Ser Iglesias o no

Para que no haya dudas —aunque las habrá igualmente; conozco a mis clásicos—, empezaré diciendo que las imputaciones que pretende cargarle a Pablo Iglesias el juez García-Castellón suenan un congo a paja mental de su señoría. Díganme si no lo aprecian en este fragmento del auto, cuando el togado califica los hechos como una “consciente y planificada actuación falsaria desplegada por el señor Iglesias con su personación, fingiendo ante la opinión pública y ante su electorado haber sido víctima de un hecho que sabía inexistente, pocas semanas antes de unas elecciones generales”. Ya me contarán cómo carajo se va a probar que lo que movió al líder de Podemos fue hacerse el mártir para rascar votos. Tiene toda la pinta de que este fuego de artificio quedará en humo.

Por lo demás, en el momento procesal actual, Iglesias no es culpable de nada. Ni siquiera presunto culpable. Será el Supremo quien determine si procede imputarlo (o investigarlo, según la jerga nueva). ¿A que el principio es de cajón? Debería, pero ya saben que no. Solo se aplica cuando los pleitos afectan a los intocables. Cualquier otra persona sobre la que se emprende una acción judicial es automáticamente culpable. Es la eterna doble vara. Por cierto, este juez tan malvado es el mismo que instruye el caso Kitchen. Denle una vuelta.

Nuevos negacionistas

No teníamos bastante con los que farfullan que las vacunas provocan todo tipo de males o, en lo más reciente, con los que cacarean que la pandemia del covid-19 es un montaje de los poderes oscuros. A la legión de iluminados se le acaban de unir los negacionistas de la ocupación (me da igual si lo ponen con k) de viviendas. Lo tremendo es que si los anteriores son fácilmente identificables como patanes del nueve largo, los que se han lanzado en tromba a proclamar que la usurpación de domicilios es un invento de Securitas Direct forman parte de la crema y nata progresí. De hecho, el último que se ha puesto a la cabeza de la manifestación de denunciadores de la presunta falsedad es el mismísimo vicepresidente del gobierno español Pablo Iglesias Turrión.

Lo hace, claro, con la absoluta y ventajista certeza de que nadie se le va a colar en su choza de Galapagar. Y exactamente lo mismo les ocurre a los jueces de alta alcurnia que iniciaron el movimiento negacionista: viven muy lejos de los barrios humildes donde se producen los latrocinios. Porque como me harto de explicar a tanto guay, las víctimas de los expolios no son ricachos sino currelas que, en el mejor de los casos, llegan justos a fin de mes. Sigan negándoles la realidad que padecen cada día, y luego quéjense del ascenso del populismo ultra.

Europa obliga

Puesto que me lo dijo el sabio Jesús González Mateos, director de Aquí Europa, yo no tengo ninguna duda de que el acuerdo para la recuperación alcanzado en la interminable cumbre de Bruselas es una gran noticia. Lo aplaudo, por tanto, aunque a renglón seguido no puedo evitar que me entre la risa tonta al ver otras ruidosas celebraciones. Sin ir más lejos, la del presidente del gobierno español y, con doble subrayado, la de su segundo de a bordo en el ejecutivo bicolor, el doctor Iglesias Turrión. Por más aleluyas que lacen, ambos, y especialmente el residente en Galapagar, deben saber que lo firmado implica que muchas de sus pomposas promesas quedan en papel mojado.

La primera, la tantísimas veces anunciada derogación de la Reforma laboral de Rajoy. Como se les ocurra tocarle un pelo a la norma que sigue rigiendo las cosas del currele, los supertacañones europeos —ahora llamados frugales— accionarán el freno de emergencia, y campana y se acabó la pasta fresca. Cabe aquí un guiño doble con codazo a la formación política de este terruño que hace unas semanas compró la torre Eiffel, digo la fumigación de la malhadada ley, a cambio de ya no me acuerdo qué prórroga del estado de alarma.

Lo siguiente será que los presupuestos no contendrán ni media alegría demagógica. Va a estar entretenido el asunto.

Disparen al no adepto

Con una inmensa pereza bañada en un tanto de bilis, sigo donde lo dejé ayer. No contento con los avisos a navegantes de los Obergruppenführer Echenique y Monedero, el líder máximo Iglesias Turrión salió en persona mesándose la coleta a advertirnos a los periodistas de que tendremos que acostumbrarnos a que nos critiquen y nos insulten cuando hayamos mostrado un comportamiento desviado. Y miren, aunque no me gusta cómo lo dijo, ni siquiera es eso el origen de mi cabreo. Faltaría más que nuestro trabajo no pudiera ser objeto de la crítica y, metidos en gastos, del insulto de quien solo es capaz de argumentar a base de escupitajos dialécticos. La mano de collejas la tenemos asumida desde que tecleamos la primera letra o se pone en rojo la luz del estudio.

Lo que no cabe, y menos, si eres vicepresidente de un gobierno que se dice democrático, es azuzar a tu jauría de chacales furiosos porque un fulano del gremio plumífero no dobla el espinazo ante tu augusta figura. O, simplemente, porque tiene una ideología y unas creencias que no son las tuyas. Y esto lo escribe alguien que cada dos por tres es hostiado a modo por hatajos de matones de obediencias políticas diversas. A ver si los justicieros zurdos aprenden de su venerado Chomsky, que en USA acaba de pedir a los partepiernas que se corten un poco.

Rompedores de piernas

Proclama el fallido defraudador de Hacienda Juan Carlos Monedero que la libertad de prensa no es de los periodistas sino del pueblo. Lo ladra el muy miserable ricachón dizque zurdo después de que mi admirado compañero de fatigas plumíferas Vicente Vallés le haya vuelto a cantar las verdades del barquero al intocable vicepresidente Iglesias Turrión. Al gulag con el indócil tribulete, que osó piar desde su informativo de Antena 3 Televisión lo requeteobvio: que el señorito de Podemos le echa un morro que se lo pisa al culpar a no sé qué cloacas de los mil y un marrones contantes y sonantes en los que está envuelto. Porque sí, habrá mucho facha hijo de mala entraña, pero la actuación del vecino de Galapagar en el culebrón del robo de la tarjeta telefónica de su antigua asesora y más cosas no hay Perry Mason que la limpie.

Miento. En realidad, todo apunta a que los lavajes incluso inguinales de la defensa de Iglesias con el fiscal del caso van a acabar con el tipo marchándose de rositas. Ya quisieran otros señalados como corruptos poder tirar del comodín de la injusta persecución de los oscuros tentáculos del estado para tapar sus mierdas. Pero no. Eso solo les vale a los que, como el individuo en cuestión, disponen de una legión de adoradores dispuestos a partir las piernas de quienes no tragamos.

Echenique tapa los GAL

Llevo años sosteniendo que la indignidad y la falta de escrúpulos de Pablo Echenique están a la altura de la que exhiben los mayores tipejos de la política española, esos cuyos nombres ni siquiera hace falta escribir. El mejor pocero de almas no acabaría jamás de llegar al fondo de la miseria (in)moral del número tres de Podemos. Quede para la antología, aún incompleta, su más reciente fechoría verbal. Asegura el gachó que no hay que darle importancia al documento de la CIA que desvela que Felipe González promovió la creación de los GAL porque —agárrense— “Todo el mundo sabe lo que pasó”.

Lo que han leído es la desparpajuda justificación del portavoz plenipotenciario de la formación morada para negar su apoyo a la creación de una comisión de investigación sobre los hecho o, incluso, a la petición de comparecencia de González en la cámara. Al escuchar semejante vomitona de cinismo, resulta imposible no recordar que hace apenas cuatro años, su señorito y tocayo Pablo Iglesias le espetó a su ahora socio de gobierno, Pedro Sánchez, que Felipe Equis tenía el pasado manchado de cal viva. Y es verdad que está uno acostumbrado a toda clase de desvergonzados cambios de discurso en función del asiento que se ocupe, pero confieso que pocos me han provocado tanta repugnancia como esta vileza de Echenique.

Golpistas y terroristas

Detesto con todas mis fuerzas a ese Geyperman cañí que atiende por Iván Espinosa de los Monteros. No me cabe ni la menor duda sobre su fachez con olor a Varon Dandy ni sobre su condición de mala persona. Conste en acta antes de anotar que el fulano en cuestión tuvo toda la razón, o sea, todas las razones, para agarrarse un globo y pirarse con cajas destempladas de la sesión de la pomposa comisión para la reconstrucción nacional en la que se le meó encima el vicepresidente del gobierno españolísimo, doctor Pablo Iglesias Turrión, con la ayuda del presidente (manda huevos) de la cosa, Patxi López.

Claro que lo más triste a la par que ilustrativo es que como esto va de banderías y parroquias, la hinchada progresí hace la ola a su ídolo por haberle escupido unas diez veces al fulano no sé qué de un golpe de estado. Quizá si fuéramos una gotita ecuánimes, reconoceríamos que igual que es una barbaridad llamar terrorista a todo quisque, es, como muy poco, una frivolidad tildar de golpismo cada regüeldo cavernario. Dejemos algo, por favor, para los terroristas y los golpistas de verdad.

Por desgracia, volvemos a no estar ante una anécdota sino frente a una categoría. Decenas de miles de muertos y la devastación económica son solo munición para que los desvergonzados engorden su caladero de votos. Y su ego.