Isla Norte de Nueva Zelanda (y 2): Rotorua, capital geotérmica

Continúo el relato del viaje por la isla Norte de Nueva Zelanda que dejaba la pasada semana en Rotorua. Hoy toca un día muy variado, de poco coche y bastante caminar entre géiseres, lodos y cascadas. Por la mañana nos desplazamos tan solo 31 km hasta Wai-O-Tapu, donde sacamos la entrada conjunta para este Parque Termal y el Lady Knox Geyser al precio de 32,50 NZD (18 €). Hay que tenerlas antes de las 10 para poder llegar al géiser. El horario de apertura es de 08:30 a 17:00 h, pero la última entrada es a las 15:45. Más información en https://www.waiotapu.co.nz/book-now/.

Vigésimo día de viaje. Llueve a mares cuando sacamos las entradas, así que aprovecho para comprar una capa, pues nos va a tocar estar varias horas al aire libre. Nos desplazamos en coche hasta el aparcamiento del Geyser Lady Knox, en el que hay que estar obligatoriamente antes de las 10:15, hora en la que se le obliga a entrar en erupción, pues si no solo lo haría cada 48 horas más o menos. El chorro alcanza los 20 metros de altura. Con lo que veremos a lo largo del día, este lugar es prescindible. Al menos enseguida deja de llover y ya no tendremos que volver a abrir el paraguas.

Regresamos al aparcamiento del centro de visitantes de Wai-O-Tapu (en maorí, Agua Sagrada) y nos disponemos a efectuar los 3 km del recorrido más largo de todos, para no perdernos nada de este extraordinario lugar, formado por cráteres, fumarolas y lagunas de lodos incandescentes. Parece que estamos en otro planeta.

Continuamos caminando por Wai-O-Tapu bordeando varios pequeños cráteres, la mayoría de ellos formados en los últimos 900 años, que llegan a alcanzar 20 metros de diámetro y una profundidad de 12 metros. Buena parte de ellos contienen manantiales de agua hirviendo con importantes concentraciones de azufre. Nos detenemos ante el Rainbow Crater (Cráter del Arco Iris), así llamado por las tonalidades que toman las paredes de piedra pómez del cráter, debido a los sedimentos de azufre y óxido de hierro.

Nuestro recorrido por Wai-O-Tapu continúa por un terreno boscoso, descubriendo diferentes lagunas de lodos hasta llegar a Artist’s Palette (Paleta del Artista), uno de los lugares más hermosos de este Parque Termal por su colorido, debido a la acumulación de diferentes minerales. Hasta el sol acompaña, después del inicio de jornada tan lluvioso.

Nuestro recorrido por Wai-O-Tapu sigue sin tener desperdicio. Las fumarolas siguen impregnando un paisaje en el que curiosamente vemos algunas aves. Pasamos por varias charcas de agua caliente y llegamos al lugar más curioso de esta zona, la Oyster Pool (Piscina de la Ostra), que tiene agua con altas concentraciones de azufre y recibe su nombre por la forma que tiene.

Continuamos en Wai-O-Tapu, caminando entre pequeñas lagunas con fumarolas y aguas de colores. También vemos varios pequeños cráteres, llamando sobre todo nuestra atención el Inferno Cráter (Cráter del Infierno), en cuyo fondo tiene lodo hirviendo. Antes de concluir nuestro recorrido nos detenemos en un precioso lugar, el Devil’s Bath (Baño del Diablo), que tiene un color verde fluorescente. Hemos concluido el recorrido sin lluvia y con algunos rayos de sol. El día promete.

Concluida la visita Wai-O-Tapu nos desplazamos hasta cerca de Rotorua, donde se encuentra nuestra siguiente cita, Te Puia, distante 27 km. Se trata de una especie de parque temático, con danza maorí en directo, en el que aprovechamos para comer. El día ha quedado radiante, así que lo primero que hacemos es recorrer la recreación de un poblado maorí, para luego visitar un pequeño recinto llamado Ngã Manu Ahurei, para ver varios kiwis en cautividad, eso sí, cuando la vista se nos hace a la oscuridad, ya que se trata de una especie nocturna.

Continuamos la visita a Te Puia dirigiéndonos al Parque Termal, parecido aunque en pequeño al que hemos visitado por la mañana en Wai-O-Tapu. El recorrido resulta muy agradable, al caminar por un bosque para luego descubrir diferentes lagunas y fumarolas, llamando especialmente nuestra atención las Mud Pools (piscinas de barro).

He dejado para el final el lugar en el que más tiempo permanecimos y más nos ha gustado en Te Puia, al tratarse de su principal atracción, el Pohutu Geyser. Se trata del géiser activo más grande del hemisferio sur. Hace erupción con mucha frecuencia y a veces alcanza alturas de 30 metros. Pōhutu significa “salpicaduras constantes”, en maorí. Esto es lo que justifica acudir a este lugar, pues es algo que no tenía Wai-O-Tapu. El horario es de 8 a 17 h y el precio de 62,10 NZD (34,65 €).

No todo va a ser parques termales. A 21 km tenemos una cita muy diferente, las Okere Falls. Ahora toca cascadas, así que a media tarde nos disponemos a recorrer su sendero sombreado de poco más de 1 km, que discurre por el interior del bosque, bordeando el río Kaituna que lleva una fuerza descomunal. Caminando por el sendero y por diferentes tramos de escaleras llegamos sucesivamente a tres miradores desde los que contemplar otras tantas pequeñas cascadas de nombre Okere Falls, Tutea Falls y Trout Pool Falls.

Al final nos quedamos sin visitar Rotorua, pues llegamos tarde al hotel, así que solo conocemos la cercana calle cubierta, en la que casi todo son bares y restaurantes. Mañana cambiaremos de isla, desplazándonos en avión a la isla Sur. El viaje continúa.

5 rutas a pie por Leioa

El sábado 2 de mayo, primer día de alivio del confinamiento, me asusté, pues parecía que todo Leioa se había echado a la calle. Creo que el Ayuntamiento cometió un error de previsión al no dejar el pueblo en “modo fiestas”, con el Boulevard peatonal para poder acoger a tanta gente. Como todo el mundo, quería llegar a ese magnífico espacio natural que es Artatza parkea pero, antes de entrar en Pinosolo,  tuve que cambiar la ruta, dirigiéndome al nuevo paseo de Leioandi, bajar por el Ayuntamiento y, por Iturribide, dirigirnos a Mendibile, cuyo parque era un remanso de paz. Como nunca suele haber casi gente, el domingo decidimos subir a la Universidad por Sarriena, pero qué era aquello, parecía una romería. La acera es estrecha y no podías salir a la carretera para cruzarte, pues estaba abarrotada de bicis. Entre semana todo ha sido mucho más tranquilo, así que de forma un tanto precipitada, he preparado esta propuesta de 5 rutas, partiendo del obelisco de Iparragirre, pues hay muchas posibilidades de diversificar espacios, ya que el municipio es extenso y todavía con bastantes zonas verdes. Las cinco rutas tienen aproximadamente 5 km, para que las pueda realizar cualquier persona. De esta forma os enseño mi pueblo.

Ruta 1: Subimos por Iparragirre, por la acera de la derecha que es amplia, hacia el Skatepark, continuando por Pinosolo hacia el parque de Artatza, al que accedemos por la entrada situada junto a los Bomberos. Bordeamos el parque por la parte inferior, caminando hacia la calle Gobelaurre, que seguiremos pasando por Pinueta y Romo hasta la rotonda del Soplador. Pasamos el centro municipal de Gaztelubide y enfilamos por Langileria, recorriendo todo Lamiako hasta llegar al Boulevard de Udondo, regresando por Sabino Arana hasta el punto de partida.

Ruta 2: De nuevo subimos por Iparragirre hasta la última rotonda, pero aquí cogemos hacia la derecha para subir hacia Artatzagane, caminando por un momento por el nuevo paseo de Leioandi. Una vez en el alto, pasada la Farmacia, al llegar a la rotonda nos dirigimos hacia la izquierda para descender hacia la ermita y zona de picnic de San Bartolomé. Subimos un poco hasta la moderna parroquia de San Bartolomé y, al llegar a la rotonda, giramos a la izquierda para descender hacia Artatza, mientras contemplamos los viñedos de Artea. Podemos bajar por el parque Joaquín Achúcarro para enseguida entrar en otro hermoso parque, Zarragabarrena. Seguimos caminando por las calles Artatza, Euzko Gudariak y Laubide, bordeando el colegio Inglés, para luego descender por Estartetxe hasta el punto de partida.

Ruta 3: Subimos por Iparragirre hacia el Skatepark, continuando por Pinosolo hacia el parque de Artatza, subiendo hasta el palacio, bordeándolo por delante y por detrás, para abandonarlo en su parte superior a la altura del colegio Los Pinos. Seguimos subiendo hasta la rotonda situada a la altura del colegio Gaztelueta, descendemos por la izquierda bordeando la ikastola Betiko y volvemos a subir una pronunciada cuesta hasta el depósito de aguas, mientras contemplamos a lo lejos el puerto de Santurtzi. Se acabó la cuesta arriba, pues ahora toca descender por Independentzia, que por un momento abandonamos para dirigirnos a la ermita y al probaleku de Ondiz, desde donde contemplamos la ría. Caminamos entre el arbolado de la zona de picnic para iniciar un pronunciado descenso hacia la Torre de Ondiz y luego al parque de Aldapa. Volvemos a incorporarnos a Independentzia kalea para descender hasta Sabino Arana, calle por la que regresamos al punto de partida.

Ruta 4: Cruzamos Iparragirre y por Elexalde comenzamos a subir hacia Sarriena, pasando sucesivamente junto al Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista. Pronto tenemos una nueva rotonda y las nuevas construcciones, tras lo que llegamos a la rotonda de Sarriena. Tomamos a la derecha en dirección a la Universidad, pasando sucesivamente junto al colegio de las Irlandesas, el parque del Horóscopo Celta y el restaurante Sarriena. En la rotonda que da acceso a la UPV-EHU, ahora cerrada, tomamos a la derecha para ir descendiendo por una zona rural, Santsoena auzoa, disfrutando de la presencia de los caseríos y de amplias vistas. Seguimos todo el rato por la misma carretera que finaliza en Mendibile, de donde descendemos a Iparragirre para llegar al punto de partida.

Ruta 5: Esta ruta la realizamos en su primera parte al revés, es decir, regresando a Mendibile para ahora subir por Santsoena auzoa, pero no hasta la Universidad, pues a la altura de la central eléctrica nos desviamos hacia la derecha, siguiendo el cartel que indica Santsoena 28-31 y Santimami. Seguimos descendiendo hacia Ford Mintegui, para luego girar a la izquierda bordeando el Centro Asistencia de Leioa y así llegar a la tercera ermita, Santimami. Deshacemos un poco del camino andado para dirigirnos a la rotonda que da acceso al Txoko Mendiblie y al parque del mismo nombre, un perfecto lugar para descansar un poco entes de regresar al punto de partida.

Un consejo: Recordad que el virus sigue ahí fuera, así que, por favor, mantened la distancia de seguridad al efectuar estas rutas.

Isla Norte de Nueva Zelanda (1): Whangarei y Hobbiton

Continúo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda, que dejaba en la principal ciudad del país, Auckland. Iniciamos el decimoctavo día de viaje. En Auckland recogemos el Toyota familiar que habíamos reservado para recorrer la isla Norte. Es el cuarto que cogemos, así que ya estamos acostumbrados a conducir por la izquierda. Nos dirigimos hacia el norte, así que nada más abandonar la ciudad tenemos que recorrer los 1.020 metros que tiene de largo el emblemático Harbour Bridge, que se eleva 43,27 metros sobre la pleamar. Aunque originalmente no lo teníamos previsto, cuando llevábamos recorridos 99 km por una buena carretera, nos apartamos de la ruta para llegar a Mangawhai Heads, un tranquilo pueblo de playa que se asoma al océano Pacífico. Aquí caminamos por una extensa playa, rodeada de dunas, donde obtenemos unas preciosas imágenes de reflejos. Tras el paseo, enseguida nos detenemos en una pizzería, McLeod’s, ubicada al borde de la carretera, donde también nos obsequiamos con una hamburguesa.

Nos quedaban 72 km para llegar a nuestro destino de hoy, Whangarei, la ciudad más septentrional de la isla Norte. Es una moderna pero anodina ciudad, que casi no pisamos, que acogió la Copa Mundial de Rugby de 2011, ganada por Nueva Zelanda, y el Mundial de Fútbol Sub-20 de 2015. Nuestro hotel, el Quest Whangarei ****, también era muy moderno. Más interesante me resultó fotografiar a una pata con sus patitos, en un bar de carretera en el que nos detuvimos a tomar café poco antes de llegar.

Dejamos los equipajes en el hotel y rápidamente nos desplazamos, tan solo 5,5 km, al lugar que nos ha traído hasta aquí, la cascada Whangarei Falls, de 26,3 metros de caída sobre los acantilados de basalto. Si realizáis el viaje en el verano austral, mejor no desplazarse hasta aquí, porque no suele tener agua. Un agradable paseo de poco más de 1 km por el Otuihau Whangarei Falls Loop, nos permite disfrutar de una agradable naturaleza, además de poder contemplar la cascada desde el mirador superior y desde su base.

Hemos disfrutado durante casi una hora del entorno natural de la cascada. Como el día ha salido espectacular y la tarde es larga, decidimos aprovecharla para conocer la cercana costa de Tutukaka. Enseguida vamos bordeando una especie de ría, observando las distintas embarcaciones allí ancladas. Al lado de la carretera hay un pequeño bar, en el que aprovechamos para tomar un rico chocolate.

Enseguida llegamos al pequeño pueblo de Tutukaka, que pasamos de largo para llegar directamente hasta la costa, votada como uno de los “Diez lugares imprescindibles en Nueva Zelanda” así como “uno de los mejores destinos costeros del planeta” por National Geographic Traveller. Es como una cerrada bahía rodeada de islotes y peñascos cubiertos de vegetación. Vemos que es también un excelente lugar para la práctica del piragüismo.

Concluimos nuestro recorrido por el norte de la isla Norte en un cercano lugar también lleno de encanto, Kowharewa Bay. Se trata de una playa de guijarros situada en el interior de la bahía, en Tutukaka Block Road. Cuenta con parking, zonas de picnic y aseos. Cuando empieza a anochecer, regresamos a Whangarei. Mañana tenemos un largo viaje de 409 km hasta nuestro siguiente destino, Rotorua.

Día decimonoveno de viaje. Hoy nos toca paliza de coche, pues tenemos que recorrer 338 km, prácticamente sin parar, para llegar a Hobbiton Movie Set. Tenemos que hacerlo antes del mediodía, para poder comer allí una hamburguesa, ya que el tour parte a primera hora de la tarde. Sólo esta permitido visitarlo en grupos acompañados de un guía que te dará información. Desde el centro de visitantes, te trasladan en autobús hasta el punto de partida del recorrido a pie. El precio de la entrada es de 89 NZD (49,27 €). La primera impresión es que el paisaje es extraordinario.

El Hobbiton Movie Set fue un lugar utilizado para la trilogía de la película The Lord of the Rings (El señor de los anillos) y la serie de películas The Hobbit. Está situado en una granja familiar a unos 10 km al suroeste de Matamata, en Waikato. Lástima que nada más empezar el recorrido empieza a llover, aunque al poco tiempo la lluvia cesa y ya no tuvimos que volver a abrir el paraguas. Lo que más llamó nuestra atención durante la visita fueron los 44 agujeros hobbit, aunque solo pudimos acceder al interior de uno de ellos. El más famoso de todos es el de Bilbo.

Nuestro recorrido sigue bordeando los agujeros hobbit, pasando por diferentes zonas de cultivo en los que vemos las frutas y hortalizas recién recogidas, para concluir en una hermosa aldea. Nos detenemos en la posada de dragón verde, donde tomamos una cerveza que nos ofrecieron gratuitamente. Más información en www.hobbitontours.com. El día todavía no ha concluido. Por delante nos quedan 71 km para llagar al Ambassador Thermal Motel, situado en la ciudad de Rotorua, en el que pasaremos las dos próximas noches. El viaje continúa.

Hay días en los que me encuentro desmotivado para escribir este blog, pues estoy a punto de perder dos de los meses que más me gustan para viajar, mayo y junio, porque los días son muy largos, la temperatura agradable y suele haber poca gente. Ya me he perdido el viaje a Grecia en marzo y el de junio a un destino lejano y, lo que es peor, no me puedo entretener preparando un próximo plan, pues nadie sabe cuando se podrá viajar con libertad. Faltan todavía seis meses para la Expo de Dubai, mi siguiente proyecto, pero, ¿se celebrará? ¿Se podrá viajar? Lo único claro que tenemos es que ya queda un día menos para poder hacerlo con libertad.

Túnel de San Adrián y embalse de Lareo (Gipuzkoa)

Cuando tengamos libertad de movimientos, sería bueno volver a disfrutar de la naturaleza y estirar un poco las piernas, así que habrá que ir haciendo planes en este sentido. La propuesta que os traigo hoy la realicé los días 23 y 24 de abril de 2018, aunque también la hice con anterioridad en otoño, con un paisaje completamente diferente. Lógicamente también se puede hacer en dos días diferentes, pues ahora los días son ya muy largos y, vistas las previsiones, mucho más factible cuando nos abran la puerta, pues podemos ir con bocata. Ambos lugares se encuentran en la geografía de Gipuzkoa y son muy asequibles a cualquier persona. El primer día iremos al Túnel de San Adrián y el siguiente al embalse de Lareo. Para pasar la noche hemos elegido la localidad navarra de Arbizu, que dista 28,2 del parking de Otzaurte y 8,8 km del puerto de Lizarrusti, puntos de partida para acceder a San Adrián y Lareo y respectivamente.

El parking de Aldaola, situado a unos 4 km de la Otzaurteko Benta, es el punto de partida de esta ruta que nos llevará hasta el túnel de San Adrián (Sandratiko tunela) tras caminar unos 45 minutos y salvar una desnivel de unos 200 metros. Ya he comentado que es un paseo sencillo. Estamos en el municipio de Zegama. Desde Leioa a Otzaurte se puede llegar siguiendo la ruta gipuzkoana, pasando por Eibar, Bergara y Beasain o yendo por Gasteiz y Altsasu. El sendero nos introduce en un frondoso bosque por el que discurre un arroyo.

Caminando por el sendero GR-12, GR-121 y GR-283 enseguida alcanzamos el antiguo cuartel de Mikeletes, la vieja guardia de Gipuzkoa. Eran los encargados de la recaudación de impuestos y de controlar la entrada de productos de las provincias limítrofes. Estuvieron aquí presentes hasta el año 1969. Hoy da pena ver el lamentable estado en el que se encuentra este edificio, que durante bastantes años fue utilizado como refugio de la Federación Vasca de Montañismo. Estamos a 900 metros de altitud.

Caminamos ahora por la calzada real, importante vía de comunicación en la Edad Media para ir desde Castilla a Europa. En los siglos XVI y XVII era una de las principales puertas de entrada a Gipuzkoa, ya que formaba parte del Real Camino de Postas. Pronto vemos nuestro destino final, situado a 1000 metros de altitud. Se trata del túnel de San Adrián (Sandratiko tunela), una cueva natural de 55 metros de longitud que, a modo de túnel, permite salvar el cresterío rocoso. En su interior existe una pequeña ermita. Según la tradición, el rey Enrique IV de Castilla y su hermana Isabel I de Castilla cruzaron el túnel. También dicen que Carlos V lo hizo a caballo. Desde 2015, este lugar forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, integrado en los Caminos de Santiago. Cruzando el túnel, el sendero continúa hacia las campas de Urbia y la cima del monte Aizkorri (1523 m). Nosotros regresamos por el mismo camino.

Como he comentado al principio, la noche de esta escapada la pasamos en la localidad navarra de Arbizu. Me gusta este pueblo que además tiene un hotel lleno de encanto, el Olatzea ***, ubicado en un antiguo molino. Otra opción es el Hostal Izar Ondo, negocio familiar de toda la vida, situado a orillas de la antigua carretera nacional, que es también el mejor lugar de la zona para comer o cenar. Estando donde estamos, no puede faltar el bocadillo de txistorra. Los edificios más interesantes de Arbizu son el Ayuntamiento y la iglesia de la Natividad de María. Bajo la atenta mirada del monte Beriain (San Donato, 1493 m), como el día es largo, por la tarde nos acercamos a la pequeña población de Unanu, para que mi amiga madrileña pudiera fotografiar un rebaño de ovejas.

Situado a 622 metros de altitud, en la muga entre Nafarroa y Gipuzkoa, el puerto de Lizarrusti es el punto de partida de nuestra siguiente ruta. Poco antes de ver el cartel que nos da la bienvenida al municipio de Ataun, tenemos un amplio aparcamiento y el Parketxe, Centro de Interpretación y entrada principal del Parque Natural de Aralar. También tenemos un jatetxe, en el que podemos tomar algo, y un área recreativa con mesas, en las que podemos comer el bocata.

Salimos de la parte trasera del Parketxe siguiendo los paneles indicadores. Los primeros metros se realizan por una pista bastante llana que discurre por un frondoso hayedo. Cuando llevamos unos 300 metros de marcha, dejamos a nuestra izquierda el GR20 y continuamos por la llana pista. 350 metros después nuestra ruta se convierte en un sendero de un metro de anchura, que más adelante va pegado a una pared rocosa, teniendo que atravesar el pequeño túnel de Akerreta, por el que antiguamente pasaban las vagonetas que trasportaban leña.

El sendero sigue discurriendo por el interior de un precioso bosque, que nos proporciona sombra y que en otoño presenta una gran variedad de colores y tonos. Tenemos que cruzar una valla, para que no pase el ganado, que se solventa con una pequeña escalera de madera.

Continuamos por el sombreado y cómodo sendero hasta llegar a los modestos saltos de agua del río Maizi, cuyo murmullo hemos escuchado hace un rato. Cruzamos el río por un puente de madera, continuando a partir de ahora nuestra ruta por una ancha pista. La vegetación también cambia y encontramos árboles de diferentes especies. La pista sigue bien marcada, pero nos toca subir ahora la mayor pendiente de la ruta, para alcanzar el embalse.

Según informaban los paneles indicadores que vimos en Lizarrusti, llevamos recorridos 2,4 km cuando llegamos al embalse de Lareo, construido en 1989 para garantizar el caudal ecológico del río Agauntza. Estamos a unos 740 metros de altitud. Luego tenemos que regresar al punto de partida por la misma ruta. Ya que hemos llegado hasta aquí, merece la pena bordear el embalse, 1.000 metros aproximadamente, pasando casi al final por un puente de estilo finlandés.

Por las merindades burgalesas

No sé si se empieza a ver la luz al final del túnel pero, como todos, tengo muchas ganas de salir del confinamiento, aunque soy consciente de que para la libertad total falta bastante tiempo. Esto me ha traído a la memoria la escapada que realicé por las Merindades burgalesas los días 20 y 21 de abril de 2017, por si queréis empezar a hacer planes. Pude haberla hecho en el día (287 km), pues de hecho el segundo día no hice más que regresar a casa, pero tenía ganas de pernoctar en el pequeño pueblo de Orbaneja del Castillo, para ver las cascadas sin gente, contemplar la puesta de sol sobre las peñas y disfrutar de un impresionante cielo estrellado. Para que os voy a decir que hoy todavía disfrutaría mucho más de todo ello, tras más de cinco semanas encerrado.

A mitad de camino, más o menos, y tras una hora de viaje, paramos para hacer el hamaiketako en Espinosa de los Monteros, pueblo en el que he estado un montón de veces. Paro siempre en la plaza, un lugar que me gusta, en uno de los bares situado bajo los soportales con miradores, escoltados por los edificios del Ayuntamiento y la iglesia Santa Cecilia. Casi enfrente tenemos el Palacio de Chiloeches. Este pueblo me trae gratos recuerdos de cuando subíamos con nieve al Castro Valnera, de las clases de esquí de fondo en Lunada y de las excursiones de fin de año al Pico de la Miel, donde comíamos el turrón y tomábamos el cava. ¡Qué tiempos aquellos!

14 kilómetros después tenemos la siguiente parada en el Monumento Natural Ojo Guareña. Su ubicación es extraordinaria. Si quieres acceder al interior hay que pagar una entrada que cuesta 4 € (3 los jubilados). El precio incluye una visita guiada, de 45 minutos de duración, por el interior de la zona acondicionada de la cueva, que forma parte del segundo complejo kárstico más extenso en cuevas de la Península Ibérica. Concluye en la ermita dedicada a San Tirso, más conocida por San Bernabé, que cuenta con unas pinturas murales anónimas datadas en los siglos XVIII y XIX. La temperatura en el interior de la cueva oscila entre 11º y 13ºC.

Camino de Puentedey, cuando todavía no habíamos recorrido 11 km, al borde de la carretera encontramos un pequeño aparcamiento y un cartel que indica que a la cascada de la Mea hay tan solo 270 metros, que recorremos por un agradable sendero hasta una pequeña oquedad en una roca, sobre la que se precipita la cascada. Lástima que, como ha sido un invierno muy seco, casi no tiene agua, cosa que nos sucederá en los próximos lugares que visitemos.

Tenemos poco más de 1 km para llegar a nuestro siguiente destino, Puentedey. Nada más cruzar el puente nos detenemos para contemplar un lugar lleno de encanto, pues el río Nela horada la roca para abrirse paso. Sobre esta oquedad se levanta el pueblo, destacando dos edificios, el Palacio de los Fernández de Brizuela (siglo XVI) y la iglesia de San Pelayo. Al lado tenemos el Bar Victorino, en el que aprovechamos para tomar un vino. Se ha echado la hora de comer y al lado del río, en un marco incomparable, comemos el bocadillo que hemos traído de casa. El día está radiante.

Paramos en Soncillo a tomar un café y nos dirigimos a nuestro siguiente destino, distante 19,5 km desde Puentedey. Se trata del pequeño pueblo de Villabáscones de Bezana. De aquí parte el sendero por el que caminamos unos 4 km, por un itinerario circular, que discurre por un hermoso hayedo. El punto más alejado es nuestro objetivo, las cascadas de las Pisas, que con la poco agua que hay, más bien son una especie de rápidos del arroyo de la Gándara.

Tras recorrer otros 35,5 km llegamos a nuestro destino final, la pequeña localidad de Orbaneja del Castillo. Antes de acceder al pueblo, nos detenemos al lado de la carretera para contemplar ese gigantesco cañón, de 200 metros de profundidad, que ha excavado el río Ebro. El lugar merece realmente la pena.

Orbaneja del Castillo se encuentra en un emplazamiento espectacular. Ya he comentado al principio que teníamos el capricho de pasar noche aquí, para poder disfrutar de la tranquilidad del pueblo cuando se han ido los visitantes que, en fechas especiales, llegan a colapsar los accesos. Elegimos para ello el Hotel Rural La Puebla, situado a un paso del conjunto histórico, en la parte alta de la población. Al día siguiente subimos a la Cueva del Agua, donde mana el arroyo de aguas cristalinas que luego se precipitan hasta alcanzar el río Ebro.

He dejado para el final el punto fuerte de esta escapada, la cascada de Orbaneja del Castillo, que fotografiamos por la tarde y al día siguiente por la mañana. Pese a la escasez de agua de este año, la caída de 25 metros del agua, que luego se deshace en pequeños ramales hasta alcanzar el Ebro, proporciona un magnífico espectáculo. Aquí ponemos el punto final a esta escapada. Tenemos por delante 130 km, vía Villarcayo, para regresar a Leioa.

LIMASSOL (Chipre)

Desde mi encierro os traslado hoy a la segunda ciudad más importante de Chipre y su principal puerto, en la que permanecimos 8 horas, en una escala de un crucero por el Mediterráneo. Fue el 21 de marzo de 2017. No es un lugar de tirar cohetes, pero había que aprovechar la estancia para conocer esta población. En las imágenes podemos contemplar un hermoso amanecer y la llegada al lugar de atraque del crucero, el Puerto Nuevo, situado a 5 km del centro. En él vimos algunos barcos de guerra alemanes que protegen la parte independiente de esta isla. Una vez en el puerto, te puedes apuntar a las excursiones del barco, coger un minibús que cobra unos 15 euros por persona por un recorrido de unas 3-4 horas o un taxi, que puede cobrar unos 110 euros por los mismo. Nosotros optamos por el autobús urbano nº 30, que tiene paradas cerca de todos los sitios de interés. El billete cuesta 1 euro por trayecto.

Como había sacado de Internet las paradas del autobús nº 30, sabíamos en cual nos teníamos bajar (Djelal Byar) para nuestra primera visita, Agios Antonios Church (San Antonio), iglesia ortodoxa del siglo XVIII que se encontraba cerrada cuando llegamos, así que nos conformamos con verla por fuera y el atrio de entrada. Casi enfrente vemos la primera mezquita. El primer templo ortodoxo fue una pequeña iglesia situada junto al puerto.

A un paso tenemos nuestra siguiente cita, Limassol Marina, zona portuaria rehabilitada que combina elegantes residencias y un completo servicio de marina con una atractiva mezcla de restaurantes y tiendas. Es la zona más moderna de la ciudad. Desde allí vemos uno de los muelles peatonales, ideal para pasearse o sentarse a contemplar el mar.

El proyecto Old Port (Puerto Viejo), el puerto pesquero tradicional de Limassol, en un lugar lleno de vida, tanto para los lugareños como para los visitantes que desean disfrutar de su tiempo junto al mar. Situado junto a la Marina es el lugar de la ciudad en el que más tiempo hemos pasado, pues es el que más nos ha gustado, al poder contemplar la actividad de los pescadores. Los puertos pesqueros son por regla general uno de los lugares en los que mejor se conservan las tradiciones.

Nos toca ahora caminar unos 500 metros para llegar a nuestro siguiente destino, el castillo de Limassol, que es el monumento más representativo de la ciudad. Aquí se casó Ricardo Corazón de León con Berenguela de Navarra y fue coronado rey de Chipre. A unos pasos tenemos la Gran Mezquita, conocida popularmente como la mezquita de Djami Kebir Camil. Data del siglo XVI pero no accedemos a su interior.

Muy cerca tenemos también el edificio que más me ha gustado, la Catedral Agia Napa. Consagrada a la Virgen María, data de los siglos XVIII-XIX. Es un edificio de color blanco, flanqueado por dos torres y con una cúpula central de gran altura, por lo que es referencia constante en cualquier punto de la ciudad. Su interior está decorado con motivos ortodoxos.

Seguimos caminando por el centro histórico, no observando edificios que destaquen por su interés monumental salvo uno, el mercado, en buena parte reconvertido en cafeterías y restaurantes. La zona de mercado es de lo más triste, salvo un gran puesto de verduras y hortalizas. La pescadería da pena verla, como podéis ver en la foto.

Hemos concluido la visita a la ciudad. Ahora vamos a caminar un poco más. Cruzamos un pequeño parque y nos dirigimos al paseo marítimo, probablemente el lugar más hermoso de la ciudad. Rodeado de palmeras y nuevas construcciones, es el lugar perfecto para disfrutar de la vista del mar, sobre el que en ocasiones discurre el propio paseo, a través de pasarelas de madera. También es el sitio ideal para sentarnos en una terraza a tomar un vino y así descansar un poco. Como el barco sale a las 16 h, hoy comeremos a bordo.

Continuamos caminando un poco más por una zona sombreada del paseo marítimo, que bordea una pequeña playa, hasta llegar a la parada del autobús nº 30, que nos devuelve al Puerto Nuevo. En seguida zarpamos con la ayuda de un práctico. Como hoy partimos a una hora temprana, desde cubierta podemos contemplar la fachada marítima de una ciudad, Limassol.

¡Ánimo, que ya hemos pasado un mes y queda menos para poder salir!

AUCKLAND: Puerta de entrada a Nueva Zelanda

Continúo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda. En el decimosexto día de viaje, justo cuando se cumple el ecuador, abandonamos Australia. El aeropuerto de Brisbane es la puerta de salida. El Airbus A330-200 de Qantas nos traslada a un nuevo país, Nueva Zelanda. Cuatro horas de vuelo y estamos en Auckland, la ciudad más poblada de la isla Norte y del país. Entramos en Nueva Zelanda o Aotearoa, “tierra de la gran nube blanca”, en maorí, mi país diferente nº 107 y el más alejado de cuantos he visitado. Las dos próximas noches las pasaremos en un hotel bastante básico pero muy céntrico, Ibis Budget Auckland Central. Desde el aeropuerto nos desplazamos al centro en SkyBus Express, que sale cada 10 minutos. La parada (Stop) 7051 está en el 175 de Queen street, a solo 160 metros del Hotel.

Pese a que tenemos que adelantar el reloj dos horas, todavía nos queda tiempo por la tarde para tomar el primer contacto con esta ciudad de más de 1.200.000 habitantes, más de una cuarta parte de la población del país. A cien metros del hotel tenemos la Queen Street, la calle principal de la ciudad y la más comercial, así que caminamos por ella hasta llegar a su fachada marítima, Quay Street, donde se encuentra la Downtown Ferry Terminal y, muy cerca, The Cloud, un centro de eventos. Por hoy ya vale. Unos vinos, unas hamburguesas y al hotel, que esta mañana ha tocado madrugón.

Antes de ir al hotel, como está muy cerca, nos acercamos a la Sky Tower para tomar unas fotos nocturnas. Fue también lo primero que hicimos al día siguiente, el 17º de viaje. Sky Tower es el elemento más emblemático de la ciudad y, con sus 328 metros de altura, la torre más alta del Hemisferio Sur desde 1997, fecha en la que se concluyó su construcción. Abre de 9 de la mañana a 10 de la noche y el precio de subir al mirador superior es de 32 NZD (18 €). Los mayores de 65 años pagan 23 NZD (13 €). Desde arriba se domina toda la ciudad, destacando las vistas sobre el Harbour Bridge y el volcán Maungawhau (monte Eden).

En la Sky Tower cogemos un taxi que nos traslade a los cuatro hasta el museo. A pie habrían sido unos 2,5 km, que de regreso haremos caminando, pero con abundantes paradas. Este es el único transporte que cogimos en Auckland, ya que el centro de la ciudad es muy manejable a pie. Merece la pena visitar el Auckland War Memorial Museum, que ocupa un edificio neoclásico que guarda notables colecciones de arte maorí y polinesio. Abre de 10 a 17 h y la entrada cuesta 25 NZD (14 €).

En el Auckland War Memorial Museum tuvimos ocasión de asistir a un espectáculo cultural maorí (Maori Cultural Performance), que incluye una danza de bienvenida, baile poi, juego con palos, despliegue de armas y haka. Aunque estábamos recién llegados al país, por si luego no teníamos ocasión de ver un espectáculo similar, decidimos acudir. La verdad es que nos gustó. Además de la entrada al museo hay que adquirir otra al precio de 20 NZD (11 €). Nueva Zelanda no es nada barato.

Ya he comentado antes que la vuelta desde el museo al centro la realizamos caminando, primero por el Auckland Domain, el mayor parque de la ciudad, que ocupa el cráter de un antiguo volcán. Cuenta con una buena masa forestal y numerosas esculturas modernistas. Después atravesamos la zona universitaria hasta llegar al Albert Park, enorme parque público que tiene gran cantidad de vegetación, esculturas, fuentes… Entre sus estatuas destaca la de la reina Victoria, que se colocó en el año 1899.

Hemos regresado al centro de Auckland. Comemos en un lateral de la Queen Street y dedicamos el comienzo de la tarde a recorrer la parte monumental de la ciudad, situada en torno a esta calle. Comenzamos contemplando dos interesantes edificios, el Auckland Town Hall y el Auckland Civic Theatre. Al lado tenemos la Aotea Square, plaza considerada como el centro de la ciudad, en la que se encuentra el Arco Waharoa, versión expresionista de una entrada tradicional maorí y la escultura de Sir Dove-Myer Robinson, Mayor de Auckland. Para terminar, dos iglesias, la anglicana neogótica de St Matthew-in-the-City y la Catedral católica de St Patrick & St Joseph.

Concluimos la jornada en el Abandoibarra de Auckland, Viaduct Harbour, antiguo puerto comercial, convertido en una zona de lujosos apartamentos, oficinas, restaurantes y puerto deportivo. Antes era una zona deteriorada de la costa de Freemans Bay. Un puente levadizo une este lugar con el barrio Wynyard. Nada más cruzarlo, observamos que están rodando una película del estilo de la guerra de las galaxias. No nos permiten sacar fotos, pero alguna se escapa. Auckland no nos ha dicho gran cosa, pero nos ha servido para tener día y medio de tranquilidad después de tanto ajetreo. Mañana el viaje continúa, rumbo al norte.

Unas horas en la Serenísima República de SAN MARINO

Desde mi encierro, hoy os invito a visitar de forma virtual San Marino. En el romano aeropuerto de Fiumicino recogemos el Citroen Picasso, alquilado a Locauto, con el que nos desplazamos a este pequeño estado de tan solo 61,19 km² y una población de poco más de 33.000 habitantes, un enclave rodeado de territorio italiano, situado a 10 km del mar Adriático. San Marino es una república parlamentaria y presume de ser el Estado soberano más antiguo del mundo. Si pensáis recorrer las carreteras italianas por estas fechas, conviene saber que en buena parte del país es obligatorio circular con neumáticos de invierno o llevar cadenas para la nieve del 15 de noviembre al 31 de marzo, aunque no haya ni gota de nieve en las carreteras, como fue nuestro caso cuando cruzamos los Apeninos los días 25 y 26 de marzo de 2017. Por delante teníamos casi 400 km de viaje.

Nuestros amigos Eduardo y Mariluz estaban pasando unos días en la Toscana, así que aprovechamos para quedar a comer con ellos en Betolle, una pequeña aldea de la provincia de Siena, cerca de donde ellos se encontraban y que nos pillaba a mitad de camino. Al final nos enrollamos y para cuando llegamos al Grand Hotel San Marino ya había anochecido, por lo que nos limitamos a dar un paseo por nuestro entorno, para tomar las primeras imágenes nocturnas. Por cierto, el 25 de marzo es festivo en San Marino, pues celebran el aniversario del Arengo, representante familiar de una asamblea que gobernó el país hasta mediados del siglo XIII.

Si algo ha llamado especialmente mi atención en este pequeño país son las excepcionales vistas que se tienen desde la parte alta de su capital, Città di San Marino, que realmente es un pequeño pueblo de poco más de 4.000 habitantes, situado sobre el monte Titano, en los montes Apeninos, a una altitud media de 749 metros. Hoy ha tocado madrugar, pues disponemos tan solo de la mañana para recorrer esta encantadora ciudad.

La ciudad de San Marino estuvo protegida por tres cercos de murallas, datando el más antiguo el siglo XI. Aunque lo normal es acceder al casco antiguo por la puerta de San Francisco, también conocida del Loco, y luego pasar la Puerta Nueva (en la parte inferior de la imagen), nosotros entramos en el recinto amurallado por la Puerta de la Muralla Nueva, ya que la teníamos al lado del Hotel. El centro histórico de San Marino y Monte Titano forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 2008, como testimonio de la continuidad de una república libre desde la Edad Media.

En mi opinión, el principal atractivo del centro histórico se encuentra en las fortalezas que protegían la ciudad, construidas en los riscos de su parte alta. Un agradable paseo recorre las tres torres de guardia, siendo la primera la Guaita (o Rocca), construida en el siglo XI dominando toda la zona costera. La segunda, la más alta de las tres, es la Cesta. Edificada en el siglo XIII, acoge el Museo de las Armas Antiguas. La última torre es Montale, de finales del siglo XIII, que se alza aislada y conserva aún un antiguo calabozo.

Tras haber recorrido la zona de montaña, descendemos “un peldaño” hasta la parte alta de la ciudad. Pasamos junto a la Basílica de San Marino y la iglesia de San Pedro y llegamos a la Piazza della Libertà, el corazón del casco antiguo, en cuyo centro se encuentra la estatua de la Libertad (1896). Lo más llamativo de la plaza es el Palazzo Pubblico, construido con formas medievales a finales del siglo XIX. Tras él tenemos un mirador desde el que se domina una espectacular vista hasta el mar Adriático.

En la zona que da al mirador existen dos importantes esculturas, una modernista de título “Nido de vida” y otra mucho más clásica, un busto en memoria de Bartolomeo Borghesi. Seguimos descendiendo y fotografiando esculturas. En el pequeño parque Orti Borghesi tenemos unas cuantas: “En memoria del bombardeo”, “Insecto”, “Alumna de danza”, “A Aldo Volpini”…

Nuestro recorrido monumental por el caco antiguo está tocando a su fin. Pasamos por la Piazza Titano y nos dirigimos al punto más bajo, la Puerta de San Francisco, cerca de la cual se encuentra la iglesia del mismo nombre, edificada en el siglo XIV. Comenzamos la subida hacia el punto de partida pasando por la hermosa Piazza Sant’Agata. Unas escaleras nos conducen hasta nuestro hotel, frente al que tenemos aparcado el coche. Desde allí echamos un último vistazo a las estribaciones montañosas de los Apeninos. Me ha gustado San Marino, pero tenemos que salir rápido, pues nos separan 507 km de nuestro siguiente destino, Nápoles.

Confinamiento viajero

Escribo desde mi confinamiento casero, presentando el lugar desde el que escribo este blog, con el ordenador, la impresora y el escáner en primer plano y bastantes recuerdos traídos de mis viajes, para animar un poco la estancia. A mi espalda tengo mi biblioteca viajera y de montaña. Es domingo, 22 de marzo y por el ordenador escucho el programa de Radio Euskadi “Más que palabras”, que presenta mi amiga Almudena Cacho. Acaban de dar la noticia de que el confinamiento se prolongará quince días más y pienso que no acabará ahí, así que en esta pequeña estancia pasaré unas cuantas horas. Eso si, a las 13:30 h pararé a comer las rabas, para que no se me olvide que es domingo, en compañía de la familia por videoconferencia. El jueves por la tarde tuvimos pintxo-pote.

Ésta es la vista que tenía en mi calle cuando he salido a comprar el pan. Lo único bueno es que ahora puedo escuchar a los pajaritos. Son 600 pasos de ida y vuelta, incluidas 80 escaleras de bajada y otras tantas de subida hasta casa. No tengo balcón y desde las ventanas que dan a la calle la vista no es de tirar cohetes. A las 20 h, como cada día saldré a la ventana a aplaudir. Dicho esto paso a contaros en qué paso parte de mi tiempo.

Me tengo que conformar con ver en la pantalla del ordenador las imágenes del recorrido que hacía cada día, caminando por Ereaga hasta el Puerto Viejo. Es la única forma de poder recordar las olas, los surfistas, las garcetas, el Serantes y el desayuno en Itxasbide Taberna. Cuándo podré volver a disfrutar de esa riquísima tortilla de patata con bonito y alegría y de ver el mar?

Pienso que al menos me quiten lo bailado, pues este año ya he viajado a Lanzarote y a Portugal, aunque tuve que anular el viaje a Grecia. Tenía varios proyectos en cartera para el mes de junio, que ahora quedan paralizados quién sabe hasta cuando: Madagascar, Kenya, Armenia y Georgia, así que en qué puedo matar tanto tiempo libre?

Disfruto preparando los viajes y luego revivirlos. Me encanta preparar álbumes digitales de Hofmann, tengo 67, aunque cada vez hago menos pues ya no me caben en casa. Para pasar el rato cada día volveré a ver un par de ellos, para rememorar los viajes y viajar con la imaginación. Casi seguro que comenzaré uno nuevo, con los dos viajes que he realizado este año.  Es un entretenimiento bastante creativo.

Os he comentado que disfruto preparando los viajes, pues todos los que hago los preparo en casa y hago todas las reservas por Internet, los vuelos con las compañías aéreas, los hoteles generalmente con Booking, con posibilidad de anular y los coches de alquiler con Rentalcars. Esto me lleva bastante tiempo, pues ya no compro guías de viaje, ya que la información está mucho más actualizada en Internet. Luego me preparo mi propia guía en la que llevo toda la información actualizada. Lo malo es que ahora es impensable prever cuál será mi propio destino, aunque continuaré con la segunda parte del viaje a Portugal, un país que me encantó.

Sin salir de esta habitación tengo una buena biblioteca viajera, con gran cantidad de revistas, guías y libros de viajes y numerosas publicaciones y guías montañeras, que me pueden proporcionar nuevas ideas para el futuro. Esto se prevé largo, así que habrá que tenerlo en cuenta.

Si la salud me lo permite, a partir del próximo martes seguiré con este blog, escribiendo sobre países y lugares que he recorrido principalmente en los meses de marzo y abril. Al menos así estaré en contacto con un tema que me apasiona y proporcionando ideas que os puedan servir para cuando esta crisis sanitaria concluya. Ya estamos más que informados sobre la emergencia sanitaria.

Escapada portuguesa

Debo seguir escribiendo sobre viajes? Es la pregunta que me hago ahora que estamos encerrados en casa. He llegado a la conclusión de que voy a seguir, pues ahora tenemos mucho más tiempo para leer y preparar proyectos para el día en que podamos retomar la vida cotidiana. Lo mismo que nos proponen realizar visitas virtuales a museos a través de Internet, mi propuesta consiste en poder viajar con la imaginación y daros ideas para futuros viajes. Además, tras 48 horas de encierro domiciliario, pese a reconocer la gravedad de lo que estamos pasando, ya estoy saturado de tanta información sobre el coronavirus.

Escribo estas líneas en mi segundo día de encierro, así que este relato es completamente actual. Desde hace meses tenía pagados dos billetes de avión a Atenas y varios hoteles reservados en Grecia para recorrer ese país del 10 al 20 de marzo. El lunes, día 9, al mediodía, recibo la noticia de que Lufthansa comienza a reducir vuelos, así que decido cancelar el viaje y dedicar la tarde a cancelar las reservas de hoteles y el coche de alquiler. Como tenemos ya las maletas hechas, decidimos marchar los mismos días a Portugal, donde el coronavirus está incipiente, pues sólo hay 19 casos, concentrados en su mayor parte en una zona del norte a la que estaba prohibido acceder. Vamos en coche, pues si la cosa se complica, en cualquier momento podemos volver a casa.

Al poco de cruzar la frontera de Vilar Formoso, nos detenemos a tomar un café con los riquísimos pastelitos de Belén. Percibimos que Portugal es muy barato, pero la gasolina es carísima y en las autovías estás constantemente pagando con el Via-T. Dejamos la autovía en Viseu y entramos en un laberinto de carreteras de montaña para llegar a nuestro destino, Arouca, a casi 700 km de Leioa. En el Hotel Sao Pedro pasamos tres noches. Para las cenas optamos por el Café Arauquense, situado en pleno centro frente a la capela da Misericordia, al lado del convento y a un paso del Ayuntamiento. En Arouca nos hemos sentido como en casa, por la amabilidad de la gente.

11 de marzo. El principal objetivo de este viaje era recorrer los Passadiços do Paiva, un sendero de 8,7 km que en su mayor parte se realiza sobre pasarelas de madera, bordeando la garganta del río Paiva. Estamos en el llamado Arauca Geopark, pudiendo contemplar varias cascadas y la construcción del que pretende ser el puente colgante más largo de Europa. Para acceder a las pasarelas hay que pagar una entrada de 2 € (1 si lo haces por la web). El recorrido lo efectuamos de Areinho a Espiunca, donde hemos dejado el coche, trasladándonos en taxi hasta el punto de partida (15 € con Taxis Barbosa). El recorrido nos ha encantado, pues además había poca gente. Portugal comenzó a tomar medidas antes que aquí y al día siguiente cerraron las pasarelas.

Por la tarde, antes de regresar al hotel, visitamos el Museo das Trilobites, integrado en el Geopark de Arouca, incluido en la Red de Geoparques de la UNESCO. Nos acompaña en la visita su director, que estaba aburrido ya que han suspendido las visitas escolares. Tras ver un interesante documental, podemos contemplar, incrustados en la pizarra de la zona, los fósiles de animales que habitaron los mares hace 500 millones de años. La entrada cuesta 5 €. Un curioso lugar a recomendar.

12 de marzo. Decidimos pasar el día en Porto (Oporto), distante menos de una hora. Dejamos el coche en un parking situado junto al Ayuntamiento y nos disponemos a patear la ciudad, buscando espacios abiertos. En la oficina de turismo atienden con guantes y hay que situarse a un metro del mostrador. Descendemos por la avenida dos Aliados y nos dirigimos a la iglesia y Torre de los Clérigos. Como hay poca gente, entramos, cosa que no hacemos en la librería Lello, con cola para entrar, así que nos acercamos a la fuente de los Leones y a la iglesia do Carmo.

Aunque en Portugal hay todavía muy pocos casos, cada vez que entramos a un bar nos lavamos con agua y jabón y constantemente con el desinfectante que lleva mi mujer en el bolso. Por lo que pueda suceder a nuestro regreso, antes de abandonar Porto compramos tres mascarillas y dos frascos de desinfectante. La siguiente cita la tenemos en la preciosa estación de San Bento, edificio de influencia francesa, con su atrio revestido con veinte mil azulejos (551 metros cuadrados), de comienzos del siglo XX.

La siguiente cita la tenemos en la Catedral (Sé do Porto), cuyo interior visitamos pues prácticamente no hay nadie. Se ha echado la hora de comer, así que bajamos al Cais da Ribera. Hay muchos turistas en Oporto, de muchas nacionalidades pero con mayoría española. Esperamos a que se aligeren las abarrotadas terrazas, dando un paseo hasta el emblema de la ciudad, el puente Luis I. Estamos manteniendo a rajatabla las medidas de seguridad, sentándonos siempre con una mesa libre por cada lado. Concluimos la jornada en la desembocadura del Duero, viendo cómo rompen las olas sobre el Faro de Felgueiras. Hacía mucho que no iba a Oporto. Es una ciudad preciosa que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

13 de marzo. Emprendemos rumbo a Lisboa, deteniéndonos en primer lugar en Aveiro, conocida como “la Venecia de Portugal” por los canales que discurren por el casco urbano. Aquí no sucede como en Oporto, pues las terrazas están casi vacías, Lo mismo sucede con los moliceiros, las góndolas locales que surcan los canales. Reciben este nombre porque hasta el siglo pasado eran utilizados para la recogida del fondo de la ría y el transporte del moliço, una planta acuática.

El día se ha cubierto completamente cuando llegamos al Mosteiro de Santa Maria da Vitória, popularmente conocido como Monasterio de Batalla, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pensábamos encontrarlo cerrado, pues en Lisboa ya han cerrado casi todo lo visitable, pero podemos acceder a su interior (entrada 6 €, 3 los mayores de 65 años). Es un magnífico de la arquitectura gótica tardía portuguesa, o estilo manuelino. El monasterio comenzó a construirse en 1386, concluyéndose en 1517. Aprovechamos para comer, en una hora tardía como de costumbre, conversando con el camarero sobre algo monotemático, el coronavirus, omnipresente en las televisiones portuguesas.

Por la tarde nos dirigimos a la Abadía de Santa María de Alcobaça, que también permanece abierta y con los mismos precios de entrada que el monasterio anterior. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es la primera obra gótica erigida en suelo portugués, ya que su construcción comenzó en 1178. Ante el cariz que están tomando las cosas en el Estado y en Euskal Herria, decidimos poner fin al viaje. Camino de la costa, en Nazaré, el MAUC nos envía un SMS diciendo que si tenemos que coger algún vuelo, que nos replanteemos el viaje. No es nuestro caso, pero aquí concluimos. Pasamos la noche en Lisboa, anulamos sin problema las otras tres que nos quedaban y cancelamos tres noches en el Algarve y una en Évora, capital del Alentejo, región en la que no había coronavirus. Tiempo habrá de volver. Lisboa está aletargada, con poca gente por la calle y tan solo algunas personas en las terrazas.

14 de marzo. Anoche nos encerramos en el céntrico Hotel Marqués de Pombal. Solo tres mesas ocupadas para cenar, pero bastante gente en el desayuno. Como los días son cortos, reservo un hotel en la periferia de Salamanca, para partir el viaje. En una estación de servicio portuguesa, en los baños ví un buen sistema. Había cuatro lavabos, cada uno de ellos con tres grifos, por uno salía jabón, por otro agua y el otro era el secador. Todo ello por célula, sin tocar nada. Comimos en Guarda y aprovechamos para hacer la compra en el Lidl, con un empleado de seguridad en la puerta, para controlar las entradas. Cerca de Ciudad Rodrigo, cuando paré a repostar, aprovechamos para comprar algo para cenar, que me lo sirvieron a través de un cajón. El hotel tenía el restaurante cerrado, pero nos dieron desayuno.

El domingo por la mañana, casi no había tráfico de vehículos, pero si gran cantidad de autocaravanas de matrículas extranjeras abandonando apresuradamente el país. De Salamanca a Burgos, todos los paneles de la autovía nos recordaban “mejor quédate en casa”. Cuando cogimos la AP-68, solo vimos un vehículo hasta Altube, el que aparece en la imagen con Gorbeia al fondo. A las 14:15 empezábamos el confinamiento en casa. Espero tener mucho tiempo para preparar nuevos proyectos viajeros. ¡Mucho ánimo y suerte!