¿Y los del ‘No’?

El gran argumento contra el procés, el comodín que resume todo el discurso de quienes niegan el derecho a decidir o incluso a preguntar, es que supuestamente divide a la sociedad catalana. “La parte en dos mitades”, se suele pontificar a ojo de regular cubero. Pasando por alto el hecho obvio de que mantener las cosas como están provocaría exactamente la misma división, hay una evidencia cada vez más clamorosa: esa pretendida mitad de catalanas y catalanes que quieren mantener la actual relación con España o que rehúsan siquiera ser consultados no se deja notar.

Ojo, que no afirmo que no exista. Aunque la traducción de los resultados electorales no sea tan matemática como la interpretación tramposuela nos vende (eso de “en votos son más los no soberanistas que los soberanistas”), sí se puede intuir que una parte considerable del censo está en radical desacuerdo con el camino emprendido hace ahora cinco años. Resulta muy llamativo que esa postura, que se entiende que deriva de unos principios o de unas convicciones firmes, solo se manifieste en las citas convencionales con las urnas. Se diría que el resto del tiempo estas personas se hacen a un lado, rumian su malestar en privado o desde el anonimato en las redes sociales, y delegan en sus airados y sobreactuados representantes políticos, amén de en las numerosas terminales mediáticas que vocean la unidad inquebrantable de la patria española. Incluso cuando los hechos tozudos van mostrando que al otro lado el movimiento es imparable y que no dejan de crecer las adhesiones, siguen sin ser capaces de llenar una plaza. Desconozco los motivos.

‘No’ es… abstención

Enorme estreno ante las alcachofas de la recién investida (la que lo sigue lo consigue) portavoz del ¿neo? PSOE en el Congreso de los Diputados, Margarita Robles. Para que digan del defenestrado e indultado Antonio Hernando, en la misma mañana, la jueza a tiempo parcial dijo tres cosas diferentes sobre la postura de su grupo respecto al traído y llevado CETA. Primero, que no, porque el tratado es súper-mega-maxi de derechas y, como es sabido, su partido ahora es la vanguardia obrera rediviva. Luego, que ya se vería, que tampoco había tanta prisa y no era cuestión baladí, blablablá. Y por fin, tras recibir el guasap correspondiente del re-ungido Secretario general, que bueno, que igual, a lo mejor ya si eso, se decantarían por la abstención.

¡Sí, por la abstención! Hasta el menos sutil olió la ironía. Tanto dar la brasa con el NoEsNo, para salir por esa petenera. Porque aquí, idiotas, los justos. A todos, empezando por Iglesias Turrión, nos da el cacumen para notar que, a efectos prácticos, la abstención asegura que se apruebe el convenio con Canadá. Como con la plurinacionalidad monosoberana y la alianza materialmente imposible con Podemos y Ciudadanos para echar a Rajoy, Pedro Sánchez juega triple en la quiniela. Y es verdad que, como sabemos por experiencias recientes y cercanas, la política permite ir a setas y a Rolex o frenar y acelerar al mismo tiempo, pero si te recreas en la suerte, el sopapo es inevitable. Diría uno que los que le dieron su voto en las primarias creyendo sinceramente que por fin iba a tomar las riendas con la mano izquierda tienen que andar un tanto perplejos. O quizá no.

El precio de la conciencia

Socialistas díscolos. Lo veo una y otra vez en los titulares y sigue sonándome a grupo de música indie, como Love of Lesbian o Supersubmarina.

Perdonen que me lo tome a guasa. Ya sé que debería ser algo serio, incluso grave. ¡Joder, que estamos hablando de la conciencia, la sagrada facultad del ser humano de permanecer fiel a sí mismo! Buen intento, y quizá hasta colaría si no fuera porque el precio de la cosa no alcanza ni al de un Iphone 7. Cotiza —y eso, por la banda alta— a 600 euros, que es la cantidad máxima que el Grupo Parlamentario Socialista, supongo que a falta de autoridad mayor en el desvencijado partido, podría imponer a los quince jabatos que el otro día gritaron ‘No’ donde la partitura decía Abstención. Si lo comparan con los emolumentos de sus revoltosuelas señorías, estamos hablando de una ganga. Eso, sin mencionar los baños de ego que se han pegado a cuenta de su gesta. El o la que menos, tres docenas de entrevistas y su careto a todo trapo en esas composiciones fotográficas para señalar, según cada medio, a los héroes o los felones del día. Ofende que algunos vayan mentón en alto diciendo que volverían hacerlo. Si fueran dependientas de una tienda de Amancio y cobrasen al mes la cuantía de la multa, ya veríamos.

Todo es muy poco creíble. Por el lado de los castigadores, porque si de verdad la actitud es tan inadmisible, lo menos que cabe es la patada sin más contemplaciones al Grupo Mixto del Congreso. Y por la parte de los castigados, porque si tan zaheridos se sienten, ellos mismos y ellas mismas deberían haber tomado la puerta. Pero claro, fuera hace mucho frío y 600 pavos son un chollo.