Misión (casi) imposible

No le arriendo la ganancia al (si nada se tuerce, que quién sabe) nuevo presidente del ente público Radio Televisión Española. Como escribí aquí mismo tras los primeros contubernios fallidos para su designación, al elegido le aguarda un bonito marrón cuyas posibilidades de gestionar con éxito se sitúan entre cero y ninguna. Siento ser cenizo, especialmente por el miembro del nuevo Consejo de Administración que me es más querido y cercano, pero con un mastodonte público de esas dimensiones y con semejantes niveles de bilis hirviente y de banderías irreconciliables en su seno, todo lo más que se puede lograr es continuar retrasando el inexorable estallido final.

Bien es cierto que si se ha conseguido hacer en los últimos cuarenta años, malo sería que fuera con estos gestores al mando cuando la gigantesca olla a presión saltase por los aires. Será cuestión de seguir tirando de los recursos al uso: redacciones paralelas, pagos a cuenta por los silencios, vista gorda para los casos dejados por imposibles, manga ancha para el manejo de la chequera de favores, y seguir ordeñando la vaca común para que a los miles de condenados o autoexiliados a los pasillos no les falte el ingreso mensual más los trienios.

Y claro, luego está la otra cuestión, lo de la objetividad, la pluralidad y demás palabras que nos gusta pronunciar con el mentón enhiesto. Ahí soy más optimista. El precedente inmediato, el del PP, ha sido tan lamentable y grosero, que bastará abrir media docena de respiraderos y dar boleto a los elementos más casposos de la parrilla para instalar una sensación de aseo, aunque sea por comparación. Iremos viendo.

Periodismo de datos

En la acera opuesta del sensacionalismo de casquería sobre el que les lloré mis penas ayer está el periodismo de datos. Es tan viejo como la imprenta o más, aunque cada equis aparece un vivillo que le pega un lavado de cara y bajos y lo presenta tal que si lo acabasen de parir. El domingo pasado, sin ir más lejos, el canal con el que el Grupo Planeta juega al pressing-catch consigo mismo estrenó un programa que jura traernos en presunta primicia la novedad que ya les digo que no lo es. Se hace llamar El Objetivo, lo que viene a ser como si yo bautizara esta columna El rincón del macizo de ojos azules, y sin necesidad de abuela y cual si no conociera la programación de su cadena, dice tener la misión de purificar nuestras meninges podridas a base de chutarnos en vena tanta tertulia dicharachera. No es mala la intención, desde luego, pero me mosquea en varias acepciones del verbo que el purgante con el que se pretende acometer la limpieza neuronal esté compuesto a base de datos.

Les extrañará que lo enuncie así, porque a primera vista se diría que no hay nada más aséptico, neutro y fuera de sospecha que un dato. Tararí. Aparte de que casi nunca llegamos a saber cómo han sido cosechados y cuando nos llegan a la mesa han pasado ni se sabe por cuántas y cuáles manos, pocas herramientas de mentir son tan efectivas como un puñado de cifras aparentemente inocentes. Basta ordenarlas así o asao y apartar a un lado unas y poner doble subrayado a otras para obtener conclusiones diferentes. O para inducirlas, que tiene más mérito. Muy pero que muy diferentes, como cualquiera con diente levemente retorcido puede observar una noche electoral o, ¡ay!, cuando salen las mediciones de audiencias de los medios.

Con los mismos datos convenientemente destilados es posible demostrar, y de hecho se hace, una cosa y la contraria. Ténganlo en cuenta. Lo único cierto es que todo es según. Y tal vez, ni eso.