Por mucho que pueda molestar a los amantes de las cifras y las estadísticas, el rey absoluto de los hiperdeportivos (y por ende de los automóviles) durante los últimos años ha sido indiscutiblemente el Bugatti Veyron. Cuando el Grupo VAG se propuso resucitar la legendaria marca gala nadie pensaba que podría crear semejante obra de arte y maravilla de la ingeniería. Muchos otros modelos intentaron batirle pero ninguno consiguió nunca acercarse a su halo de leyenda, su diseño prodigioso, su estilo y su categoría mecánica.
Por eso, cuando el consorcio alemán decidió reemplazarlo todo el mundo se preguntó cómo podrían superarse en plena era verde. ¿Había espacio para un heredero digno? ¿Había pasado su época y llegaría un sustituto híbrido que, aun con prestaciones estratosféricas, no fuera un «purasangre»?
El Salón del Automóvil de Ginebra de este año, cómo no, ha sido el marco en el que la firma de Molsheim ha presentado el nuevo rey de las cuatro ruedas. El único que aúna lujo, prestaciones, técnica y diseño a partes iguales. El flamante Bugatti Chiron (un homenaje a uno de los primeros grandes pilotos de la automoción). Un modelo con un solo objetivo: superar a su predecesor para seguir siendo la referencia.
En parado su diseño ya es espectacular. Inspirado en el prototipo Vision Gran Turismo, tiene la genética de la casa francesa pero totalmente actualizada. Y como en el Veyron todo, absolutamente todo, tiene una función definida en el funcionamiento del deportivo. El motivo es sencillo: cuando se cuenta con una bestia de 1.500 caballos, 1.600 Nm de par y una punta autolimitada -por el momento- a 420 kms/h nada puede quedar al azar.
Sus dimensiones son similares a las del Veyron. Cuenta con una longitud de 4,54 metros, una anchura de 2,04 y una altura de 1,21. La batalla solo crece 1 milímetro e incluso de perfil recuerda a su antecesor. La diferencia radica en una estampa más moderna, mucho más musculada y un frontal más agresivo. La zaga, por su parte, tiene un único bloque óptico que funciona como haz de luz en medio de un enorme extractor de aire que funciona conjuntamente con los difusores inferiores.
El bloque motor es una evolución del W16 y 8 litros que implementa cuatro nuevos turbos (dos funcionan de 0 a 8.300 rpm y los otros se activan desde ese rango hasta el corte de inyección), un colector de fibra de carbono, 32 inyectores, un nuevo escape de titanio y un sistema de refrigeración mucho más capaz que incluye intercooler y extractores. A pleno rendimiento, cada minuto pasan por el motor y los intercoolers 60.000 litros de aire y 800 litros de agua.
El pico de potencia se consigue a las 6.750 rpm y el par motor máximo se mantiene plano entre las 2.000 y las 6.000 rpm. Pasar toda esa fuerza a las ruedas se consigue gracias a una caja de cambios DSG de siete marchas debidamente reforzada y con un sistema de tracción integral que incluye un diferencial trasero controlado electrónicamente con la función «torque vectoring» y que al ser permanente envía siempre la fuerza a la rueda con mejor adherencia.
Esto se traduce en unas prestaciones inalcanzables para cualquier otro automóvil: clava el 0-100 en 2,5 segundos (cifras de Formula 1), el 0-200 en 6,5 segundos (mucho más rápido de lo que muchos deportivos medios logran llegar a 100) y el 0-300 en 13,6 segundos (la cifra en la que un diésel de 100 caballos llega a 100). Más impresionante si se tiene en cuenta que el modelo llega a los 1.995 kilos. Llevar un bloque motor gigantesco en el centro tiene sus ventajas -estabilidad- y sus desventajas -lastre-.
Y es que aunque el Chiron estrena un chasis monocasco de fibra de carbono más rígido que el de algunos modelos homologados para LMP1 sigue pesando 155 kilos más que el Veyron. El motivo es el lujo de su interior. Propio de los mejores Rolls Royce. También porque implementa suspensión adaptativa con cinco modos de conducción (lift, auto, autobahn, handling y top speed) o discos de freno carbonocerámicos de 420 mm delante y 400 mm detrás con pinzas de 8 y 6 pistones respectivamente.
Todo ese arsenal le permite conseguir unas cifras de frenado fascinantes. De 100 a 0 en 131 metros y de 200 a 0 en 125. Para detenerse por completo desde 300 kms hora necesita 275 metros. Una cifra espectacular, de nuevo, para una mole de este tamaño. En definitiva, la mezcla perfecta de ingeniería, artesanía, diseño y saber hacer que solo los grandes (e históricos) fabricantes europeos han conseguido.
Limitado a 500 unidades, Bugatti se ha planteado que esta vez su coche sí sea rentable. El precio de partida será de 2,4 millones de euros sin impuestos y sin tener en cuenta que el importe se incrementará ostensiblemente con las ediciones limitadas que irán saliendo según vaya batiendo récords. En definitiva una obra de arte con precio digno del mejor museo.