CUENCA, paraíso natural

Continúo el relato iniciado la pasada semana, del viaje efectuado del 10 al 17 de junio por las provincias de Teruel y Cuenca. El 13 de junio realizamos el viaje entre ambas capitales, 153 km, buena parte de ellos por la N-420, así que son necesarias unas dos horas para cubrir esa distancia, ya que aquí no hay autovía, aunque se comenta que fue uno de los acuerdos del PSOE con Teruel Existe, para que su parlamentario apoyara la investidura de Pedro Sánchez.

He estado en varias ocasiones en Cuenca, pero casi siempre he hecho lo mismo, recorrer la ciudad y desplazarme hasta la Ciudad Encantada, añadiendo en el último viaje, en 2009, el nacimiento del río Cuervo. Es por ello que en esta ocasión, en la que pasaremos cuatro noches, vamos a dar más tiempo a la naturaleza, que ha sido generosa con esta provincia. Nos alojamos en el Parador de Turismo, magníficamente ubicado en la Hoz del Huécar, aunque no comenzamos con buen pie, ya que el puente de San Pablo que lo une con el casco viejo estaba cerrado, debido a un norme desprendimiento bajo las Casas Colgadas, así que en lugar de ir a comer a los bares de la plaza de la Catedral, mientras esperábamos a que nos dieran la habitación, optamos por un sandwich y una hamburguesa en el Parador. De esta forma evitamos un trayecto de ida y vuelta con una gran pendiente, bajo un sol de justicia.

Desde el Parador, antiguo convento de San Pablo en el siglo XVI, se tiene la mejor vista posible de la ciudad amurallada de Cuenca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996, pues enfrente tenemos la Hoz del Huécar a la que se asoman las Casas Colgadas, el puente de San Pablo, la Catedral y la iglesia de San Pedro. Luego gozaremos de otras magníficas vistas, con el Parador como protagonista, desde el claustro de la Catedral y desde el mirador del kiosko del castillo. Para mí es la mejor vista de la Hoz del Huecar, por lo que todos los días subimos a este punto. El último día caminamos por el fondo de la otra hoz, la del Júcar, hasta la presa de Las Grajas, por la que se puede realizar un recorrido circular de 7 km por el sendero SL-CU-11. Una forma de comenzar y terminar el viaje con fuerza.

Pasadas las 4 de la tarde, con un intenso calor, empezamos nuestro recorrido por Cuenca, a la que sólo vamos a dedicar esta tarde. Para ello descendemos al fondo de la Hoz del Húecar y subimos al casco antiguo por la “directísima”, la empinada cuesta de la calle San Martín. Un rápido café en una terraza de la Plaza Mayor, junto al Ayuntamiento y nos dirigimos a la Catedral (5€ la entrada), pues los domingos cierra a las 6 de la tarde. Aquí entramos con buen pie, pues nos recibe un donostiarra forofo del Athletic. La Catedral se comenzó a construir en el siglo XII y representa uno de los primeros ejemplos del gótico en España. Merece la pena una detenida visita a su interior, que parece un museo.

Dedicamos el resto de la tarde a recorrer el casco antiguo comenzando por una pintoresca calle, la Ronda Julián Romero, que sube desde la zona de la Catedral hasta el convento de las Carmelitas. Enseguida llegamos al Arco Bezudo, abierto en la muralla y, un poco más arriba, al mirador del kiosko del castillo, donde iniciamos el descenso pasando frente a la iglesia de San Pedro hasta el Ayuntamiento, situado en la Plaza Mayor. Cuenta la ciudad con otras muchas iglesias, edificios, esculturas urbanas y tradicionales comercios y bares de interés, aunque nuestra última cita es en la Torre de Mangana, que ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de la historia. Luego tenemos otra buena subida hasta el Parador.

El 14 de junio tuvimos un día muy intenso, comenzando la actividad con un recorrido circular a pie, de unos 3 km y algo más de una hora de duración, por un lugar que siempre que voy a Cuenca visito, la Ciudad Encantada (entrada 5€). La ruta está perfectamente indicada con balizas de color turquesa en el camino de ida y otras de color rosa en el de vuelta, pudiendo contemplar diferentes formaciones rocosas a las que se han dado nombres de animales y objetos, con paneles que los describen. Su emblema es el Tormo Alto, el primero que aparece en el collage.

Decía que la jornada fue intensa, pues antes de llegar a la Ciudad Encantada repetí visita al Ventano del Diablo, un espectacular mirador natural excavado en la roca, sobre el cañón del río Júcar. Bordeamos el embalse de la Toba y nos dirigimos a la tercera visita, que también repetía, para lo que por un momento volvimos a la provincia de Teruel. Se trata del nacimiento del río Tajo. Junto al lugar en el que brota el agua, se ha levantado un grupo escultórico con una enorme estatua que representa al río, el mapa por donde discurre y los símbolos de las provincias de Teruel (el toro), Guadalajara (el caballero) y Cuenca (el cáliz). El cuarto lugar a visitar tiene dos lugares de interés, el nacimiento del río Júcar y su primer salto de agua, la hermosa cascada del Molino de la Chorrera, a la que se accede por un sendero muy bien acondicionado.

Comemos el bocadillo en un área de pic-nic mientras contemplamos la cascada, pasamos por Tragacete y nos dirigimos hacia el nacimiento del río Cuervo, el tercero que veremos en esta jornada. El entorno está muy bien preparado, con un sendero que a veces cuenta con pasarelas de madera y escaleras. El recorrido circular de tan sólo 1,5 km nos permite acercarnos enseguida ala zona de las cascadas, ahora convertidas en chorreaderos con poco agua. Pese a todo es un lugar lleno de encanto. Caminando en torno a las aguas cristalinas del río, tenemos que subir hasta los 1490 metros de altitud en los que se encuentra el nacimiento, brotando el agua bajo una roca. El lugar merece realmente la pena.

La jornada todavía no ha concluido, pues tenemos el tramo más largo de coche hasta nuestro siguiente destino (casi 75 km), situado cerca de Villalba de la Sierra, población que dista tan sólo 23 km de Cuenca. Se trata de los Callejones de las Majadas, enclave natural situado a 3 km del pueblo del que toma su nombre. Es lo más parecido a la Ciudad Encantada, pero en versión gratuita y más salvaje. Lo ideal es recorrer la Senda de los Callejones, recorrido circular de 3,6 km, balizado con 89 postes indicadores. No lo pudimos realizar completo, pues la tormenta se nos echaba encima, así que optamos por regresar a Cuenca tras una intensa jornada en la que visitamos siete lugares y realizamos 250 km en coche.

Tras la paliza del día anterior, el 15 de junio nos lo tomamos con mucha tranquilidad, desplazándonos 88 km hasta el embalse de Buendía para realizar la original Ruta de las Caras. En un sencillo recorrido de poco más de 2 km, existen tres zonas en las que distintos autores han tallado 18 esculturas en la piedra arenisca de la zona, muchas de ellas de caras. Las primeras fueron realizadas en 1992 por los artistas Eulogio Reguillo y Jorge Maldonado. Para tomar fotos es mejor ir por la tarde. Hace mucho calor, así que regresamos al pueblo de Buendía a tomar algo fresco y recorrer sus lugares de interés, como la iglesia de la Asunción, la Plaza Mayor porticada en la que se encuentra el Ayuntamiento y una puerta de la antigua muralla. Como la temperatura ha subido hasta los 32 grados, hace mucho bochorno y puede haber tormenta, decidimos tomarnos la tarde de descanso sin salir del Parador, aunque antes subimos hasta el mirador del Castillo, con la Hoz del Huécar a nuestros pies, para comer una deliciosa y enorme ensalada y una sepia a la plancha en el Mesón El Torreón.

Cuando el primer día estuvimos en la Oficina de Turismo situada junto al Ayuntamiento de Cuenca, las personas de al lado estaban pidiendo información sobre dos lugares de los que no habíamos oído hablar, así que al día siguiente volvimos para enterarnos mejor y preparar un buen plan para la última jornada conquense, cercano a la capital. El primer lugar son las Torcas de Palancares y Tierra Muerta, grupo de 22 torcas, depresiones del terreno provocadas por el hundimiento de techos de caverna, que se pueden recorrer por senderos balizados. La más hermosa es la del Lobo. Separada del grupo tenemos otra muy interesante, la de la Novia. Parte en coche y parte a pie, nos acercamos a dos pinos singulares, el Candelabro y el Abuelo. Bajo el castillo del Buen Suceso se encuentra el pueblo de Cañada del Hoyo, en cuyas proximidades se encuentra un grupo de lagunas que toman su nombre. A tres de ellas se puede acceder por un cómodo y corto sendero. Son las lagunas de la Gitana y del Tejo y el lagunillo del Tejo. Muy cerca hay otras cuatro, pero se encuentran en el interior de la finca 7 Leguas, que estaba cerrada, pudiendo desde fuera acceder, tras media hora de marcha, a una de ellas, la laguna Llana.

Comimos el bocadillo en una de las mesas próximas a la laguna de la Gitana y regresamos a Cuenca para recorrer por la tarde parte del sendero de la Hoz del Júcar y concluir esta escapada contemplando la Hoz del Huécar, el Parador y la Catedral, desde el mirador del Castillo, tras comer un helado en El Torreón. El 17 de junio tuvimos 564 km, todos por autovía, para regresar a casa. Eso si, con varios chaparrones por el camino. Ya estoy preparando la próxima escapada, también peninsular.

Teruel existe!!!!

Del 10 al 17 de junio hemos vuelto a recorrer parte de las provincias de Teruel y Cuenca a las que hace tiempo que no íbamos. De hecho, a la capital de Teruel no viajaba desde abril de 2011y a la de Cuenca, desde agosto de 2009. Como todavía no estoy muy animado a viajar a destinos lejanos, ha sido una buena ocasión para volver, repetir lugares y conocer otros nuevos. El primer destino ha sido Teruel, ciudad en la que he recogido una queja, la de la Sanidad, pues para muchos especialistas tienen que desplazarse a Pamplona, Zaragoza o Valencia. Como nunca llueve a gusto de todos, los taxistas tienen un buen negocio sin depender del turismo. Y luego los políticos hablan de “la España vaciada”, pero no ponen remedio.

Por tranquilidad he repetido alojamiento en Paradores que, a diferencia del pasado año, con la oferta de primavera estaban muy asequibles. Hemos pasado 8 días pendientes de las tormentas, que hemos conseguido esquivar, así que antes de llegar al Parador de Teruel, sobre el que caía un buen chaparrón, nos detuvimos en un curioso lugar sobre el que ya había descargado la tormenta, el aeropuerto de Teruel, convertido probablemente en el mayor aparcamiento de aviones de todo el mundo. El negocio genera muchos puestos de trabajo y va bien, pues lo están ampliando.

484 km separan Leioa del Parador de Teruel, así que una vez instalados pedimos un taxi que nos lleve al centro, pues andamos justos de tiempo ya que para las 16:30h tenemos reservada la visita guiada al Mausoleo de los Amantes, la iglesia de San Pedro, el claustro y la subida a la torre, todo en el mismo recinto, que se efectúa llamando al teléfono 978 61 83 98. El precio es de 10 € y el horario, todos los días de 10:00h a 14:00h y de 16:00h a 20:00h. Además de poder contemplar algo tan emblemático como es el Mausoleo de los Amantes de Teruel, Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, la entrada completa incluye la iglesia de San Pedro, excelente ejemplo del mudéjar aragonés del siglo XIV, contemplar el retablo mayor y el claustro y, finalmente, subir a lo alto de la torre de 25 metros de altura, del siglo XIII, la más antigua de las torres mudéjares turolenses.

La arquitectura mudéjar de Aragón forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1986. Ya hemos visto una de estas joyas, la iglesia de San Pedro, así que, aunque sea por fuera, nos disponemos a contemplar los otros tres edificios que en Teruel forman parte de esta selecta lista, comenzando por la Catedral de Santa María de Mediavilla, en la que destaca la torre mudéjar de 1257. De allí nos dirigimos a la Torre de San Martín, de 1316, y a la Torre de la iglesia del Salvador, del siglo XIV, donde recibí una agradable sorpresa pues, en el balcón de una vivienda casi anexa, tenían una bandera del Athletic. También nos acercamos al Portal de Daroca, perteneciente a la antigua muralla.

Concluida la visita a lo más interesante de Teruel, nos dirigimos a su centro emblemático a tomar un helado en una terraza, pues la tarde está muy bochornosa. Se trata de la plaza del Torico, en la que las terrazas se encuentran a tope de gente, sucediendo lo mismo en las calles adyacentes. Aprovechamos para contemplar el otro emblema de la ciudad, la Fuente del Torico, coronada por la imagen de un pequeño toro y cuatro cabezas de toro escupiendo agua. En la plaza está también la monumental Casa El Torico, de 1912, de donde nos desplazamos a otros interesantes lugares como el Ayuntamiento, el Palacio de la Comunidad y los situados en torno a la plaza de San Martín. En taxi regresamos al Parador, salvándonos por los pelos de otro chaparrón.

Debido a la previsión de tormentas, el 11 de junio tenemos que cambiar de planes, sustituyendo la sierra de Albarracín por la de Gúdar. Nuestro primer destino es la estación de esquí de Aramón Valdelinares, de donde nos desplazamos al collado de la Gitana, que identificamos por una cruz, punto de partida para subir al techo de la provincia de Teruel, el monte Peñarroya (2028 m). A partir del collado de la Imagen no hay una sola indicación, así que tenemos que subir casi trepando por el pinar hasta llegar a la cima. No es de extrañar que en lo alto haya dos miradores, pues descubrimos que podríamos haber llegado en coche por una pista. También descubrimos por casualidad un casi escondido sendero que nos facilita el descenso con más comodidad, realizando la ida y vuelta en hora y media. Nos acercamos a tomar un vino a Valdelinares, el municipio español situado a mayor altitud (1692 m). En nuestro descenso descubrimos el Área Pino del Escobón (1340 m), donde aprovechamos para comer el bocadillo, deteniéndonos luego un par de veces para fotografiar un coqueto pueblo, Linares de Mora.

En Rubielos de Mora comienza la parte cultural del día, pues está considerado uno de los más bonitos pueblos de España. La verdad es que nos ha encantado. De las siete antiguas entradas al recinto amurallado, sólo se conservan dos, el Portal del Carmen, por el que accedemos, y de San Antonio, en el que concluimos la visita. Nada más entrar al recinto amurallado nos encontramos ante el convento del Carmen y el Hotel de la Villa, entre los que se encuentra el Monumento al Toro Embolado, obra del escultor rubielano Gonzalvo Vives. Nuestro paseo monumental continúa entre imponentes edificios, que en su mayoría parecen casas solariegas o palacios, destacando también la iglesia de Santa María la Mayor, la Casa Consistorial, renacentista del siglo XVI, y la antigua Lonja del pueblo, junto a la que tomamos el café.

La siguiente cita la tenemos a sólo 13 km, en Mora de Rubielos, capital de la comarca Gúdar-Javalambre, en la que llama la atención la grandiosidad del Castillo Palacio de los Fernández de Heredia, uno de los mejor conservados de Aragón, en el que la parte más antigua data del siglo XII y corresponde al estilo románico. Otro monumental edificio es la Ex-Colegiata de Santa María, templo gótico del siglo XV. Junto a su portada se encuentra el bar El Escalón, lleno de sabor tradicional en el que tomamos otro café y, a un paso, el Portal de Cabra, abierto en la muralla. También me ha gustado el Ayuntamiento, de estilo herreriano de la primera mitad del siglo XVII. No ha estado nada mal este segundo día, en el que hemos visto muchos campos de amapolas, esquivado las tormentas y recorrido 165 km.

Iniciamos una nueva jornada con una buena previsión meteorológica, así que optamos por la zona de Albarracín, deteniéndonos en primer lugar en un sitio del que nunca había oído hablar, el Mirador de las Tajadas. Descendiendo al barranco del mismo nombre, accedemos a un lugar lleno de encanto, los Pinares de Rodeno, por el que hay varios senderos balizados, uno de los cuales lleva a los abrigos del Huerto y la Parideras, donde podemos contemplar varios dibujos del arte rupestre levantino. Nuestro destino es el pueblo de El Vallecillo, pero poco antes de llegar nos detenemos para contemplar la hermosa cascada del Molino de San Pedro, por la que se precipita el río Cabriel, a cuyo nacimiento iremos a continuación, accediendo por una pista hasta los “Ojos del Cabriel”, donde el río empieza a tomar un caudal más visible. Un breve paseo nos permite acercarnos a la cascada del Molino de la Herrería, en la que el río se precipita por primera vez.

Volvemos a los Pinares de Rodeno, pero en esta ocasión a la zona situada a 4 km de Albarracín, junto al Centro de Información de los abrigos del Navazo, donde existen mesas y zona de asadores. Es un buen sitio para comer el bocadillo, aunque como es sábado, la zona está muy concurrida. Sin embargo, en Albarracín vemos menos gente por la tarde, así que disfrutamos caminado por sus empinadas calles que recorren el recinto amurallado, subiendo primero hasta la Plaza Mayor y luego hasta la Catedral de El Salvador, desde cuyo entorno se tiene una magnífica vista del centro histórico perteneciente a uno de los pueblos más bonitos de España y, desde luego para mí, el más hermoso de la provincia de Teruel. El aparcamiento es de pago, pero nos da tiempo para tomar un café mientras recuerdo nuestra última estancia en esta población, en invierno con 8 grados bajo cero, cuando casi hacían falta los crampones para caminar por sus calles.

Hemos dejado para el final una visita que no teníamos prevista y que no pudimos realizar el día anterior debido a la tormenta. Se trata de un lugar del que nunca había oído hablar y de cuya existencia supimos el día anterior gracias a que mi mujer se lo oyó comentar a un señor en la terraza del bar en Mora de Rubielos. Se trata del Castillo Peracense, uno de los castillos más originales y mejor conservados de Aragón, así como uno de los monumentos de mayor interés patrimonial y paisajístico de Teruel. Situado en el municipio del mismo nombre, es una fortaleza construida entre los siglos XII y XIV, cuya visita merece realmente, especialmente por la tarde, debido a los tonos que toma con el sol del atardecer. A partir de julio abre a diario de 10:30 a 14:00 y de 16:00 a 21:00 horas. La entrada cuesta 3,50€. Con esta visita concluye nuestra apresurada visita a Teruel, tras recorrer hoy 220 km.

El 13 de junio abandonamos Teruel con destino a Cuenca, donde pasamos las cuatro siguientes noches. Tenemos por delante 153 km, pero aquí no hay autovía. De lo visitado en esa provincia os espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

La vuelta a Irlanda (y 3): De Derry a Dublín

Continúo el relato del viaje a Irlanda realizado del 6 al 20 de junio de 2016, que dejaba la pasada semana en Derry, la segunda ciudad más poblada de Irlanda del Norte.

15 de junio. Le hemos pedido a la encargada del Amore Bed & Breakfast que nos recomiende un lugar para pasar la mañana y nos propone ir al extremo norte de la isla, regresando a territorio irlandés. Se trata de Malin Head (Cionn Mhálanna), un cabo que marca el punto  más septentrional de la isla de Irlanda, un lugar lleno de encanto situado a tan sólo 52 km de Derry, al que llegamos bordeando el fiordo Lough Swilly, contemplando hermosas vistas y numerosas ovejas pastando. Previamente visitamos un lugar que nos quedó pendiente el día anterior, Grianán Ailigh, un fuerte circular de piedra que se cree que fue construido entre los siglos VI-VII, situado a un paso de Irlanda del Norte.

El 15 de junio nos desplazamos de Derry a Belfast efectuando varias paradas por el camino, siendo la primera cuando llevamos 45 km, al ver una cascada al borde de la carretera y poco más adelante en la gran playa Benone Beach, desde donde se contempla nuestro siguiente destino, Downhill Demesne, una enorme finca que cuenta con los restos de una mansión de finales del siglo XVIII y un coqueto edificio levantado sobre el acantilado, el Mussenden Temple. 20 km más adelante nos detenemos para contemplar las ruinas del Dunduce Castle, construido al borde del acantilado en el siglo XIV.

Enseguida llegamos a la siguiente cita, que también la tenía marcada en rojo en nuestro programa, pues era de las cosas que más ganas tenía de conocer. Se trata de La Calzada del Gigante (The Giant’s Causeway), declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, a la que se accede previo pago de 8,50 libras. Se ha convertido en una máquina de hacer dinero, pues es un lugar muy concurrido, fruto de colisiones volcánicas que ardieron y después se enfriaron hace 60 millones de años. La lava se ha convertido en 40.000 columnas de basalto. Disfrutamos del lugar con tranquilidad, renunciando a más visitas este día, conformándonos con ver en la distancia Carrick-a-Rede Bridge, un acantilado y un puente que lo une con un islote. La entrada cuesta 13 libras. Como comenté al principio, aquí nada es barato.

La dos siguientes noches las pasamos en Belfast, en el Balmoral Hotel ***. Por primera vez en diez días no voy a tener que conducir, pues vamos a dedicar toda la jornada a recorrer la ciudad más poblada de Irlanda del Norte, desplazándonos en el autobús urbano hasta la enorme mole que es el Ayuntamiento, donde iniciamos nuestro recorrido a pie hasta la gran atracción de la ciudad, el Museo Titanic, en recuerdo del trasatlántico construido en esta ciudad. Al lado se encuentra el barco de vapor SS Nomadic, botado en 1911 y, muy cerca, “The Big Fish”, figura de cerámica de un pez, de 10 metros. También llama nuestra atención la escultura Beacon of Hope y el Albert Clock, la Torre del Reloj local.

Visto lo que nos parecía más interesante, caminamos ahora sin rumbo fijo y nos topamos con Commercial Court, una callejuela escondida, ahora casi sin vida, pero que constituye el corazón del Belfast nocturno, además de ser un excelente lugar para ver arte urbano. Pasamos ante St Anne’s Catedral y nos volvemos a detener, casi por casualidad, en la Queen’s University, en la que realizan un reportaje fotográfico. Estamos llegando a la zona de la Ópera, cuando empieza a llover. Se ha echado la hora de comer, así que aprovechamos para entrar en uno de los pubs. La gente se toma una cerveza mientras contempla uno de los partidos de la Eurocopa, en la que participan las dos Irlandas, Inglaterra y Gales.

No nos podemos quejar del tiempo que hemos tenido durante el viaje, pues aunque ha llovido casi todos los días, en los momentos clave la lluvia nos ha respetado, pero no ha sido así en la tarde pasada en Belfast, que hemos reservado para recorrer la zona de “The Murals” entre chaparrón y chaparrón. Recuerda la época de violencia del conflicto entre protestantes y católicos, en la que se levantaron muros para dividir los barrios, convertidos en la actualidad, junto a muchas fachadas de casas, en murales que dan fe de los sucedido, principalmente en las calles Shankill road, Falls road y Divis street.

Debo decir que las carreteras han mejorado mucho desde que estamos en Irlanda del Norte y el último día realizamos casi todo el viaje por autopista, así que los 232 km previstos para hoy me saben a poco. Nos dirigimos en primer lugar a Cranfield Point (84 km), el punto más meridional de Irlanda del Norte, ubicado en la desembocadura de Carlingford Lough, una especie de fiordo de cuyas aguas emerge majestuoso el Haulbowline Lighthouse, faro de 34 metros de altura inaugurado en 1824. Muy cerca nos volvemos a detener atraídos por un buen grupo de ciervos que hay en Ballyedmond castle.

La visita importante de la jornada la tenemos a unos 50 km antes de Dublín. Se trata de Brú na Bóinne, que significa Palacio del Boyne, uno de los dos lugares existentes en Irlanda que forman parte del Patrimonio de La Humanidad de la UNESCO, que presume de ser la mayor colección de arte megalítico en Europa Occidental. Comprende tres yacimientos, aunque se visita sólo dos, a los que hay que desplazarse en minibús desde el centro de visitantes. Se trata de Knowth y Newgrange, el más conocido, un túmulo de 80 metros de diámetro y 13 de altura, que tiene en su interior una tumba de corredor neolítica.

Al final nos ha pillado el toro y tengo que poner el coche a más de 100 km/h para regresar a Dublín, eso sí, por autopista, pues tenemos que ir hasta el Campus de la Dublin City University, donde pasaremos las tres últimas noches del viaje, para dejar los equipajes y desplazarnos luego al cercano aeropuerto para devolver el coche antes de las 19:00 h. En Dublín no lo vamos a necesitar. Por cierto, por una habitación espartana con baño en una especie de residencia de estudiantes, con desayuno incluido, pagamos 100 € la noche. En el centro todo era mucho más caro. Como requiere más espacio, he dejado Dublín para una próxima entrega, pero os dejo un avance en imágenes.

20 de junio. El viaje toca s su fin. Hemos disfrutado mucho en estos 15 días, que nos han sabido a poco. A las 13:10 tiene prevista la salida el vuelo EI748 de Aer Lingus, con destino al aeropuerto de Bilbao. Siempre cojo pasillo, pero el vuelo va bastante vacío y poco antes de aterrizar puedo acercarme a la ventanilla y contemplar la rara maniobra que me parece que realiza el avión, pues ante mis ojos van apareciendo sucesivamente Lekeitio, Ondarroa, Mutriku y Deba (de oeste a este), antes de enfilar hacia el Duranguesado y el Txorierri.

Importante: En parte de la autopista de circunvalación M50 que rodea Dublín funciona un sistema de peaje sin barreras. En vez de pagarlo en una cabina, el sistema registra el paso fotografiando la matrícula del vehículo, disponiendo hasta las 20:00 h del día siguiente para efectuar el pago en kioskos y otros locales autorizados.

La vuelta a Irlanda (2): De Killarney a Derry

Continúo el relato del viaje a Irlanda realizado del 6 al 20 de junio de 2016, que dejaba la pasada semana en el monasterio agustino de Adare. Para hoy tenemos 275 km hasta Galway. Cuando llevamos recorridos casi la mitad, volvemos a realizar una nueva parada, larga en esta ocasión, para visitar el Bunratty Folk Park y el castillo del mismo nombre, construido en 1425, que forma parte del mismo recinto al que se accede previo pago de una entrada que cuesta 15,25 €. El castillo está muy bien restaurado y su interior ha sido amueblado con tapices y objetos de los siglos XIV a XVII. El parque folklórico de Bunratty es la reproducción de un pueblo campesino del siglo XIX, que cuenta con iglesia, escuela, tiendas, pub, un molino hidráulico y varias granjas. También vimos a algunos de sus habitantes.

65 km después volvemos a realizar otra larga parada en los Acantilados de Moher (Cliffs of Moher / Aillte an Mhothair), que se elevan 120 metros sobre el océano Atlántico y se extienden a lo largo de 8 kilómetros hasta alcanzar una altura de 214 metros. En mi opinión son los acantilados más hermosos que hemos visto en el viaje. La entrada cuesta 10 € y se accede por el centro de visitantes, de donde parte una red de senderos de unos 750 metros, que nos permiten recorrer el acantilado y subir hasta la Torre de O’Brien (O’Brien’s Tower), convertida en un excelente mirador.

El día está resultando muy completo y todavía nos quedan tres paradas antes de llegar a Galway, siendo la primera en Kilfenora (Cill Fhionnúrach), conocida como la “ciudad de las cruces”, por las cinco cruces celtas que se conservan, siendo la más importante la Doorty’s Cross, coronada por un Cristo vestido de obispo. De allí nos dirigimos al dolmen de Poulnabrone (Poll na mBrón, «agujero de penas»), cuya antigüedad se sitúa entre los años 4200 y 2900 aC. La última parada fue cerca de Kinvara, en Dunguaire Castle, del siglo XVI, que presume de ser el castillo más fotografiado de Irlanda.

Estamos en la costa oeste de Irlanda, a la altura de Dublín, en la ciudad de Galway (Gaillimh), en la que iniciamos una nueva fase del viaje, pues a partir de ahora pasaremos dos noches en el mismo alojamiento, en este caso el confortable Kilbree House B&B ****. Aunque hasta la tarde del 12 de junio no la dedicamos a recorrer la ciudad, os comento que tiene mucho ambiente y numerosos pubs. En uno de ellos escuchamos música en directo. Atravesada por el río Corrib, cuenta con notables edificios como la Catedral, el Lynch’s Castle y el Spanish Arch, que recuerda a los barcos españoles que llegaban a este puerto en los siglos XV y XVI.

Para el 12 de junio, antes de visitar Galway, tenemos una intensa jornada en la que tenemos previsto recorrer 175 km, comenzando por el Parque Nacional de Connemara (Páirc Naisiúnta Chonamara), uno de los seis con que cuenta Irlanda, en el que llaman nuestra atención los lagos, las ovejas con cuernos y la escultura del Gigante de Connemara. La siguiente cita la tenemos a 20 km, en la Kylemore Abbey (Mainistir na Coille Móire), convento de monjas benedictinas fundado en 1920 sobre la base del castillo de Kylemore. Merece la pena visitar su interior y el parque que la rodea, donde vemos una pequeña Catedral neogótica y la curiosa escultura de una mano.

Continuamos 31 km hasta el lago Loch Na Foie (Loch na Fuaiche), circulando por una carretera muy estrecha, como podéis ver en la foto, algo a lo que ya me he acostumbrado. 20 km después tenemos otra interesante visita a la población de Cong (Conga), antigua capital de la región de Connemara, famosa por las películas “La chica del millón de dólares” y sobre todo “El hombre tranquilo”, en la que John Wayne corteja a la pelirroja Maureen O’Hara, escena que se recuerda con una escultura. Merece la pena visitar Cong Abbey, iglesia del siglo VII que ha sufrido distintas reconstrucciones a lo largo de su historia, para luego caminar por el parque y a orillas del río, ambos lugares muy relajantes.

Antes de regresar a Galway, a 2 km tenemos una visita obligada. Se trata del Castillo de Ashford, situado a orillas del lago Corrib y originario del siglo XIII, aunque reconstruido y ampliado en 1852 por Benjamin Guinness. El castillo es actualmente un hotel de cinco estrellas (950 € dos noches para estas fechas), al que dudábamos que nos dejaran acercarnos los guardas, pero por su parte trasera conseguimos infiltrarnos incluso en su interior. La película “The Quiet Man”, fue rodada en Ashford, apareciendo en ella muchas partes del castillo y de la vecina localidad Cong.

Menos mal que ya me he acostumbrado a conducir por la izquierda, pues el 13 de junio tenemos 390 km hasta Derry, así que en la ruta sólo visitaremos dos lugares, comenzando con la Glencar Waterfall (Ghleann an Chairthe), cuando llevamos 150 km de viaje. Procuro poner la denominación inglesa e irlandesa, para facilitar la búsqueda. Tan sólo tenemos que caminar unos 5 minutos para llegar a esta cascada de 15 metros de caída. Cuando llevamos recorridos 265 km y estamos en el noroeste de la isla, en el condado de Donegal, nos volvemos a detener para recorrer Slieve League (Sliabh Liag), unos acantilados bastante desconocidos, pese a ser los más altos de Irlanda y dicen que los segundos de mundo, pues superan los 600 metros de altura, es decir tres veces los famosos acantilados de Moher.

Con tiempo justo para buscar restaurante para cenar llegamos a Derry, donde pasaremos dos noches en el Amore Bed & Breakfast ***, como siempre con desayuno inglés incluido. No hemos percibido ni rastro de la antigua frontera pues, aunque todavía no lo he dicho, estamos en Irlanda del Norte. Aunque Derry no lo visitamos hasta el día siguiente por la tarde, os comento que los británicos le llaman Londonderry. La ciudad se sitúa a orillas del río Foyle, atravesado por el puente de la Paz y al que se asoma el edificio que más me gustó, el Ayuntamiento (Guildhall). Cuenta con notables edificios y esculturas urbanas, pero me quedé con la imagen de las señales con prohibiciones y multas, como la zona libre de alcohol, en la que te pueden multar con hasta 500 libras si infringes la norma.

Como ya he comentado con anterioridad, las ciudades no nos interesaban demasiado, pero en Derry queríamos conocer la historia del conflicto entre católicos y protestantes, que todavía viven en barrios separados. El barrio más conocido de la ciudad es el de Bogside, donde ocurrieron los hechos del Bloody Sunday. Es un barrio católico donde comienza lo que los irlandeses católicos llaman el Free Derry, porque está libre de británicos. Da un poco de morbo e impacta a la vez recorrer Free Derry, por la crudeza de algunos de sus numerosos murales que me entretuve en fotografiar. Son conocidos como «The Murals«.

Hemos llegado ya al norte de la isla, pero todavía nos queda por delante una semana de viaje, de la que os hablaré en la próxima entrega. El viaje continúa.

La vuelta a Irlanda (1): De Dublín a Killarney

Junio es un buen mes para viajar a Irlanda, ya que los días son muy largos por lo que, dado que en primavera el tiempo es muy variable, con tantas horas de sol puedes encontrar en la misma jornada todas las estaciones. El viaje que os comienzo a relatar lo realizamos hace 5 años, del 6 al 20 de junio. Espero que de nuevo la compañía irlandesa Aer Lingus, perteneciente al grupo IAG, vuelva a operar los vuelos directos entre Bilbao y Dublín, pues el viaje es muy cómodo, ya que sólo tarda un par de horas. En el aeropuerto recogemos el Ford Focus que hemos alquilado en Europcar y, para no complicarnos la vida, nos alojamos a tan sólo 5 km del aeropuerto, en el Metro Hotel Dublin Airport *** (https://www.metrohoteldublinairport.com/). De esta forma, no tenemos que entrar y salir de Dublín, cuando al día siguiente iniciemos la ruta. Pronto empezamos a percibir que Irlanda no es un país barato.

El 7 de junio comenzamos la ruta circulando por la Great Military Road, que atraviesa el Wicklow Mountains Nacional Park, circulando por un entorno precioso cuando deja de llover y desparece la niebla, pues menudo comienzo hemos tenido, ya que al aspecto climatológico hay que añadir que la carretera es muy estrecha y que hay que circular por la izquierda, cosa que hasta ahora sólo había hecho en la escocesa isla Skye, en la que había lugares para cruzarte con otros vehículos. Menos mal que hay muy poco tráfico, pues me tengo que parar cada vez que viene alguien de frente. Nuestro primer destino es uno de los lugares más auténticos que veremos en el viaje. Se trata de Glendalough (Gleann da Locha en gaélico), un conjunto monacal creado por San Kevin en el siglo VI, aunque la mayoría de los edificios fueron construidos entre los siglos VIII, y XII siendo restaurados en el XIX. Entre sus edificios destacan la torre cilíndrica de 33 metros de altura, la Catedral y la iglesia de St Kevin´s.

Continuamos circulando 94 km hacia el sudeste, ahora por una carretera mejor, la M11, hasta nuestro siguiente destino, Wexford Wildfowl Reserve, una zona de marismas de 1.000 hectáreas, ganada al mar en el siglo XIX y ubicada en el estuario del río Slaney. Hoy es un santuario de aves silvestres de renombre internacional, por las grandes bandadas de gansos, patos y aves zancudas que pasan aquí el invierno, destacando los 8.500 ejemplares, el 45% de la población mundial, de ganso de frente blanca de Groenlandia, algunos de los cuales podemos ver y muy de cerca. Una gozada de lugar sin gente.

Para primer día, 200 km circulando por la izquierda no está nada mal, así que para esta noche hemos elegido para pernoctar el pequeño pueblo pesquero de Kilmore Quay, que cuenta con una gran actividad de pescadores, donde pasamos lo que queda de tarde y acudimos a cenar, ye que nuestro alojamiento es un Bed and Breakfast, el lujoso Mill Road Farm B&B ****, que se encuentra en una granja lechera a 2 km del pueblo, en una zona de interior rodeada de casas tradicionales de techo de paja. Al día siguiente, por primera vez nos obsequiamos con el tradicional desayuno irlandés, a base de huevo frito, salchichas, bacón, lomo, morcilla, tomate y champiñón. No está nada mal, pues hoy no podremos comer de fundamento.

El 8 de junio lo tengo marcado en rojo en el calendario, pues para mi es el día más importante del viaje, ya que espero ver de cerca frailecillos, encantadora ave que se me ha resistido por dos veces en Islandia, donde sólo la he podido ver en el mar. Eso sí, hace falta que haga buen tiempo y haya barco para ir a la isla Saltee, cercana a de Kilmore Quay. Las Saltee islands son el mayor santuario de aves de Irlanda, contando con alcatraces, gaviotas, gaviones Atlántico, frailecillos, cormoranes, alcas y araos, logrando ver de todas en gran cantidad. A los simpáticos frailecillos los tuve junto a mis pies. ¡Qué gozada! Hay que advertir que la isla está deshabitada y no cuenta con embarcadero ni ningún lugar en el que refugiarse en caso de lluvia. Además, los propietarios sólo permiten la estancia entre las 11:30 y las 16:30 h.

Al final se nos hizo tarde, pues nos tuvieron que llevar en zodiac hasta el barco y luego regresar a Kilmore Quay, tomar un café, recoger el equipaje y cubrir los 178 km que nos separaban de Cork, cruzando un fiordo en un ferry y deteniéndonos en Dungarvan. Total que no nos dio tiempo a ver Cork (Corcaigh), la segunda ciudad más poblada del país, que cuenta con numerosos edificios de estilo georgiano, limitándonos a una breve visita al día siguiente, con especial atención al mercado. Como hicimos en Dublín, para evitar complicaciones la noche la pasamos en el Cork Airport Hotel ****, dirigiéndonos al centro en el autobús del aeropuerto.

Llevamos tres días de viaje y ya nos hemos mentalizado de que va a ser imposible cumplir el programa previsto, pues las carreteras no se parecen en nada a las nuestras. Al no ser rutas entre ciudades, viajamos por carreteras secundarias bastante estrechas. Tras la apresurada visita a Cork y el habitual recorte, el 9 de junio tenemos por delante 267 km hasta Killarney (eran 380), con  tres paradas: Baltimore (castillo Dún na Séad y curioso faro de 15 metros sobre el acantilado), el dolmen Altar Wedge Tomb (2500-2000 aC) y el hermoso acantilado de Mizen Head y su espectacular puente. Estamos ya en el extremo suroeste de la isla.

El 10 de junio decidimos recortar kilómetros y tomarlo con tranquilidad, así que partiendo del Hotel Killarney *** sólo haremos en coche 74 km, dedicando buena parte del tiempo a recorrer el Killarney National Park y el lago Leane, caminando hasta la cascada Torc Waterfall y subiendo al mirador Ladies Wiew, desde el que se tiene una espectacular vista del parque. Pensábamos haber recorrido con el coche el famoso Anillo de Kerry, visitando cinco pueblos, pero nos hemos quedado con el primero, Kenmare, que parece el más interesante.

De regreso a Killarney (Cill Airne), nos detenemos en un lugar que tiene muy buena pinta, Muckross House, en el que pasamos buena parte de la tarde, pues tiene muchísimas cosas que ver. Situada a 6 km de la ciudad, entre los lagos Muckross y Lough Leane, se trata de una enorme mansión construida en 1843, en cuyo entorno se ha creado una especie de museo etnográfico al aire libre, con numerosas construcciones tradicionales, antiguos medios de transporte y granjas con sus animales. Merece la pena pagar los 7 € que cuesta la entrada.

A menos de 3 km de Killarney realizamos la última parada de la jornada en Ross Castle (Caisleán an Rois), coqueto castillo de finales del siglo XV, situado a orillas del lago Leane, en el parque nacional de Killarney. En verano se puede efectuar recorridos por su entorno en barca y en unas curiosas calesas. Es un excelente lugar para concluir una jornada, en la que amenazaba lluvia, pero el tiempo se ha portado, pudiendo disfrutar de hermosos paisajes.

Iniciamos la larga jornada del 11 de junio deteniéndonos cuando llevamos algo más de 90 km en Adare, atraídos por el monasterio agustino situado al borde de la carretera, lo que nos impedirá visitar Limerick (Luimneach), la tercera ciudad más poblada del país. Ésta será la dinámica habitual del viaje, pues hemos llegado a la conclusión de que preferimos los pueblos pequeños y la naturaleza a las grandes poblaciones. Y como para todo no da tiempo… El viaje continúa, pero de ello os hablaré en la próxima entrega.

Escapada extremeña (y 2): La Sierra de Gata

Concluyo el relato iniciado la pasada semana de la última escapada realizada por tierras extremeñas del 12 al 18 de mayo pasado. De Plasencia nos trasladamos a Valverde del Fresno, población en la que pasamos las tres últimas noches, con objeto de recorrer la Sierra de Gata, comarca ubicada en el extremo noroeste de la provincia de Cáceres, entre la provincia de Salamanca, Las Hurdes y Portugal. Tiene una población de unos 22.000 habitantes, repartidos en pequeños pueblos, con Hoyos como capital comarcal. De no ser porque es de esta comarca una amiga de mi mujer, quien nos animó a realizar el viaje, nunca había oído hablar de la Sierra de Gata, que la asociaba al cabo almeriense. Poco a poco, este desconocido territorio se va dando a conocer, visto los numerosos alojamientos rurales existentes. Pronto percibimos una curiosidad de esta comarca, pues observamos que en algunos pueblos los nombres de las calles son bilingües, ya que en algunos municipios, como San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno se habla la fala, lengua romance del subgrupo galaico-portugués, por lo que el nombre de este último municipio es Valverdi du Fresnu en fala.

Siguiendo la recomendación de Inma, las tres noches las hemos pasado en el Hotel Rural A Velha Fábrica ****. D Miguel Robledo Carrasco, 24. Valverde del Fresno. Tel 927 511 933 (https//avelhafabrica.es). Se levanta sobre los restos de una antigua fábrica textil, aceite de oliva y jabón y posee todo tipo de comodidades, una amplia terraza, piscina y un buen restaurante, del que no olvidaremos fácilmente la crema de boletus, las croquetas y los excelentes desayunos. En la vieja chimenea anida una familia de cigüeñas.

Comenzamos el 16 de mayo con una ruta a pie, de unas dos horas de duración, que parte del pueblo que da nombre a la sierra, Gata. Había leído que se trataba de una ruta circular señalizada, pero de eso nada, aunque se puede lograr el mismo resultado saliendo de la ermita del Humilladero, del siglo XVI, descendiendo al fondo del valle para luego subir por una empedrada pista hasta el puerto de la Cruz de Piedra. Salimos a la carretera y tenemos que preguntar a una chica que pasaba por allí, por dónde sigue la ruta. Tenemos que seguir hacia el Puerto Castilla por una sosa pista, rodeada de pinares y grandes bloques graníticos. Al llegar al alto vemos nuestro destino, las ruinas del castillo de La Almenara. El descenso es mucho más hermoso y señalizado (unos 3 km), siguiendo el camino La Manforta, un sendero rodeado de vegetación.

Es ya mediodía cuando llegamos de nuevo a Gata, coqueto pueblo que cuenta con dos interesantes edificios, la iglesia de San Pedro y la especie de casa torre que alberga en su esquina la monumental Fuente del Chorro, del siglo XVI, que luce el escudo de armas del rey Carlos I. En el entrono más hermoso del pueblo tenemos dos plazas, la de las Órdenes Militares y la de la Constitución. A ésta se asoma el Ayuntamiento y varios bares, optando por el Gastrobar Los Portales, donde degustamos su especialidad, las croquetas, regadas con unos verdejos.

Hoy comemos el bocadillo en un área de pic-nic del vecino pueblo de Torre de Don Miguel, de donde nos desplazamos a nuestra siguiente cita, Descargamaría, pueblo que pasamos de largo para dirigirnos a su piscina natural, algo muy arraigado en muchos pueblos de Extremadura, pues sirven para calmar el calor del verano. La piscina de Descargamaría presume de ser la más artística de Extremadura, ya que sus bancales están recubiertos de una artística cerámica esmaltada, que dan un toque modernista y colorista al paso del río Árrago.

A poco más de 2 km tenemos el pueblo en el que pasaremos el resto de la tarde, Robledillo de Gata. Dicen que es el más hermoso de la Sierra de Gata y, en mi opinión, el más auténtico, por la forma en la que se conservan sus edificios de curiosa arquitectura y sus empedradas calles, alguna tan estrecha que recibe el nombre, y valga la redundancia, de calle Estrecha. Cuenta con notables edificios como la iglesia de Ntra Sra de la Asunción y el Ayuntamiento, además del Museo del Aceite Molino del Medio, un molino de origen medieval del siglo XII. Como  se ha echado la hora del café, qué mejor lugar para tomarlo que La Bodega del Marqués, que parece anclada en un tiempo  pasado.

El 17 de mayo iniciamos la jornada en otro hermoso pueblo, San Martín de Trevejo, en el que iremos descubriendo diferentes joyas de la arquitectura medieval, con casas realizadas adobe, entramados de madera y piedra. También contemplamos comercios y tabernas llenas de encanto, a la vez que percibimos el bilingüismo con el que están rotuladas sus calles, que tienen un pequeño canal en el centro para que fluya el agua. Hoy vamos a realizar a pie parte de la Ruta A Fala, nombre que recibe la otra lengua que se habla aquí. Al concluirla regresaremos a tomar un vino en la Plaza Mayor, a la que se asoman el Ayuntamiento y la iglesia de San Martín de Tours.

Abandonamos San Martín de Trevejo por la calle del Puerto para iniciar la Ruta A Fala caminando por la calzada romana que asciende hasta el puerto de Santa Clara, límite con la provincia de Salamanca, contemplando las plantaciones de olivos y el pueblo que va quedando a nuestros pies. Pronto entramos en un pinar y, cuando llevamos unos 45 minutos de marcha, alcanzamos nuestro objetivo, el castañar de «Los Ojestos», considerado el más extenso de Extremadura, en el que destacan dos grandiosos castaños conocidos como «Los Abuelos». Para alargar el paseo, regresamos por la Ruta entre ríos y bosques, mucho menos interesante, que concluye en la parte baja de San Martín de Trevejo, donde se encuentran el convento de San Miguel, del siglo XV y la ermita de la Cruz Bendita.

Repetimos con el verdejo en la Plaza Mayor y continuamos la ruta, ahora en coche, hasta un área de pic-nic que hay pasado Villamiel. Hoy comemos el bocadillo con una espectacular vista a nuestro siguiente destino, Trevejo, una pequeña aldea en la que creo que sólo viven dos vecinos, siendo el resto casas rurales. Un busto recuerda a Adoración González Estévez, por la promoción de esta pedanía, sobre la que se alza su gran símbolo, una antigua fortificación de origen árabe que se encuentra en ruinas y tiene a sus pies la ermita de San Juan Bautista, rodeada de tumbas antropomórficas. Es un magnífico broche a nuestro periplo por la Sierra de Gata.

Para rememorar que la declaración del estado de alarma el 14 de marzo de 2020 nos pilló en Portugal, de donde regresamos precipitadamente a casa, decidimos concluir la jornada en un pueblo portugués vecino de la Sierra de Gata, Penamacor, que se encuentra a 32 km de Valverde del Fresno. Cuando estamos llegando a esa localidad recibimos un mensaje de Inma que nos recomienda ir a Monsanto, pues le parece más interesante, así que sobre la marcha cambiamos la ruta. Monsanto está considerada “la aldea más portuguesa de Portugal”, luciendo como reconocimiento un gallo de plata situado en lo alto de su Torre del Reloj o Torre de San Lucas, del siglo XIV. Menos mal que es lunes y no hay gente, pues en este pueblo resulta casi imposible aparcar, máxime si quieres hacerlo en un punto alto, pues las casas están literalmente incrustadas en la montaña granítica, en cuyo punto culminante se encuentra una fortaleza que ha pasado por muchas vicisitudes a lo largo de la historia. La visita a este pueblo, lleno de rocas y flores, merece realmente la pena.

38 km nos separan de Valverde del Fresno y para el día 18 de mayo tenemos 558 km hasta Leioa. Hemos disfrutado mucho de esta escapada cacereña, especialmente de los espacios naturales que hemos recorrido en compañía de nuestros amigos de Rivas Vaciamadrid.

Aunque pensaba que hasta septiembre no me tocaría, el sábado me pusieron la segunda dosis de la vacuna, así que pronto podré viajar con mayor tranquilidad.

Escapada extremeña (1): Plasencia, el valle del Jerte y el Parque Nacional de Monfragüe

Han tenido que pasar más de seis meses, desde comienzos de octubre, para que pudiera contar “casi en directo”, una nueva escapada. En aquella ocasión fue de tan sólo tres días a la provincia de Segovia. Ahora, con el final del confinamiento, hemos pasado siete días en Extremadura, del 12 al 18 de mayo, y, más en concreto, en el norte de la provincia de Cáceres, pernoctando las tres primeras noches en Plasencia, para pasar un día en el valle del Jerte, repleto de cerezas y de agua, y otro en el Parque Nacional de Monfragüe. Las otras tres noches las pasamos en Valverde del Freno, punto de partida para recorrer la sierra de Gata, un lugar completamente desconocido para nosotros, del que hablaré la próxima semana.

542 km separan Leioa de Plasencia, que se cubren en poco más de 5 horas, pues todo el viaje se efectúa por autopista y autovías. Como en una anterior ocasión, nos alojamos en el Parador de Plasencia **** (https://www.parador.es/es/paradores/parador-de-plasencia), pagando un precio muy asequible, al conseguir una oferta de 3 noches al precio de 2. El Parador se ubica en el antiguo convento de Santo Domingo, construido en el siglo XV en estilo gótico, así que es como pernoctar en un museo. Como había poca gente, nos sentimos muy cómodos, disfrutando de la terraza del bar ubicada en el claustro y de su excelente gastronomía a la hora de cenar.

Aprovechamos la tarde para callejear por la segunda ciudad más poblada de la provincia, que cuenta con un interesante casco antiguo declarado de interés cultural. Eso sí, seguimos a rajatabla las recomendaciones sanitarias del Ayuntamiento de Plasencia. Nada más salir del Parador tenemos el convento de San Vicente, que alberga el Museo de la Semana Santa. Al lado se encuentra el Palacio del Marqués de Mirabel y, en frente, la iglesia de San Nicolás. La calle Zapatería nos conduce a la Plaza Mayor, en la que tomamos un café en una terraza mientras contemplamos la Casa Consistorial, con el autómata situado en su tejado, y la iglesia de San Esteban. Nuestro caminar continúa hasta la Catedral, frente a la que se encuentra la Casa del Deán (Palacio de los Paniagua), con su monumental balcón y escudo de esquina.

Nos han dicho que no dejemos de visitar la Catedral, cosa que hacemos a continuación pues por la tarde abre a las 17:30 h, teniendo que pagar 4 euros para acceder a su interior. En el mismo edificio conviven la catedral vieja y la catedral nueva. La primera fue construida entre los siglos XIII y XIV en estilo románico, destacando en ella la sala capitular y el claustro. La nueva fue proyectada a finales de siglo XV, siendo dirigida por arquitectos de la talla de Juan de Álava, Francisco de Colonia, Diego de Siloé y Rodrigo Gil de Hontañón, con el objetivo de sustituir a la catedral vieja, aunque no se pudo concluir. De esta catedral nueva destacan el coro, de Rodrigo Alemán y el retablo mayor, de Gregorio Fernández. Merece la pena la visita.

Dado que la tarde sigue muy luminosa, continuamos “pateando” el casco viejo, centrándonos sobre todo en la muralla, que protege el casco antiguo desde la fundación de la ciudad, deteniéndonos en dos de sus puertas, las que más nos gustaron, la de Trujillo y la de Berrozana. Pasamos también por el Póstigo de Santa María y nos dirigimos hasta la plaza de Torre Lucía, cerca de la cual se encuentran la Casa de los Almaraz y la iglesia románica del Salvador. No nos dio tiempo para más, así que el acueducto medieval del siglo XVI, conocido como los Arcos de San Antón, lo vimos desde el coche al día siguiente.

13 de mayo. Preparando el viaje, he descubierto que en el valle del Jerte, a poco más de 30 km de Plasencia, hay un lugar que promete. Se trata de la Garganta de las Nogaleas o Nogaledas, pues de ambas formas lo he visto escrito, situada en el pueblo de Navaconcejo, de donde parte un sendero que la recorre. Se trata de un recorrido de 4,2 km, en ocasiones con gran pendiente que se salva con escalones, en el que se camina por una sombreada ruta contemplando sucesivamente hasta cinco cascadas, algunas de gran porte. El regreso se efectúa por una pista, recorriendo campos de cerezos. Creo que ha sido la ruta más impresionante que hemos realizado en esta escapada y está muy bien acondicionada y señalizada.

El recorrido de la garganta forma parte de los Caminos del Agua, tal como hemos comprobado en varios paneles, así que tras comer el bocadillo en Navaconcejo, nos desplazamos al cercano municipio de Piornal, para conocer la Garganta Bonal, situada casi al pie de la carretera, por la que se precipita la espectacular cascada de Caozo, de más de 30 metros de caída. Últimamente ha llovido mucho en el valle del Jerte, así que las cascadas llevan mucha agua. Otro de los Caminos del Agua se encuentra muy cerca, en Valdestillas, donde caminamos un poco para contemplar la garganta, lagar y cascada Marta, menos impresionante que las anteriores, en la que concluimos esta jornada.

El 14 de mayo lo dedicamos íntegramente al Parque Nacional Monfragüe, con objeto de realizar dos rutas a pie y otras dos en coche, comenzando con estas últimas desplazándonos en primer lugar al centro de visitantes de Villarreal de San Carlos, de donde nos dirigimos en primer lugar al precioso Salto del Gitano, que tiene espectaculares vistas sobre el embalsado río Tajo y sobre las aves que sobrevuelan la mole rocosa. En esta zona anidan 80 parejas de buitre leonado, muy fáciles de ver, 3 de cigüeña negra y una de alcón peregrino, alimoche, águila real y buho real. Para última hora de la tarde dejamos la ruta de los embalses, deteniéndonos en los miradores de Malavuelta y del meandro de Higuerilla.

La ruta en coche del Salto del Gitano concluye en el km 8, donde se encuentra el aparcamiento para acceder al castillo de Monfragüe, un recorrido de poco más de 1,5 km y otros tantos de vuelta. Debido a su ubicación en lo alto de la montaña, desde las ruinas de este castillo de origen árabe se tiene una magnífica panorámica de la zona y de los embalses de los ríos Tajo y Tiétar. En el descenso hacia el coche, tenemos la suerte de encontrar abierto el Abrigo del castillo de Monfragüe (3 € la entrada), al que se accede por unas empinadas escaleras, pudiendo disfrutar del desarrollo esquemático del arte rupestre, con unas pinturas muy bien conservadas.

Regresamos a Villarreal de San Carlos, donde aprovechamos para tomar un vino y comer un bocadillo en uno de sus bares. Para la tarde hemos dejado el recorrido más corto de los tres que tiene señalizados el Parque Nacional Monfragüe. Se trata del Verde, de 7,5 km y unas dos horas y media de duración, que tiene como destino el Cerro Gimio. El recorrido es circular y la ida no tiene mucho interés, aunque va aumentando gradualmente hasta coger el sendero de regreso, que sigue el curso del arroyo Malvecino y cuenta con varias escaleras y pasarelas, pues está muy bien equipado y señalizado.

Villarreal de San Carlos pertenece al municipio de Serradilla, que cuenta con una oficina de turismo casi al lado del centro de visitantes del Parque Nacional de Monfragüe. A modo de gancho tiene dos grandes fotos, del Santísimo Cristo de la Victoria y de la Garganta del Fraile, que cuenta con una vistosa cascada. Atraídos por ella y tras hablar con el responsable de la oficina, decidimos aprovechar la mañana del día siguiente, 15 de mayo, para acercarnos a Serradilla y caminar los 4 km y otros tantos de vuelta que hay hasta la Garganta del Fraile. Cuando llegamos sentimos una gran decepción, pues la cascada casi no tenía agua y estaba oculta por la abundante vegetación. Al menos el paseo mereció la pena.

Tras comer el bocadillo en un área de pic-nic de las muchísimas que hemos visto en todos los sitios, continuamos el viaje. Tenemos por delante 110 km para llegar a nuestro siguiente destino, Valverde del Fresno, punto de partida para recorrer la Sierra de Gata. El viaje continúa.

ARTZINIEGA (Araba), villa medieval

Tras recorrer los 112 municipios de Bizkaia, comencé a desplazarme a los limítrofes de otras provincias, caso de Artziniega, que se encuentra en el extremo noroeste de Araba, haciendo frontera con los municipio de Ayala/Aiara (Araba), Gordexola (Bizkaia), y Valle de Mena (Burgos). Tiene una extensión de 27,45 km² y cuenta con 1.800 habitantes, repartidos en 7 concejos que, salvo la capital en la que viven la mayoría, están perdiendo población. Se encuentra a 210 metros de altitud, a 27 km de Bilbao y 55 de Vitoria-Gasteiz. La mejor vista de conjunto de su centro histórico la tenemos desde el aparcamiento situado entre el campo de fútbol y las piscinas.

El pasado 23 de marzo, por si había un nuevo cierre perimetral, decidí volver a visitar esta hermosa población, dejando el coche en el aparcamiento existente entre el frontón y el bar La Villa. La Hiriko Atea me da la bienvenida a un hermoso conjunto arquitectónico formado por el actual Ayuntamiento, de 1892, que luce el mosaico con el nombre del municipio, la torre, el frontón y la bolera. También vemos la la estatua de Eugenio Garay Rivacoba y, enfrente, la Residencia de la 3ª edad La Encina

El núcleo histórico de Artziniega está declarado conjunto monumental y es uno de los mejor conservados de Euskal Herria. Se estructura en torno a tres calles paralelas, la de Arriba (Goienkale), la de Enmedio (Artekale), y la de Abajo (Barrenkale). Por ellas fui deambulando contemplando sus hermosos edificios y las casas blasonadas (hay 47 con escudo). También me detuve frente a la iglesia gótica de Nuestra Señora de la Asunción, no pudiendo acceder a su interior por estar cerrado.

Seguí caminando por el casco antiguo de Artziniega, cuya historia escrita comenzó en el año 1272, cuando el Rey de Castilla, Alfonso X El Sabio, le concedió la carta-puebla, perteneciendo a Bizkaia hasta la muerte de Don Tello, en 1370. Un edificio que llamó especialmente mi atención fue la torre de los Ortiz de Molinillo-Velasco, de finales del siglo XVI. Un poco más arriba se encuentra un hermoso rincón, la Goiko plaza, presidida por el edificio del antiguo Ayuntamiento, de 1864. También llaman mi atención dos antiguas fuentes, una de 1899.

Artziniega ha sido embellecido por 6 obras realizadas por sus vecinos, así que dedico este párrafo a ellas y a la fragua de Pablo Respaldiza. La primera que encontramos es “El Paragüero”, que pretende recepcionar a los visitantes con un “estás en tu casa, eres bienvenido”. Subiendo por Beratza Aldapa, junto a la fachada de la Torre de los Molinillo y Velasco, está el “Banco de Trabajo”, en memoria de los artesanos. Bajo los arcos del antiguo Ayuntamiento se encuentra un mural basado en la “Rendición de Breda”. En la parte trasera de la parroquia de la Asunción, observamos el “Escudo de Artziniega”, tres torres y un árbol forjados. Las bóvedas de la portada de la parroquia han sido profusamente pintadas. Finalmente, en Artekale Plaza, contemplamos la “Mesa de la Convivencia”, una mesa con dos sillas, una jarra de vino, un pan y dos vasos.

Saliendo del casco urbano en dirección al Santuario de Nuestra Señora de la Encina, tenemos el Museo de Artziniega, impulsado por la Asociación Etnográfica Artea, que ocupa los 1.700 metros cuadrados del antiguo colegio de Artziniega, estructurado de modo didáctico para mostrar las actividades locales (cocina, ganadería, herrería, vivienda…). La exposición está abierta al público de martes a domingo. Como la visita es guiada y no dispongo de tiempo, dejo su visita para otra ocasión, así que las fotos del interior están tomadas de su web, www.artziniegamuseoa.org, donde podéis ampliar la información.

Fuera del casco urbano, pero a tan sólo 750 metros del Ayuntamiento, tenemos el edificio más conocido de Artziniega, el Santuario de Nuestra Señora de la Encina, templo originario del año 1498, edificado en estilo de transición del gótico al renacimiento. En la parte posterior vemos la centenaria encina, declarada árbol singular en 1995, que tiene una altura de 25 metros, el perímetro del tronco de 8,6 metros y una copa de más de 400 metros cuadrados. Enfrente hay una amplia área recreativa. Antes de acceder al interior del templo nos detenemos ante la escultura “Bildu”, que conmemora la Coronación de la Virgen.

El interior del santuario alberga obras de gran valor artístico, destacando el retablo mayor, de estilo gótico hispano-flamenco, a cuyo lado vemos una talla de Nuestra Señora de la Encina. Nos detenemos contemplando las pinturas del Juicio Final, la capilla renacentista del Cristo, fundada en 1608 y otros interesantes retablos, como los dedicados a Santiago, San José, Santa Ana, Ntra Sra del Carmen o Ntra Sra del Rosario.

Antes de abandonar Artziniega me dirigí a tres de sus concejos, comenzando por el menos poblado de todos, Mendieta (6 habitantes), donde destaca su torre, ejemplo de arquitectura medieval. La siguiente cita fue en el coqueto Retes de Tudela / Erretes Tudela (26 habitantes), en el que la ermita de San Roque está en ruinas. La última parada, cerca de nuevo del núcleo urbano, fue en Sojoguti / Soxoguti (33 habitantes), hermosa zona rural en la que destaca la casa-torre de La Cámara.

GIRONA (y 2): Pueblos medievales

Dejaba la pasada semana el relato de esta escapada de una semana de duración por la provincia de Girona, en la hermosa Cala Montgó, donde tomamos café tras comer en L’Escala. De allí nos desplazamos a la cercana comarca de Baix Empordà, en la que pasamos la tarde recorriendo tres pueblos medievales, comenzando en uno que ya conocía, Pals, en cuyo centro histórico medieval destaca la torre románica de las Horas, construida entre los siglos XI y XIII. Resulta placentero caminar por las empedradas calles del barrio gótico, descubriendo interesantes arcos y notables edificios. De interés resultan también las torres cuadradas de la muralla, además de la iglesia gótica de Sant Pere.

La siguiente cita la tenemos muy cerca, en otro pueblo que también conocíamos, perteneciente al municipio de Forallac. Se trata de Peratallada, declarado Conjunto Histórico Artístico por ser uno de los núcleos de arquitectura medieval más importantes y mejor conservados de Catalunya. Resulta una gozada caminar bajo los arcos y soportales de esta amurallada población en la que el edificio más antiguo es el castillo, cuyos orígenes se remontan a los siglos X-XI. De interés son también la Torre de L’Homenatge, la iglesia de Sant Esteve (siglo XIII) y el Palacio (s. XIV).

Concluimos está variada jornada en una de las novedades de este viaje, Monells, pueblo que se formó en torno a un castillo del que solo se conservan las murallas, por lo que es mucho menos turístico que los anteriores, lo que aumenta su atractivo. Destaca su hermosa plaza mayor porticada, que lleva el nombre de Jaime I, el Carrers del Arcs y la iglesia de Sant Genís, de estilo gótico, que ya aparece documentada en el año 1019. Cuando regresamos al hotel en Roses vemos que hoy hemos recorrido 122 km.

La siguiente jornada la pasamos en Figueres, la capital de la comarca del Alt Ampurdá, que tenemos a tan solo 19 km del hotel. En esta ciudad la primera visita resulta obligada, como no, al Teatro-Museo Dalí, al que conviene acudir a primera hora, pues luego se encuentra muy concurrido. Este teatro del siglo XIX, fue completamente reconstruido a partir de 1966 para convertirse en Museo y sede de la Fundación Gala-Dalí, Bajo la cúpula descansan los restos del genio del Ampurdán. Algunas obras fueron realizadas expresamente para el Teatro-Museo como la salas MaeWest y Palau del Vent o el Cadillac. Merece la pena pagar los 14 € que cuesta la entrada (9 los mayores de 65 años), pues tenemos ocasión de ver algo único. Además el precio incluye la visita al interesante espacio Dalí·Joyas, que muestra la colección de 39 joyas de oro y piedras preciosas y los 26 dibujos y pinturas para los diseños, que Dalí realizó entre los años 1941 y 1970.

Aprovechamos la estancia en Figueres para recorrer el entorno próximo al Teatro-Museo Dalí, viendo sus originales adornos escultóricos exteriores, el Ayuntamiento y la iglesia de San Pedro, de estilo gótico, en la que me gustó mucho la capilla del santísimo Sacramento. Muy cerca se encuentra otro lugar muy original al que para acceder hay que pagar 7 €. Se trata del Museu del Joguet de Catalunya (Museo del Juguete), inaugurado en el año 1982 en las dependencias del antiguo Hotel París. Pasaremos un buen rato contemplando antiguos juguetes, algunos de los cuales habían pertenecido a personajes como Salvador Dalí, Federico García Lorca y Joan Miró. Comemos en Figueres y regresamos a Roses. Al fin dispondremos de un poco de tiempo para recorrer su paseo marítimo.

Sexto día de viaje. Hoy lo vamos a dedicar a la comarca de la Garrotxa, comenzando en un municipio que siempre me ha cautivado y que se ha convertido en un importante destino turístico, debido a su monumental puente sobre el río Fluvià. Me refiero al pueblo de Besalú y al Pont Vell, que tiene forma angular y siete arcos desiguales. Además, encima del quinto pilar se levanta la torre fortificada. La primera noticia que se tiene del puente es del año 1075, aunque es el fruto de numerosas reformas y ampliaciones posteriores. Aunque el puente fortificado es la principal atracción, no podemos dejar de recorrer las calles del centro medieval, deteniéndonos en la Plaça de la Llibertat, el Hospital de Sant Julià y el Monestir de Sant Pere. Nuestro viaje continúa, pasando por Castellfollit de la Roca, pintoresco pueblo construido sobre un acantilado basáltico, del que sobresale la torre de la antigua iglesia de Sant Salvador.

La siguiente cita la tenemos en la capital de la Garrotxa, Olot, pero como andamos a la carrera no pensamos visitar esta población, dirigiéndonos directamente al aparcamiento del cementerio, de donde parte un sendero que en diez minutos de marcha nos sitúa en el cráter del volcán de Montsacopa, completamente redondeado, producto de una erupción estromboliana poco explosiva de hace unos 100.000 años. Teníamos ganas de conocer el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa.  Desde lo alto contemplamos las cumbres nevadas de la Vall de Nuria y la torre de la iglesia de Sant Pere Màrtir. Rodeando el cráter vemos dos atalayas y la iglesia de Sant Francesc.

Para la tarde dejamos otra de las novedades de este viaje, que tenemos a sólo 10 km de Olot y dentro del Parque Natural. Se trata del coqueto pueblo de Santa Pau, que algunos comparan con los de la Toscana italiana, en la que destaca la imagen que proporcionan el castillo de los siglos XIII-XIV y la sencilla iglesia de Santa María, del siglo XV. Tenemos que recorrer las laberínticas y empedradas callejuelas de la Vila Vella hasta la plaza Mayor o Firal dels Bous, porticada y de perfil irregular.

Seguimos en el sexto día de viaje. Como los días ya van alargando, nos apetece volver a ver el estany de Banyoles, situado en la capital de la comarca del Pla de l’Estany, ya que nos agradó el recorrido que hicimos en un viaje anterior, cuando dimos la vuelta al lago caminando. Esta vez no limitamos a tomar unas fotos de los patos y fochas que disfrutan de las aguas del lago más grande de Catalunya (112 hectáreas), que también se puede recorrer en barco.

La sexta jornada y en definitiva el viaje por Girona concluye muy cerca de donde nos alojamos y que dejamos como última opción para visitar. Se trata de Empuriabrava, que presume de ser la marina residencial más importante de Europa, ya que cuenta con unos 24 km de canales navegables. Está situada en el golfo de Roses y pertenece al municipio de Castelló d’Empúries. Cuenta también con una playa de unos 1.500 metros de longitud.

Tenemos un largo viaje de regreso a Leioa (729 km), casi todos por autopista, circulando sucesivamente por la AP-7, A9, A61, A64, A63 y AP-8, pasando junto a las turísticas poblaciones de Carcassonne y Toulouse.

GIRONA (1): Mar y montaña

Me gusta Catalunya, pero puestos a escoger me quedo con el Pirineo de Lleida, los restos romanos de Tarragona, la ciudad de Barcelona y con la provincia de Girona al completo, por la Costa Brava, los pueblos costeros y medievales, las obras de Dalí y las montañas. En Catalunya siempre nos han acogido de maravilla, máxime siendo vascos. De hecho en cualquier festejo popular es habitual ver ikurriñas, como la que ilustra esta primera imagen, tomada en Besalú. Aquí no es tan habitual ver senyeras. Pese a no ser muy extensa (5.910 km²), la provincia de Girona tiene muchos lugares de interés, así que lo que os presento en este par de entradas es fruto de una escapada de una semana, cinco días reales, así que han quedado fuera otros lugares en los que he estado con anterioridad, como su capital, Puigcerdá, el enclave en territorio francés (Llivia), el extremo nordeste entre La Junquera y Portbou y la parte sur de la Costa Brava, entre Palamós y Blanes. Si en la anterior escapada nos instalamos en Lloret de Mar, esta vez el lugar elegido fue la localidad de Roses, distante 729 km de Leioa, efectuando el viaje por el sur de Francia.

Nuestro campamento base para esta escapada ha estado en el Hotel Mediterraneo Park **** de la localidad de Roses, ubicada en la comarca de Alt Empordà, al sur del cabo de Creus. Varios de los destinos escogidos en esta ocasión estaban en esta comarca, motivo por el que elegimos este importante centro turístico, en el que casi no estuvimos ni pisamos sus playas, limitándonos a caminar por el paseo marítimo de las palmeras y contemplar el castillo de la Trinidad y como construían un castillo en la arena. Este viaje lo realizamos en la última decena de un mes de abril y a las tardes hacía fresco ya que tuvimos bastante viento.

El día siguiente a nuestra llegada nos desplazamos al municipio de Cadaqués y más en concreto al pequeño pueblo costero de Portlligat, con objeto de visitar la Casa Museo de Salvador Dalí, el lugar donde vivió y trabajó el pintor hasta que en 1982, con la muerte de Gala, fijó su residencia en el Castillo de Púbol. Es un laberíntico espacio lleno de pinturas y recuerdos del pintor, formado por la unión de tres antiguas cabañas de pescadores. La entrada cuesta 14 €. Hasta que llegó nuestro turno de entrada, pasamos una agradable espera contemplando la actividad de los pescadores en un  pequeño embarcadero situado frente a la vivienda.

Hoy vamos a pasar toda la jornada en la comarca de Alt Empordà, estando muy cerca nuestro siguiente destino, el punto más oriental de la península ibérica. Se trata del Cap de Creus, cuyo entorno es Parque Natural, donde aprovechamos para comer el bocadillo tras visitar el faro y caminar un poco por la costa. Estamos en el municipio de Cadaqués, por cuyas proximidades pasamos a continuación, observando como sobresale de él la iglesia de Santa María, lo mismo que sucede con Santa María de les Neus, al pasar cerca de El Port de la Selva. Concluimos la jornada en un lugar no previsto, el Dolmen Vinyes Mortes I, que vimos al borde de la carretera. Se trata de un sepulcro de corredor que fue ocupado desde el III milenio aC, hasta la Edad del Bronce , unos mil años después.

Antes de dirigirnos a Roses con la parada en el dolmen, pasamos buena parte de la tarde en Sant Pere de Rodes, declarado Bien Cultural en 1997. Si la Casa Museo de Salvador Dalí nos recibió con lluvia, aquí fue la niebla la que se adueñó del lugar. Este conjunto está formado por el monasterio de Sant Pere, el castillo de Verdera y la iglesia de Santa Cruz de Rodas. El monasterio, cuya visita merece realmente la pena, está construido en terrazas, organizándose los edificios en torno al claustro y la iglesia, levantada entre los siglos X y XI. De especial relevancia son la nave central, el campanario del siglo XII, la torre de defensa o del homenaje, del siglo X y el capitel de los monjes. La portada fue obra del Maestro de Cabestany y mostraba diferentes escenas de la vida de Cristo esculpidas en mármol blanco. A la entrada podemos ver dos copias de sendas escenas, Agnus Dei y la Aparición de Cristo a los Apóstoles (siglo XII), que se guardan en el Museu Marès de Barcelona. Concluimos la jornada tras unas cuantas visitas y un recorrido de sólo 73 km.

La siguiente jornada la pasamos al completo en la comarca del Ripollés y, como fue un 23 de abril, celebramos el día de Sant Jordi en la localidad de Ripoll, que cuenta con un precioso monasterio, el de Santa María, para de allí dirigirnos a Ribes de Fresser, donde cogimos el tren cremallera que nos trasladó hasta los dos mil metros de altitud de la Vall de Núria. De esta jornada ya os hablé el 23 de abril de 2019, así que os dejo el enlace: https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2019/04/23/dia-de-sant-jordi-en-girona-de-ripoll-a-vall-de-nuria/

De regreso a Roses, como ya era bastante tarde, sólo tuvimos tiempo para realizar una breve parada en Camprodon, pues tenía ganas de ver el Puente Nuevo, construido sobre el río Ter en los siglos XII-XIII, aunque fue modificado en los siglos XVI y XVII. Es un puente de un solo arco, unido a una torre de defensa, donde está el antiguo portal de Cerdaña. Se trata de un lugar lleno de encanto, que pone el broche a una preciosa jornada, la más larga del viaje, pues hemos recorrido 240 km en coche, más el trayecto en cremallera.

Iniciamos la cuarta jornada sin salir de la comarca de Alt Empordà, deteniéndonos en primer lugar en una población, Castelló d’Empuries, que cuenta con numerosos edificios de interés, entre los que destaca la iglesia de Santa María, edificio gótico de los siglos XIII al XV, de donde nos dirigimos al Lavadero (Rentador), que data del siglo XIX, aunque las columnas son de los siglos XVI y XVII, ya que proceden del desaparecido convento de San Francisco. La siguiente cita la tenemos en la Plaça dels Hommes, visitando sucesivamente la Lonja (Llotja), la Curia y prisión (Cúria i presó), la Casa Grande (Casa Gran) y el Palacio Condal, que data del siglo XIV y en la actualidad alberga el Ayuntamiento.

Muy cerca tenemos nuestro siguiente destino, en el que pasamos el resto de la mañana. Se trata del Parque Natural de Aiguamolls de l’Empordà, que está considerado el segundo más importante de Catalunya, ya que concentra un gran número de especies autóctonas de flora y fauna. Nuestra visita se centró en dos de las tres zonas del parque, caminando en primer lugar desde El Cortalet hasta El mas del Matar, disfrutando de buena parte de los hábitats y especies más emblemáticas del Parque. Continuamos luego la ruta hasta Les Ayunes, para conocer la franja litoral y tener una excelente vista desde el altísimo observatorio de Senillosa.

Hoy volvemos a comer de bocadillo al mediodía, nuevamente mirando al mar en la localidad de l’Escala, donde previamente caminamos por su paseo costero disfrutando de dos interesantes grupos escultóricos, dedicados respectivamente a la Sardana y a la Cobla, obra en bronce que representa una cobla sardanista, con once figuras de músicos y sus instrumentos, de tamaño natural. Seguimos en Alt Empordà. Por recomendación de una amiga, fuimos luego a tomar el café muy cerca, a una de las playas más coquetas de la Costa Brava, Cala Montgó.

Hemos dejado para la tarde la visita a varios pueblos medievales, pero de ello os hablaré la próxima semana. El viaje continúa.