Las farolas tienen género, y es política

Hace unos días estuve en Croacia en el Seminario «Good city for all» organizado por una plataforma denominada “Zagreb is our” de cara a las elecciones municipales que van a tener lugar en mayo en dicho país, para hablar de la transformación de las ciudades. Yo en este caso, como era de esperar, centré mi exposición en Bilbao, su desarrollo y transformación digna de admiración pero también las miserias que todo desarrollo deja a su paso.

Cartel Croacia con camisa blanca

Sin embargo, no pude resistirme a realizar un análisis feminista de la ciudad. Sí, porque aunque no se lo crean las ciudades pueden y deben ser feministas. Así que me permití el lujo, o quizás sólo me atreví ante un público variopinto e internacional, a sacar a la palestra este tema. Hice una reflexión sobre el papel de la mujer en el desarrollo urbanístico de las ciudades evidenciando como  hecho innegable que la experiencia de las mujeres en las ciudades ha sido subestimada dentro de la planificación urbanística.

Mujeres y hombres tenemos distintas posibilidades de acceder a bienes y recursos y sin duda alguna, distintas aspiraciones y necesidades respecto al territorio y al espacio urbano debido a los roles y a los condicionantes de género. El urbanismo no es neutro desde el punto de vista de género, y puede mejorar y también perjudicar según como se utilice, el modo en el que se desarrollan las actividades, tanto las relacionadas con el trabajo productivo o las vinculadas al trabajo reproductivo realizado en su mayoría por mujeres, impactando por tanto de diferente manera a las personas que habitualmente se encargan de dichas tareas.

Croacia 2

Como dice Esperanza Jiménez[i], «incluso una farola tiene género, y esto es política» y por ello, las ciudades deben desarrollarse teniendo en cuenta la perspectiva de las mujeres y el papel que ejercen en la ciudad. Las razones son claras, creo que nadie es ajeno o pone ya en tela de juicio que las ciudades han sido configuradas priorizando el sistema patriarcal y por tanto se han obviado las necesidades relacionadas con el sostenimiento de la vida. El urbanismo feminista o con perspectiva de género, trata por tanto de transformar la sociedad repensando los espacios para reconfigurar las realidades.

Dice Izaskun Landaida, Directora de Emakunde: “que si no se consideran desde un principio dichos condicionantes, es muy probable que la propuesta de desarrollo urbanístico perjudique a las mujeres en las múltiples actividades que estas lleven a cabo en la esfera pública y privada. Y afirma que los proyectos urbanísticos deben llevar una mirada de género desde su origen”.

Estas inspiradoras reflexiones están sacadas de la interesante jornada a la que asistí en octubre pasado, bajo el título de «Perspectiva de género en la ordenación territorial y el urbanismo» organizada en el marco del Berdintasunerako Gunea/Foro para la Igualdad organizado por Emakunde.

Algunas arquitectas expertas en el tema apuntan que se trata de tener en cuenta a las mujeres, que son la mitad de la población (en Bilbao somos algo más: el 53%) y aplicar una perspectiva interseccional en la que el género se cruza con características como la edad, el origen, la posición socioeconómica o la identidad sexual, para observar cómo se cruzan y, a partir de ahí, trabajar para eliminar las desigualdades.

Afirma la experta Inés Sánchez de Madariaga que “los fundamentos disciplinares del urbanismo actual se configuraron hace ya más de cien años y están basados en la asunción de funciones de la ciudad que se formularon en la Carta de Atenas en los años 20 del siglo pasado, dividiendo el espacio en cuatro funciones básicas: residencial, productiva, ocio y transporte,  y que si miramos todas ellas desde el punto de vista de género, realmente veremos que están pensadas desde la experiencia vital masculina convertida en norma para aquellas personas que conciben la ciudad como un lugar donde hay actividades de ocio y desplazamientos a los lugares de empleo, y no desde la experiencia vital de aquellas personas que tienen que conjugar en la vida diaria las múltiples actividades que son necesarias para el mantenimiento de la vida y el cuidado de otras personas«.

Croacia 1

En Bilbao estamos en estos momentos en plena revisión del Plan General de Ordenación Urbana y sin duda alguna, es un momento que no podemos desaprovechar para introducir este tipo de políticas con el objetivo de aumentar la calidad de vida de sus habitantes, porque una ciudad sensible a las necesidades  de las mujeres es una ciudad que beneficia a todas las personas.

Es necesario aportar e introducir nuevos enfoques para mejorar una ciudad de distancias cortas, y compacta. En definitiva, una “ciudad feminista” que garantice el derecho a la ciudad a todo tipo de personas, entendido este derecho como la libertad de utilizar y disfrutar de cualquier espacio de la ciudad tanto por cuestiones de seguridad y accesibilidad, como del desarrollo de actividades cotidianas o de la forma de compatibilizar las diferentes esferas de la vida (productiva, reproductiva, personal y comunitaria-política).

Croacia 4

El urbanismo feminista no trata sólo de la seguridad para las mujeres, sino que consiste en aplicar transversalmente la perspectiva de género, ya que afecta a una interminable lista de espacios relevantes para las mujeres: movilidad, urbanismo, vivienda, educación, actividad económica, ámbito laboral… Una ciudad feminista es en definitiva, una ciudad mejor para las mujeres, y por ende una ciudad mejor para todas las personas que en ella viven.

Quizás por contar todo esto, recibí muchos aplausos al término de mi intervención en Zagreb, pero sobre todo y lo más gratificante fue recibir las felicitaciones  de la gente que se me acercó: todas ellas eran mujeres.

 [i] Esperanza Jiménez es una de las agentes del área de Equidad del Ayuntamiento de Madrid encargadas de realizar el primer informe de Impacto de Género sobre los presupuestos.