España ‘multinivel’

Creía uno que con Iván Redondo expulsado de la casa del Gran Hermano, se reduciría la producción de palabros de a duro en Moncloa/Ferraz, pero se ve que se ha quedado un retén de creativos timadores dialécticos. Su última parida se enuncia como “Nación multinivel”, que es nada entre los platos, igual que las chorradas anteriores de la “España plurinacional”, la “nación de naciones” o el “federalismo asimétrico” de Pasqual Maragall. Hay mucha manía en el PSOE de juguetear con el lenguaje para ocultar la realidad impepinable: en materia de centralismo jacobino no hay quien les gane. Se lo dirá cualquier político abertzale que haya negociado con gobiernos centrales materias de verdadera sustancia y no este o aquel caramelito precedido de una foto pisando moqueta con sonrisa de Paco Martínez Soria junto a unas vicetiples para presumir en el pueblo.

Pero, a lo que vamos: ¿qué carajo es una nación multinivel? Pues todo y nada. Lo que cada cual quiera interpretar. De alguna manera, el constructo sigue la filosofía de otras leyes. La realidad importa una higa. Puedes ser Murcia o La Rioja y si alcanzas el nivel adecuado de empoderamiento, nadie te va a convencer de que no estás a diez minutos de asaltar el G-7. El truco está en que se da por hecho que te conformarás con el café para todos que se inventó el reciente difunto Clavero Arévalo. Con las migajas que sobren, se intentará engañuflar a las comunidades que tienen auténticas razones históricas para reclamar más. De eso va este birlobirloque. Se trata de contentar las aspiraciones de Catalunya —Euskal Herria está de espectadora— con dos fruslerías que el resto no tiene. Espero que no cuele.

Nuevo viejo Sánchez

Decía Einstein (o a lo mejor no, pues la mitad de las citas que le atribuyen son falsas) que la estupidez consiste en hacer las cosas siempre igual y esperar un resultado distinto. Anóteselo el artista del trapecio político anteriormente llamado Ken Sánchez que tras una serie de vicisitudes prodigiosas atiende por Pedro. Lo que habremos glosado todos su épica victoria sobre el aparato socialista, para que su primera determinación tras recobrar el mando sea, como quien dice, volver a la casilla de la salida. No son los periódicos de hace quince meses sino los de ayer los que cuentan que su fórmula infalible para sacar del gobierno a patadas al PP pasa por sumar a los escaños de su partido los de Podemos y Ciudadanos. Y en una réplica exacta de lo ocurrido aquellos días, cuando se le apunta que morados y naranjas no irían juntos ni a cobrar el bote de la Primitiva, el tipo no se da por aludido y responde que a él no le detiene una menudencia.

Si este era el rojo sin complejos que nos habían anunciado, que baje Marx (o aunque sea, Largo Caballero) y lo vea. Caray con el nuevo viejo Sánchez, que tras la brillante recuperación del mando en la plaza de Ferraz saca el recetario que ya se ha probado fallido. Si sumamos lo de la plurinacionalidad de solo la puntita y soberanía única e intocable para resolver la bronca territorial —lean Catalunya y los que vayamos después—, la cosa empieza a oler a Lampedusa que echa para atrás. Cambiemos todo para que nada cambie. Eso sí, con Margarita Robles como portavoz en el Congreso. Quién mejor que quien rompió la disciplina de voto para imponerla a sus compañeros.