Gabarra para Athletic… femenino!

Harta de la «madriditis» de la última semana con la Champions jugada por el Real y Atlético Madrid. Harta y hastiada porque ha ocupado páginas y páginas en prensa escrita y horas y horas en radio y televisión. A los medios desde luego, les importan más el deporte testosterónico que el femenino. Por supuesto, entiendo que una competición del nivel de la Champions ha de tener mayor repercusión mediática que cualquier otro acontecimiento deportivo pero no a costa del deporte femenino y desde luego no con el «desmadre» del que hemos sido testigos: para desayunar, comer y cenar. También para dormir para aquellos que se van con el pinganillo a la cama, no vaya a ser que se pierdan algo.

Mientras, el Athletic Club de Bilbao femenino, líder de la Liga de 1ª División, convocó una rueda de prensa el pasado viernes y tuvo que ser desconvocada porque no apareció ningún medio de comunicación. Estarían todos en Milán. Pero me temo que lo que pasó realmente es que a nadie le interesa el deporte realizado por mujeres. Y en este caso, era además de un equipo que juega en la primera categoría. Ni interesa a los medios, ni las instituciones hacen mucho (más bien poco) por apoyarlo y visibilizarlo. Interesa más lo económico que los valores deportivos en sí mismos.

No tengo pelos en la lengua para afirmar que el periodismo deportivo es machista y esto se trasluce en la falta de cobertura mediática, y en las insufribles tertulias deportivas, verdaderos campos de nabos, así como en los titulares y tratamiento de las noticias.  Un estudio de hace unos años aportaba que por cada minuto que se dedicaba al deporte femenino en televisión, se dedicaban 19 al masculino. Pero el deporte en general también es machista y esto se ve claramente  en la vestimenta, en la no profesionalización y por supuesto en el sempiterno tema de los sueldos siempre infinitamente más bajos para ellas.

titulares

Ciertamente, este es un tema importante desde una perspectiva de género, pero hay que reconocer que el Feminismo ha tardado mucho en teorizarlo y ponerlo en la agenda política y social. El patriarcado siempre ha querido convencernos de que las mujeres carecemos de capacidades motrices claras porque eso en el fondo, representa un control sobre nuestro cuerpo que nos hace más independientes y libres. Así, tal y como afirma Matilde Fontecha, profesora de Educación Física y su Didáctica en la Universidad del País Vasco, en un artículo más que interesante en  Pikara Magazine: Deporte y feminismo una relacion dificil: «A las niñas se las orienta hacia la práctica de actividades que elevan la feminidad al máximo exponente y que implican más disciplina que diversión, como la gimnasia o el patinaje artístico».

futbol 2

Indudablemente, la desigualdad de género está, como en otros ámbitos de la vida, presente en el deporte. Es muy frecuente que las mujeres tengan que pasar por un «test de la feminidad» para demostrar lo femeninas que son cuando destacan en cualquier especialidad deportiva. Si es el hombre el que destaca, nadie pone en tela de juicio su  masculinidad.

gabarra

Es imprescindible por tanto ya no reclamar, sino exigir, más presencia de mujeres deportistas y un mayor protagonismo de los éxitos que éstas consiguen. Es una forma de crear referentes y de hacer justicia. Mientras tanto, a fecha de hoy la liga de fútbol femenina tiene liderato rojiblanco con el Barça pisándole los talones, pero apenas nadie lo sabe. Yo desde luego espero titulares y espacio en los medios de comunicación como la liga masculina. Llámenme ilusa si quieren, pero de los medios vascos espero que se pida la gabarra con la misma intensidad que se pide para el equipo masculino y que el Club acepte de una vez por todas a ello; y de las instituciones espero recibimientos y homenajes populares iguales, o mejores, que con los que se les tributa a ellos. Sin duda, se lo merecerían.

Nota: Hay una petición en Change.org para solicitar al Club que salga la gabarra si ganan la Liga. lhttps://www.change.org/p/info-athletic-club-eus-la-gabarra-para-el-athletic-femenino-si-gana-la-liga?recruiter=17416518&utm_source=petitions_show_components_action_panel_wrapper&utm_medium=copylink

¿Amor romántico? No, gracias

Esa especie de euforia amorosa que implica un ritual pre-determinado y que partiendo del principio de que si amamos debemos demostrarlo, tiene su mayor exponente cada año cuando llega San Valentín, y es entonces cuando se nos inunda con cenas, velas, corazones y demás parafernalia comercial que ensalzan el amor romántico y que lo presentan como la única forma de amor, y por tanto de amar.

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Desde pequeñas nos enseñan y nos sumergen en un mundo rosa (no es casualidad que el color con el que se identifica a las niñas desde que nacen, sea el rosa igual que el del universo que rodea al amor romántico), con príncipes azules, patéticas historias dulzonas donde las chicas sólo nacen para ser queridas, y happy ends donde las parejas (siempre heterosexuales) terminan superando todas sus dificultades a través del sempiterno “porque el amor lo salva todo”, con un beso que deja el futuro abierto lleno de perdices que comer…

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El caso es que esta forma de entender el amor que nos han inoculado, causa más dolor que placer, y al contrario de lo que nos quieren vender, mata más que da la vida.  Y lo cierto es que vivirlo de otra manera no es fácil, porque además de que nos educan en él, la campaña publicitaria dura toda la vida (no sólo el día de San Valentín) y con esos patrones es casi imposible adoptar una postura crítica contra el mismo.

Ciertamente, las categorías que definen lo  femenino y lo masculino se concretan en roles ocupando espacios sociales diferentes (el privado-doméstico para el primero y el productivo-público para el segundo)  y así, bajo esta estructura patriarcal, la vida de las mujeres se ve dominada por los sentimientos. Sentimientos que a ellos desde pequeños les enseñan a dominar: es decir ellos dominan lo que a nosotras nos domina, en este caso, el amor. Una gran diferencia, vital muy a menudo, que hace que la forma de vivir ese amor que nos venden, sea una trampa mortal para las mujeres.

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No hay mayor error desde mi punto de vista, que creer que el amor tenga que ser el centro y motor de nuestras vidas. Frases como que «el amor es lo más importante del mundo» y «sin amor no se puede vivir», lo elevan al pódium de aquello que hay que conseguir sea como sea y sin el cual no somos nada. Esa forma de entender el amor que nos han enseñado, nos lleva a vivirlo de forma que las mujeres somos las que lo damos sin pedir nada a cambio, convirtiéndose así en un tipo de dependencia que asumimos como natural dentro de la sociedad en la que vivimos.

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No estoy diciendo, ni mucho menos, que haya que vivir sin amor (aunque por qué no, si alguien lo desea), sino que hay que cambiar el paradigma y dejar de pensar que el amor es lo más importante de nuestras vidas, porque con ello nos sometemos y aceptamos una forma de vivir que nos esclaviza. Hay que reconocer que lo romántico es patriarcal y que a partir de ahí deben construirse relaciones igualitarias de afectividad, tolerantes y respetuosas con otros modelos y desde la libertad. Diseñemos finales felices diferentes, no impuestos y con el único fin de querernos, pero querernos bien.

¿Quién la tiene más larga?

27-S

Decía yo hace poco que a las feministas no se nos da tregua y que por tanto, es muy difícil quitarse las gafas moradas aunque sea un ratito, porque la realidad se muestra cruel con nosotras y nuestras reivindicaciones día a día, minuto a minuto.

Ayer estuve dando una charla de corte político en una ciudad cercana. Antes de aceptar, pregunté cómo era la composición de la mesa en la que iba a participar como ponente: dos hombres y una mujer. Me hubiese gustado al revés, pero no me voy a poner exquisita. El caso es que cuando llegué, me presentaron a mis compañeros y tomamos asiento: en la mesa había además, un moderador y una persona de la organización (?) que también era hombre. Total, me encontré con que yo era la única mujer y cuatro hombres me rodeaban.

Miren, no tuve más remedio que denunciarlo nada más abrir el micrófono. La situación era tragicómica si me lo permiten: estábamos allí como parte de la nueva política y cuando oí hablar a mis compañeros diciendo “estamos aquí para transformar la sociedad”, no pude reprimirme: “mal vamos si queremos cambiar algo reproduciendo los esquemas de todo aquello que queremos vencer” reclamé. Lo dije sin acritud pero con mucha firmeza. Veía a las mujeres desde esa tribuna en la que nos habían colocado, sonreír apoyándome con un gesto afirmativo con la cabeza.

Les puedo asegurar que se hablaron de cosas muy, muy interesantes, pero al final de la charla tuve que soportar una avalancha de hombres que no estaban de acuerdo con lo que había dicho, con argumentos tan manidos como: “las mujeres no quieren participar”, “es que no hay mujeres” y retahílas del mismo índole que no voy a detallar porque sería infumable. Conclusión: autocrítica cero porque la culpa la tenemos nosotras.

Cebrian

Yo y tantas mujeres que denunciamos continuamente este tipo de actitudes, hemos dejado claro que la escenificación de cómo se hacen las cosas y la visibilidad que se da a las mujeres, ni es trivial ni forma parte de una obsesión nuestra por contar mujeres y hombres en los miles de eventos, elecciones, en los mítines, en las tertulias, en los consejos de las empresas y un largo etcétera que nos invaden cada día. Esta acción premeditamente reivindicativa, no es un simple conteo: es la punta del iceberg de este sistema patriarcal del que todos y todas somos corresponsables en la lucha por erradicarlo. En política, como en otros aspectos de nuestra sociedad, la clave está en reconocer y poner medios para combatir todo aquello que signifique no tener en cuenta a las mujeres, si es que realmente creemos en la Democracia real y no la hecha e impuesta por el género masculino. ¿Tenemos mucho que hacer las mujeres a este respecto? Sin duda. Pero que los hombres tienen que asumir su parte de responsabilidad es innegable. Y responsabilidad no es culpabilidad aunque a muchos les guste llevarlo a ese terreno.

Las mujeres participan poco porque estamos hartas de aguantar la lógica y formas de hacer masculinas. Y estamos muy hartas de esa lucha continua (apoyada y magnifcada por la hegemonía mediática que ayuda a normalizarlo) de egos masculinos que lo único que denotan es una guerra para demostrar “quien la tiene más larga”. Nosotras «estamos hasta allí» de tanta masculinización, y esta no puede ser atajada si los hombres no reconocen de una vez por todas que viven en un sistema -el patriarcal- que les dota de privilegios. Esto es difícil porque reconocer que se es un privilegiado pasa por empezar a dejar de serlo y ahí entra el quid de la cuestión: reconocer que las mujeres parten de una condición de desigualdad significa que para alcanzar la igualdad los hombres tienen que dar paso a las mujeres y eso en una frase significa sin más rodeos: “yo me tengo que quitar para que estés tú”. Y ahí hemos tocado hueso. Por eso hay tanta resistencia, por eso seguimos siendo invisibilizadas y por eso, siempre somos menos allí donde el dominio masculino es patente.

40 años sin mujeres

Todos estos argumentos y la forma en la que hay que actuar, solamente pueden ser entendidas desde una clara postura feminista y por tanto, el desarrollo e implementación de las políticas feministas en la política, y con ello en los partidos políticos es imprescindible. Sobre todo en los de la izquierda, que ya van tarde en poner fin a esa deuda histórica que tienen con las mujeres. Lo demás son parches y es tener un enfoque reduccionista de lo que significa la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Si el problema es que las mujeres tienen una baja participación, la respuesta no se «es que no quieren», la respuesta es otra pregunta bien clara: ¿qué hemos estado haciendo hasta ahora para que puedan participar?. 

Nosotras no queremos más peleas de gladiadores egocéntricos donde lo importante es el pulso del poder alentado por el exceso de testosterona. Entendemos el poder (y lo queremos) como una potente herramienta para cambiar las cosas. Pero no el poder como está definido desde el patriarcado. Contra eso luchamos y por ello nos dejamos la vida. Y por ello vamos a seguir denunciando y gritando hasta quedarnos sin voz. A no ser que nos la quiten antes.

#SinMujeresNohayDemocracia

#LaDemocraciaSeráFeministaoNoSerá

Foto: candidatOs a elecciones Catalunya 27-S. Una mujer.

¡Nos están matando!

La Violencia de Género es la mayor causa de muerte entre las mujeres de 15 a 44 años en el mundo. Por encima del cáncer, enfermedades del corazón, la malaria y las guerras… Son datos que aporta  el Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM). Vuelvan a leer por favor esa frase porque no, no han leído mal: la mayor causa. Y detrás de cada una de esas mujeres asesinadas no hay un número estadístico, hay un asesino: es decir,  #NosEstánMatando a la vista de todo el mundo y ante la impasividad de todos aquellos que siguen creyendo que esto es un asunto de unos pocos que simplemente “pierden la cabeza”. Si entre 2003 y lo que llevamos de año, 800 mujeres han sido asesinadas por la violencia machista en el Estado español, quiere decir que hay 800 asesinos con nombres y apellidos. Esto, tal y como decía en mi anterior post, Mujeres asesinadas: Crónica anunciada, sólo contando las estadísticas oficiales, es decir aquellos asesinatos que se han producido por parejas o expareja… se quedan en la «cuneta de la historia» todas las demás… Invisibilizadas!

Violencia dominó

Estas brutales cifras de asesinatos, no dejan indemnes a las mujeres. La violencia machista es uno de las peores manifestaciones del sistema patriarcal en el que vivimos. Uno de los objetivos del mismo es asegurar que las mujeres se sometan a la autoridad masculina y no abandonen ni por un sólo segundo los roles que les han sido adjudicados, perpetuando así el propio patriarcado. Una de las formas más claras en las que esto se materializa es a través de la violencia machista: sirve para poner orden y sobre todo para tener aterrorizadas a las mujeres. Y no es teoría. Hemos aprendido desde bien pequeñas todo aquello de lo que tenemos que tener cuidado. A nosotras las niñas, luego mujeres, se nos dice todo el tiempo las precauciones  que debemos tomar durante toda nuestra vida: «no vayas con desconocidos, no andes por calles oscuras, no vistas de forma provocativa, no tomes nada que te ofrezcan…» En todos estos avisos, que se graban de forma indeleble y permanente en nuestro cerebro y que condiciona nuestra libertad desde la raíz, hay un único objetivo: que nos comportemos como los hombres y la sociedad espera de nosotras.

De esta forma, la violencia machista materializada en agresiones, insultos, violaciones, menosprecios y asesinatos, actúa como coercitivo absolutamente eficaz que pretende, como siempre ha sido, dejarnos en casa atadas a la pata de la cama y parece que si es con una de nuestras «patas» quebrada, mejor…

No exagero. Hay muchos ejemplos que nos rodean de mujeres que tienen miedo: adolescentes que no se atreven a ir solas a casa, jóvenes que tienen que ir acompañadas a casa de su exnovio, mujeres que cuando sin esperarlo se encuentran solas en una estación, como me decía el otro día una amiga, de repente sienten miedo. Mujeres que como yo viajan solas, y que aunque nunca hemos tenido miedo, últimamente te asalta el temor de «igual me pasa algo», y reconoces que el miedo que está siendo provocado por los últimos asesinatos y agresiones sexuales cotidianas, conecta instantaneamente con todo eso que te dijeron desde niña y que de mayor te hace temer por tu vida.

Es el efecto que sin duda está causando este verano sangriento y este año lleno de asesinatos brutales premeditados, y que nos está dejando el corazón encogido y la posibilidad de ejercer nuestra libertad individual a la altura del barro. Es esa tolerancia social y política, esa hipocresía mediática, esa apatía de no querer poner freno a todo esto con todas las consecuencias, es ese menosprecio a la vida de las mujeres y niñas recortando presupuestos que incidan en la educación igualitaria y en la lucha preventiva contra la violencia machista y son sobre todo, esas pocas agallas para que se lleven a cabo políticas efectivas que acaben de una vez por todas con esta lacra, lo que sigue permitiendo que las mujeres cada vez seamos más vulnerables y que algunos hombres sigan creyendo que somos de su propiedad, escenificándolo de mil maneras diferentes.


Violence Love

Mientras, mucha denuncia en los medios, mucha palabrería (ya veremos cuando llegue el invierno) pero ni una sola acción que frene de una vez por todas esta «pandemia mundial» que tiñe de sangre cada minuto de nuestras vidas. Observen: según el INE, las víctimas de Violencia de Género menores de 18 años aumentaron en 2014 un 15,4% respecto al año anterior… ¿No es hora ya de hacer algo efectivo y contundente? Esto es una llamada a las mujeres para que luchemos contra el miedo que nos imponen, pero también a instituciones políticas y medios de comunicación para que eduquen, informen y transmitan valores que nos hagan ser más libres y menos vulnerables. Y sobre todo, para que dejen de matarnos.

#NosEstánMatando

No es País para Mujeres!

punto.lila

Amanece otro 25 de Noviembre como Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra las Mujeres y como todos los años, llevamos unos días en que las cifras toman protagonismo en los medios de comunicación. Está bien que esto ocurra. La denuncia, cuando hablamos de miles de mujeres amenazadas, no es para menos. Pero tengo la impresión de que al final el propio valor de las cifras se superpone a la realidad de que detrás de cada número hay una mujer, un ser humano que tiene miedo, que ha sido apaleada y en el caso de este año 2013, 45 han sido asesinadas.

Es verdad que son menos que el año pasado (hasta hoy), pero es que a mi sólo una me parece mucho. Y llega un momento en que parece que da igual hablar de mil que de cinco mil. Esta es al menos la cifra contabilizada, exactamente 4.746 mujeres que reciben en Euskadi protección de la Ertzaintza para hacer frente a situaciones de violencia machista. Más cifras: en el estado español 16.418 mujeres maltratadas se encuentran en situación de riesgo. El 016 ha recibido en total de 46.380 llamadas de mujeres que temían por su vida o su integridad física. Además, las cifras van en alza. En sólo diez años, más de 700 mujeres han muerto a causa de esta lacra, sin que parezca que esto tenga ningún tipo de freno.

Entristece ver cómo no se dedica más tiempo, más reflexión y más análisis a la hora de denunciarlo en los medios de comunicación. Se dedica estos días más espacio a hablar de la muerte de J.F. Kennedy que de las mujeres asesinadas. Y todavía hay quien piensa que estos asesinatos son domésticos y que nada tienen que ver con que esta violencia, en realidad, es producto del sistema de dominación patriarcal, haciendo trizas el estúpido argumento tradicional de “ es una desgracia fruto de un problema personal”.

En Euskadi, sólo en el primer semestre han aumentado un 27% los casos de agresiones sexuales. Y la mayoría de las víctimas fueron mujeres jóvenes, el 80%, y de ellas el 58% eran menores, habiéndose incrementado en un 90% con respecto al 2012 los casos detectados en esa franja de edad. El futuro no es halagüeño cuando las cifras ponen en evidencia dolorosa que parte de las generaciones más jóvenes de hombres están replicando los roles más sexistas, agresivos y depredadores en contra de las mujeres.

Se hacen necesarias medidas urgentes y contundentes contra la violencia machista. Sin duda. Y eso es lo que se va a reivindicar en un día como hoy. Pero sobre todo, hace falta trabajar duramente en la concienciación, la prevención y la educación. Y es que desafortunadamente, el problema de la impunidad con que los hombres matan a las mujeres no se resuelve con leyes y medidas judiciales de alejamiento del agresor, ni condenas públicas ante cada nueva muerte. Lo que se necesita es un cambio estructural de la sociedad heteropatriarcal, a través de medidas sociales de carácter integral que empoderen a las mujeres, para así, dar lugar a la construcción de nuevas feminidades y masculinidades y de diferentes relaciones afectivas y de autonomía entre mujeres y hombres.

De lo contrario, y porque es una vergüenza para la razón, va a ser difícil encontrar un lugar donde las mujeres puedan vivir en libertad y sin miedo a ser agredidas o asesinadas, sólo por eso, por ser mujer. Yo hoy me llenaría no sólo de uno, sino de muchos puntos lilas para mostrar mi rechazo a la violencia machista. Pero no puede ser sólo el día del rechazo y la denuncia. Hay que hacer mucho más. Así que creo que lo que me pondré será un punto negro en vez de lila… de luto y de tristeza, pero no de miedo.