Operación Papeleta

Gloriosa gesta de la Guardia Civil. Esta vez no fue al alba y con viento de Levante, sino en la sobremesa tripera de Farias y copa de Fundador, y, como mucho, con una brisilla tontorrona. El peligrosísimo objetivo, una imprenta de Tarragona, sospechosa de estar fabricando, a base de tinta y papel, esas mortíferas armas que son las papeletas para la consulta del uno de octubre.

Tan grotesco y, a la vez, tan tremebundo como suena. Los aguerridos beneméritos habían acudido a la perversa factoría “tras el soplo de sus trabajadores”, según se engolfaba en comentar en portada uno de los diarios oficiosos de la Una y Grande. Tuvo que ser digno de ver el intento de requisa, seguramente con los agentes apuntando a montañas de papeles que resultaban ser folletos de ofertas del supermercado o, quizá peor, libros. Lástima, sin embargo, que la operación no se viera coronada por el éxito. A la hora de escribir esta crónica bufa, siguen sin aparecer la mayoría de las dichosas bombas, digo las papeletas. Pero, calma, que es cuestión de tiempo que se desmantele el arsenal de ejercer la voluntad popular. Cacareaba el otro órgano mediático del eje del bien, el dirigido por el Comisario Honorífico Marhuenda (no es coña), que la fuerza tricorniada está buscando las urnas… adivinen dónde: “En naves de la CUP y de radicales vascos”. Tal cual.

Cuesta trabajo decantarse entre la risa, la sensación de bochorno indecible y el acojono ante tamaña sucesión de chusquedades cuarteleras. Pero así se está escribiendo esto que, como anotaba el otro día y seguiré subrayando, se supone que habrá de convertirse, ¡ay!, en Historia.

Jaime el recalcitrante

Entre los efectos colaterales del aniversario adulterado que ustedes saben, uno de los más chuscos a la par que patéticos ha consistido en la resurrección mediática de Jaime Mayor Oreja. Acongoja pensar que semejante mengano llegara a estar a medio pelo de ocupar Ajuria Enea con Nicolás Redondo Terreros, otro que tal baila, como paje, mamporrero y, en fin, casi vicelehendakari. Menos mal, como les decía ayer, que las urnas lo impidieron. Ya había sido bastante desgracia tener al campeón sideral de las derrotas electorales como ministro aznariano de Interior en aquellos días —yo sí me acuerdo— en que su jefe mentaba a ETA como Movimiento Vasco de Liberación.

Aquel fiasco, enésimo en su carrerón como candidato fallido a lo que fuera, rematado por el descacharrante retraso que permitió a Ibarretxe aprobar los presupuestos de 2003, supuso su lanzadera al cojonudamente remunerado cementerio de carreras políticas que es el Parlamento Europeo. Durante un tiempo, compatibilizó sus sesteos en Bruselas o Estrasburgo con bocachancladas que encontraban cierto eco. Pero llegó el día en que hasta a Rajoy, ese santo Job de Pontevedra, se le agotó la paciencia, y el tipo se fue definitivamente al banquillo. “Por decir la verdad eres marginado, un radical, un extremista, y te apartan de la vida pública”, le lloró hace un par de días en el hombro a su compadre Jiménez Losantos. En la misma terapia —que luego repetiría en Antena 3, cara A de LaSexta— escupió que ETA está más viva que nunca y que las pruebas son el referéndum catalán y que gobierna en Navarra. Fíjense que quisiera indignarme, pero se me salta la risa.

Mentiras y gordas

Pedro Sánchez asegura que el PSOE no va a hacer presidente a Pablo Iglesias. Con mayor contundencia si cabe, proclama que tampoco va a facilitar la continuidad de Mariano Rajoy, compromiso que extiende a cualquier otro candidato o candidata del PP. Pero no se queda ahí. También ha descartado tajantemente la convocatoria de unas terceras elecciones.
¿Cómo cuadra todo eso? La única y remota opción de que las tres promesas resulten cumplidas se reduce a que sean las otras fuerzas las que lo eleven a él a Moncloa. Si tras los resultados de hace seis meses lo tuvo en sánscrito, ahora que todo apunta a que su formación quedará relegada al tercer puesto, se antoja todavía más complicado que reciba los apoyos para gobernar. Resumiendo, el secretario general y candidato socialista está mintiendo.

Sí, y no es el único. El mentado Iglesias anda por ahí porfiando que jamás dijo que la consulta catalana fuera condición imprescindible para llegar a un acuerdo con Podemos, cuando está grabado que el mismo 20 de diciembre por la noche lo soltó tal cual. Ni siquiera está dispuesto a admitir que el cambio de postura obedece a unas circunstancias diferentes. Simplemente niega, y hasta se permite engorilarse con quien se lo recuerde.

Volvemos a estar en las mismas que enunciábamos ayer. Todo vale, y eso incluye el uso indiscriminado —incluso como herramienta preferente— de la mentira. Antes de sacar el lanzador de sapos y culebras, reflexionemos media gota. Si eso es así, no es solo porque muchos políticos consideren la verdad algo prescindible. El motivo es que sus embustes casi nunca les acarrean consecuencias.