El traidor traicionado

Caray con las 155 monedas de plata de Rufián. Han resultado de ida y vuelta. Ahora el que se siente vendido es el que fue acusado de vendedor. La sospecha de traición es un clásico en cualquier grupo. Pura condición humana. O condiciones, en plural, porque lo habitual es que se junten la desconfianza hacia los otros y la inseguridad respecto a uno mismo. Siempre es más fácil echar la culpa a los demás, y no es improbable que la tengan. Solía decir Leopoldo María Panero que el problema de los paranoicos como él era que al final había alguien que los perseguía de verdad.

En el caso que nos ocupa, el de Carles Puigdemont, la sentencia es cierta en varios sentidos. En el literal, porque hay una justicia injusta que va tras él por tierra, mar y aire (Zoido dixit), pero, además, en otros metafóricos. También tiene el aliento en su nuca de la propia leyenda que se ha forjado, impeliéndole a ser el héroe que seguramente nunca sospechó que sería. Y para empeorar la situación, termina de acorralarlo el mismo peso de sus actos. Era cuestión de tiempo, y no de mucho, que llegara al final de la escapada.

Diría que la conciencia —¿o consciencia?— de todo eso es lo que le llevó a escribir los ya celebérrimos mensajes a su (descuidado) amigo Comín. Tal y como se disculpó, un humano momento de debilidad de alguien sometido a enorme presión, pero de igual modo, un arranque de lucidez y de sinceridad. Si no pusimos pegas a la difusión del “Luis, sé fuerte” de Rajoy ni al “Compi-yogui” de Letizia Ortiz, no cabe desviar el debate para evitar lo sustancial del episodio. En cuatro palabras: “Esto se ha terminado”.

¿Cuántos somos?

25 por ciento de participación en las consultas sobre el derecho a decidir organizadas por Gure Esku Dago el pasado domingo. Hablamos de 35 municipios con una sociología claramente proclive a la cuestión, como se ha venido demostrando en incontables citas electorales. No parece que sea un secreto, de hecho, que igual que en las tandas anteriores, se ha escogido estas localidades porque se pensaba que podían ejercer como locomotora. ¿Reconocemos de una vez que los números no se parecen ni de lejos a lo inicialmente esperado o seguimos despejando a córner con las manidas excusas, interpretaciones o acusaciones cruzadas de culpa?

Por lo que veo, impera nuevamente la segunda opción. Que si tampoco está tan mal. Que, oye, ya mejorará cuando sea de verdad. Que no ayudó el tiempo soleado (con lluvia, ídem de lienzo). Que lo importante es crear cultura democrática. Que en realidad no se planteaba ningún objetivo. Que no hay que cegarse por las cifras. Que qué quieres, si el PNV anda pactando con el PP los presupuestos y eso desanima mucho. Que si no vas a ayudar, no molestes a los que lo están intentando…

Como me sé encuadrable en uno o varios de los enunciados anteriores, antes de hacer mutis, me limitaré a evocar la imagen del lehendakari Ibarretxe en el reciente acto del Kursaal junto a Artur Mas invitando a los asistentes a corear la canción Zenbat Gera? Hay que empezar por ahí, por contarnos. Una vez más, sin pretextos, evitando la tentación de hacernos trampas en el solitario. Ojalá estuviéramos dispuestos a afrontarlo, pero me temo que resulta más sencillo dejarse arrastrar por la cómoda inercia.

Escandalizarse

Venga, vamos a escandalizarnos. Pero todos y por todo. Por los penes y las vulvas. Por el autobús contra lo de los penes y las vulvas. Porque lo retiran. Porque vuelve a circular con un par de parches en forma de signos de interrogación. Por la virgen drag del carnaval de Las Palmas. Porque un obispo bocabuzón dice que le duele más lo anterior que un accidente de aviación con 154 muertos. Por el antiespañolismo pueril que destila un programa de televisión emitido un mes atrás. Por el antivasquismo regüeldón de las reacciones correspondientes. Por lo estomagante de las defensas a escuadra de los que aparecían en el mentado programa, que en realidad nadie ha visto entero. Por la cerrilidad de los que aprovechan el río revuelto para llamar al boicot a una película en la que sale tres minutos una de las actrices que figuraba en los recortes del espacio señalado. Por la cobardía sin límites con que la productora del filme —¡y sus compañeros de reparto!— ponen a los pies de los caballos a la actriz para que los bienpensantes retiren el boicot. Porque esa actitud cagueta genera el llamamiento a un nuevo boicot en la contraparte. Por…

Escojan una o varias de las posibilidades. O las muchísimas que me han quedado sin inventariar. Será por motivos para encorajinarse. Y luego, si tienen medio rato, reflexionen sobre los parecidos y las diferencias entre lo que provoca los diferentes vertidos de bilis y las consiguientes alineaciones a favor o en contra. Como harán trampa, igual que yo mismo, las suyas siempre serán la causas razonables. El odio, faltaría más, lo siembran de forma invariable los de enfrente.

30 por ciento

La plataforma Gure Esku Dago se declara muy satisfecha con el resultado de las consultas sobre la soberanía del domingo pasado en 32 municipios de Gipuzkoa, uno de Araba y otro de Bizkaia. Asegura que la participación del 30 por ciento es un paso importantísimo hacia la consecución del objetivo que se persigue. Valora aún mejor que casi el 100 por ciento de los votantes apoyara la independencia. Ante la multitud de ojos como platos que causaba tal reacción, un titular de prensa acudía al rescate: decía que los números eran mejores, dónde va a parar, que los cosechados por la Constitución española en el referéndum de 1978. Pulpo… ya saben.

Quizá es que sea un aguafiestas, que las ruedas de molino para comulgar me resultan indigestas o que me adorna la mala costumbre de ser incapaz de dejar de ver lo clamoroso. No se descarta, ya puestos, que me haya convertido en un españolazo del copón de la baraja. El caso es que me debato entre el estupor, la tristeza y un punto de bochorno por semejante reacción triunfalista cuando canta a traineras que esas cifras son muy modestas. Y ninguna prueba mejor que la nula incomodidad que han causado en la acera unionista, por no hablar del regocijo sin tapujos con que determinados medios, ya imaginan cuáles, dieron la noticia. Casi es de agradecer el histrionismo histérico ¿o es histerismo histriónico?) de Carlos Urquijo, que debe de ser el único que se toma en serio la cosa.

Comprendo que no se pueda ni se deba hablar abiertamente de fracaso, pero opino humildemente que urge una reflexión sincera sobre lo que salta a la vista que no ha sido un gran resultado.