Amagar sin dar

Asiste uno entre divertido y espantado al ping-pong dialéctico que se traen Moncloa y el Govern semiprovisional de Catalunya. Tres cartas de sendos ministros del gabinete Sánchez, cada uno con su estilo o con su ausencia de él, advirtiendo con volver a enviar a los piolines —¡A por ellos, oé!— a poner orden ante el presunto baldraguismo de los Mossos en la represión de los pifostios organizados por los tales CDR. Vaya desgracia, por cierto, la de la policía indígena, que según los ratos, los estados de ánimo y lo que les mandan hacer o dejar de hacer, son aclamados como héroes o vituperados como villanos por el mismo pueblo soberano… de uno y otro lado de la línea identitaria.

Y como toda respuesta de la autoridad aludida, la representada por el huelguista de hambre a tiempo muy parcial, Quim Torra, que no empujen, que vamos a llevarnos bien, y que si tienen ese capricho, pueden celebrar uno, dos, o cien consejos de ministros en Barcelona, coincidiendo con el apocalipsis anunciado para el 21 de diciembre. Todo ello, faltaría más, con Casado, Rivera, y no digamos Abascal, exigiendo la resurrección del 155 en versión Premium Plus con los ojos fuera de las órbitas, y con los procesistas y antiprocesistas de salón cuñadeando sin frenos sobre la vía eslovena, la escocesa o la cartaginesa. Daría, como apuntaba al principio, para una buena ración de carcajadas entreveradas de vergüenza ajena, si no fuera porque hay un ramillete de presos políticos —a mí no me asusta la terminología— que parecen tener más de un carcelero. Por no mencionar a una ciudadanía que uno se imagina invadida por la impotencia y la rabia.

Presos políticos, según

Una primera consecuencia muy positiva de la libertad de Arnaldo Otegi: quintales de hipócritas fascistones han quedado al descubierto. ¿Dice usted por…? Sí, por esos, los oficiales, los reglamentarios, y los de la bancada opuesta. Así somos los putos equidistantes, que andamos pinchando globos a la diestra, la siniestra y la perpendicular. Porque, claro, está muy bien echarse unas risas a cuenta de la bilis —un tanto posturera, también es cierto—  que derraman sin medida los latigadores cavernarios de costumbre. Ahí se jodan, efectivamente, por ver de nuevo en la calle al tipo que entrullaron por venganza y por capricho.

Pero no se me queden ahí. Vuelvan la vista atrás y a los lados, y prueben a dejar caer, como hice yo ayer, que no veo qué problema hay en decir que Otegi ha sido un preso político, exactamente igual que lo es el venezolano Leopoldo López. Sí, es un tipo que me cae como una patada en la boca del estómago, pero lleva un porrón de meses a la sombra y en unas condiciones nada dignas porque al gobierno de Maduro le ha salido del níspero.

Uno, dos… ¡Lo sabía! Ahora es cuando te vienen con el catecismo a adoctrinarte: “¡López está encerrado por llamar a la violencia y haber provocado 43 muertos!”. Vaya casualidad, es la misma milonga que le cantan a Arnaldo desde el ultramonte hispano, solo que al de Elgoibar le cargan centenares de fiambres. De nuevo, el juego de los paralelos mellizos. Venga bramar unos y otros que está muy feo encarcelar a las personas por lo que piensan, pero a una gotita que rascas, se ve a millas que se refieren a los que piensan —ahí está el matiz— como ellos.

Haberlos, haylos

Igualito que la asamblea de majaras de la canción de Kortatu con que nos dislocábamos el bullarengue en nuestra mocedad decidía “mañana, sol y buen tiempo”, el Parlamento vasco ha decretado que ni en estas tierras bárbaras ni en las de más abajo hay presos políticos. Tal como lo están leyendo. ¿Que en qué línea del Estatuto, la Constitución española o el Reglamento Unificado del Parchís (RUP) pone que la cámara vasca tiene competencias para tirarse estos largos, cuando los supertacañones no le dejan ni determinar sobre una triste paga extra? Oigan, no empujen. Yo les digo lo que he visto en los titulares y lo que servidor en persona ha tenido que píar a sus pacientes escuchadores. Si la semana que viene les da a sus señorías por aprobar una resolución diciendo que la tierra es plana o que Mourinho es más majo que las pesetas, se lo contaré del mismo modo. Mi papel es el de mensajero. Otra cosa es que por dentro no sepa si partirme la caja o llorar el Amazonas ante el espectáculo de nuestros representantes metidos a conductores de un trailer para el que no tienen carné.

Tenían que haberlos visto. A los que sostenían que sí, a los que pontificaban que no y a los que, vestidos de lagarterana, se salieron por la tangente. Que si mi cuñado es de Amnistía Internacional y dice tal, que si tengo un amigo que hizo el Erasmus en Dublin y opina cual, que si yo estuve de vacaciones en Johannesburgo y vi pascual. Y entre medio, puyitas cruzadas sobre quién mea democráticamente más lejos o quién lleva la muda ética más limpia. Allá películas con los cadáveres recientes y no tanto que cada uno esconde en el armario. Adelántate, madre, para que no te lo llamen.

¿Y qué pasa con el fondo de la cuestión? Pues lo mismo que con las meigas. Presos políticos, haberlos, haylos. Asunto distinto es que serlo te convierta en aristócrata de la trena, mártir o héroe de la causa. Eso no lo decide ningún parlamento.