Los que sabían

¿Siniestro deliberado? ¿Que al copiloto del vuelo Barcelona-Dusseldorf se le fue la olla (o no) y provocó la muerte de 150 personas, incluido él mismo? Bueno, eso será la opinión del fiscal de Marsella y de los investigadores después de haber atendido a minucias como el análisis de la caja negra o el trabajo de campo sobre el terreno. Muy respetable y todo lo que quieran, pero se trata de una imposición fascista, que vulnera el derecho inalienable de cada ciudadanx (ahora se escribe así, con equis supermolona e igualitaria de género topeguay) a tener su propia teoría. Una persona, una hipótesis, qué menos, ¿no?

Una… o varias, que en Twitter y en las tertulias, que es donde se concentran los auténticos peritos de todo —tanto da protocolos sobre el Ébola que sistemas de frenado de trenes de alta velocidad—, nos han suministrado en vena diversos teoremas sobre lo ocurrido. Era difícil escoger. Yo, por ejemplo, me debatía entre dos de las que han tenido más predicamento. Una sostenía, con un par, que los pilotos de ahora no tienen ni puta idea de manejar aviones porque llevan la cabina llena de aparatejos informáticos que trabajan por ellos. La otra, más pedestre y de carril —y por eso mismo, de mayor éxito—, proclamaba que los perversos fletadores de vuelos loucós dejan sin engrasar dos de cada cinco tornillos, revisan las partes vitales de Pascuas a Ramos, y reparan los desconchones en el fuselaje con papel Albal. Y claro, así pasa lo que pasa, maldito capitalismo sin entrañas, te vas a enterar cuando el personal se empodere y le salgan alas. ¿Siniestro deliberado? ¡Ja, eso habrá que verlo!

Brocha gorda

Viene de perlas tener un ministro de interior mentiroso e inhumano como ha vuelto a demostrar ser el ínclito Fernández. Sus fácilmente desmontables trolas y su asquerosa falta de sensibilidad respecto a la tragedia de Ceuta —“perdón, técnicamente fue en Marruecos”, llegó a decir— es la coartada perfecta para que un tremendo problema se convierta en pimpampum de chicha y nabo. ¿Nos remangamos, tomamos aire y vamos a la cuestión de fondo? No sea usted iluso ni tocapelotas, columnero. Y avisado queda de que como vuelva a llamar tragedia al vil asesinato fascista de quince desgraciados, le pintamos una F de facha en la frente y le ponemos mirando a Cuenca. Disfrute del momento, cándido plumilla, y súmese al pelotón de acollejamiento, que aparte de ser divertido, se saca una pasta, McLuhan bendiga las tertulias; las que pagan bien, no como la que conduce usted en la radio, menuda birria y menuda ruina.

Llevo días mordiéndome los dedos para evitar una descarga de bilis como la precedente. El remedio ha sido peor que la enfermedad porque el sulfuro se me ha disparado más allá de lo recomendable para escribir y me sale el tono desabrido del que pretendía huir en esta cuestión. Pero como no soy de mármol, soy incapaz de evitar el cabreo ante quienes se tiran en plancha a lo mollar del asunto y evitan las espinas. Que sí, que hace falta ser desalmado para no denunciar ese macabro tiro al negro que perpetró la guardia civil en El Tarajal. Sin embargo, quedarse ahí y únicamente ahí es apuntarse a la ley del embudo. También hay que preguntarse cómo evitar que vuelva a ocurrir. Eso, como diría Rajoy, ya tal.

Indignación rentable

Mucho cuidado, que la indignación acabará cotizando en bolsa. Igual que la lluvia es una oportunidad de negocio para los vendedores de paraguas y chubasqueros, este temporal incesante de motivos para soliviantarse está forrando el riñón de unos cuantos vivillos tan dotados de olfato como faltos de escrúpulos. Su especialidad es la bilis hirviente. La adquieren a granel y a coste cero directamente de las instancias gubernamentales y aledañas. Cada recorte, cada medida injusta, cada arbitrariedad, cada corruptela son una mina en potencia de donde extraer y poner en circulación toneladas de lucrativo sulfuro social.

¿Cómo se convierte eso en plusvalía? De cien formas. Tertulias televisivas y/o radiofónicas a doscientos, trescientos, cuatrocientos euros la hora. Artículos de prensa —mayormente digital, que es lo que se lleva ahora— cada vez más panfletarios que buscan las tripas y eluden el cerebro. Manuales de instrucciones para la insurgencia o así escritos a varias manos y de venta en kioscos, librerías y grandes superficies. Conferencias, ponencias, jornadas, encuentros y bolos diversos con caché variable; es recomendable uno gratis ante una asociación de vecinos o similar de cuando en cuando a modo de promoción.

Como se ve, métodos en esencia tradicionales, porque al final no hay nada más convencional que lo pretendidamente alternativo. El otro día, sin ir más lejos, en un programa del hígado reconvertido por las bravas en supuesto debate, la portavoz de la plataforma de afectados por la hipoteca y la neocelebridad contestataria Beatriz Talegón protagonizaron un encontronazo que en nada envidiaría a las enganchadas de Nuria Bermúdez y uno de los Matamoros. Carne viral para Youtube —que es donde lo vi yo— y pico de audiencia. En las pausas publicitarias, ristra de anuncios de perversas corporaciones que no se dan por enteradas. Para ellas, los cabreados son un nicho de mercado.