La decisión de Ferraz

O servidor no entiende definitivamente nada, o el PSOE ha asumido que su papel está en la oposición. No hablo solo de Susana Díaz y los barones tocapelotas de costumbre. De la escucha atenta de lo que van diciendo otros portavoces nada sospechosos de grancoalicionitis, se diría que no se ven montando el mismo psicodrama bufo que tras el 20-D. Si aquello tuvo algún sentido porque la matemática, aunque fuera forzándola, podía desembocar en milagro, ahora no hay caso. Con 52 escaños menos que el PP, la bofetada del hipotético socio morado y el coscorrón de Ciudadanos, rozaría lo patético intentarlo.

La cuestión está en las apariencias. Navajazos y cargas de profundidad aparte, supongo que de eso irá el Comité Federal del sábado. Se trata de buscar el modo más decoroso —o en su defecto, el menos indecoroso— de hacerse a un lado y dejar que gobierne Rajoy. Salir a comunicarlo se antoja la deglución de un sapo con tamaño de elefante, pero alguien tendrá que hacerlo. O eso, o imitar el tancredismo del que sigue estando en funciones, dejar que la cosa se pudra y, vade retro, tener la culpa de la convocatoria de unas terceras elecciones.

¿Llegará tan arriba la riada? Con los precedentes, no me atrevo a apostar, pero sí a apuntar en voz baja que cuanto antes se pase ese trance, antes estarán los herederos del Pablo Iglesias original en la siguiente pantalla del videojuego. Algo que deberían celebrar, teniendo en cuenta que para estas alturas no pocas cábalas daban por consumada la pasokización, o sea, la irrelevancia total. Liderar una oposición leonina al PP y ver qué pasa luego no parece tan mala alternativa.

Primarias tengas

Lo lleva en sánscrito el PSOE. Más todavía, quiero decir. Como no tenía suficientes vías de agua, ahora se le abre el costurón sucesorio. ¿Desde dentro o desde fuera? Tanto da. Es verosímil que la mandanga haya nacido a mala leche lejos de Ferraz con el objetivo de distraer la atención de las fechorías rajoyanas y, por el mismo precio, profundizar el castigo al perro que ya viene flaco de serie. Que haya sido así no le salva, en cualquier caso, de las consecuencias letales de verse en el centro del escenario con los focos apuntándole y el respetable aguardando el espectáculo que se le ha anunciado: pelea. Y si es con sangre, mejor.

El asunto es que tiene bastante pinta de que la habrá. De hecho, ya aparecen los primeros rasguños y los coscorrones cada vez menos disimulados entre los que hasta ayer parecía que estaban a partir un piñón. Nada que ver, descuiden, con las propuestas o los programas, cuestiones que han pasado a ser definitivamente secundarias en los partidos. Pura condición humana, que hace que las batallas no sean de ideas sino de egos y parcelas de poder. Ahí no hay piedad, lugar para la razón, ni vuelta atrás. Cuando te señalan para la gloria, aunque seas el mayor tuercebotas de la Via Láctea, te metes en el papel y empiezas a ver enemigos hasta debajo de las piedras. Lo siguiente suele ser el reclutamiento de partidarios, el mercadeo de voluntades, el minado sistemático del territorio por el que pisará el rival y, finalmente, la guerra sin cuartel. Solo puede quedar uno.

En el caso que nos ocupa, aún estamos en los escarceos iniciales. La pregunta que me hago es si, en la situación de debilidad objetiva en la que se encuentra, el Partido Socialista puede permitirse el lujo de derrochar sus escasas fuerzas en una gresca interna de largo e incierto recorrido. Me dirán, con toda la razón del mundo, que de lo suyo gastan, pero no puedo evitar sentir una enorme curiosidad.

Pinchos y ensalada

Pinchos y ensalada de lechuga y tomate. Menú frugal, anotaba la compañera de El País que susurró ayer el chauchau de una reunión secreta en Ferraz. ¿Secreta? Perdón, discreta. Ahí está el matiz, que diría el filósofo postsocrático Cantinflas. Derecho de admisión reservado a barones y baronesas de confianza, principalmente con un buen batacazo electoral acreditado. López, Fernández Vara, Pérez Rubalcaba; tres mayorazgos, incluyendo Moncloa, entregados con deshonra al enemigo en las urnas. Junto a ellos, nombres que hay que buscar en la wikipedia, excepción hecha de Elena Valenciano, intelectualmente tan liviana como las viandas que había sobre la mesa. ¿Cónclave de perdedores? No exactamente, porque tuvieron gran cuidado en mantener al margen a Tomás Gómez, el que pasó de invictus a hostiatus en medio suspiro. Tampoco fue avisado Griñán, el que ganó perdiendo en la Bética y la Penibética. Dejó escrito el profeta Guerra que los que se mueven no salen en la foto. Ni siquiera aunque se haga de extranjis, como esta. Por cierto, ¿a santo de qué tanto misterio?

La militancia inasequible al desaliento e impermeable a la realidad podría pensar que el sigiloso conciliábulo marcaba el día D y la hora H de la catarsis, el toque a rebato, la firme determinación de abandonar la posición fetal y empezar a ser un poquito de lo que se espera. Verdes las siegan entre los puños y las rosas. Era solo una junta de escalera para pedir una nueva derrama de labia con la que afrontar el enésimo tortazo que se venía encima. Convocado nueve días antes de las elecciones catalanas, el único objetivo del encuentro era juramentarse para vender como grandioso éxito el descomunal varapalo que iba a cosechar el PSC. Fue así como el peor resultado histórico de un partido que anteayer gobernaba se convirtió en motivo para sacar pecho y levantar la mandíbula. Se decidió entre pinchos y ensalada de lechuga y tomate.

A pique sonriendo

Ahora mismo los valores más firmes del PSOE están sentados en los escaños azules del Congreso de los diputados. La pitonisa Báñez, el sacamuelas Montoro, el chiripitifláutico Wert y el resto de los apandadores marianos se hacen una oposición a sí mismos que jamás podrán imitar ni remotamente Pérez Rubalcaba, Soraya Rodríguez o Elena Valenciano. Ni en sus sueños más calenturientos podía el PP imaginar que iba a tener enfrente unos rivales tan escuchimizados ni que, para colmo, gastarían las poquitas fuerzas que les quedan atizándose entre ellos y luego fingiendo que todo va como la seda.

¿Hasta cuándo durará este drama disfrazado de comedia bufa? Por lo visto en la última Ejecutiva Federal, tiene pinta de que va para largo. De entre todas las estrategias posibles para detener la impúdica y patética descomposición a ojos del mundo entero, los herederos de Pablo Iglesias parecen haberse decantado por la que hicieron célebre los ex-tortolitos Cachuli y Pantoja: “Tú saca dientes, que les jode”. Y así salieron de lo que debió de ser una reunión parecida a la boda del otro día en el Hotel Londres de Donostia, mostrando a las cámaras una sonrisa Profidén y vendiendo la incomprable moto del cierre de filas y el respaldo a la búlgara de los actuales dirigentes. Para nota, el carismático Patxi López declarando ante el racimo de alcachofas correspondiente que su partido no tiene ningún problema de liderazgo. Alguien debería pasarle las encuestas en las que nueve de cada diez votantes expresan su desconfianza por Alfredo el de Solares.

Es de manual que el primer paso para solucionar un problema es reconocer que se tiene. Salvo dos o tres que, por lo demás, se callan en cuanto les chistan, nadie en el partido parece dispuesto a admitir que la fragata se va a pique. También es verdad que aunque se hunda del todo, los experimentados supervivientes que van en el puente de mando resultarán ilesos.

Cuanto peor, mejor

El Gobierno español está recibiendo quintales de la misma medicina que suministró el partido que lo forma cuando era oposición. Entonces, y ahí están las hemerotecas para probarlo, el PP se dio festín tras festín a cuenta de las pulgas que acudían en tropel a darle mala vida al perro flaco del zapaterismo crepuscular. Cada vez que subían el paro, la prima de riesgo o el déficit, en la calle Génova sacaban las guirnaldas, los gorritos, los matasuegras y los vasos de plástico para brindar por el triunfo inminente. Con idéntico júbilo se recibían las órdenes de poda de derechos firmadas por Merkel o los reportajes tremendistas en la prensa extranjera, que en aquellos días era sabia y clarividente y no pérfida y envidiosa como ahora. Qué más daba que el país, el estado, la nación o como quiera llamarse se estuviera yendo a la mierda, si eso mismo despejaba el camino a Moncloa. Había que llegar, no importaba cómo.

Efectivamente —muy pronto hará un año—, las huestes gaviotiles alcanzaron su objetivo y todo lo que habían escupido al cielo les empezó a llover encima sin piedad. De la toma de posesión hasta hoy, coleccionan vergonzantes autodesmentidos de su programa, torrentes de promesas incumplidas, amén de un sinfín de ridículos cambios de digos por Diegos y viceversa. Eso, por no hablar de unos indicadores que marcan récords históricos negativos que se superan en espiral.

Se dirá, no sin razón, que es la cosecha de tempestades que corresponde a los vientos sembrados, y hasta que aún es poco castigo para los méritos acreditados. Pero justo ahí es necesario detenerse y reflexionar adónde nos lleva a todos apuntarnos a la perversa estrategia del cuanto peor, mejor. El pasado viernes, cuando la EPA certificó los datos de paro más nefastos de los últimos tiempos, comprobé asustado cómo hubo quien los recibió con indisimulado alborozo. O sea, igual que hacía el PP cuando no gobernaba.

Un comienzo penoso

Se le nota disperso y torpón al PP en sus primeros pasos tras la reconquista de Moncloa. La parroquia propia y ajena esperaba que fueran elefante en cacharrería y de momento se han quedado en pulpo en garaje. Como escribirían los cronistas deportivos, ni los más viejos del lugar recordaban un comienzo de mandato tan ramplón. Apenas anteayer tenían media docena de soluciones infalibles para cada problema, pero lo único que han mostrado hasta ahora es la abismal diferencia entre predicar y dar trigo. Un par de consejos de ministros tan aguachirlados como los de estreno, y a Zapatero le empezará a crecer aura de estadista mientras se rasca la barriga en su nueva vida de supervisor de nubes.
Resulta enternecedor ver a los neogobernantes reclamar los famosos cien días de gracia, como si ellos los hubieran respetado alguna vez, como si cualquiera en la oposición lo hubiera hecho, o como si de verdad hubiera tanto tiempo. Eran ellos los que, en plan abuela de la fabada Litoral, iban acogotando al personal con que no había ni un día que perder y ahora piden tres meses de prórroga, más los penaltis. No cuela.
Como la cofradía de la gaviota me queda bastante lejos ideológicamente, debo reconocer que no me urge lo más mínimo que se pongan a la faena, es decir, a lo que literalmente será el tajo, o sea, el corte y el recorte. También sé, como todos, que lo que harán será lo que diga la rubia de Berlín y/o lo que les ordene el Señor de los Mercados. Sin embargo, albergaba una curiosidad tirando a malsana por cómo se las iban a arreglar con el morlaco los que tan estupendamente toreaban de salón. Ni por el forro esperaba un espectáculo tan patético como el que están ofreciendo los maletillas recién investidos. Una mala tarde la tiene cualquiera, de acuerdo, pero es que ya van media docena en las tres tristes semanas que llevan en el machito. Y por si faltaba algo, Mariano Rajoy sin aparecer.