Sánchez y la coherencia del PSN

Como si no hubiera tres congos de precedentes perfectamente documentados e imposibles de borrar de la memoria colectiva y las hemerotecas, en su paso por territorio foral para investir a la nueva delegada de Ferraz, Pedro Sánchez se adornó con el tirabuzón verbal que sigue: “Estoy orgulloso del PSN, un partido que una y otra vez ha sabido anteponer el interés general de los navarros a cualquier otra consideración”. ¿Rostro de hormigón armado o torpeza supina, en la línea (de)mostrada desde que Susana Díaz —parece que hoy bastante arrepentida— le regaló la secretaría general en detrimento del desaparecido en combate Eduardo Madina? Como me dijeron bastantes personas cuando planteé esta misma pregunta en Twitter, lo uno y lo otro no han de ser excluyentes. Es más, en el caso que mentamos, ignorancia y osadía se ofrecen, junto a la caídita de ojos y la sonrisa Profidén, como únicas señas de identidad y/o currículum del tipo que está llamado a conducir al PSOE hasta el borde mismo de la tumba.

Bien es cierto que sería injusto culpar del desastre anunciado al de las camisas inmaculadas. Cuentan las crónicas de este mismo acto que los presentes —y no eran cuatro ni cinco; eso sí que es un misterio para mi— prorrumpieron en una sonora ovación ante las palabras citadas. Y obraron con similar gasto de entusiasmo y decibelios cuando el galán de medianoche elogió “el gran trabajo de Jiménez” para rematar asegurando que su sucesora “recoge el patrimonio de la coherencia política, la fiabilidad y la responsabilidad, tanto en el Gobierno como en la oposición, trabajando lealmente por Navarra”. Tracatrá.

Deshojando la rosa

Tuiteé con cierta ligereza el pasado sábado que parecía que esta vez el PSN no se iba a arrugar. Más tarde, leyendo ese comunicado de 636 palabras y no menos de tres patadas en la espinilla de la gramática castellana, regresé a mi escepticismo inicial. O quizá me instalé en un grado superior del cabreo. Ya de niño me jodía que el balón fuera del tonto de la clase y que —por una paz una avemaría— hubiera que jugar con sus caprichosas y estúpidas reglas sin rechistar. Me asombra en ese sentido la paciencia franciscana, por no decir la pachorra indolente, con que el resto de las formaciones que quieren descabalgar a Barcina se están tomando las interminables tribulaciones de Roberto de Pitillas y su cofradía de mareadores de perdices. Hasta Bildu parece que acepta de buen grado su papel de apestado oficial y se presta sin mayores aspavientos al ninguneo sobreactuado, seguramente calculando que tragar ricino ahora tendrá como recompensa encabezar la mayoría alternativa el 25 de mayo a las diez de la noche.

Se entiende que haya que extremar la prudencia cuando se roza con la yema de los dedos el momento largamente soñado de derribar el infausto gobierno de la Doña, pero sorprende y encorajina la infinita comprensión hacia la indecisión de la dirección socialista. Como después de tanta espera marzo se convierta en marzazo, no va a haber abasto suficiente de lágrimas negras de Cortes a Urdazubi. Y la cosa es que la amarga llantina sería más que merecida por haberse dejado llevar al huerto una vez más por ese calientabraguetas políticas que ha demostrado ser el PSN. ¡Leñe, que es para hoy!

Recado de Ferraz

Los meses del calendario navarro se nombran en aumentativo. Febrerazo, marzazo, abrilazo, mayazo… Incluso después de unas hipotéticas elecciones, y especialmente si la Señora no encabezara las listas de UPN, no sería pequeño el riesgo de que se cumpliera la regla onomástica. O lo que es lo mismo, el de repetir el capítulo de la historia reciente que tantos tenemos grabado a fuego, cuando aquel furriel apellidado Blanco mandó parar el cambio de régimen. Lo grave no fue que el motejado Pepiño dictara esa orden, sino que sus subalternos locales, gentes de docilidad borreguil que no distinguirían la dignidad de una onza de chocolate, la obedecieran como si hubiera sido de cosecha propia. Y de entonces acá, el PSN no ha perdido una sola oportunidad de abundar en la fechoría, aun sabiendo que estaba acumulando boletos para el desastre. Tan de mal en peor, que si la primera desautorización la perpetró un mindundi de la política como el visitador de primos y amigos en gasolineras, esta la ha cacareado la versión más conseguida de Belén Esteban que mora en Ferraz. Que no es que Jiménez sea un Willy Brandt, pero uno imagina pocas humillaciones tan bochornosas como que te venga a enmendar la plana Elena Valenciano, oh, oh.

Triste sino el de Roberto de Pitillas, condenado a ser eterno calzonazos, ora lamiendo los zapatos de Doña Barcina, ora poniendo el lomo para que se lo caliente a fustazos una inane dominatrix como la susodicha. “El PSOE en Navarra soy yo”, se le escuchó proclamar ayer, en plan rey sol de la foralidad. Tardía y escasamente creíble sublevación a la vista de su hoja de servicio a Madrid.

Eternamente Yolanda

Parece que a Yolanda Barcina se le acaba la baraka, que es la sugerente palabra árabe para decir lo que aquí se ha venido nombrando como folla, nata, chamba, o más gráficamente, tener una flor en el culo. Los mismos genios de la lámpara regionalista que le concedieron la gracia de llegar a ser lo que ni sus orígenes ni su currículum hacían imaginable le andan ahora segando la hierba bajo los pies. Con la resignación cristiana que se le supone, la doña podrá decir que el señor se lo dio y el señor se lo quitó. Ese señor, no busquen más pies al gato, se llama Miguel y se apellida Sanz, que en esta hora del derribo ha escogido a su paisano Alberto Catalán para que ejerza de rayo destructor. Contrariar al padre sin pararse a comprobar que esté muerto y bien enterrado se paga muy caro en política.

También puede ser que le esté componiendo a la aún presidenta de Navarra una necrológica prematura. Al fin y al cabo, escribo a 150 kilómetros del epicentro del terremoto y, probablemente, sin ser capaz de desprenderme del todo de ese simplismo con que los vascos de la demarcación autonómica tendemos a despachar los asuntos del viejo reino, que es para nosotros una geografía más sentimental que carnal. ¿Será que desde esta cercana lejanía (o viceversa) se me escapa algún ripio de la tragicomedia foral y a la heroína aparentemente a punto de hincar la rodilla le quede una milagrosa vía de escape? Supongo que tardaremos muy poco en comprobarlo, pero si tengo que apostar, va lo que cuesta un billete de villavesa a que la Señora (Copyright Jiménez) está a rato y medio del finiquito.

Eso sí, me juego también un volován relleno del Gaucho a que en la huida hacia adelante dejará más de dos fiambres en su partido y no menos de cuatro pufos en el Gobierno. Por no hablar, claro, del marronazo para alguna formación opositora —adivina, adivinanza— cuya peor pesadilla es tener que mirarse al espejo de las urnas.

Culebrón foral

Pepa y Avelino, Concha y Mariano, el dúo Pimpinela… Nos quedamos necesariamente cortos cuando buscamos en el bestiario bufo con quién comparar a la grotesca pareja asíncrona que gobierna en Navarra. Barcina y Jiménez, la una con el mantón de manila foral y español y el otro con el puño flojo sujetando una rosa chuchurría, forman por derecho una categoría propia de la tragicomedia política. Sólo el ya descuajeringado tándem López-Basagoiti ha sido causa de tanto solaz, alipori y destrozos irreparables como el par simpar que administra en pésima avenencia el viejo reino. Tal vez, de hecho, en la estrepitosa ruptura a sartenazos de la santa alianza vascongada tengamos el botón de muestra de cómo va a acabar el serial en la tierra del Amejoramiento.

No me fiaría. Como tengo en el lado oscuro de mi currículum el visionado en vena de una docena de culebrones, principalmente mejicanos, venezolanos y colombianos, conozco algunas leyes del género. Desde que parece que está a punto de llegar el desenlace hasta que efectivamente llega te da tiempo a fumarte un estanco, preparar unas oposiciones a notarías y completar la maqueta del Taj Majal de una de esas colecciones por entregas semanales. Se diría, sí, que el puñetazo en la mesa que dio el viernes pasado Lizarbe —quién te ha visto y quién te ve, Juan José— sonaba a últimatum. Pero también se sabe que la paciencia política, sobre todo cuando tienes un puñadito de cargos en gananciales, es como el tubo de la pasta de dientes; siempre parece que no puede salir más y sin embargo, si aprietas, sale. Y podemos remitirnos a los precedentes: hasta la fecha, la firmeza demostrada por el PSN ha estado entre la gelatina y las natillas.

¿Le queda una gota de sangre roja al partido que sigue cerrando sus congresillos (no es ofensa; se llaman así) puño en alto y entonando La Internacional? Lo sabremos en el próximo capítulo. Por si acaso, no apuesto.

Rojos sobrevenidos

Ya lo escribió Larra hace cerca de dos siglos: todo el año es carnaval. No esperen, pues, que con este miércoles de ceniza llegue el finiquito de los bailes de máscaras. Al contrario, tiene toda la pinta de que en las fechas que vienen aumentará el número de los que se embozarán en el disfraz de moda que, mal que le pese al EBB, no es el de escocés, sino el de rojo sobrevenido. El pasado fin de semana los hemos tenido a decenas en las calles, empotrados entre miles de personas que salieron a mostrar su digno y justificado cabreo. Menudo cante daba, por ejemplo, el último ministro de Trabajo del PSOE, chupando pancarta como si él mismo no hubiera tenido nada que ver en la escabechina de derechos sociales que no cesa.

Al menos, ese pisó el asfalto. Los que nos tocan más de cerca se han conformado con ir de boquilla y acrecentar la antología de los rostros marmóreos con arengas de plexiglás. Qué despiporre, sin ir más lejos, ver a Roberto Jiménez, sujetatijeras de Barcina, clamando contra la impía reforma laboral que a él no le rozará ni un pelo… ni le hará abandonar su condición de monaguillo del Gobierno más retrógrado a este lado del Volga. De nota también lo de Gemma Zabaleta, responsable convicta y confesa de un buen puñado de tajos en Patxinia, sacando ahora a paseo la mano izquierda y sentenciando que la situación invita, como poco, a una huelga. Pena que no haga ella una indefinida para dar un respiro a la nutrida legión de víctimas de su gestión. Eso sí sería revolucionario.

Pero abandonemos toda esperanza y dispongámonos a presenciar durante mucho tiempo el obsceno espectáculo de las sopas gubernamentales y el sorber opositor. Los mismos que nos rasurarán el cogote dirán que ellos no han sido y nos despacharán a las barricadas a protestar por la ignominia. Una vez allí, claro, nos mandarán a los guardias para devolvernos, hechos un puñetero lío, a la casilla de salida.

Yolanda y Roberto

A López y Basagoiti les ha salido una dura competencia como dueto cómico-patético. Perdida casi toda la gracia de las artificiosas grescas en público que no han aflojado ni media micra el pacto de hierro que mantienen, los aficionados al vodevil político empezamos a pasarnos en masa a la pareja emergente en el género. Será por la novedad, pero el tándem formado por Yolanda Barcina y Roberto Jiménez (o al revés, que tanto monta) se ha ganado en apenas dos meses el favor de los espectadores que, a falta de profundidad ideológica, no hacemos ascos a los astracanes casposos.

Hay diferencias entre el par autonómico y el foral. Si, como escribí un día, Antonio y Patxi son un remedo del abofeteador Lussón y el abofeteado Codeso, Barcina y Jiménez siguen más bien el patrón de los guiones de Escenas de matrimonio, explotando el tópico de la parienta con rulos y rodillo y el calzonazos alfeñique con sangre de horchata. Vamos, la Doña Concha y el Mariano que no se cansa de dibujar el gran Forges desde los años setenta.

¿Aguantarán mucho en cartel? Pronosticaba el agorero Joseba Santamaría en Diario de Noticias de Navarra el pasado domingo que les quedan muy pocas funciones. Una lectura lógica del contradiós que están protagonizando parecería abundar en esa tesis del inminente finiquito. Que además de cubrirte de desplantes y desprecios a la vista de todo el mundo, tu partenaire se vaya al tálamo con tu rival y lo pregone urbi et orbi se antojan motivos más que sobrados para devolver las arras.

Ocurre que eso se hace cuando se tiene la dignidad suficiente y/o un techo donde refugiarse. Un somero inventario de bienes del actual PSN nos mostrará que perdió lo uno y lo otro el mismo día de su casorio de penalti con UPN. A Jiménez no le queda más opción, pues, que aguantar en el domicilio conyugal hasta que Barcina le ponga la maleta en la puerta. Entretanto, continuará el sainete chusco.