Un buen polvo!

Acoso

Hoy, tomando un café con una amiga nos hemos acordado de algunos momentos que nos han ocurrido en nuestra trayectoria profesional y los entornos machistas que hemos tenido que superar. Estoy segura de que muchas mujeres se van a sentir identificadas con algunos de estos momentos.

Me contaba que cuando empezó a trabajar como secretaria del director de una institución, tuvo que organizar una reunión a la que asistían cuatro hombres. Al empezar la reunión, y ya en la sala de reuniones, había que enchufar uno de los cables del ordenador por debajo de la mesa para poder ver una de las presentaciones en una pantalla. Cuando llegó el momento de enchufar el cable, todos la miraron como diciendo “tú eres la que lo tienes que hacer”. Ella se agachó, se metió debajo de la mesa y lo enchufó. La sorpresa es que cuando se levantó, se encontró con que todos estaban riéndose y gesticulando entre ellos. No es muy difícil adivinar la de chorradas machistas que se les ocurrió mientras ella estaba debajo de la mesa: algo así como “ y ahora que aproveche y nos haga una mamadita”, o algo similar entre ese tipo de fantasías masculinas de colegueo que vejan a las mujeres, pero que a ellos les hace más machitos. Supo reaccionar: ahora os agacháis uno de vosotros y me rio yo también, les espetó!

Yo recordaba que tuve un director en una gran empresa de este país que tenía a su cargo un equipo de directoras y directores, pero a las primeras nos masacraba. Lo que tantas veces hemos oído de que a las mujeres se nos exige el doble, con aquél me quedo corta. Todo lo que hiciéramos nosotras era insuficiente para él. Mientras, con los hombres del equipo colegueaba (otra vez la palabrita) y transigía hasta límites que sonrojaban a cualquiera. Un día, tenía una reunión con él para revisar los datos de mi departamento. Fui a su despacho y me senté enfrente de él. Como siempre. No había pasado ni un minuto y casi sin venir a cuento me saltó: “es que yo creo que las mujeres no pueden ser directivas, tienen hijos y ya no rinden como tienen que rendir”. Por supuesto él sabía perfectamente que yo soy feminista y buscaba la bronca. Le encantaba gritar al personal. Cuando lo oí sentí una patada en el estómago y ganas de pegarle a él otra patada en otro sitio, como sin querer, por debajo de la mesa. Pero tuve un momento de lucidez y le contesté: «tienes una hija acabando la carrera, cuando un hombre le diga lo que tú me estás diciendo a mi, a ver qué te parece». Se calló, se dio la vuelta hacia el ordenador y entramos al trapo con nuestro análisis. Salí bien parada, pero podía haber sido todo lo contrario. Tuve suerte en aquella ocasión.

Me pregunto cuántas mujeres tienen que aguantar esto todos los días. El reciente estudio [Enlace roto.][Enlace roto.] elaborado por varias universidades, entre ellas la UPV-EHU y Deusto, denuncia abiertamente como con la crisis este tipo de actuaciones “aumenta la vulnerabilidad y la discriminación específica de las mujeres en las relaciones de trabajo”. En una palabra, que las cosas parece que no mejoran… Y es que este tipo de lo que alguien podría denominar “anécdotas”, no son tales. Ocurrieron en el pasado y es el pan nuestro de cada día. No hace ni 48 horas que he tenido que escuchar a un tío en el trabajo: “esa lo que necesita es un buen polvo”. Como si un pene arreglara el mundo. Claro, desde el punto de vista masculino y para muchos, seguro que así es: un buen polvo (a saber qué es lo que entienden ellos por eso), lo soluciona todo…

Añadan a todo esto los chistes que día a día tenemos que escuchar y son contados delante de nosotras como si las mujeres no existiéramos, ignorándonos y teniendo que aguantarlos como si nada. Si te quejas, o eres una estrecha, o volvamos a lo mismo, necesitas un buen polvo. Si eres feminista además, y lo denuncias, lo que necesitas son dos polvos…como poco!.

Así, entre tanta majadería y tantos mamarrachos seguimos adelante. Yo, miren, pienso que como ya no se puede resetear el cerebro de nadie y cada cual es como es, lo que si pido ante la incapacidad de algunos varones de no respetar a las mujeres ni en el trabajo, ni en casa, ni en la calle, es que al menos cuando tengan que coleguear, contarse chistes machistas y hablar de sus fantasías sexuales, lo hagan en sus txokos, queden los jueves para tomarse unas copas o que coincidan todos a la misma hora en la máquina de café. Y se desahoguen… entiéndanlo como quieran. Pero de nosotras, a las que nos repatean, molestan, ofenden y cada vez toleramos menos todo este tipo de actuaciones, de nosotras, repito, olvídense sino es para respetarnos y tratarnos como iguales. Miren que es fácil!