El milagro de la máquina de escribir…

imagen: albertbarra.com

Las mañanas de los domingos tenían bastante de ritual, tras “cumplir” con las obligaciones religiosas, el paseo era todo un clásico. Un punto de encuentro era La Casilla, allí se juntaba mucha gente para ver a los “charlatanes” y ya de paso comprar alguna de sus increíbles y maravillosas ofertas.

Recuerdo la frase: “ni cinco, ni cuatro, ni tres, ni dos, ahora le damos una maravillosa máquina de escribir, último modelo,  por una peseta”. El público miraba entusiasmado aquella generosa oferta, en el fondo sabían que les estaban dando “gato por liebre”, pero quien se podía resistir a tan “suculento” negocio. Una máquina de escribir por una peseta, ¡¡ NADA MÁS!!  Pues sí, había más, el charlatán era hombre generoso, si eras de las cinco primeras personas que adquirías el producto, te regalaba un peine, unas pinzas y una redecilla para el pelo, y si encima le caías bien te daba unas cuchillas de afeitar, vamos, que tiraba el negocio por la ventana. La gente picaba, y de pronto se formaba un corro junto al “artista”. Le quitaban de las manos -a cambio de una peseta, eso sí- el preciado artículo. Un bolígrafo era la tan cacareada máquina de escribir, tampoco les había engañado tanto, lo único que no les había dicho, es que era con “tracción animal”.

El “charlatán” tenía sus ayudantes, eran personas que se colocaban entre el público y empezaban a “desear” con ahínco los productos, y así, por mimetismo, iban contagiando al personal las ganas de adquirir tan buena oferta. Ese sistema ha funcionado siempre, solo había que ponerse en una calle céntrica mirando para arriba y gritando ¡¡no se tire, no se tire!! para que a los pocos momentos hubiese un nutrido grupo de personas haciendo y diciendo lo mismo. Es que hay que ver como somos….

De allí, y con la “máquina de escribir” a cuestas se iban los mayores a tomar un blanco, los niños un mosto, eso sí, con aceituna, que como dice mi amigo Rafa “no perdamos las buenas costumbres”, después y si no habíamos dado mucha guerra, nos compraban unos cromos y a comer,  por la tarde al cine de la parroquia y se acabó el domingo. Mañana más y mejor.

Agur

Un comentario en «El milagro de la máquina de escribir…»

  1. Eso eso, siempre el mosto con aceituna. Aunque en mis tiempos también ponían guinda.

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