Dime por qué

Ardo en deseos de que Unidos Podemos y sus mil y pico afluentes, meandros e hijuelas terminen los ejercicios espirituales impuestos por el sumo pontífice de la orden para ver si son iluminados con las causas de su inopinado desastre electoral. No es coña. Aunque conforme nos alejamos del día de autos, va creciendo la legión de listos retrospectivos que ya sabían que los morados se iban a hostiar, aquí el arribafirmante sigue inmerso en la perplejidad más absoluta. Así como hay testigos de que predije que el PP pasaría de 130 y Ciudadanos recibiría un coscorrón de pantalón largo, para mi bochorno inenarrable, también quedó escrito lo que sigue: “El sorpasso [al PSOE] será de escándalo”.

Mientras trato de olvidar ese vaticinio patéticamente fallido —pero, por lo menos, reconocido; no como otros—, aguardo, ya digo que con ansiedad, el veredicto de quienes lo padecieron en sus expectativas. No puedo dejar de subrayar, en todo caso, lo que anotó en Euskadi Hoy de Onda Vasca el siempre puntilloso contertulio del PSE, Ekain Rico: ¿A nadie le parece raro que entre los motivos del fiasco inventariados en el cuestionario que debe contestar la militancia no figure la posibilidad de que el líder haya metido el cuezo? Sí están en la lista, además de la coalición con los nuevamente apestados de IU, el Brexit, Venezuela, los ayuntamientos del cambio, el derecho a decidir, los spots electorales, los audios de Fernández-Díaz, el discurso socialdemócrata, o algo enunciado como (ejem, ejem) “la mano tendida al PSOE”. Se echan en falta los comodines que citábamos en estas mismas líneas: los viejos y el pucherazo.

Pobre Pedro

Sería incapaz de decir quién ganó el monólogo a cuatro del lunes, pero no tengo la menor duda sobre el que salió peor parado del envite. Pedro Sánchez empieza a oler a cadaverina política que es un primor. Es cierto que esto mismo habría sido verdad el 20 de diciembre por la noche y que desde entonces acá ha luchado por su culo como un jabato. Ya escribí, y mantengo, que se manejó más que decentemente en toda la broma de la investidura. Dio la sensación de tener el empaque que le negábamos la mayoría y hasta medio mantuvo a raya a las peores alimañas que le acechaban, que eran y son las de su propia casa.

Tanto nadar para morir —salvo milagro de última hora— en la orilla. Cantaba Gardel que contra el destino nadie la talla, y menos, si te enfrentas a un tipo armado de una enorme inteligencia y, para colmo, una flor en el tafanario que le hace inmune. Simplemente, Pablo Iglesias, que está de dulce, le tiene comida la moral al atribulado candidato socialista. Uno es el coyote, y el otro, Correcaminos. La prueba audiovisual estuvo en ese momento en que Sánchez trataba de atizar al de la coleta, mientras este salmodiaba por lo bajo, casi como si fuera un espectro: “Pedro, el rival no soy yo, no te equivoques, es Rajoy”. Un instante que debía ser épico terminó siendo cómico.

No es cuestión de justicia ni de tener razón. Si vamos a los hechos medidos y tasados, el cabreo con el líder de Podemos está fundamentado. Quizá en otro mundo, su esfuerzo tendría recompensa. En este, lo más seguro es que se cumplirá la máxima que sostiene que ninguna buena acción queda sin castigo. El sorpasso será de escándalo.