Huir hacia adelante

La política del tú lo has querido, menudo soy yo. Sobre todo, cuando presiona la parroquia, y a uno le toca batir el récord mundial de dar marcha atrás. Qué gran paradoja: se diría que en cada extremo de la cuerda imaginaria se desea exactamente lo contrario de lo que se cacarea en público. Qué bien me vendría una DUI para justificar un 155 del tamaño de la catedral de Burgos. Igualico que a mi, pero a la inversa: tu 155 es la mejor coartada para una DUI de la talla de la Sagrada Familia. ¿Vértigo? Para parar un camión. Incluso, vértigo al vértigo mismo, pero de perdidos, al río. Cuando llegue el momento de escribir la Historia, ya vendrán los montadores a cortar los planos chuscos y dejar solo los épicos.

¡Ah, la épica! Qué pena que, como decía el otro día en Onda Vasca Aitor Esteban, sea tan efímera. Y que se lleve tan mal con lo cotidiano. La independencia no se consigue cerrando los ojos y deseándola muy fuerte, ya vamos viéndolo. Pero a lo hecho, pecho. Como escribí el día en que teóricamente se iba a proclamar pasara-lo-que-pasara y luego fue un fiasco, no caben medias tintas. Andamos tarde para reconocer que no era tan fácil. Hay decenas (o centenares) de miles de personas que se lo creyeron y no están dispuestas aceptar algo que no sea lo que se les prometió firme y solemnemente. Es preferible enfrentarse a los tanques y los jueces de Rajoy que a la frustración de quienes llevan años y años escuchando que ya casi está.

Pero… ¿Y si aparece una salida medianamente honrosa? Desengañémonos, no la hay. Ni siquiera esas elecciones a la desesperada. Solo queda, mucho me temo, huir hacia adelante.