si analizan la frase por el reverso, notarán que se da por supuesto que en otras circunstancias, los afiliados están obligados a votar lo que les manden, so pena de ser considerados ejemplares descarriados y exponerse al correspondiente comité disciplinario. Otra cosa es, siendo secreto el sufragio, cómo narices se va a identificar a los renegados que se atreven a desafiar el imperativo de la dirección. ¿Habrá policías de conciencia? Pues no lo descartaría.