El no tan adiós de Idoia Mendia

Ahora se dice que era un secreto a voces. Lo cierto, sin embargo, es que hasta que lo escuchamos de sus propios labios anteayer, no estaba tan claro que Idoia Mendia fuera a dar un paso a un lado como secretaria general del PSE-EE. Seguramente, su círculo íntimo estaba al corriente, pero puedo dar fe de que personas a las que se puede considerar cercanas mantenían la incógnita muy pocas horas antes del anuncio de su decisión. Puesto que el rumor se había instalado, eso sí que es verdad, casi todo indicaba que había optado por favorecer una nueva etapa, como así ha sido. Y si hay que poner nombre propio a ese tiempo por venir, nadie duda de que es el de Eneko Andueza, que lleva ya unos años fogueándose en el ruedo político vasco, una metáfora que le es muy propia al eibartarra.

En cuanto a Mendia, la despedida es solo a medias. Quedan tres años de legislatura y seguirá como vicelehendakari segunda y titular de Trabajo, una de las carteras más potentes del gobierno de coalición. Se producirá, por tanto, una suerte de la bicefalia que es seña de identidad de sus socio. En cuanto al partido, podrá presumir de una hoja de servicio más que estimable. No hay que olvidar que cuando Patxi López le cedió las riendas tras el batacazo que lo sacó de Ajuria Enea, todo apuntaba a una caída libre. La irrupción de Podemos no mucho después pareció ser un anticipo de extrema unción. Pero nunca hay que dar por muertos ni al PSE ni a su matriz, el PSOE. La recomposición de puentes con el PNV cuando parecía imposible. y, a partir de de 2019, el efecto Sánchez devolvieron el brío a las siglas históricas. Hay que reconocer el mérito.

PSE-EE, 25 años

25 años de la convergencia (ejem) de PSE y EE, el tiempo acaba embadurnando casi todo de una gruesa capa de melaza. De saque, confieso que me enternece la conmemoración. ¿Desde hace cuánto que nadie repara en ese par de letras que arrastra el partido actualmente liderado por Idoia Mendia? Apuesto a que si salimos alcachofa en mano a preguntar a los viandantes, con suerte, solo alguno de los más viejos del lugar sabría situar la coletilla en su contexto. Es el signo de los tiempos, pero también en este caso, la constatación de que aquel episodio no se cuenta entre los que han quedado en el acervo colectivo.

Yo mismo, que me precio de buena memoria, tengo un recuerdo nebuloso de aquellos días de 1993 en que, cautivas y desarmadas, buena parte de las huestes de lo que fue una formación revolucionaria en muchos sentidos se entregaron con armas y bagajes a un partido instalado en la oficialidad. No se olvide que por entonces el PSOE más hediondo resistía numantinamente en Moncloa los envites del joven Aznar y que el PSE, nave nodriza, sesteaba plácidamente en el bipartito que gobernaba casi todas las instituciones importantes de la demarcación autonómica.

¿Cómo pudo ser que muchas de las personalidades políticas más brillantes y atrevidas —cierto, y también con menos tirón electoral— de las dos décadas anteriores acabaran entrando por su propio pie en la organización que, por decirlo suavemente, no había sido ajena al GAL? Aquí la respuesta es la del bribón Rato: es el mercado, amigo. Euskadiko Ezkerra debía 800 millones de pesetas, un pastón, y el PSE se hizo cargo de la deuda. Lo demás es literatura.