Violar a una albina, cura el Sida

En 2009 Cruz Roja Tanzana hizo un llamamiento internacional sobre la situación en la que vivía la comunidad albina en el país. Se estima que en este país africano hay unas 150.000 personas albinas, aunque en 2013 la Tanzanian Albino Society sólo tenía registradas 8.000. La diferencia bien puede explicarse ya que viven atemorizadas y escondidas y muchas de ellas no quieren que se sepa donde están porque temen por su vida. Una vida llena de violencia a causa de las creencias sobre los beneficios que pueden producir partes de su cuerpo y del mercado económico que esto conlleva. Esta falta de pigmento que afecta a piel, ojos y pelo y que en la mayoria de los paises se considera algo «exótico», en Tanzania es mortal.

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El caso es que en 2010 durante mis vacaciones de verano, acudí al llamamiento de Cruz Roja para prestar ayuda y mostrar mi solidaridad, poniendo rumbo a Kabanga School al oeste del país. Kabanga es un centro escolar en el que están refugiadas unas doscientas personas, entre comunidad albina y personas con discapacidad. La mayoría son albinas y la mayoría eran niñas y niños que aunque a salvo de posibles ataques o secuestros, vivían en unas condiciones más que precarias. Tenían techo, cama (aunque bastante hacinadas) y comida diaria (casi siempre arroz) pero llegar y verles, sólo verles, era motivo suficiente para que se te partiera el corazón.

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Trabajamos mucho bajo un calor infernal y con dos o tres niñas siempre colgadas o de tus brazos o de tus piernas. En cuanto les sonreías, ya no te soltaban. Sus ojos sin apenas visión, sus caras llenas de postillas y sus cabezas con heridas, todo ello provocado por el implacable sol tanzano, su otro enemigo mortal, eran nuestro motor para no dejarlas solas ni uno solo de los momentos que nos lo permitían.

Además, la falta de recursos económicos disponibles, restrigen al máximo la posibilidad de poder protegerse del sol, por lo que las enfermedades que sufren a causa del mismo se convierten en dolencias perpetuas. Pero quizás lo más desgarrador de todo ello fue tener la certeza de que eran personas sin apenas futuro. Sobre todo las mujeres. A su estigmatización se une la condición de ser mujeres en un país en el que éstas apenas tienen oportunidades y la violencia y la prostitución son el pan nuestro de cada día: se dice que violar a una mujer albina, cura el sida. Imagínense, en caso de que lo hubiera, qué futuro las espera.

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Ser una persona albina es simplemente una mutación genética que a modo de ruleta rusa, en Tanzania significa que la bala siempre se dispara y ello es motivo de una salvaje discriminación social que provoca el rechazo de una gran mayoria de la comunidad. Además, estas personas son victimizadas porque hay quienes creen que las pociones hechas a partir de extremidades de su cuerpo traen buena suerte y riqueza y ello ha provocado un mercado negro teñido de sangre donde los mercernarios campan a sus anchas. Se llegan a pagar hasta 2.000 dólares por una mano albina mientras sus vidas apenas valen nada…

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Ni un sólo día he dejado de pensar en ellas. Cada vez que se emite un reportaje o veo unas fotos, intento reconocer a aquellas con las que compartí aquel caluroso agosto de 2010. Como si con ello quisiera parar el tiempo, pensar que siguen allí, que no se han tenido que marchar porque hayan crecido y que por tanto están protegidas. Lo último que quiero pensar es que hayan sido algunas de las víctimas de las decenas de asesinatos que cada año ocurren bajo el silencio instucional. No quiero porque las he visto, las he tocado y las he besado y por ello, si lo pienso, me muero de pena.

Refugiadas: violencia sexual invisibilizada

Estamos asistiendo a uno de los más lamentables y vergonzosos actos que un ser humano con un mínimo de conciencia solidaria puede vivir: el ya denominado «Pacto de la VergUEnza» (con este nombre pasará a la historia), entre la Unión Europea y Turquía para expulsar a este país de forma masiva a migrantes y personas refugiadas desde las islas griegas. Es decir, expulsarlas como si no importaran a nadie, como si no fueran nada, a cambio de dinero. Tratadas por tanto, como si fueran mercancía que se vende entre fronteras.

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Más de 1.000.000 de personas llegaron a Europa el año pasado sólo por mar. Se calcula que murieron 35.000 (el 20% menores). En lo que va de año han llegado más de 100.000. Cifras que nos hablan sólo de una cosa: el sufrimiento inimaginable de tantas y tantas personas  que habiéndolo perdido todo, huyen de la guerra, de la miseria, del miedo a perder su vida y la de sus hijas e hijos.

Europa en un alarde de cobardía a todas luces inexcusable, en vez de poner en marcha políticas de asilo y reubicación de las personas refugiadas, hace mutis por el foro y las trata de forma más que humillante: como si fueran muñecos de trapo a los que dar una patada y mandarlos a un país donde todavía está por demostrar si es seguro y si se van a respetar sus derechos, algo harto complicado porque cuando las expulsiones son masivas ya se sabe de antemano que los derechos individuales van a brillar por su ausencia.

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Para añadir más dramatismo a esta durisima realidad, la vulnerabilidad de las mujeres y menores en situaciones como esta es brutal pero a menudo pasa desapercibida o por lo menos no atendida, más allá de fotografías que nos arrancan las lágrimas y nos pegan un gran pellizco en el corazón. Un ejemplo, es que del escaso número de personas acogidas en la UE, la mayoría son hombres cuando en estos momentos según UNICEF mujeres y menores son mayoría: el 60%  de las personas desplazadas.

La extrema vulnerabilidad de las mujeres y niñas no es un asunto reciente. Es bien sabido, aunque no por ello se toman medidas, que la violencia sexual ejercida contra ellas es un arma utilizada en todas las guerras y en las situaciones de crisis como es el caso del éxodo que nos ocupa. Las cifras de las mujeres y niñas que son violadas en los conlictos bélicos, incluso los más recientes, ponen los pelos de punta y es una consecuencia más del sistema patriarcal que a través del machismo utiliza a las personas del género femenino como objetos de usar, forzar, tirar y también matar. Además de múltiples violaciones y vejaciones, las refugiadas están sometidas junto con el resto de privaciones y sufrimiento del resto de refugiados, al acoso, agresiones de todo tipo, matrimonios a edades tempranas y se ven obligadas en numerosas ocasiones a la práctica de sexo por supervivencia.

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Una situación extrema (Ver video) que se está produciendo a las puertas de la sacrosanta Unión Europea que con su indiferencia y actitud pasiva nos ha hecho sentirnos hasta ahora, muy en desacuerdo con sus políticas pero en este momento con este pacto mercantilista que acaba de firmar con Turquía donde no se garantizan los derechos básicos de las personas refugiadas me llena, a  mi al menos, de una profunda vergüenza por la actitud más que condenable de este macroente europeo que tan alejado está de la ciudadanía y que se ha convertido en un nido de burócratas más atentos a las necesidades de los lobbys que a las de los y las europeas.

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Hoy, banderas de la UE están siendo arriadas en muchas instituciones públicas. Un gesto sencillo y cargado de valor simbólico. Pero hoy, a esta hora, en este minuto, en este mismo segundo, miles de refugiados siguen con sus vidas rotas, y miles de mujeres y niñas además de esto, viven (si se le puede llamar vida) «muertas de terror». Un terror del que poco se habla, un terror que a mi como mujer me duele en el alma. Por eso es necesario reivindicar que esta crisis humanitaria ha de ser abordada inexcusablemente desde una perspectiva de género para visibilizar los altos nivles de violencia sexual y de género que se producen es situaciones como esta.

VergUEnza

Desde esta pequeña tribuna denuncio hasta quedarme sin palabras, lo que la UE está haciendo. Y hoy, como no tengo muchas más armas que las que escribo, arrío banderas que quizá nunca podamos volver a izar. Y grito alto por ello!

Con Ali

 

Y si me violan?

Como Mujer me corresponde, no? Si el energúmeno este del PP lo dice a pecho descubierto sin cortarse un pelo y lo más sorprendente, los medios de comunicación y muy pocas asociaciones feministas lo han denunciado a todo trapo, es que algo está pasando, y a mi sinceramente me da un poco de miedo. No porque me vayan a violar- que es lo que este elemento está fomentando-, sino por la pasividad que se produce al respecto en los albores del siglo XXI, y porque no se líe una de la leche poniendo verde a este fachorro de pacotilla.

 Ya sé que no está bien visto insultar, pero permítanmelo porque aunque me he devanado los sesos buscando palabras más amables, todas se quedaban cortas y las que me salían de las tripas les puedo asegurar que eran muchísimo más fuertes, pero eran las que realmente me pedía el cuerpo escribir en este post.

La vieja consigna feminista «todos los hombres son potencialmente violadores» (rechazada en la actualidad por algunas corrientes y reivindicada por otras), causa malestar y debate tanto entre los hombres como entre las mujeres. Yo desde luego estoy de acuerdo con las corrientes que la rechazan, pero sucesos como el ocurrido ponen de nuevo el tema en la agenda pública y a una le entra la duda, razonable, de cuántos machistas hay en nuestro país que piensan igual, aunque no lo digan.

La violación sigue siendo el delito más claramente identificado como agresión sexual. Fíjense, en el País Vasco las agresiones sexuales crecieron nada menos que un 42% en al año 2011, alcanzando la cifra de 296 episodios, frente a los 208 del año anterior. Uno de cada diez agresores sexuales en Euskadi es menor de edad. Además, hay que ser conscientes de que la violencia sexual ejercida contra las mujeres es, en muchas ocasiones, el último escalón de las agresiones machistas. Estas también se incrementaron en el 2011, de forma que los juzgados vascos tramitaron el año pasado 4.125 denuncias, lo que supone una media de once al día.

 Aunque el sentimiento de vergüenza generado por una agresión sexual va disminuyendo entre las mujeres, el perfil de las denuncias es mayoritariamente contra el agresor sexual desconocido. Cuando la agresión se produce en el entorno relacional de la mujer, la resistencia a la denuncia es mucho mayor. Se produce así lo que algunos estudios llaman el fenómeno de embudo: las agresiones sexuales que ocurren son más de las que se reconocen, las que se denuncian son una mínima parte de éstas y las que se atienden apenas una pequeña proporción de las que se denuncian.

 Así que aunque siga formando parte del imaginario colectivo la percepción errónea de que los que cometen estos delitos son unos depravados y con alguna tara psicológica, nos encontramos que los que les apoyan están metidos en el engranaje político de primera fila. Me pregunto si este elemento que ha tenido los santos (…) pelendengues de hacer estas declaraciones (seguramente pensando que para eso está la libertad de expresión) y que hasta hace poco ostentaba un cargo público -parece que estaba a punto de volver a la política activa-, tiene hijas, hermanas, madre y compañera. Porque si es así, son ellas las que deben violar los inviolables lazos de sangre y alejarse de su vida para siempre.

 Yo por mi parte, sólo desearía que un día le rodearan muchas mujeres que han sufrido la crueldad de estos actos y han visto rotas sus vidas por ellos… y se lo muestren. Pero sin ambages, sin victimización y con mucha rebeldía. Y que él mismo se consuma en su propia vergüenza!