¡Qué hostia!

Se imagina uno a Rita Barberá desde el más allá repitiendo su segunda jaculatoria más famosa tras los balbuceos espirituosos del caloret: ¡Qué hostia, qué hostia! Ni en las previsiones más pesimistas —un saludo, por cierto, a los Rappeles de lance que no dieron una y ahora presumen de haberla clavado— se contemplaba semejante tantarantán del que el gracejo popular ya ha bautizado como Pablo Fra-Casado. Que me corrija alguien con más canas o lecturas que servidor, pero un morrazo así no se veía desde la descomposición de UCD en 1982.

¿Damos por muerta a la gaviota, entonces? Es lo que están haciendo los adivinos arriba citados, los mismos que vaticinaron la segura pasokización del PSOE, la derrota fija de Sánchez en las dos primarias y el sorpaso de Podemos en 2016. Buena pinta no tiene, desde luego, pero una gota de calma nunca es mala consejera. Total, lo que tenga que ocurrir ya lo iremos viendo desde el alivio que da haber certificado —otro saludo a los que anunciaban el apocalipsis— que la triderecha se ha quedado lejos de sumar.

Después de haberse quedado en pelota electoral picada, incluyendo la celebrada pérdida del ya para los restos escaño-de-Maroto, dice Alfonso Alonso que toca reflexionar y “volver a plantear una alternativa centrada, abierta y moderna”. Tarde piaste, pajarito, cabría decirle al presidente del PP en la demarcación autonómica y a todos los miembros de su ejecutiva, que desde la elección de Casado, no han dejado de reírle todas las gracietas ultramontanas y de fingir orgasmos ante las bravatas del palentino. Y Borja Sémper, silbando como si no le incumbiera. Saludo para él también.

Naranja come azul

De esas cosas divertidas que (todavía) ocurren en la política española: la bronca, cada vez menos sorda, entre el PP y Ciudadanos. Las lentejas se están pegando. Pues déjalas a ver si se matan. Metafóricamente, quiero decir, que enseguida viene un propio de la Audiencia Nacional a tomarte al pie de la letra.

Quién nos iba a decir que el experimento se iría de las manos y, a lo tonto, a lo tonto, tendríamos con las canillas temblonas a los berroqueños genoveses, tan acostumbrados a bregar lo mismo con pufos judiciales del quince en sus filas que con disolventes catalanes. ¡No te joroba que el Podemos de derechas fecundado in vitro va y se crece hasta amenazar con robarle la cartera a la costilla pepera de la que se hizo a imagen y semejanza del Ibex 35! Si es por El País y sus encuestas forofas, los pitimís naranjoides serían primera fuerza ya, y con territorio por delante para sacar aún media docena de traineras al partido que a la hora de escribir estas líneas mantiene el control del Consejo de ministros.

Es verdad que no es la primera vez que tanta euforia demoscópica para los rivéridos se queda en gatillazo a la hora de contar votos de verdad. Con todo, uno tiene una edad, y recuerda, allá por 1982, la estrepitosa debacle de la UCD. De 168 escaños, casi mayoría absoluta, a 11. No fue exactamente de un rato para otro, pero los sufragios en fuga recalaron en Alianza Popular, luego recauchutada en PP. La derecha en España ni se crea ni se destruye. Se transforma, y en cada reencarnación afina su carácter ultramontano. Por lo que pueda pasar, mejor estar prevenidos. Lo peor está por venir, me temo.

El PP no es la UCD

Veo que, fuera de los entusiastas asistentes y sus palmeros mediáticos, el PP no ha conseguido vender la moto de la unidad sin fisuras tras sus ejercicios espirituales en Valladolid. Se ha antojado muy forzado tanto eslogan de cinco duros trufando los discursos pronunciados en tono de arenga incluso por los que no están adornados por las dotes de la prosodia. Total, para acabar siendo objeto de mofa y befa, que hay que ver la torrentera de chanzas —puestas a huevo, todo hay que decirlo— que se están haciendo a cuenta de las consignillas “EL PP o nada” o “España ha vuelto”. ¡Cuánto daño ha hecho El ala oeste de la Casa blanca! Y sí, mucho pabellón puesto en pie aclamando hasta a los que cambiaban el agua, pero cualquiera que haya visto en Discovery Channel un par de documentales sobre el comportamiento de las masas notaba a leguas el cante a terapia de grupo y a catarsis de plexiglás.

En resumen, que el partido (casi literalmente) de Mariano se fue de Pucela como había llegado: más cerca de la mandarina clementina que de la piña. ¿Y eso es grave, doctor? Pues aquí pego un giro discursivo y proclamo que no demasiado, los achaques normales de sostener un gobierno en época de turbulencias, de no haber purgado suficientemente los intestinos de sus propios detritus ultramontanos y —añade el psicoanalista— de retrasar sine die el asesinato del padre. Por lo demás, la gaviota está en condiciones de enterrarnos a todos. Quizá ya no con el rodillo de la mayoría absoluta, pero sí como primera fuerza en España sacándole a la segunda más de lo que dicen las encuestas. Y como quiera que la tal segunda es indistinguible del PP en media docena de cuestiones fundamentales, esas que llaman de Estado, ya podemos darnos por jodidos.

Moderen su optimismo, pues, quienes auguran que el imperio genovés caerá con el mismo estrépito con que se fue al garete la UCD hace treinta y pico años. No tiene pinta.