Ley Trans, a ver si me explico

Probemos de nuevo. No, en ningún caso quise decir ayer que estoy en contra del Proyecto de Ley Trans del Gobierno español. Y mucho menos que no me parece necesario (lo subo a imprescindible) que se garantice por ley la igualdad efectiva de trato para todas las personas más allá de su orientación afectiva y/o sexual. Eso queda fuera de toda duda y me he manifestado un millón de veces al respecto. Lo que pretendía poner sobre la mesa de un modo por lo visto muy torpe es que este proyecto se ha explicado pésimamente a la sociedad.

Para empezar, la idea general que ha quedado es que se ha tratado de una lucha de poder dentro del gobierno y, lo que es más grave, entre las asociaciones, colectivos y personalidades individuales que trabajan por la igualdad en cualquiera de sus mil vertientes. Y no ha sido una ilusión óptica. Han quedado por escrito las diatribas y gruesas descalificaciones cruzadas por personas que teóricamente comparten la misma causa.

El otro gran error ha sido centrarlo todo en la llamada autodeterminación sexual, promoviendo la idea de que se abría la barra libre para cambiar de género cada diez minutos. La paradoja es que, como señaló en Onda Vasca la portavoz de Naizen, Bea Sever, la norma supone un paso atrás en este sentido, sobre todo para los menores. La realidad es que los cambios en el Registro se venían realizando sin obstáculos por debajo de los doce años, que es el límite actual. Así que parece que de nuevo nos hemos quedado en el politiqueo en lugar de ir al fondo. Eso, mientras se servían en bandeja los argumentos para el ruido mediático y jurídico de la derecha.

Una victoria de Hazte Oír

Continúo con el blues del autobús, que en realidad era una milonga. O mejor dicho, es, en presente de indicativo, porque la vaina sigue adelante corregida con recochineo en cuanto al mensaje y aumentada en número de vehículos. Cualquiera en la piel de los pergeñadores de la campaña habría hecho lo mismo. Insisto en el final de mi columna anterior: se les ha regalado una notoriedad que jamás pudieron imaginar cuando decidieron salir al asfalto a dar la nota. Y si ya lo imaginaban, casi peor, porque eso quiere decir que la manga de carcas que atiende por Hazte Oír tiene tomada la medida a las furibundas huestes progresís que entran como Miuras a cada trapo que les ponen delante. (Apunte mental: estudiar si es que en el fondo son cual para tal o, incluso, si se dan sentido mutuamente)

Habrá quien se plantee, como yo mismo llegué a pensar al primer bote, que esta zapatiesta de diseño también le ha venido bien al mensaje original, al que pretendía concienciar sobre la transexualidad en general y la transexualidad en la infancia en particular. Aquí volvemos a darnos de bruces con la enorme diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada. Es decir, en las chachitertulias y las guachicolumnas, seguramente puede parecer así. A ver quién se atreve siquiera a dar la levísima impresión de no tenerlo claro. Ahora bien, pongan ustedes la oreja en la cola del súper (no vale una delicatesse) o en la barra de una taberna de barrio (no vale un gastrobar hipster), y se toparán con esa parte de la realidad que se prefiere ignorar. En esto, el común de los mortales está más cerca de Hazte Oír que de Chrysalis.