Municipios de Bizkaia (6)

Continúo el recorrido por otros ocho municipios de Bizkaia, los siguientes en orden alfabético a los publicados el pasado 19 de enero. En total son 112 y los recorrí entre los años 2012 y 2016. De esta forma pausada os iré mostrando lo que en mi opinión es lo más interesante en cada uno de ellos.

Comienzo hoy con un municipio que conozco muy bien, pues lo tengo a un paso de casa. Se trata de Getxo, que cuenta con una población de 77.770 habitantes y una extensión de 11,89 km², en los que hay un montón de lugares de interés, como las playas, el monumento a Evaristo Churruca, el paseo de las villas con edificios de la talla del Palacio Lezama-Leguizamón, la antigua Casa de Náufragos y el faro de Arriluze o las casas de pescadores del Puerto Viejo, donde podemos ver la obra “El Sireno”. Cuenta también con interesantes iglesias, como las de Nuestra Señora de las Mercedes, San Nicolás de Bari, San Ignacio de Loyola y la de Andra Mari, esta última en Santa María de Getxo.

Una buena forma de conocer Getxo es recorrerlo a pie, para lo que os propongo dos rutas. La primera de ellas, de unos 4 km de ida y otros tantos de vuelta, parte del gasolino que une Portugalete con Areeta, para pasar junto al Puente Bizkaia, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; seguir bordeando la ría y luego caminar por el muelle de Areeta hasta el paseo Marqués de Arriluze, para luego bordear la playa de Ereaga y concluir al final del Puerto Viejo, donde tenemos una buena oferta de bares. La segunda ruta sigue la fachada costera de Punta Galea, partiendo del Molino de Aixerrota, del siglo XVIII, para dirigirnos hacia el Fuerte de la Galea, de la misma época. Continuamos bordeando el faro y el campo de golf para llegar a la parte superior de la playa de Gorrondatxe. Podemos regresar por donde hemos venido o continuar la ruta por el municipio de Sopela y regresar en metro desde Larrabasterra.

Del municipio más poblado de esta propuesta pasamos al de menos población, Gizaburuaga, que cuenta con tan solo 197 habitantes y una extensión de 6,32 km², eminentemente rural, ubicado a orillas del río Lea en la comarca de Lea-Artibai, a 7 km de Lekeitio. El edificio más relevante es la parroquia de Santa Catalina, edificio gótico renacentista que fue construido en el siglo XVI, siendo también reseñables el moderno Ayuntamiento y la ermita de Nuestra Señora de Oibar. Dedicamos el resto del tiempo a contemplar hermosos caseríos bajo la atenta mirada de unos simpáticos burritos.

Cambiamos de zona. Nos desplazamos ahora a Enkarterri para visitar un municipio muy extenso, 41,50 km², pero poco poblado, 1.697 hab. Se trata de Gordexola, comenzando nuestro recorrido en una zona de montaña, cercana a Güeñes, donde se encuentra la ermita más antigua del municipio, San Juan de Berbikez, en la que también se venera a los santos Cosme y Damián. Nos acercamos al Palacio Hurtado de Ibargüen, para luego contemplar la Casa-Torre Ibargüen, ubicada junto al río Herrerías. El centro urbano se sitúa en torno a la plaza Molinar, donde están el frontón, la iglesia de San Juan y el Ayuntamiento, tras el que hay un pequeño parque con un espacio dedicado al Athletic. En la misma zona hay elegantes villas de indianos, de nombres Cuba, Arechavaleta, San Luis y José. Hemos dejado para el final la iglesia de San Nicolás de Bari, en el barrio de Zaldu y la Torre de Urtusaustegi, ubicada en el de Azkarai.

Nos dirigimos ahora a un municipio costero, Gorliz, que cuenta con una extensión de 10,29 km² y una población de 5.891 habitantes, que crecen muchísimo en verano al ser un notable destino de segunda vivienda vacacional, así que no resulta extraño que lo más destacable sea su playa, junto a la que se encuentra el Hospital y el monumento al Dr Areilza. En el centro del casco urbano se encuentran, juntos uno a otro, los edificios más relevantes, la iglesia de la Purísima Concepción, el Ayuntamiento y el Frontón. En torno a la calle Itsabide vemos hermosas viviendas y, en una rotonda en la entrada al pueblo, el barco Gure Ana Mari.

He elegido el municipio de Gorliz para realizar la segunda propuesta de ruta a pie de esta entrega, muy sencilla como suele ser habitual. Para ello dejamos el coche aparcado en el gran parking existente frente al edificio de la UPV, comenzando a caminar por el paseo de Astondo, que bordea la playa desde el Aterpetxea hasta el Hospital, tras pasar por la zona de dunas que ha sido rehabilitada. Siguiendo el límite del Hospital, cogemos a la derecha la carretera Urezarantza, que enseguida abandonamos por la izquierda para coger el camino Kukullu, que seguiremos hasta el final. Poco a poco vamos ganando altura, pasando por el terreno de la Granja de la Diputación de Bizkaia, que tiene como objetivo la promoción de la raza equina autóctona de pottokas y la de ganado vacuno. Al lado tenemos el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre, donde vemos un ciervo. La carretera por la que caminamos concluye en nuestro destino, el faro, situado en cabo Billano, construido en 1990 en una zona con amplias vistas sobre la costa. Hemos tardado menos de una hora en completar el recorrido, regresando por el mismo camino al punto de partida. También podemos alargar la excursión para contemplar las antiguas baterías de costa, o subir a la cumbre más alta de la zona, el monte Ermuamendi (292 m), distante tan sólo 1,3 km.

Regresamos de nuevo a Enkarterri para recorrer otro municipio surcado por el río Kadagua y muy extenso, 41,16 km², que cuenta con una población de 6.736 habitantes que se agrupan en varios núcleos de población, entre los que destacan Güeñes, Sodupe, La Quadra y Zaramillo. Es en el de Güeñes donde se encuentran los dos principales edificios, la iglesia de Santa María (siglo XVI) y Villa Urrutia, elegante mansión de indianos, actual Casa Consistorial, que se asoma a Arenatzarte, jardín botánico y espacio artístico que ocupa 1,5 hectáreas. Vemos otras notables construcciones y nos desplazamos hasta la ermita de Santxosolo, del siglo XVIII, dedicada a San Martín de Iturriaga. La siguiente cita la tenemos en Sodupe, donde se encuentran la iglesia de San Vicente (s. XVIII) y la Torre de La Puente. Concluimos este apresurado recorrido por el municipio de Güeñes en Olakoaga (La Quadra), para contemplar una de las Casas Torre de Bizkaia que mejor han mantenido las características originales. Fue construida en la segunda mitad del XIV.

Nos desplazamos ahora a la zona costera de Busturialdea, para recorrer el municipio de Ibarrangelu, que tiene una extensión de 15,56 km² y tan sólo 629 habitantes. Si algo destaca en este municipio son las playas de Laga, junto al cabo Ogoño, y Laida, situada al final de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, teniendo como telón de fondo la localidad de Mundaka. En su núcleo principal, Elexalde, junto al Ayuntamiento tenemos el principal monumento, la iglesia de San Andrés (s. XVI), considerada la capilla sixtina del arte vasco. Nos desplazamos luego al núcleo de Akorada, donde tenemos la iglesia de Santa María Engracia y el monolito en recuerdo de la Batalla de Matxitxako. De Akorda parte el camino que sube hasta el monte Atxarre (312 m), excelente mirador sobre Urdaibai, en cuya cima se encuentra la ermita de San Pedro.

La siguiente cita la tenemos en el valle de Arratia, en el industrial municipio de Igorre, que tiene una extensión de 17,28 km² y cuenta con 4.337 habitantes. Nos desplazamos en primer lugar el barrio Garbe, donde se encuentra la ermita de San Miguel de Turture. En el centro urbano de Elexalde es donde encontramos los principales edificios, contemplando sucesivamente la iglesia de Santa María, el Palacio Vildósola, la ermita-humilladero de San Antonio, la Casa de Don Hilario de Soloeta, la Casa Zubizarreta, el busto dedicado al Dr Ignacio de Zubizarreta, el frontón y el Ayuntamiento, concluyendo nuestra ruta en el barrio de Urkizu, para contemplar la hermosa ermita de San Andrés de Zumeltzu.

Regresamos a la comarca de Lea-Artibai para recorrer el último municipio de esta entrega, Ispaster, bastante extenso (22,62 km²) y poco poblado (729 habitantes), situado a 5 km de Lekeitio. Antes de llegar al centro urbano nos detenemos en un edificio atípico en Bizkaia, el molino de Aixeder, para dirigirnos a continuación a la ermita de San Martín, gótica del siglo XV. En el centro destacan el Ayuntamiento y la iglesia de San Miguel, del siglo XV. Disfrutamos contemplando las zonas rurales con sus tradicionales caseríos y nos trasladamos al barrio Larrinaga, donde se encuentra el Palacio Arana. No podemos abandonar Ispaster sin acercarnos a la tranquila playa de Ogeia, en la que llama la atención un peculiar fenómeno geológico, el flysch.

Las fotos que ilustran esta entrada fueron tomadas entre el 16 de enero y el 1 de abril de 2014, salvo las rutas a pie por Getxo, que datan del 27-05-2020, poco después de salir del confinamiento y las de por Gorliz, que son del 23-02-2021, gracias a que podía abandonar confinamiento municipal.

Semana Santa en Los Arribes del Duero (y 3): Bragança (Portugal)

Concluyo el relato de la “escapada” realizada en la Semana Santa de 2013, que dejaba la pasada semana en la población portuguesa de Miranda do Douro. Ya que estamos en Portugal, hemos decidido pasar el Domingo de Pascua en esta país y, más en concreto, en la ciudad de Bragança, que no visito desde hace unos cuantos años y que dista casi 74 km de Miranda do Douro, nuestro “campamento base”. Bragança está situada en la altiplanicie noreste, en las faldas de la sierra de Montesinho, haciendo frontera con la comarca zamorana de Sanabria. Antes de llegar al centro de esta población, tenemos una impresionante vista de la Ciudadela, la antigua ciudad medieval, de la que sobresalen la Torre del Homenaje del castillo y el campanario de la iglesia de Santa María.

Es precisamente en la iglesia de Santa María donde comenzamos nuestro recorrido monumental. Está situada junto a nuestras dos siguientes citas, el Domus Municipalis y el castillo. Poco se conserva de la época medieval de este templo, que combina elementos románicos, barrocos y renacentistas. De decoración barroca adornada con el oro procedente de Brasil, lo más destacable de la iglesia son las columnas de ladrillo, de estilo mudéjar, el fresco del techo y la imagen de María Magdalena que se encuentra en su altar mayor.

Prácticamente adosado a la iglesia de Santa María tenemos un singular y enigmático edificio de arquitectura románica civil, único en la península ibérica. Se trata del Domus Municipalis, construido en el siglo XII con forma de un pentágono irregular. Dado que contiene una cisterna, se cree que su función original fue la de recoger y almacenar el agua de lluvia, aunque en el siglo XVI fue utilizado para celebrar las reuniones de la Cámara Municipal, de donde proviene su nombre, pues en latín significa “Casa de la Cámara”. A la zona vimos llegar una sencilla procesión, en la que creo que llevan por las casas una custodia recordando la resurrección de Jesucristo.

Sin salir de la antigua Ciudadela, nos detenemos para contemplar la Torre del Homenaje, una de las más imponentes de Portugal. Protegido por un recinto amurallado, el castillo fue construido a finales del siglo XIII y remodelado en el XV. En su interior podemos visitar el Museo Militar de Bragança. La torre, en la que destacan las ventanas con motivos góticos, nos da idea de la importancia de la ciudad como lugar fronterizo con el Reino de Castilla.

Salimos de la Ciudadela e iniciamos el descenso a la zona en la que se acomodaron los nobles, por lo que existen monumentales construcciones. Salimos del recinto amurallado por la Porta do Sol, así llamada por estar en la parte Este, que nos da acceso a la Rua dos Combatentes da Grande Guerra, a la que se asoman varias construcciones con las fachadas típicas de las casas portuguesas, destacando el edificio civil con una preciosa balconada que preside la plaza de San Vicente, en la que se encuentra el monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial.

Ya que estamos en la plaza de San Vicente no podemos de dejar la iglesia de la que toma su nombre. La iglesia de San Vicente se construyó en estilo románico, aunque casi toda su ornamentación es barroca, del siglo XVIII, destacando las pinturas de la bóveda del presbiterio, el retablo principal y el pórtico renacentista. En la parte exterior unos azulejos recuerdan a un personaje local, el Teniente General Manuel Jorge Gomes de Sepúlveda quien, el 11 de junio de 1808, desde las escaleras de la iglesia de San Vicente se dirigió al pueblo de Bragança, que lo aclamó como jefe del movimiento de liberación de Portugal del dominio francés.

Nuestro paseo monumental concluye en la Praça da Sé, que cuenta con un cruzeiro sobre una columna salomónica esculpida por los jesuitas. Bragança cuenta con otras notables iglesias pero para concluir nos quedamos con la Sé Velha, la Catedral Vieja, que data del siglo XVI. En realidad el origen era un convento jesuita, pero cuando la sede de la diócesis pasa de Miranda do Douro a Bragança en el siglo XVIII, comienza a ejercer funciones de Catedral, título que perdió en 2001, cuando se inauguró la nueva Catedral de Nossa Senhora Rainha.

De Bragança regresamos a Miranda do Douro y de allí, el Lunes de Pascua, a Leioa con parada en Toro. Es la última “escapada” que he realizado en Semana Santa.

Semana Santa en Los Arribes del Duero (2): Cortejando al río

Dejaba hace dos semanas el relato de esta escapada a Los Arribes del Duero, a falta de cubrir los 56 km que separan Zamora de la localidad portuguesa de Miranda de Douro, en la que pasamos las cuatro noches de las jornadas festivas de Semana Santa. Era el 28 de marzo de 2013, Jueves Santo. Accedemos al país vecino cruzando el río Duero por encima de la presa de Miranda. Justo cuando estamos en el centro, el reloj del coche se retrasa automáticamente una hora. Estamos en Portugal. Pronto vemos el monumento más significativo de Miranda do Douro, la Catedral. Nos instalamos en el hotel, tomamos un vino y nos disponemos a cenar en un lugar que conocemos de un viaje anterior, el restaurante O Moinho, situado en la rua do Mercado. Su especialidad es la deliciosa carne mirandesa, que tiene denominación de origen propia, optando por la chuleta, aquí llamada “costeleta de vitela a la brasa”. En verano, este restaurante suele tener largas colas para entrar, siendo frecuentado por gente de Zamora que acude aquí a celebrar los banquetes de bodas, ya que los precios son mucho más baratos. Lo mismo sucede con las mantelerías, juegos de sábanas y toallas, así como muebles fabricados con madera de gran calidad, así que en Miranda do Douro confluyen los viajes de ocio y negocio.

Para una vez que nos arremangamos, nos toca una Semana Santa pasada por agua, así que dedicamos la jornada de Viernes Santo a ir conociendo Miranda do Douro entre chaparrón y chaparrón y, cuando llueve, vamos preparando desde el hotel el viaje que realizaremos en junio por los Balcanes. La primera visita local es a la pequeña pero coqueta iglesia barroca de la Santa Cruz, que data del siglo XVII. De allí nos dirigimos al epicentro de la localidad, la plaza Joao III, a la que se asoma el bonito edificio de la Cámara Municipal (Ayuntamiento). La plaza está presidida por las esculturas de una pareja de mirandeses con la capa de honras puesta, obra de José Antonio Nobre.

La hermosa plaza Largo de Dom João III cuenta con otros notables edificios, como el que ocupa el Museo de la Tierra de Miranda, donde, a través de trajes, utensilios y otros objetos, se tiene la oportunidad de conocer la historia de la ciudad, en la que sus habitantes cuentan con una lengua tradicional propia, el mirandés. Continuamos nuestro recorrido por el casco antiguo acercándonos a la pequeña iglesia de la Misericordia, construida entre los siglos XVI y XVII, que cuenta con varios altares barrocos. De allí nos dirigimos hasta las ruinas de la Alcazaba del castillo.

He dejado para el final el edificio más notable de Miranda do Douro, la Catedral, cuya construcción comenzó en 1552, aunque hasta comienzos del siglo XVII no se instaló el retablo del altar mayor, de estilo manierista, una de las obras maestras del escultor vallisoletano Gregorio Fernández, quien lo realizó junto a Francisco Velázquez y los hermanos Muniategui. Además de los diferentes retablos hay que destacar la sillería del coro y el órgano barroco, de finales del siglo XVII, que cuenta con 585 tubos. No podemos abandonar la Catedral sin contemplar el retablo-vitrina del Menino Jesus da Cartolinha, uno de los iconos turísticos de la ciudad. Se trata de la imagen de un niño bien vestido, tocado con sombrero de copa y con un globo en la mano izquierda. El origen de esta imagen proviene de una leyenda surgida durante la guerra de sucesión española. En 1711, los españoles invadieron y ocuparon Miranda. En medio de las vejaciones sufridas aparece en las murallas un niño, vestido de hidalgo caballero, convocando a los mirandeses a levantarse contra los españoles. La población se subleva y al frente se coloca el niño. Cuando se logró la liberación de la ciudad, se buscó al niño, pero no se le pudo encontrar, así que se consideró su aparición como un milagro y que la victoria contra los españoles fue debida a la intervención divina.

Sábado Santo amanece por fin radiante, así que nos disponemos a aprovechar a tope esta jornada en la que queremos cortejar ampliamente al río Duero, para lo que cruzamos la frontera y nos dirigimos a la aldea zamorana de Fariza, distante 14 km de Miranda do Douro. Nuestro destino está 3 km más adelante, en la ermita de Ntra Sra del Castillo, que ya recibía peregrinos en el siglo XIV. Junto a la ermita parte un sendero de un centenar de metros que nos acerca hasta el Mirador de las Barrancas, uno de los más bellos puntos de vista sobre los Arribes del río Duero. Como ha llovido tanto, disfrutamos también contemplando una hermosa cascada.

Tenemos que recorrer 23 km para llegar al siguiente mirador sobre el río Duero, ubicado en Fermoselle, destino turístico de referencia en la provincia de Zamora, al estar considerado como la capital de los Arribes, además de ser Conjunto Histórico Artístico que no disponemos de tiempo para recorrer, por lo que nuestra visita se limita a la Plaza Mayor, a la que se asoma el Ayuntamiento, en el que destaca la torre del reloj y la “campana torera”, con la que se tocaba a concejo en la villa. Aquí se realiza cada sábado el mercadillo, que se extiende hasta la plaza de la Iglesia, presidida por la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Nuestro destino es el Mirador del Castillo, desde el que se tiene una magnífica vista del cañón del río Duero, las huertas y el centro histórico de Fermoselle. Nos habría gustado visitar el convento de San Francisco, sede del parque natural de los Arribes del Duero, en su parte zamorana.

Abandonamos con prisa Fermoselle, para enseguida pasar a la provincia de Salamanca por la carretera que cruza el río Tormes, junto al que nos detenemos para comer de pic-nic. Tenemos 41 km por delante para llegar a la localidad salmantina de Aldeadávila de la Ribera, en la que nos detenemos a tomar un café y fotografiar su principal construcción, la iglesia parroquial de San Salvador, comenzada a construir en el siglo XIII, pero muy reformada los siglos XV y XVI. Nuestro siguiente destino se encuentra a 8 km. Se trata del Mirador del Fraile, desde el que se tiene una impresionante vista de la presa de Aldeadávila, de 139,50 metros de altura, que constituye la obra de ingeniería hidroeléctrica más importante de España a nivel de producción eléctrica. Debido a las lluvias, de las paredes surgen varias cascadas.

Nos hemos despistado y se nos ha hecho tarde, así que tengo que “volar bajo” para cubrir en una hora los 77 km que nos separan de Miranda de Douro, ya que a las 5 de la tarde (las 4 en Portugal), tenemos reserva en el Crucero Ambiental de Arribes del Duero, que a lo largo de hora y media recorre el río por el Parque Natural do Douro Internacional, pudiendo contemplar los impresionantes acantilados sobre los que vuelan los buitres. Todas las paredes chorrean agua, fruto de las intensas lluvias. El precio es de 18 euros.

El Crucero Ambiental de Arribes del Duero, navega bajo los espectaculares acantilados verticales del río Duero en la frontera de Zamora (España) con Miranda do Douro (Portugal). Durante el trayecto, los técnicos de la Estación Biológica interpretan los recursos etnográficos, fauna, flora y geología del parque. Una vez concluido el crucero nos obsequian con una copa de vino de Oporto, mientras presenciamos una exhibición de aves rapaces, que creo que ahora no se realiza, pero se visita unas instalaciones con nutrias.

Como el día sigue radiante y las tardes van alargando, decidimos estirar el día para echar un último vistazo al río Duero desde lo alto de los acantilados. El Miradouro de la ermita de São João das Arribas (San Juan de los Arribes) lo tenemos a tan solo 10 km del embarcadero, en la localidad de Aldeia Nova, que cuenta con una coqueta iglesia. Cuando el sol empieza a decaer, contemplamos una impresionante vista del cañón del río Duero, además de echar un vistazo a la pequeña capilla, que en su exterior cuenta un pequeño altar para los días de romería. También vemos las viejas paredes de piedra, pertenecientes a lo que antaño fuera un asentamiento fortificado de la Edad del Hierro. Este castro también fue utilizado por los romanos.

Por fin hemos tenido un día soleado, que hemos aprovechado intensamente. Además, los Arribes del Duero eran el principal objetivo de esta escapada, así que no nos podemos quejar. El Domingo de Resurrección los pasamos en Bragança, pero de ello os hablaré la próxima semana,

Parque Natural de Izki (Araba)

Tal como iba la evolución de la pandemia y ante el temor de que volvieran los cierres perimetrales tras la Semana Santa, el lunes 29 de marzo decidimos realizar una escapada al Parque Natural de Izki, ubicado en territorio alavés, relativamente cerca de la muga con Nafarroa y La Rioja. Es una zona de 9.143 hectáreas, eminentemente forestal, recorrida por el río Izki y bordeada por montañas, que alberga la mayor reserva de Europa de «Quercus pyrenaica» (“ametza” en euskera). Su punto culminante es el monte Kapildui (1176 m), donde se encuentra el radar de Euskalmet, la Agencia Vasca de Meteorología, sobre una torre de 60 metros de altura. Con la pandemia, los espacios naturales están ahora mucho más concurridos, como lo prueba el área recreativa de Korres, en cuyo aparcamiento había más de las 19 autocaravanas que tiene de aforo. Nuestro objetivo consistió en recorrer la foz del río Izki por la Senda Bujanda, por la que se accede a esta localidad desde Korres.

Situado a 31 km de Vitoria-Gasteiz, Korres es un concejo perteneciente al municipio de Arraia-Maeztu, que cuenta con una población de tan solo 26 habitantes. Será para nosotros el punto de partida de la ruta que pensamos realizar. Antes de llegar al centro del pueblo llama la atención la impresionante mole de la iglesia parroquial de San Esteban, del siglo XVI, aunque reformada en el XVIII. En la actualidad está en fase de restauración, por lo que está cerrada al culto. Vemos también antiguas casas, la fuente y varios eguzkilores.

En Korres tenemos el Parketxe, Centro de Interpretación del Parque Natural de Izki, que cuenta también con un observatorio astronómico. En su interior podemos conseguir información sobre rutas y contemplar una exposición que muestra la variedad de ecosistemas del parque, fauna y flora. El horario de apartura es de 10:00 a 19:00 todos los días excepto los lunes que permanece cerrado, así que no pudimos acceder a su interior, cosa que ya sabíamos. Lo que ignorábamos es que el bar que hay enfrente también estaba cerrado, así que si quieres tomar algo un lunes, es mejor que lo hagas en Maeztu.

Son muchas las rutas que parten del Parketxe aunque no aparece el indicador de la nuestra, la Senda Bufanda, hasta que llegamos a la confluencia de la calle Mayor con la plaza Fuente Abajo, donde cogemos el Korres bidea, que ya no abandonaremos hasta llegar a nuestro destino. Salimos del pueblo por un empinado camino cementado, que pronto se desvía a la izquierda convirtiéndose en un cómodo camino que desciende suavemente en busca de la presa de Aranbaltza, construida hace casi 100 años, a la que se puede bajar por un sendero.

Continuamos caminando en total soledad en suave descenso entre los paredones calcáreos de La Muela y el Soila. Enseguida cruzamos el canal de agua que abastece a la central hidroeléctrica de Antoñana. A partir de este lugar, el camino que recorre la foz se convierte en un coqueto sendero que sigue descendiendo en busca del río Izki, que cruzamos por el puente Lagabia, casi imperceptible debido a la abundante vegetación. Entramos en una magnífica aliseda.

El sendero se transforma en una pista, en ocasiones encharcada, que nos lleva a un claro con vistas del Soila y la Peña del Castillo. Estamos saliendo del cañón, llegando enseguida a un pequeño aparcamiento habilitado para los pescadores. El desfiladero da paso ahora a una zona más abierta, con campos de cultivo al borde del camino. La presencia de unos caballos nos anuncia que nos queda ya poco para llegar a nuestro destino, el concejo de Bujanda.

Una hora aproximada de marcha, en la que hemos recorrido 3,9 km, nos sitúan en el concejo de Bujanda, perteneciente al municipio de Campezo/Kanpezu. Bujanda cuenta con tan solo 20 habitantes censados, siendo el edificio más relevante la iglesia de San Fausto Labrador. Aquí no hay bar, así que tenemos que conformarnos con un trago de agua en la fuente situada en la principal calle, que toma de ella su nombre (La Fuente kalea).

Tenemos que deshacer el camino andado para regresar a Korres, pero ahora cuesta arriba, para llegar a los 706 metros de altitud a los que se encuentra nuestro destino, partiendo de los 615 de Bujanda, pero con un desnivel acumulado de 125 metros, muy suaves, salvo el repecho final. La ermita de la Virgen de la Peña, situada en un alto, nos marca el final de nuestra ruta por la foz del río Izki. Bajo ella existe una enorme área recreativa, repleta de mesas y con muchas autocaravanas, donde comemos de bocadillo.

Siguiendo las recomendaciones del Parque Natural de Izki, decidimos visitar una población situada en su periferia, a 32,5 km de Korres. Se trata de  Peñacerrada-Urizaharra, una villa de origen medieval, ubicada en el límite fronterizo de los antiguos reinos de Navarra y Castilla, que sigue conservando parte de su recinto amurallado, del que sobresale la Puerta Sur. Aparcamos el coche en la coqueta plaza Fray Jacinto, a la que se asoman la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y el Ayuntamiento. El centro de la plaza lo ocupa una bonita fuente de cuatro caños y otras tantas pilas.

Pensábamos haber tomado el café aquí, pero el Bar San Prudencio estaba cerrado (hoy no es nuestro día), así que lo tomaremos en casa, ya que estamos a poco más de una hora de Leioa (107 km), tras coger en Zambrana la autopista AP-68.

Según Resolución de la Directora de Salud Pública y Adicciones del Gobierno Vasco, a partir de las 00:00 de mañana, 7 de abril, el Territorio de Araba quedará cerrado perimetralmente.

Semana Santa en Los Arribes del Duero (1): ZAMORA y TORO

Tengo muchísimas ganas de poder volver a viajar con libertad y seguridad, pero estoy completamente de acuerdo con los cierres perimetrales en Semana Santa, pues la salud es lo primero. Además, la verdad es que no me afecta mucho, porque hace un montón de años que dejé de viajar en Semana Santa, ya que estaba todo lleno de gente, los precios eran mucho más caros y tuve que soportar interminables caravanas para regresar a casa. A todo ello hubo una excepción. El 21 de marzo de 2013, cuando estaba a punto de salir hacia el aeropuerto de Bergen tras estar diez días navegando por los fiordos noruegos, recibí una llamada de la amiga Mariluz para ver si nos animábamos a ir con ellos a pasar los días de Semana Santa en los Arribes del Duero y allí nos fuimos.

28 de marzo de 2013. Tras cuatro horas de viaje (389 km), paramos a comer en Zamora, ciudad en la que ya había estado en otras ocasiones. Aprovechamos también para recorrer su casco antiguo, deteniéndonos en primer lugar ante su edificio más significativo, la Catedral, que data del siglo XII y en la que llama especialmente la atención su cúpula. Al lado vemos una curiosa escultura perteneciente a la Ruta Espacios Lobo, auspiciada por el Ayuntamiento, un paseo por Zamora con el escultor Baltasar Lobo.

A poco más de un centenar de metros tenemos el castillo, de los siglos X al XVII, que cuenta con cimientos prerrománicos y estructura románica. La siguiente cita la tenemos en la iglesia de San Isidoro, de estilo románico, que fue construida en el siglo XII dentro del primer recinto amurallado. De allí nos desplazamos hasta el Palacio Episcopal, edificio muy remodelado en el siglo XVII. Casi al lado tenemos la Puerta del Obispo, que formaba parte de las murallas de los siglos XI al XIII.

Sin cruzar la puerta, bordeamos la Catedral y caminamos durante 1 km hasta la iglesia de San Pedro y San Ildefonso, el templo de mayor tamaño e importancia de la ciudad tras la Catedral y declarada Monumento Nacional en 1974. Su portada occidental es obra de Joaquín Benito Churriguera, guardando en su interior los restos de san Atilano, patrón de la ciudad, y de san Ildefonso de Toledo. La siguiente cita la tenemos en otra iglesia románica, la de Santa María Magdalena, construida en los siglos XII y XIII y declarada Monumento Nacional en 1910. Aprovechamos para acercarnos al río Duero y contemplar el Puente Nuevo o de Piedra, de 250 metros de longitud, que cuenta con 16 ojos y fue construido entre los siglos XII y XIII, aunque tuvo que ser reconstruido casi entero tras la riada de 1556.

Continuamos el paseo monumental desplazándonos hasta el palacio del Cordón, del siglo XVI, actual sede del Museo de Zamora. No tenemos más que girar 90º a la izquierda para llegar a la iglesia románica de Santa Lucía, utilizada como almacén visitable del citado museo. En su fachada llama la atención el reloj solar, construido en 2003 por Juan Luis Moraza. Nos dirigimos ahora a otra iglesia románica, la de San Cipriano, que data de los siglos XI-XII y utilizada como sala de conciertos. De momento, la última visita es a la estatua de Viriato, ubicada en la plaza que lleva su nombre, obra del zamorano Eduardo Barrón González.

Es Jueves Santo y aunque en esta ocasión no hemos venido a ver las procesiones de Semana Santa, nos topamos con algunas mientras buscamos un restaurante para comer ahora que está todo el mundo en la calle. De todas formas aprovecho para tomar algunas fotos al paso de la procesión ante el Museo de Semana Santa y la iglesia de San Juan de la Puerta Nueva. También fotografío lleno de niños el monumento al Merlú, nombre que reciben las parejas de congregantes de la Cofradía de Jesús Nazareno, cuya misión consiste en reunir a los demás hermanos para comenzar el desfile procesional.

Tras la comida seguimos callejeando, pasando ante la Diputación de Zamora, que ocupa el edificio del antiguo Hospital de la Encarnación, construido en 1629. Enseguida llegamos a la iglesia de Santa María la Nueva, templo románico del siglo XII, tras el que encontramos la escultura de Barandales, de Ricardo Flecha. Pasamos frente a la casa-palacio de los Condes de Alba de Liste, del siglo XV, actualmente Parador Nacional de Turismo, de donde nos dirigimos a la Plaza Mayor, a la que se asoman el Ayuntamiento Viejo, de finales del siglo XV, actual sede de la Policía Municipal y la nueva Casa Consistorial. Buena parte de la plaza está ocupada por la iglesia de San Juan Bautista, más conocida como San Juan de Puerta Nueva, que data de mediados del siglo XII.

Un último vistazo a San Juan de la Puerta Nueva antes de iniciar el regreso al coche, contemplando de camino otros notables monumentos como la iglesia de San Vicente Mártir, de finales del siglo XII, que cuenta con «la más noble torre románica de Zamora», en palabras del poeta leonés Antonio Gamoneda. Casi al lado tenemos el Teatro Principal. Todavía nos quedan otras dos iglesias románicas, la de Santiago del Burgo, que data de los siglos XII-XIII y la de San Andrés, reedificada entre 1550 y 1570. Por delante tenemos ahora 56 km para llegar a Miranda do Douro (Portugal), nuestro campamento base en estas jornadas festivas, de lo que os hablaré la próxima semana.

Doy un salto en el tiempo hasta el 1 de abril, fecha de regreso a casa tras pasar 4 noches en Miranda do Douro. Como hicimos en Zamora a la ida, aprovechamos para dar una vuelta por la localidad de Toro, antes de cubrir los 354 km que nos separan de Leioa. Ha llovido mucho en Semana Santa, así que no resulta extraño que la primera imagen que tengamos sea el puente de 22 arcos del siglo XV, sobre un río Duero desbordado. Aparcamos cerca del Alcázar del siglo X, para de allí dirigirnos al principal monumento de la ciudad, la Colegiata de Santa María la Mayor, del siglo XII, en la que destaca el Pórtico de la Majestad.

Declarado conjunto histórico en 1963, Toro cuenta con un interesante casco antiguo, desde el que con frecuencia vemos la Torre del Reloj, comenzada a construir en 1719 sobre la antigua Puerta del Mercado del siglo XV. Comenzamos nuestro paseo monumental en la porticada Plaza Mayor, a la que luego regresaremos para comer, presidida por el Ayuntamiento y la iglesia románica del Santo Sepulcro. Y de templo a templo, pues sucesivamente iremos contemplando la iglesia románico-mudéjar de San Salvador de los Caballeros (siglo XIII), el monasterio de Santa Sofía (siglo XIV) y las iglesias de la Santísima Trinidad, románica del siglo XII, y de San Lorenzo el Real, construida en estilo románico-mudéjar a finales del siglo XII.

Concluimos este paseo monumental por Toro contemplando otros notables edificios, comenzando en el Arco del Postigo, del siglo X, para luego detenernos sucesivamente ante cuatro palacios, empezando por el de las Leyes de Toro, construido en el siglo XV para sede de las Cortes de Toro. De él sólo se conserva la magnífica portada, pues fue destruido tras un incendio en 1.923. De él nos dirigimos al de los Marqueses de los Alcañices, con su grandiosa fachada de tres plantas, al de los Condes de Requena, de estilo gótico de finales del siglo XV, en el que destaca el patio central o claustro. Es la sede administrativa del Ayuntamiento y del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Toro. Finalmente nos acercamos al de los Condes de Fuentesaúco, el edificio más renacentista de la ciudad. No podemos abandonar Toro sin ver el Verraco celtibérico, escultura de piedra del verraco de toro tallada ene el siglo V aC, que dio nombre a la localidad.

La “escapada” continúa.

NÁPOLES (Italia), Patrimonio de la Humanidad

Cuando realizamos un crucero tenemos por costumbre quedarnos unos días en el punto de llegada, para completar dos semanas de viaje. Es lo que hicimos el 25 de marzo de 2017 al concluir el crucero por el Mediterráneo en Civitavecchia. Cogimos un tren hasta el aeropuerto romano de Fiumicino, donde alquilamos un coche para desplazarnos hasta San Marino, un país de postal para, al día siguiente, cruzar los Apeninos y, tras 507 km de viaje llegar a Nápoles, en un viaje de mar a mar, pues pasamos del mar Adriático al Tirreno. Nuestro objetivo no era esta ciudad, en la que ya había estado en dos ocasiones, visitando también en la última las ruinas de Pompeya y Herculano, sino la cercana Costa Amalfitana. Para ello pasamos 3 noches en Nápoles, en el Magri’s Hotel ****, situado fuera del centro para así no tener que circular por él con el coche, pero que cuenta con un amplio aparcamiento cerrado y está a 600 metros de la estación de metro de Gianturco, a una parada de la estación central.

Tras viajar a la Costa Amalfitana, el 28 de marzo lo dedicamos a una visita un tanto superficial del centro histórico de Nápoles, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, por  tratarse de una de las ciudades más antiguas de Europa.

Aunque no había estado en Nápoles desde el año 2000 y por regla general en 17 años las ciudades han mejorado mucho, esta ciudad sigue siendo el caos. En el hotel estuve dos días reclamando que no funcionaba el aire acondicionado, pues en la habitación hacía muchísimo calor. Se sorprendían y me decían que avisaban al técnico. Finalmente otra persona me dijo que hasta el mes de abril no lo ponen. En la estación de Metro de Gianturco no había taquillas y las máquinas expendedoras de billetes estaban destrozadas, por lo que optamos por coger un taxi hasta la confluencia de las calles Via Foria y Via Duomo. A 450 metros realizamos la primera visita, a la catedral, el Duomo di Napoli, cuyos orígenes se remontan al año 1299, pero que ha sido numerosas veces remodelada con posterioridad. Es famosa la capilla del tesoro que guarda la estatua de San Gennaro y las cápsulas que contienen la sangre del santo, que cada 19 de septiembre, aniversario de su muerte, se licúa.

En Piazza San Gaetano, 68, a tan solo 300 metros tenemos el principal motivo de este viaje a Nápoles, pues aquí se encuentra la entrada a “Napoli Sotterranea”, de la que nos han hablado muy bien. Se trata de una visita guiada por el subsuelo de la ciudad, en inglés o italiano, de casi dos horas de duración. Los túneles fueron creados por los griegos como depósitos subterráneos de agua. Los romanos los ampliaron para extraer roca que utilizaron en la construcción de la ciudad. Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial sirvieron como refugios para más de 200.000 personas. Para acceder a su interior tenemos que bajar más de 100 escalones para llegar a 40 metros de profundidad, para recorrer una sucesión de estrechos túneles y extensas salas subterráneas. En nuestro caminar iremos descubriendo almacenes, bombas y hasta un carro de combate. Hay que tener en cuenta que durante el recorrido se pasa por un angosto túnel de apenas 70 cm de anchura, con la única iluminación de una pequeña vela. La última novedad es la inclusión de la visita al Teatro Greco-Romano, también subterráneo, al que se accede por una vivienda, en el que vemos una exposición.

La siguiente cita la tenemos casi enfrente del acceso a “Napoli Sotterranea”, en una zona turística muy vigilada por la policía, por temor a atentados o robos. Se trata de la Basilica di San Lorenzo Maggiore, una de las más antiguas de la ciudad, aunque ha sido muy modificada a lo largo de la historia, conservando de finales del siglo XIII la zona del ábside, en estilo gótico francés. El altar mayor es uno de los mejores ejemplos renacentistas de Nápoles. Merece también la pena contemplar el sepulcro de Giambattista della Porta y un monumental nacimiento, algo muy tradicional en esta ciudad.

Callejeamos durante algo más de 1 km en busca del Corso Umberto I, una especie de Gran Vía que cuenta con señoriales edificios. Caminamos por ella hasta la piazza Giovanni Bovio, presidida por el edificio de la Camera di Commercio, que cuenta en el centro con la estatua ecuestre de Vittorio Emanuelle II. 500 metros más adelante tenemos la piazza del Municipio, que toma su nombre por la presencia del Palazzo San Giacomo, sede del Ayuntamiento de la ciudad. Está adornada por la Fontana del Nettuno (Neptuno), cuya construcción se remonta al año 1601, durante el virreinato español del conde de Olivares. Todavía nos queda otra plaza por ver, la de Trieste e Trento, a la que se asoman notables edificios, de la talla de la Galería Humberto I, el Teatro de San Carlos, el Palacio Real, la iglesia de San Fernando y el Palacio del Cardenal Zapata. En medio de la plaza se ubica la Fuente de la Alcachofa. Sin embargo se ha echado la hora de comer y hoy toca, como no, una buena pizza napolitanta.

Tras la comida y antes de dirigirnos a la piazza de Trieste e Trento, nos acercamos a otro lugar muy vigilado por la policía, el Castel Nuovo (Castillo Nuevo), conocido popularmente como Maschio Angioino (Torreón angevino), que data de la época de Carlos de Anjou quien, tras su ascenso al trono de los reinos de Nápoles y Sicilia, en 1266 trasladó la capital desde Palermo a Nápoles. Destaca el elegante arco del triunfo blanco, construido en 1470 para conmemorar la entrada de Alfonso V de Aragón en Nápoles en 1443. En el primer nivel llama la atención una cuadriga triunfal. Desde la entrada vemos el Palacio Real, nuestro siguiente destino.

Nos dirigimos ahora a uno de los lugares más emblemáticos y hermosos de la ciudad, la piazza del Plebiscito, presidida por el Palacio Real (Palazzo Reale), que desde 1919 alberga la Biblioteca Nacional. Su construcción se inició en 1603 por el virrey de Nápoles, el conde de Lemos. Enfrente, al otro lado de la inmensa plaza tenemos la Basílica de San Francisco de Paula, probablemente la más conocida de Nápoles, que recuerda el Panteón de Agripa. Los otros dos lados de la plaza están ocupados por sendos palacios, el de la Prefectura y el Salerno. Dos estatuas ecuestres contribuyen a su embellecimiento, dedicadas a Carlo III y Ferdinando I.

Abandonamos la piazza del Plebiscito y nos dirigimos a la zona costera, deteniéndonos en primer lugar ante la estatua de Augusto, para luego contemplar la monumental Fontana della Immacolatella, también llamada Fuente del Gigante. Está ubicada en la Vía Partenope, en la costanera de Nápoles, a unos 700 metros de la citada plaza. Estamos en una zona de amarre de embarcaciones deportivas, en la que tenemos como telón de fondo el volcán Vesubio, famoso por su erupción del 24 agosto del año 79, en la que fueron sepultadas las ciudades de Pompeya y parte de Herculano.

Todavía tenemos que caminar algo más de 1 km hasta nuestra última visita, el Castel dell’Ovo (Castillo del Huevo), así llamado porque, según la leyenda, Virgilio habría escondido en el interior del castillo un huevo que soportaría la estructura del edificio. El castillo era parte de la villa del romano Lucio Licinio Luculo. El castillo fue arrasado en el siglo X por los napolitanos y reconstruido sucesivamente por aragoneses, normandos y españoles. Desde lo alto se tiene una magnífica vista de la bahía de Nápoles y del Vesubio. El recorrido ha llegado a su final, así que caminamos un poco por la Via Pertenope, en ese momento peatonal y vigilada por los Carabinieri, en busca de una terraza en la que tomar café optando, como no, por la del Antonio&Antonio. Nos hemos pegado una buena paliza de andar y hace una tarde preciosa, así que, contemplando el castillo y el Vesubio, ponemos el punto final a nuestra visita napolitana.

Estamos a tan sólo 5,5 km del hotel, pero regresamos en taxi. Menos mal que, tal como nos aconsejaron, acordamos el precio antes de salir, pues tardamos una hora en llegar. Nápoles es un caos y aunque tiene la colección completa de policías y militares en la calle, para regular el tráfico no hay nadie, en una ciudad en la que es raro encontrar un semáforo que funcione. Al pasar por dos iglesias coincidimos con sendos funerales, siendo los empleados de la funeraria los que organizaban el tráfico para poder abrirse paso. Al día siguiente tuvimos 240 km de autopista para llegar al romano aeropuerto de Fiumicino, de donde a las 14:45 h partía el vuelo de Vueling a Bilbao.

Un domingo en Atenas (Grecia)

El pasado año por estas fechas, en concreto del 10 al 20 de marzo, pensaba haber viajado a Grecia. Tal día como hoy teníamos previsto visitar el templo de Apolo. Había pagado los vuelos y el coche de alquiler y reservado los hoteles pero, tal como se estaban poniendo las cosas, el día 9 al mediodía decidí cancelar todo y, como casi tenía hasta la maleta hecha, salir al día siguiente hacia Portugal, pero en coche, para pasar las mismas fechas. Por cierto, en julio Lufthansa me devolvió hasta el último céntimo pagado. En ese momento, en el país vecino sólo había un brote de coronavirus perfectamente controlado. Solo pude disfrutar cuatro días del viaje, pues el 14 de marzo emprendimos el regreso a casa para confinarnos. Mi primer viaje a Grecia lo realicé en agosto de 1976, efectuándolo en coche desde Bilbao, estrenando el Ford Fiesta. Íbamos la cuadrilla del monte, pues entre los objetivos estaba subir al Triglav, el monte más alto de los Alpes Julianos y de la antigua Yugoslavia (ahora de Eslovenia) y al Mitikas, techo del monte Olympo y de Grecia.

Habíamos planificado el viaje para el mes de marzo debido a la agradable temperatura de la que disfrutamos tres años antes, incluso pasando calor en Atenas, ya que mi segundo viaje a Grecia tuvo que esperar hasta marzo de 2017 cuando, en el curso de un crucero por el Mediterráneo, visitamos las islas de Rodas y Creta, Atenas y Katakolon, población situada cerca de la antigua Olympia, de donde llegamos al puerto de El Pireo poco después de amanecer. Era el 19 de marzo, pasadas las 7 de la mañana.

Una vez amarrado el barco en el puerto de El Pireo y desayunados, descendemos del MSC Magnifica dispuestos a “comernos” Atenas, ciudad a la que se puede llegar en Metro. Como íbamos a andar muy apurados de tiempo para esta visita, mi segunda a la ciudad, optamos por contratar los servicios de Katakolon Express, agencia de la que teníamos muy buenas referencias y que oferta servicios paralelos a los de los cruceros, pero cobrando la tercera parte, en este caso 30 €. De camino a Atenas hicimos una breve parada para fotografiar el pequeño puerto de Kastella.

Visitamos Atenas en un día complicado, pues muchas calles se van cortando o abriendo según pasa la prueba de Maratón que hoy se celebra, así que hay que trastocar el orden de las visitas. En primer lugar nos dirigimos, como no, a la Acrópolis, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1987. Como es nuestra costumbre le preguntamos al guía a qué hora tenemos que volver, pues realizaremos la visita por nuestra cuenta, comenzando por el Templo de Atenea Niké, de estilo jónico, levantado en el siglo V aC. Casi al lado tenemos el Odeón de Herodes Ático, del siglo II, reservado a espectáculos teatrales. Una vez en lo alto contemplamos otros notables lugares, como el Hefestión o el Teatro de Dionisos, que tenia capacidad para 16.000 espectadores.

La Acrópolis constituye el conjunto arqueológico más importante de Atenas y de Grecia en general. “Akrópoli” significa ciudad en lo alto, haciendo honor a su nombre pues estamos a 156 metros sobre el nivel del mar. En esta parte alta lo primero que encontramos son los Propileos, que hacían la función de pórtico. Posteriormente vemos el Altar de Atenea, pero antes nos detenemos con tranquilidad en el Erecteion, construido entre los años 421 y 395 aC. Se trata de un elegante templo, que cuenta con la famosa tribuna de las Cariátides, que mira al Partenón, nuestra última visita, el templo más bello del arte dórico que se conserva. Construido entre los años 477 y 432 aC, tiene ocho columnas dóricas de mármol en cada fachada principal y otras 16 en los laterales. En el friso figuraban las 92 metopas que describían la guerra de Troya. Parte de él lo hemos visto en el British Museum de Londres. Hemos andado listos y visitado la Acrópolis sin casi gente antes de que llegaran los grupos de los cruceros. Incluso he podido tomar fotos sin nadie y nos ha sobrado tiempo para tomar un vino en la terraza del lujoso Dionysos Zonar’s, contemplando la Acrópolis. Es la ventaja de no ir con el grupo.

Nos ha sentado bien el tomar el vino en la terraza del bar. Hemos podido ir a baño y hacer una pausa antes de continuar la visita a la ciudad. A las 11:00 h teníamos que haber estado en la plaza Syntagma para ver el espectacular cambio de la guardia, pero el Maratón nos lo ha impedido. A donde si podemos llegar es al Estadio Panathinaikó, también conocido como el Kallimármaro («mármol hermoso»), construido a partir de los restos de un antiguo estadio griego, para acoger la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos, en 1896. Tiene capacidad para 45.000 espectadores.

Desde el interior del autobús fotografío el Záppeion, edificio situado en el Jardín Nacional de Atenas, que se usó en los Juegos Olímpicos de Atenas 1896 para las competiciones de esgrima. En la actualidad se utiliza para diferentes eventos y ceremonias, como la firma de la adhesión de Grecia a la Unión Europea en mayo de 1979. De nuevo salimos del autobús, caminando junto a la escultura del siglo XIX de Henri-Michel Chapu y Alexandre Falguière, que representa a Grecia en forma de una figura femenina que corona a Lord Byron. También contemplamos el Arco de Adriano, construido en mármol del Monte Pentélico.

El Arco de Adriano nos da acceso al Templo de Zeus Olímpico, que ya fotografié desde la Acrópolis en una visión casi aérea. También conocido como el Olimpeion, se trata de un templo construido entre los siglos VI y II aC en honor al dios Zeus Olímpico. Era una construcción de 96 metros de largo y 40 metros de ancho, que constaba de 104 columnas corintias de 15 metros de altura, de las que hoy sólo se conservan 15, situadas sobre una gran explanada de hierba.

Se ha echado la hora de comer, así que nos dejan una hora libre a la entrada del popular barrio de Plaka, zona muy turística de estrechas calles, situada a los pies de la Acrópolis, llena de restaurantes y de comercios de ventas de recuerdos. Me habría gustado degustar el tradicional mousakka, pero optamos por sepia a la plancha con ensalada y patatas fritas. Así disponemos de algo de tiempo para curiosear y tomar algunas fotos. Antes de regresar al autobús nos detenemos ante el monumento a Melina Mercouri, actriz y activista contra la dictadura, que fue nombrada Ministra de Cultura en 1981.

Como ya ha concluido el Maratón, antes de regresar al barco nos dirigimos a la plaza Syntagma para ver la versión reducida del cambio de la guardia, el que se celebra cada hora ante la Tumba del Soldado Desconocido, situada junto al Parlamento Griego. Como por la tarde casi no hay gente, pude estar en primerísima fila, pudiendo obtener este reportaje fotográfico en el que se ve todo el proceso. En él participan los evzones, el equivalente a la guardia real, que lucen una camisola blanca, una falda plisada, un chaleco bordado, un gorro de color rojo con una coleta en uno de los lados y un vistoso calzado con una gran borla en la punta.

De nuevo a bordo del MSC Magnifica, un último vistazo a El Pireo, a los ferrys que van a las islas y a la iglesia ortodoxa de San Nicolás, construida a finales del siglo XIX, que tenemos al lado. A las 18:30 el barco zarpa con rumbo a Limassol (Chipre), nuestro siguiente destino. El sol se pone a las 18:36 así que, como de costumbre, subo a la cubierta exterior para contemplar la puesta de sol. Navegando, he visto ya unos cuantos amaneceres y atardeceres, en el Báltico, los fiordos noruegos, el Mediterráneo, en el Golfo Pérsico y, no digamos nada, en el Caribe, pero el espectáculo vivido en Atenas, con sus tonos rojizos, no será fácil de olvidar.

MUTRIKU (Gipuzkoa), atalaya de la costa vasca

Continúo mi recorrido por municipios limítrofes de Bizkaia, en este caso con Berriatua y Ondarroa. Se trata de Mutriku, municipio situado a orillas del Cantábrico en la parte noroccidental de Gipuzkoa, en la comarca de Debabarrena. Cuenta con una población de 5.314 habitantes y una extensión de 27,69 km², entre la desembocadura de los ríos Deba y Artibai, donde se encuentra la mayor de sus playas, Saturraran, en la que concluiré el recorrido por este municipio, que comencé en el barrio de Astigarribia, antes de visitar el casco urbano, situado en un punto equidistante de la desembocadura de los dos ríos,

Situado a poco más de 5 km del centro de Mutriku, el barrio de Astigarribia supuso nuestra entrada en el municipio. Estamos en una zona eminentemente rural en la que vemos pastar a numerosas ovejas, situada en la ruta norteña del Camino de Santiago. Destaca en este lugar la iglesia de San Andrés que, aunque ha sido modificada, es una de las más antiguas de Gipuzkoa, pues aparece citada en un documento datado en 1081, en el que Don Lope Iñiguez, Conde de Vizcaya, la donaba al monasterio de San Millán de la Cogolla.

Camino de Mutriku nos detenemos en un lugar que una amiga, conocedora de la zona, me dijo que no dejáramos de visitar. Se trata de Kalbaixo, excelente mirador tanto sobre los caseríos del interior, como sobre la zona costera, con la Punta de Olas como telón de fondo. En el punto más alto se encuentra la ermita de Santo Kristo del Calvario, cuyas luces servían de referencia a los pescadores para orientarse. El primitivo templo fue construido a principios del siglo XVIII, pero fue ampliado en el siglo pasado. Adosado a la ermita está el restaurante Kalbaixo Jatetxea.

Finalmente llegamos al casco histórico de Mutriku, población fundada en 1209, que cuenta con el típico trazado de las villas medievales construidas en ladera. Aparcamos el coche y nos disponemos a recorrerlo a pie, deteniéndonos en primer lugar ante su edificio más grandioso, la neoclásica iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, declarada Monumento Nacional de Euskadi, que guarda en su interior un Cristo atribuido a El Greco y un lienzo de Cristo crucificado realizado por Francisco de Zurbarán. Frente a ella se encuentra el monumento a Txurruka.

Estamos en el rincón más coqueto del casco antiguo, la Txurruka plaza, en cuyo centro se alza el monumento a Cosme Damián Churruca y Elorza, científico, marino, militar y alcalde de Mutriku, nacido aquí el 27 de septiembre de 1761 y muerto en la batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Cuenta la plaza con dos notables edificios, la Casa Consistorial, que data de 1731, y el barroco Galdona Jauregia, monumental palacio de finales del siglo XVII, que cuenta con un escudo de armas esquinero. A su lado existe un pequeño edificio de la misma época, actual sede de la oficina de turismo. En su entrada está la fuente de Arraturriaga.

Salimos de la plaza por Erdiko kalea, para continuar por Mutrikuko Kondea dejando a nuestra izquierda el Batzoki y a la derecha un vistoso edificio. Enseguida llegamos al primer palacio, uno de los mejor conservados de la costa gipuzkoana, Arrietakua Jauregia, construido a finales del siglo XVII y declarado Bien de Interés Cultural en el año 1965. Cuenta con curiosos escudos y tuvo importantes moradores, entre los que destacan el brigadier Cosme Damián de Churruca y el almirante Antonio de Gaztañeta. Vemos varias casas blasonadas pero en cuanto iniciamos el descenso hacia el puerto, a mano derecha tenemos una plaza que da a Erdiko kalea, a la que se asoma otro notable palacio, Zabiel Jauregia, del siglo XVI, que cuenta con un impresionante alero y escudo. Es la actual Kultur Etxea.

Enseguida llegamos a Beheko plaza, donde se encuentra el edificio del antiguo ambulatorio. Bajo ella está la plaza del mercado. Contemplamos algunos hermosos murales, como el de la ballena, pero nos dirigimos al último palacio que nos queda por ver, Montalibet Jauregia, mandado construir por el barón de Oña en el siglo XVIII, encargándoselo al arquitecto Francisco Ibero. Destaca el balcón corrido que ocupa la fachada principal y el escudo de armas en esquina. Concluimos este recorrido monumental pasando bajo la casa-torre medieval más alta de Gipuzkoa, antiguamente utilizada como torre de vigilancia del puerto. Se trata de Berriatua Dorrea, edificio de estilos gótico y renacentista considerado el más antiguo de la localidad, ya que subsistió al incendio que arrasó Mutriku en 1543.

Finalmente llegamos a un lugar lleno de encanto. Estamos en uno de los puertos más antiguos de Gipuzkoa, que hace un rato habíamos contemplado en toda su magnitud desde el Mirador de Atxukale, cerca del que luego comeremos. El puerto de Mutriku nos trae a la memoria los tiempos en los que sus arrantzales se dedicaban a la pesca de la ballena. Hoy todavía podemos contemplar pequeñas txalupas y las antiguas casas de los pescadores que, cada primer sábado de abril celebran el Berdel Eguna, cuando la pandemia lo permite.

Continuamos en el puerto, en el que la antigua lonja de pescadores (Lonja Zaharra), es unos de los edificios más emblemáticos. Data del siglo XVIII y en la actualidad es la casa social de la marina. Seguimos contemplando las casas de los pescadores y hermosas pinturas murales, acercándonos también a la pensión y restaurante Kofradi Zaharra, Es la última visita que realizamos en el pueblo.

Abandonamos el casco urbano de Mutriku, pero no el municipio, en el que todavía nos quedan dos visitas. La primera se encuentra en el interior, en el barrio de Olatz, zona rural por la que discurre la ruta jacobea, que cuenta con una coqueta iglesia dedicada a San Isidro, que ya aparecía citada en 1781. Cuando el sol comienza a ocultarse concluimos nuestro recorrido en la muga con Bizkaia, en la playa más extensa del municipio, Saturraran, donde nos entretenemos viendo a un grupo de patos y contemplando la emblemática roca que tiene su propia leyenda, que cuenta la historia de Satur y Aran, dos jóvenes enamorados.

INFO: Oficina de Turismo de Mutriku. Txurruka Plaza, 1. Tel. 943 60 33 78. https://www.mutriku.eus/es/turismo

LAUDIO/LLODIO (Araba), en el valle de Ayala

Como ya comenté, tras recorrer los 112 municipios de Bizkaia, empecé a visitar los limítrofes con esta provincia, por lo que el 5 de marzo de 2019 me desplacé a 31 km de Leioa, al alavés valle de Ayala, donde se encuentra el municipio de Laudio/Llodio, que tiene una superficie de 37,7 km², una población de 18.169 habitantes y una altitud que oscila entre los 120 metros de la vega de Areta y los 722 del monte Pagolar. Aunque el centro urbano se encuentra a orillas del río Nervión, a 126 metros de altitud, está rodeado de montañas tan conocidas como el Kamaraka (797 m) y Goikogane (702 m). Estamos en el segundo municipio más poblado de Araba tras su capital, Vitoria-Gasteiz. Es también el principal núcleo de servicios de la zona.

Nada más abandonar la autopista AP-68 en la Salida 3 (Laudio/Orozko), me detuve para realizar las primeras visitas, pues a un paso, cerca del barrio de Areta, tenemos el puente de Anuntzibai, mandado construir por el marqués de Falzes y obra del arquitecto Martín de Larrea, quien lo realizó en el año 1741 para unir la casa-torre, la ferrería y el molino del marqués, situados en la margen derecha del río Altube, con la ermita de San Miguel, ubicada en la margen izquierda. Tiene una longitud de 28 metros y destaca su arco de sillería rematado por un calvario. Junto a la ermita de San Miguel de Anuntzibai se encuentra el Restaurante Palacio de Anuncibai, que ocupa una antigua casa solariega.

Paso de largo el casco urbano de Laudio y me dirijo directamente a una zona rural situada a unos 500 metros de altitud, en la que fotografío un buen rebaño de vacas. Allí se encuentra el santuario de Santa María del Yermo, del siglo XV, construido en estilo gótico vasco. Para mí este lugar siempre será Santa Lucía, santa titular de la ermita anexa al santuario. En mis años mozos era habitual que realizáramos hasta aquí una ruta mañanera caminando desde Bilbao, pasando por el monte Pagasarri. Hamaiketako y 5 km de descenso hasta Laudio, para coger el tren de regreso a Bilbao. A un paso, en la carretera que desciende a Laudio, me detengo ante el humilladero de Santa Apolonia y San Antonio.

Nada más llegar al centro urbano de Llodio, me dirijo a ese remanso de paz que es el parque de Lamuza, que cuenta con una extensión de 8,5 hectáreas y una gran variedad de árboles, incluso exóticos, en alguno de los cuales se empieza a percibir la cercana primavera. Camino por los antiguos jardines de la finca del Marqués de Urquijo. Los edificios del palacio y demás dependencias acogen en la actualidad la Casa de Cultura. En el parque se encuentran también un estanque, un frontón y el edificio del Casino.

A un paso del parque de Lamuza se encuentra el centro neurálgico de la población, la porticada Herriko Plaza, presidida por el moderno edificio del Ayuntamiento, inaugurado el 3 de marzo de 2001. Cerrando la plaza se encuentra el edificio más notable de Laudio, la iglesia de San Pedro de Lamuza, construida en el siglo XVI sobre un antiguo templo del siglo XI, aunque fue reconstruida con posterioridad, concluyendo las obras en el siglo XVIII. Destaca su torre campanario y las imágenes que guarda en su interior.

En el paseo por el centro urbano hubo tres esculturas urbanas que llamaron mi atención. Comienzo de izquierda a derecha con la que se encuentra en la Herriko Plaza, “Reposo en el mercado”, de Enrike A Zubia Elordui. En la confluencia de Araba kalea con Zumalakarregi, encuentro la segunda escultura, obra del mismo autor, dedicada a la “Amatxu”. La tercera se encuentra a la entrada al parque de Lamuza desde Zumalakarregi kalea. Se trata de “Homenaje a Ruperto Urquijo Maruri”, poeta local (27/03/1875-10/01/1970), que compuso “En el Monte Gorbea”.

Fotografiado lo que más me interesaba, camino ahora sin rumbo descubriendo otros dos edificios que llaman mi atención, comenzando por el antiguo Museo Vasco de Gastronomía, situado cerca río Nervión, en Zubiko Etxea, junto a una amplia zona ajardinada. El otro se encuentra muy cerca. Se trata de la coqueta estación de RENFE. Concluyo este recorrido urbano contemplando algunas llamativas pinturas murales.

Un domingo en Delhi (India)

En los últimos años, en el mes de febrero me he desplazado a Canarias o al Caribe, pero este año lo he tenido que pasar en el dique seco. Ni siquiera puedo pensar en hacer planes para el futuro, así que, tirando de memoria he recordado que hace ya bastantes años, en 2007, este mes estuve recorriendo el Norte de la India durante 8 días, pasando mucho frío en Himachal Pradesh, donde nos nevó, y bastante calor en el Punjab, pues tenía una asignatura pendiente, el Templo de Oro de los sijs en Amritsar. Era mi sexto viaje a este fascinante país, que visité por primera vez en 1983, en un viaje de 31 días, en el que nos desplazamos en autobús desde Delhi hasta Kathmandú y Pokhara, en Nepal. En 1989, durante 21 días recorrí el Sur de la India y Sri Lanka,. En 1992, durante un mes estuve en Ladakh, Cachemira, Agra, Darjeeling, Sikkim, Calcuta y las islas Andamán. En 1993 regresé para pasar una semana en el Rajastán y otra en Calcuta y Orissa. Finalmente en 1997 durante tres semanas recorrimos el Rajastán acudiendo a la impresionante Feria del Camello de Pushkar. La India siempre me gustó, aunque dejé de visitarla al descubrir otros países del Sudeste asiático, donde especialmente me encantó Myanmar por su gente, en los que los hoteles costaban hasta cuatro veces menos.

He estado unas cuantas veces en esta ciudad de unos 20 millones de habitantes, observando los grandes cambios que ha habido entre 1983 y 2007, como la existencia de una clase media emergente. Lo primero que percibí en este sexto viaje es que lo que antes eran bicis ahora son motos y lo que antes eran motos ahora son coches, incluso algunos lujosos, modernos modelos de diferentes marcas, casi todos fabricados en India. Antes sólo veías los vetustos Ambassador y, en el anterior viaje, los pequeños Maruti. Delhi cuenta ya con Metro y raro es encontrar a una persona que no tenga un teléfono móvil, incluso en las zonas agrícolas más remotas. Pese a todo sigue siendo una ciudad de contrastes, como podéis ver en estas imágenes.

Domingo, 25 de febrero de 2007. Delhi tiene mucho que ver pero, lo más importante, lo vimos en una jornada. Como la ciudad habrá cambiado mucho desde entonces me voy a centrar en lo que permanece inalterable, su parte monumental, que cuenta con tres lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, así que empezamos por el último de ellos, el Fuerte Rojo o Lal Qila, que forma parte de la selecta lista desde 2007. Debe su nombre a sus muros de arenisca roja. La muralla mide 6,5 km de largo y su altura varía entre 16 y 33 metros. El domingo amanece gris y con mucha bruma e incluso chispea cuando pasamos ante el Fuerte Rojo. La agencia nos puso un coche con conductor para todo el día, siendo nosotros quienes decidíamos qué hacer en cada momento, así que optamos por volver a visitar los lugares en los que ya habíamos estado años antes.

Llueve ligeramente cuando pasamos el detector de metales que nos da acceso a la Gran Mezquita, llamada habitualmente Jama Masjid, situada en pleno “cogollo” del viejo Delhi. Es la mayor mezquita de la India y el principal centro de culto para los musulmanes de Delhi. Situada a unos pasos del Fuerte Rojo, fue mandada construir por el emperador mogol Shah Jahan, realizándose las obras entre los años 1644 y 1656, trabajando más de 500 artesanos en su construcción. Cuenta con tres cúpulas que están rodeadas por los dos minaretes de 40 metros de altura. El patio principal tiene capacidad para unas 25.000 personas. La mezquita guarda algunas reliquias del profeta Mahoma, como un pelo, una sandalia y la huella de su pisada. Como es domingo, hay poca gente en su interior.

Menos mal que deja de llover cuando nos dirigimos al enorme parque Shantivan, situado cerca del río Yamuna, en el que por primera vez vemos a numerosos habitantes de la gran ciudad paseando por este gran espacio verde, aunque muchas personas tienen como principal objetivo visitar el Raj Ghat, memorial en recuerdo del líder hindú Mahatma Gandhi. Se trata de una simple losa de mármol negro que marca el lugar en el que Gandhi fue incinerado el 31 de enero de 1948. En los alrededores del Raj Ghat se encuentran los puntos de cremación de los líderes indios Jawaharlal Nehru e Indira Gandhi. Nosotros nos lo tomamos con calma recorriendo todo el parque y contemplando las ardillas que por él corretean. Sin darnos cuenta se ha echado la hora de comer, pues tenemos que hacerlo pronto, ya que por la tarde queremos visitar los dos principales monumentos de la ciudad y cierran pronto. Para ello nos dirigimos a Connaught Place, el centro neurálgico de Delhi, donde se encuentra el frecuentado Kwality Restaurant.

Salimos del restaurante y el sol luce con fuerza, lo que no impide que caiga un impresionante chaparrón que cesa justo cuando bajamos del coche para entrar en el amplio parque en el que se encuentra la Tumba de Humayun, que forma parte de un complejo de edificios de arquitectura mogol, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, por ser una de las primeras muestras de este estilo arquitectónico. Fue mandada construir en arenisca roja por la viuda principal del emperador Humayun, Harmida Begum, entre los años 1574 y 1579. Su estructura es octogonal, con los techos decorados con pinturas. Entre los edificios de este complejo destacan la Tumba del Barbero, construida en 1625 y la hermosa Tumba de Isa Khan, de forma octogonal y situada en el centro de un jardín, en la que reposan los restos de un servidor del emperador Akbar.

La siguiente cita la tenemos en el complejo Qutb, un conjunto de edificios cuya construcción inició Qutb-ud-din-Aybak. La joya es el Qutab Minar, el minarete de ladrillos más alto del mundo y un destacado ejemplo del arte islámico, que desde 1993 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Tiene una altura de 72,5 metros, siendo el diámetro en la base de 14,30 metros y de 2,70 en la parte más alta. La obra la concluyó en 1368 Firuz Shah Tughluq. Otros edificios de interés son el Alai Minar, un alminar que quedó incompleto. Alaudín inició su construcción con la idea de superar en altura al Qutab Minar, pero sólo se levantaron 24,5 metros de minarete. También destacan la mezquita Quwwat-ul-Islam, de 1190, la tumba de Iltutmish y la puerta de entrada al recinto (Ala-I-Darwaza), obra maestra del arte indo-musulmán. El complejo del Qutab Minar estaba abarrotado de gente. No todos iban a contemplar las ruinas, pues como las entradas son muy baratas para los indios, simplemente acudían para sentarse en el cuidado césped, a la sombra de un árbol, mientras los niños correteaban por el parque.

La Puerta de la India se encuentra en la gran avenida Rajpath, conocida como “el camino de los reyes”, en la que también hay varios edificios ministeriales. Se trata de un arco del triunfo, construido entre 1921 y 1931 por Edwin Lutyens para recordar a los soldados indios caídos durante la Primera Guerra Mundial y en las Guerras Afganas de 1919, figurando en sus paredes el nombre de 85.000 soldados. Tiene una altura de 42 metros y está también dedicado “a los muertos del ejército de la India que cayeron con honor en Francia y Flandes, Mesopotamia y Persia, este de África, Gallipoli y en cualquier lugar del cercano o lejano este…” Como la tarde quedó preciosa, cuando comenzaba a ponerse el sol el entorno de la Puerta de la India estaba muy concurrido, al estar rodeada de un gran espacio verde, donde se cuentan por miles las familias que acuden a pasar los domingos. Existe para ello un gran aparcamiento y numerosos vendedores ambulantes de globos y chucherías. Muy cerca de este lugar los jóvenes juegan al cricket, un auténtico fenómeno de masas en la India, como en Europa o Sudamérica es el fútbol.

Concluimos aquí nuestro recorrido dominical por la capital de la India, justo cuando la ciudad retoma la vida, pues los parques ceden el puesto al centro urbano y las calles se llenan de coches. Nosotros nos dirigimos al barrio de Karol Bagh, para efectuar las últimas compras. Son dos calles transversales llenas de tiendas y abarrotadas de gente. Aquí los comercios abren los domingos, acudiendo la población a comprar saris, sedas, objetos de plata…

Para nosotros fue la última visión que tuvimos de Delhi, ya que de aquí regresamos al hotel para una breve cena, ducha, cambio de ropa y traslado al aeropuerto, pues de madrugada salió nuestro avión de regreso a casa.