Vuelve, Aznar

Sí, tal y como lo están leyendo. La coma del encabezado está bien puesta. No es un enunciado sino una petición, de ahí el imperativo. Mi lado oscuro —el mismo que hace diez días se ponía cachondón ante la perspectiva de unas elecciones generales inminentes— es ingobernable. Ahora anda palote fantaseando con la vuelta de José María Aznar López a la primera fila política. Ya sé que lo suyo es simular susto o repelús, pero si le dan media vuelta y se sueltan el corsé mental, seguro que acaban reconociendo que también les provoca cierto gustirrinín masoquista juguetear con la idea del regreso de un tipo que no llegaremos a saber si es más malvado que ególatra o ambas cosas al mismo tiempo. Incluso si lo miran por el lado maquiavélico, piensen si ha habido alguien que nos haya unido más. No hace falta que les diga a qué me refiero.

La ventaja de esta hipotética reencarnación es que, o mucho me equivoco, o el monstruo habrá perdido toda su capacidad de hacer daño. Hasta quienes fueron sus más entregados acólitos —véase Alfonso Alonso o Borja Sémper— gritan hoy a voz en cuello que el fulano es la peste personificada. Tarde se han dado cuenta de que él en sí mismo es como esas armas de destrucción masiva que le sirvieron de disculpa para justificar una guerra en compañía de sus amigotes de las Azores. Es ahora cuando, como un plazo que vence, ha surtido efecto el poder mortífero. El estrepitoso hundimiento del PP al que acabamos de asistir tiene su origen en la podredumbre sistemática que Aznar instiló en las arterias del partido. De aquellos polvos tóxicos proceden los lodos actuales. Doce de sus catorce ministros, enmarronados. Y se presenta como el gran regenerador. Vaya rostro.

Maroto y Alonso, condenados

Muchos quintales de latrocinios después, Mariano Rajoy Brey tuvo las santas pelotas de poner cara de papuchi contrariado para advertir a sus conmilitones, tan proclives ellos y ellas al trinque, que hasta ahí había llegado la riada de la mangancia. “Esto se acabó y ya no se pasa por ninguna”, farfulló, y aún le sobró cuajo para añadir: “Todo el mundo, sea quien sea, desde el presidente nacional del partido hasta el militante más modesto tendrá el mismo trato”.

Eso fue exactamente el 4 de febrero, pero procede recordarlo hoy porque estas son las horas en que dos de las supernovas fulgurantes de la Vía Láctea gaviotil siguen tan ricamente en sus respectivos cometidos después de haber sido condenados por el Tribunal de Cuentas. Efectivamente, me refiero a nuestros muy vistos y revistos Alfonso Alonso y Javier Maroto. Tendrán que soltar —se supone que sus bolsillos— casi 400.000 euros por haber provocado un boquete a las arcas del ayuntamiento de Gasteiz en su época de probos munícipes. En concreto, siendo alcalde Alonso y concejal Maroto. Como es sobradamente conocido, el trapicheo consistió en pagar a precio de Taj Majal el alquiler de unos locales corrientes y molientes, salvo por el pequeño detalle de quién era su propietario.

Un escándalo de aquí a Lima, y ahora, además, un hecho que ha merecido una condena (con-de-na) en sede judicial. Ya no hablamos de sospechas, investigaciones, indicios ni imputaciones, que bastante sería de acuerdo con la promesa de no pasar ni una más que tan solemnemente hizo Rajoy. No es que nadie creyera que fuera a cumplirla, pero por lo menos, podía disimular un poco.

¿El final de UPyD?

Como en el cuento de Monterroso que tanto nos gusta remedar a los plumíferos, en el momento de redactar estas líneas, Rosa Díez todavía sigue ahí. Es decir, en el machito, en el momio, en la poltrona, amorrada al pilo, soldada a la vara de mando de su partido. Y noten que esta vez su es su en toda la extensión del posesivo. Ella se hizo a medida el chiringo y lo fue rellenando de ególatras, chisgarabises, tocapelotas, rebotados sempiternos, visionarios, vividores, desequilibrados peligrosos e inofensivos y no pocos golfos que por pillar en bruto son capaces de disfrazarse de niño Jesús de Praga. Toda una parada de los monstruos a la sombra nutritiva de la pamela de la doña. Material de desecho humano y político que el dedazo de la creadora fue colocando en este o aquel escaño con el único recado de montar bulla y, básicamente, joder la marrana.

Ahora una parte de esa panda de frikis consentidos se revuelven contra quien los sacó del arroyo y, a día de hoy, les procura los pastones públicos que cobran, cría cuervos. El espectáculo tiene una cutrez y un patetismo a la altura (o sea, la bajura) exacta de sus protagonistas, empezando por la suma hacedora, que en su soberbia estratosférica, debe de estar a punto de sacar la charrasca y montar una escabechina entre sus rebeldes cachorros. O quizá sean ellos quienes acaben cometiendo el parricidio metafórico.

Tanto me da. Sostuve, sostengo y sostendré que no hay una formación más intrínsecamente corrupta que UPyD, creada ex profeso para chupar a modo de la misma piragua institucional que dicen denunciar. Su final, sea cual sea, merecerá celebración.

Operación Ciudadanos

Llevo unos días, no sabría precisar cuántos, que a la vuelta de cada esquina mediática no paro de darme de morros con ese tipo con aspecto de yerno perfecto que atiende por Albert Rivera. En cualquiera de los formatos que se les ocurra. Si no es en el moribundo papel, es en versión digital, en magazines de radio de variado pelaje, o en cualquiera de las cien mil tertulias televisivas, igual en las progresís que en las fachunas. Cual si hubiera accedido al don de la ubicuidad, ahí está el cansino fulano vendiendo su moto ante obsequiosos compañeros de mi gremio que le despliegan la alfombra y se las ponen como a Fernando VII.

Palabra que no soy dado en absoluto a las teorías de la conspiración, pero ante tal bombardeo y tan contumaz, empiezo a sospechar que hay en marcha una Operación Ciudadanos. ¿Con qué objetivo? Eso ya no lo tengo tan claro. A primera vista, se diría que se trata de construir un antídoto contra la emergencia imparable de Podemos. Plagiando descaradamente, por cierto, la fórmula que ha llevado al éxito fulgurante a la formación de los círculos.

Según las encuestas, que a saber si son cebos o estudios medianamente creíbles, la cosa está funcionando bastante bien; cuarta o quinta fuerza, y subiendo. Donde me pierdo es en si los potenciales votantes de la cosa se los arramplarían a Pablo Iglesias, como parece la intención de los que nos meten a Rivera hasta en la sopa, o saldrían de otros caladeros. Estaría por apostar que, aparte del mordisco al chiringuito infecto de Rosa de Sodupe, no pocos vendrían del PP o de lo que le reste al PSOE. O sea, un pan como unas hostias.

Montoro rescata a Monedero

Aunque al primer bote parezca exactamente lo contrario, Montoro y la desorejada prensa cavernaria le están rindiendo un notable servicio al (no sé si) atribulado número tres de Podemos, Juan Carlos Monedero. En el caso del ministro de la voz de flauta travesara desafinada, su grosera persecución, pura inquisición basada en el desvergonzado uso de recursos públicos para fines propios, está proporcionando una perfecta vía de salida a unos cuantos que ya se veían en la tesitura de tener que afear la conducta a quien no se atreven. Para llorar un río con un ojo y descogorciarse de la risa con el otro, esas columnas o intervenciones tertulieras de los progres de guardia bajo la tesis “Igual lo de Monedero está algo feo, pero lo de Montoro es peor, ¡ande va a parar! ”.

En lo que toca a los medios del ultramonte, la paradójica ayuda al rey Midas de la asesoría internacional consiste en echar sobre los datos ciertos toneladas de toscas exageraciones o, directamente, burdas mentiras. El resultado es que todo lo que hay de verdad en el asunto, que es mucho y bastante gordo, acaba diluyéndose entre la ponzoña baratera y malintencionada o, simplemente, siendo indistinguible del cúmulo de calumnias y fantasías animadas.

Obviamente, ni San Cristóbal el vengador ni los plumíferos diestros pretenden ese efecto. Simplemente se dirigen a su parroquia, capaz de creer a pies juntillas, si es menester, que el toro que mató a Manolete pertenecía al Círculo de Podemos en Linares. Y mientras tanto, el protagonista de la vaina, que es un tipo de astucia probada, sonríe pensando que de esta también sale bien librado.

Trompazo magenta

Qué tarde la de aquel lunes en Sol, sancta sanctorum de las protestas en la villa y corte. No llegaban a trescientas almas las convocadas por la charanga de Rosa de Sodupe (no iniciados, lean UPyD) para exigir a Mariano Rajoy que fuera desalojando Moncloa y entregando los trastos de mandar a la reina de la regeneración. #SoloTeQuedaDimitir era el belicoso lema de la procesión que se quedó en patético ridículo de asistencia. Para empeorar lo que ya pintaba fatal, el miembro de la cosa que atiende por Carlos Martínez Gorriarán, sobresaliente bocazas de trayectoria probada, se dedicó a aventar por Twitter que en el remedo magenta de toma de la Bastilla estaban participando “miles de personas”. Por escupir al cielo en estos tiempos en que hay cámaras a la vuelta de cada esquina, la respuesta llegó en forma de imágenes en tiempo real que mostraban la escuálida reunión, provocando una mezcla de pena, vergüenza ajena y risa. Una brillante y malvada tuitera sentenció: “Hay más hijos de Juan Carlos de Borbón que gente en la manifestación UPyD”. Con un par, el tal Gorriarán todavía tuvo el cuajo de porfiar que las fotos eran falsas, pero se cuidó mucho de publicar las de las masas desbordantes. Quedó como lo que es, un m…ilitante de UPyD.

Quizá sea mejor no celebrar por anticipado, pero este estrepitoso fiasco parece apuntar a la cuesta abajo en la rodada, ya irreversible, de este grupúsculo de chupones de la piragua, nulidades (re)venidas a más, tocados del ala y/o exudadores de odio y venganza. Sí, también un puñado de personas muy decentes, pero esas fueron las primeras que salieron por pies.

Poder a Podemos

Como sabrán a poco que le echen un ojo a estas líneas, no soy el fan número uno de Pablo Iglesias, pero empiezo a bendecir la hora en que emergió de entre los lodos para liderar —no caben dudas sobre el verbo— un movimiento que solo con una ceguera cósmica puede ser considerado una anécdota. Mis recelos respecto a forma y fondo, que no son escasos, ceden ante la evidencia palmaria del tantarantán que la irrupción de Podemos está provocando en el cementerio de muertos vivientes que es la política española. Para acrecentar mi sorpresa (y mi gustirrinín), los afectados por el tembleque, en lugar de disimular como haría cualquiera bregado en los mil navajeos del poder, reaccionan con un histerismo que sobrepasa lo patético. ¿Es que nadie les ha explicado el mecanismo del bumerán? ¿No se dan cuenta de que con cada uno de los esperpénticos titulares que le lanzan al colodrillo a Iglesias, amén de no hacerle ni cosquillas, lo único que consiguen es agigantar su leyenda? Poco parecen haber aprendido en la guerra del norte o, más recientemente, en la contienda catalana: un exabrupto grotesco equivale a un simpatizante más de la causa contraria.

Tan atribulados y presos de la congoja están los dueños del balón, que incluso lo dejan por escrito. Ayer el que fuera diario de Pedrojota hasta que el de los tirantes cruzó la última frontera gaviotil remataba tal que así su editorial pro-regeneracionista: “PP y PSOE tienen que capitanear ese movimiento de limpieza política que vuelva a ilusionar a la gente, única forma de impedir el ascenso de Podemos”. Tracatrá. Lampedusa volvió a morirse, esta vez de risa.