Ricardo Franco Vicario: «Hay medios materiales, pero necesitamos más recursos humanos»

Presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, distinguida por la Fundación Sabino Arana por su activa promoción de la salud en Bizkaia y en Euskadi durante sus 125 años de vida.

«La burocracia sanitaria está impidiendo soluciones inmediatas para enfrentarnos a la pandemia»

«Se deben tomar medidas quirúrgicas. ¿Qué es esto de dejar fumar en las terrazas y que un tribunal lo avale?»

«Desde su fundación, la Academia se ha empeñado en mostrar el rostro humano de la medicina»

El doctor Ricardo Franco Vicaria, pte. de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao.

«Recibir el Premio Sabino Arana alegra, pero que sea además en el 125º aniversario de nuestra fundación, supone un importante reconocimiento. Es un aliciente, una visibilización del trabajo que realizamos que es lo que intentamos, pues casi el 60% de las actividades de la Academia están dirigidas al gran público. Desde siempre, y hoy aún más, nos hemos empeñado en mostrar el rostro humano de la medicina, porque nos topamos con una medicina científica, muy tecnificada, con el peligro que entraña para el paciente la telemedicina», explica con preocupación el doctor Ricardo Franco Vicario, jefe clínico del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Basurto y presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao (ACMB), fundada el 19 de enero de 1895, siendo su primer presidente el doctor José Carrasco y Pérez-Plaza. ¿Le preocupa una medicina sin médico?

—Mucho. Veo gente muy enfadada por la actual praxis médica a causa del covid. No hay suficientes recursos y echamos mano del teléfono y la videoconferencia, pero esto no es la praxis médica correcta y mucho menos humana. Además, puede dar pie a enormes confusiones. Si no ves al enfermo, si no le tomas la tensión, el pulso, etc., no te puedes hacer idea exacta de cómo está y puede inducir a errores diagnósticos.

¿Se dan estos casos?

—Sí. Tengo una paciente a la que le dolían las articulaciones. «Parecía» una falsa artritis y resultó ser un cáncer linfático. Como durante tres meses todo fue por teléfono, nadie había visto su ganglio en el cuello. Al enfermo hay que escucharle, tocarle, auscultarle, debemos observarle. Porque el diagnóstico es el oficio de los detalles. ¡Si no puedes inspeccionar los detalles, qué vas a diagnosticar!

Hablando de la pandemia, ¿en los anales de la Academia recuerda momentos tan críticos, por no decir tan tenebrosos, como estos?

—En la gripe de 1918 fallecieron muchos médicos. Entonces era presidente de la Academia el famoso doctor Vicente San Sebastián Arana, que fundó luego sus clínicas y fue también cofundador y primer presidente del Igualatorio Médico Quirúrgico. Un prohombre de la medicina. Este cirujano tuvo que pedir ayuda a otras provincias colindantes para que enviaran médicos, porque aquí no había suficientes. En Bilbao solo contábamos con Basurto como hospital, un centro de beneficiencia para los pobres de solemnidad, mientras Santa Marina era para tuberculosos. La Academia asumió labores de compensación de la carencia de medios y médicos para atender la salud pública, lo hizo muy bien. Los médicos se volcaron para comunicarse en nuestra revista científica oficial, Gaceta Médica de Bilbao, fundada en 1894,donde contaban sus experiencias, y eso que aquellos médicos no estaban familiarizados con la infección pandémica.

Cómo sucede ahora.

—Sí, porque para nosotros este virus ha sido un bombazo que nos ha caído de arriba y del que no teníamos ni idea. Sabíamos que el coronavirus es una subespecie de virus que hay en la especie animal, una zoonosis, y que en el hombre hay una variante que es el del resfriado común. Pero el covid-19 nos ha colonizado, se está acomodando y, además, mutando.

Los aplausos a los sanitarios desde los balcones estuvieron bien, ¿pero cree que esto se refleja en sus condiciones laborales, guardias, protección…?

—Para nada. El personal está muy muy cansado, no hemos tenido tregua. Doblegamos la curva de la primera ola; pasamos el verano todorrisas y aparece la segunda ola y cuando ya amagaba con irse, llega el puente de la Inmaculada, la Constitución, las navidades y ahora cabalgamos la tercera ola. Esto ya lo avisamos desde la Academia.

El reconocimiento popular está bien, pero los médicos tendrán otras reclamaciones qué apoyará la Academia. ¿Cuáles?

—Los médicos y en general el personal sanitario vivimos toda la pandemia con escasez de personal. Ha habido confinamientos y hemos tenido sustracción de recursos humanos.

¿Siguen sin sustituirles?

A los médicos, no, pero a enfermeras, auxiliares y secretarias, sí. Ya no podemos decir que falten medios materiales, tenemos de todo, pero nos faltan recursos humanos. Pasé el covid, estuve un mes de convalecencia, me incorporé al trabajo y digo que la gente está agotada, sin poder coger vacaciones.

Conozco a muchos sanitarios, bastantes médicos entre ellos, que han hecho las maletas. ¿Por qué se nos escapa tanto talento: carrera profesional, condiciones laborales…?

—Tengo el ejemplo muy cercano de un superespecialista en fisioterapia respiratoria, con varios másteres y experiencia de seis años en un gran hospital de París, que cuando se declaró el estado de alarma se vino aquí y se ofreció gratis eta amore a todos los gerentes de los hospitales de Osakidetza. Quería contribuir y hacerlo gratis. No le llamó nadie. Así que se volvió a París y está atendiendo a todos los pacientes de cirugía cardiaca, torácica, esofágica y pacientes de covid que tienen destrozados sus pulmones y que lo necesitan forzosamente, pero aquí no hay cultura de la fisioterapia. No se sacan plazas. Así que estos profesionales se nos van porque esto es un erial.

Al citar a médicos, los ciudadanos pensamos en medicina asistencial, pero también existe la investigación. ¿Cree la Academia que se apoya la investigación biomédica?

—La Academia aplaude la investigación biomédica. Contamos con muchos investigadores que son académicos, gente de Biogune, de Ikerbasque, profesores universitarios… Desde la institución no se investiga, pero se analiza y se mandan recomendaciones. La investigación se está apoyando a través de los CICbiogunes. De hecho, al inicio de la pandemia hubo una oferta por parte de la Facultad de Ciencias, de los biólogos que habían descubierto una práctica de PCR para el diagnóstico, pero como no estaba estandarizada ni homologada, no la pusieron en marcha.

¿Por qué ocurrió eso?

—Es la burocracia. La Administración es una tortuga gigantesca que camina pesadamente. Entre el problema y la resolución hay un tránsito demasiado lento. Es como el personal, ¿por qué no cogemos gente que ha hecho ya la carrera, que están preparando el MIR o lo han sacado ya? No los reclutamos, entre otros motivos, porque los sindicatos se oponen. Tenemos una legislación poco flexible. No hay posibilidad de contratar a bote pronto, aunque las necesidades sean urgentes.

¿Cree que la pandemia deja al descubierto algunos agujeros en el que creíamos perfecto escudo de sistema de salud?

—Muchos. Lo primero es que no hay suficientes epidemiólogos preventivistas, gente dedicada a la salud pública, profesionales que estén metidos en las unidades de preventivos. Salud Pública y Medicina Preventiva es una especialidad, pero muy pocos médicos MIR la eligen porque es de despacho. Muchos jóvenes hacen la oposición en Madrid, pero aquí, al ser funcionarios del Gobierno central, no entran en Osakidetza. Al final nos quitan los recursos otras comunidades. La burocracia impide soluciones eficaces.

¿Cuántos especialistas en epidemiología, salud pública, preventivistas… harían falta en España? ¿Está prevista la creación de un Instituto Nacional de Salud Pública?

—Es complicado. Las estimaciones que tenemos de Estados Unidos son difíciles de extrapolar. Allí por 100.000 habitantes hay 5,6 técnicos de salud pública, dos estadísticos y un epidemiólogo de campo. En los últimos años, han bajado hasta 0,73 epidemiólogos por 100.000 habitantes y la mayoría son sin formación. En Euskadi ocurre lo mismo. Cuando se jubilen Txema, Concha y Eva, desaparecerán los tres últimos médicos de Epidemiología y solo el primero lo hizo vía MIR.

La pandemia impide ver otras realidades, como la edad media de los sanitarios. ¿Hay recambio generacional en todas las especialidades?

—No. He cumplido 70 años y me han jubilado de la universidad con 48 años de experiencia cuando no hay profesores titulares y en mi unidad docente de Basurto todos son profesores asociados que ni tan siquiera son doctores. He dirigido diez tesis y numerosos trabajos de grado, pero como docente estoy en un rincón. Ahora los estudiantes están enfocados a la asistencia, pero no sé lo que pasará tras esta oleada pandémica. Se retrasarán las vacunaciones porque las enfermeras no podrán con todo. También son ellas las que rastrean, las que hacen las PCR. Y si tienen que prestar también la atención a los cientos de pacientes que se nos echan encima con el covid, entonces ¿quién nos vacunará?

Todos dicen que hay que mejorar la atención primaria. ¿Cree que se está tomando nota de esta necesidad?

—Supongo que la lección la tienen bien aprendida, porque han quedado al descubierto muchas miserias que estaban ocultas. Nos mirábamos el ombligo repitiendo que teníamos el mejor sistema sanitario del mundo. ¡Y en Euskadi, no te quiero ni decir! La atención primaria está muy burocratizada. Muchas jubilaciones anticipadas en atención primaria en 2019 y 2020 fueron por hartazgo, porque la burocracia les estaba comiendo. El médico quiere estar con el enfermo, dedicarle suficiente tiempo. Te cuentan el horror que han vivido y cómo ahora se encuentran liberados. Han pedido la jubilación anticipada por amargura y hartazgo.

¿No es desperdiciar la experiencia?

—Sí. Porque un buen médico, con eso ojo clínico que se adquiere solo con la experiencia, es el que sabe resolver las cosas en poco tiempo; distinguir el polvo de la paja y hacer una medicina eficaz y eficiente; una medicina al mínimo coste. El que no sabe pide muchas pruebas de todo tipo para hacer una medicina defensiva y que el paciente se sienta satisfecho. El buen médico diagnostica sin someterles a pruebas inútiles.

Alegría sí, pero, ¿que más aporta el premio Sabino Arana?

—Con un background de 125 años de historia, el premio nos refuerza como referente de la formación permanente y continuada de los sanitarios durante toda su carrera profesional, promoviendo el conocimiento, el rigor científico y ético, así como la formación de competencia en todos los ámbitos de la ciencia de la salud, sin olvidar buscar siempre el rostro humano de la medicina.

«Tras la pandemia nos viene una posguerra social y económica»

El investigador Ignacio López Goñi sostiene que el año 2021 será largo y complicado; lo que no puede ser es que vayamos siempre detrás del virus»

«La desescalada fue muy rápida y además no se preparó a la ciudadanía para enfrentarse a lo que venía»

«En estos momentos me dan más miedo los políticos y su caótica gestión social de la pandemia que el propio virus»

El investigador Ignacio López-Goñi.

«Todavía no sabemos cómo terminará esta historia y quizá sea pronto para hablar de la manera de prepararnos para la próxima pandemia, pues todavía estamos inmersos en ésta, pero una mirada crítica desde la ciencia nos puede ayudar a controlar la situación o, al menos, a replantear y repensar algunas decisiones», explica a DEIA Ignacio López-Goñi, uno de los microbiólogos más populares y que más tiempo lleva divulgando sobre la materia en el Estado, gran comunicador científico a través de Twitter y autor de Diez nuevas noticias sobre coronavirus, uno de los artículos más virales sobra la pandemia.

El investigador ha publicado recientemente Preparados para la próxima pandemia (Editorial Planeta), un libro en el que realiza un profundo análisis sobre las razones de la crisis del covid-19 y donde ofrece la claves para prepararnos para el futuro, «porque esta nos será la última pandemia que vayamos a vivir».

El catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra sostiene que en momentos de crisis se precisa ver la luz al final del túnel, el leit motiv de su libro. «La ciencia y la cooperación nos sacarán tanto de esta pandemia como de las próximas que nos vendrán», subraya con convencimiento.

Al inicio de la pandemia usted me comentó que de esta nos sacarían los científicos. ¿Sigue pensando así?

—Evidentemente. La ciencia y el conocimiento a todos los niveles serán los que nos pueden sacar de esta crisis sanitaria tan profunda. La verdad es que, en estos momentos, me dan más miedo los políticos y su caótica gestión social que el propio virus; su gestión en casi todos los países es auténticamente desastrosa.

Las primeras vacunas ya están aquí. ¿Son el primer paso al optimismo?

—Sí, pero moderemos nuestro optimismo. Hay otras muchas candidatas ensayándose: atenuadas, recombinantes, de RNA…; se está probando todo el arsenal tecnológico que tenemos para preparar vacunas. De ahí saldrán algunas que funcionen mejor o peor, pero seguro que será a lo largo de 2021 y 2022. El camino será largo y cada tanto irán apareciendo distintas candidatas, unas mejores que otras. Los adelantos serán lentos y las primeras que ya se están usando seguro que no son las óptimas, pero sí tan útiles como necesarias. Además, en vacunación el objetivo es encontrar la más idónea para cada colectivo social.

¿Las prisas han acelerado los pasos de elaboración de las vacunas?

—Sí. Pero eso no quiere decir que se hayan saltado los plazos, sino que se han acelerado y se ha exigido para su comercialización la máxima eficacia. Además, también se demandará la seguridad, al igual que para otras vacunas; en ello han estado las agencias evaluadoras. A otras vacunas les exigimos el 80 u 85% de eficacia, éstas igual las íbamos a aprobar con un 50%, pero los datos nos dicen que tienen una altísima eficacia.

Las pandemias pueden ser previsibles, pero ¿era evitable la situación actual

—Las pandemias son inevitables, por eso son pandemias; de ellas nadie tiene la culpa, no se trata de culpabilizar a nadie. En el libro voy describiendo cómo fue la primera ola, cómo nos cogió a todos fuera de juego y que se hizo lo que se pudo. Ahora bien, soy más crítico con la preparación que se hizo de la segunda ola. No es que se pudiera evitar, porque es muy difícil controlar el virus, pero sí nos podríamos haber preparado todos mejor para estas más que previsibles nuevas embestidas del coronavirus.

¿La desescalada fue muy rápida?

—Durante la primera ola y la desescalada tendríamos que habernos preparado para un segundo embate, porque todas las pandemias presentan olas sucesivas en los años posteriores, incluso con mortalidad más elevada. En ese momento deberían de haberse preparado y reforzado los sistemas sanitarios y un rastreo general más ambicioso. En ese momento se nos tenía que haber preparado para la segunda ola. Por esto hay que tener en cuenta que estamos en una tercera y podemos tener una cuarta ola. El 2021 será un año largo y complicado y hay que preparase para la situación; lo que no puede ser es que vayamos siempre detrás del virus.

¿Cree que vamos a un confinamiento como en marzo?

—Creo que sí. No sé si tan total como en marzo, pero sí algo muy parecido a lo que ya están haciendo en Inglaterra, el confinamiento casi total, en el que solo se puede salir a actividades indispensables: colegio, universidad, trabajo y poco más. Actividad muy limitada. Sí, pienso que vamos a eso porque la curva es exponencial, con aumento de casos a velocidad tremenda; la cuestión no es si habrá confinamiento, sino cómo de intenso y cuánto de duradero.

En Euskal Herria las instituciones están intentando hacerlo bien, pero los contagios siguen al alza.

—No creo que haya mala fe, ni nada por el estilo. Pienso que se intentan hacer las cosas bien, pero a nivel general me preocupa, y por eso digo que me preocupan más los políticos y su gestión que el propio virus, es la tremenda confrontación política que existe; eso es lo mejor para la expansión del virus; no se dan cuenta de que esto va a ser muy largo. Todo el mundo está esperando confiado en que la ola pasará, pero el desastre después de la pandemia, aunque a la gente no le gusten los términos bélicos, es catastrófico. Lo que hemos aprendido de otras pandemias de la historia es que siempre salimos peor y más pobres y, además, sufriendo mucho más las clases más vulnerables. Lo que nos viene es una posguerra a nivel económico y social. Superarlo exige liderazgo, capacidad de negociación y un gran pacto de Estado. Aquí, sincera y desgraciadamente, cada uno va a lo suyo, estamos en el ¡Sálvese quién pueda!, lo cual me parece tremendo.

Ya se están produciendo revueltas sociales en el Estado y Europa, ¿cómo pueden atajarse?

—Esto es muy peligroso. Es como un incendio que puede descontrolarse. Es una muestra del hastío, del cansancio de la sociedad e insisto en que una parte de culpa de esta crispación es de la clase política, que en lugar de ejemplo de unidad y de concordia, están a diario echándose los trastos a la cabeza y ocupándose de cosas que en este momento quizá sean secundarias y esto tal vez se acaba transmitiendo a parte de la sociedad y ocurriendo lo que ocurre.

Algunos sostienen que estas revueltas pueden ser anecdóticas.

—No, porque pueden ir a más y más allá.

Su libro Preparados para la próxima pandemia ¿es fruto maduro de su confinamiento?

—Me dediqué a hablar y contrastar mis ideas sobre la situación de la crisis sobrevenida por esta pandemia con muchos amigos y colegas. Muchas de las cosas que salen en el libro son reflexiones, comentarios y conversaciones recogidas de esas personas. El libro es fruto maduro de leer, estudiar, hablar con colegas y reflexionar desde la ciencia para abordar una hipotética, aunque perfectamente previsible, nueva pandemia cuando todavía no hemos salido de esta. Algo parecido a un vademécum de ideas y actuaciones que nos puedan ayudar a salir de esta y otras pandemias sobrevenidas.

Liderazgo, apoyo a la ciencia, conocimiento, cooperación. ¿Suficientes para sacarnos de este marasmo?

—Sí, porque solo una estrategia de cooperación, de trabajar conjuntamente en salud humana, animal y ambiental nos podrá preparar para próximos eventos de crisis o catástrofe. Al final, en el libro acabo con una reflexión ética: saldremos adelante en la medida en la que todos trabajemos por el bien común, a todos los niveles, desde las farmacéuticas, investigadores y médicos hasta la ciudadanía; sólo venceremos caminando todos al unísono.

@nekanelauzirika

Mercadeo del futuro

1.400 millones de personas no disponen aún de agua potable, según la FAO

LOS expertos denominan mercados de futuros a la cotización/negociación en bolsa de contratos de compraventa de bienes a fecha futura mediante un acuerdo de precio; para una inexperta esto es poner precio a lo que todavía no existe, para previsiblemente especular en ese futuro determinado con el bien cotizado. En lugar de mercados de futuros sería más descriptivo tildarlo «mercadeo del futuro«, más aún tratándose de bienes básicos como los alimentos, convirtiéndolos por chalaneo, burbuja financiera y hasta receptación, en bienes cotizables. Ahora le toca al agua.

Aherrojados bajo la pandemia sanitaria pueden pasar desapercibidos o subsumidos en la palabra crisis otros asuntos no menos pandémicos a futuro. Uno de ellos el agua, que ya cotiza en bolsa como valor de futuro. Desde el pasado lunes puede invertirse en derechos NQH2O del uso del agua en el índice Nasdaq Veles California Water. Al igual que el oro, el petróleo, los cereales o el aceite de palma€ sus derechos a futuro ya se cotizan y el agua salió al parqué a 486,53 dólares (402,66 euros) los 1,4 millones de litros. Puede parecer, aparentemente, barato e incluso, según la compañía negociadora de títulos, beneficioso para regular el riego agrícola, evitar problemas en sequías y ajustar mejor la oferta/demanda.

Pero en bolsa la volatilidad es impredecible y sus consecuencias aún más, porque como decía Newton, «puedo calcular a la pulgada y al segundo las órbitas de los cuerpos celestes, pero soy absolutamente incapaz de predecir hasta dónde puede arrastrar las cotizaciones de la Bolsa una multitud histérica». Así que la realidad histórica de cíclicas burbujas bursátiles permite predecir subidas/bajadas financieras especulativas que beneficiarán a unos pocos y sumirán en la ruina a muchos. El ejemplo de talas masivas de bosque autóctono en Borneo y la ruina periódica de sus habitantes como consecuencia de los vaivenes de cotización en bolsa del aceite de palma es un dramático precedente. Y ahora peor, porque será con un bien imprescindible que «es de todos», porque el agua es la vida; sin oro o petróleo se podría vivir, sin agua no. Desde la FAO ya alertan de que esta cotización viola un derecho humano básico, más aún cuando más de 1.400 millones de personas todavía no disponen de agua potable para consumir, sea por la demanda creciente o aumento de la contaminación o por sobre explotación en agricultura y minería.

Pero este mercadeo del agua no hace sino sumarse a otros mercadeos-chalaneos, y no solo bursátiles. Esta misma semana, el «pato cojo» Trump ha reconocido la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental y le ha vendido un buen arsenal de armas. No porque el rey marroquí sea guapo, sino porque en el Sahara se encuentran las mayores reservas de fosfatos del mundo; y siendo el fósforo el elemento limitante de la vida, en un mundo superpoblado los fosfatos son/serán la llave de la producción agrícola y en consecuencia, alimentaria. Y siempre se supo que quien controla el alimento, gana. Mercadeo con abuso de poder, que puede dar paso a cotizar en mercados de futuros el aire, el hielo polar y marina, los trinos de los jilgueros, el crotoreo de la cigüeña, el ulular del búho o el mayestático esplendor del sol crepuscular.

Por ahora, mercadear con la sed de los humanos sólo se hace en California, donde la escasez endémica de agua y los grandes incendios trae de cabeza a los agricultores, pero «cuando las barbas de tu vecino veas pelar», ya sabes, lo que debes hacer con las propias.

nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika

Allegados y dudas navideñas

Todo listo para las fiestas y la próxima apertura de los bares y restaurantes.

Seguramente el próximo jueves 10 nos aflojarán las bridas y podamos conquistar terrazas, ocupar restaurantes y callejear bajo un toque de queda menos bélico. Todo sea para que ya sin tanto apremio sanitario la economía navideña no se resienta hasta terminar exánime. Pero esta liberalidad otorgada seguirá embridada y solo alcanzará hasta la muga de los allegados.

Familia cercana, lejana, política, cuñados, primos, tíos y demás comodefamilia€; aun conociendo estos sibilinos e intrincados parentescos celebratorios de Navidad, año viejonuevo y demás eventos festeros, nunca había tenido que plantearme si también debíamos incluir en nuestro vademécum social sus equivalentes en allegados, íntimos, cercanos, lejanos o incluso fríos allegados políticos. Así que, aunque me devane el seso, no logro deslindar aquellos de especial vínculo y quienes son simples saludamañanas. En esta tesitura, volver por Navidad continúa sonando a hogareño, sobre todo en los anuncios, pero las incertidumbres que plantean las directivas de nuestros dirigentes de gobernanza en comandita sanitaria/económica me dejan tan dubitativa como a todos ustedes, supongo.

Ya he borrado, o me han hecho borrar de mi agenda navideña, todos los actos externos, comidas de empresa, de sociedad, Olentzero y carrozas mágicas, fiestas populares y mercadillos. Ahora, a la espera de la media veda de bares y restaurantes, me dejan poco más que trabajar, pasear o ir de compras con mucho cuidado, no vaya a ser que el virus también esté buscando regalos de Olentzero para adornar sus proteínas S-espículas.

Como busco ser ciudadana cumplidora pero no hipocondríaca, tampoco me planteo para estos días ni una PCR, ni prueba de antígenos ni serológica, sino una lista de quienes son mis allegados fiables. Y la realidad es que no encuentro ningunoque no lo sea, así que o acepto a todos o rechazo a todos. Borradas unas compañeras que trabajan fuera de Euskadi que solían venir a media tarde del día de nochebuena a tomar café; mi vecina Pili pasaba a tomarse una copa de champán y tarta tras la cena navideña y con ella sus hijas€, pues tampoco. La comida del día siguiente solía ser una frondosa reunión familiar con besos, abrazos, chistes, voces acaloradas y algún que otro canturreo…, pues la reunión deberá ser menguante o directamente pasar a mejor vida, olvidándonos del obligado regalo del amigo invisible. Repetición la semana siguiente, con más alcohol, más comida y normalmente más tumulto y más horas de tertulia. Y como entreacto, seguir a Olentzero y Reyes Magos dándonos codazos para que los peques disfruten cogiendo caramelos o un buen resfriado con el magnífico frío de enero.

No, no me entristecen unas navidades con menos revoloteo comercial, ni que haya menos ruido por las calles con pocos petardos en nochevieja, ni vivirlas sin cabalgatas. Tampoco lloraré compungida por tener que reducir reuniones familiares establecidas, pero totalmente prescindibles, sea en casa o como invitada. En cualquier caso, habrá sido un sacrificio por algo, y por eso mismo cuando despierte el 7 de enero me preguntaré si tanta renuncia personal y comunitaria habrá servido como dique ante la pandemia o simplemente haya sido para que gastemos un poco más en Navidad y que la economía de servicios no fenezca. Porque, o mucho me equivoco o por sanantón volveremos a las bridas prietas para varias semanas más, a no ser que además de inyectarnos el optimismo de la vacuna, nos inoculen la de verdad. Pero para esto aún es pronto, esa será una historia de primavera tardía.

Día Mundial de la Lucha contra el SIDA

GeSIDA pronostica un retroceso en la lucha contra el VIH en el Estado a consecuencia de la pandemia de la COVID-19

La prevención es clave para evitar los contagios de VIH

MADRID, 30 de noviembre de 2020. La irrupción de la COVID-19 provocará un más que probable retroceso en la lucha contra el VIH, la gran pandemia que irrumpió en el mundo en las últimas décadas del siglo XX y cuyos avances de las últimas décadas pueden verse condicionados en los próximos años por el severo efecto que el SARS-CoV-2 están teniendo en los servicios sanitarios y de prevención del virus del SIDA, que afecta en España a más de 150.000 personas.

Aunque estos efectos no se conocerán de forma más concreta hasta 2021, un estudio realizado entre servicios sanitarios y de prevención de 34 países europeos -entre ellos, también españoles- entre marzo y agosto de este año ya apunta cuál puede ser la tendencia: el 95% de los encuestados informaron haber realizado pruebas a menos de la mitad del número esperado de personas durante los primeros meses de la pandemia de la COVID-19 entre marzo y mayo de 2020. Esto continuó, aunque en menor grado, entre junio y agosto de 2020, cuando las medidas fueron menos estrictas en la mayoría de los países.

Dado el repunte de los casos de COVID-19 en otoño y las nuevas restricciones de movilidad establecidas en esta semana, la tesitura puede ser similar a la vivida en la pasada primavera. La cuestión es que “en infecciones crónicas como el VIH, el diagnóstico y el tratamiento retrasados pueden tener consecuencias a largo plazo, tanto para los pacientes individuales como en los avances globales logrados en el control de esta pandemia”, recuerda el presidente de GeSIDA, el Dr. Esteban Martínez.

Con motivo del Día Mundial del SIDA, que tiene lugar cada primero de diciembre, desde GeSIDA (Grupo de Estudio del SIDA de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica) se insiste en no bajar la guardia frente al VIH, más si cabe en este año condicionado por la pandemia de la COVID-19. Si anualmente, de media, se producen en España 3.500 nuevos diagnósticos de casos del virus del SIDA, el efecto del SARS-CoV-2 puede propiciar que crezcan en los próximos meses.

Uno de los ámbitos de la lucha contra el VIH que más puede notar los efectos de la pandemia de la COVID-19 es la prevención. En el caso de España, la anhelada implantación de la PrEP –profilaxis pre-exposición, tratamiento preventivo frente al virus, una estrategia dirigida a colectivos de mayor riesgo de contagio– había comenzado a funcionar pero ha quedado como una cuestión secundaria o incluso paralizada a consecuencia de la pandemia del coronavirus.

Junto con la prevención, el diagnóstico de nuevos casos también se ha visto afectada por las restricciones dispuestas para contener la propagación del SARS-CoV-2. Es precisamente en este ámbito donde España más necesitaba mejorar para alcanzar los objetivos del reto 90-90-90 (90% de la población con infección por el VIH diagnosticada; de ellos, el 90% en tratamiento antirretroviral, y de estos últimos, el 90% con carga viral suprimida) dispuesto por las Naciones Unidas para hacer frente a la pandemia del VIH. Según el último informe elaborado por el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III para el Plan Nacional del Sida del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, casi un 87% de las personas el virus conocería su diagnóstico, lo que deja un 13% de personas que no saben que tienen la infección. De las personas que viven con VIH y conocen su diagnóstico, un 93% están en terapia antirretroviral y un 90% de estas tendrían carga viral suprimida, por lo que estos dos parámetros sí habrían alcanzado el objetivo dispuesto por ONUSIDA.

“Dado que la pandemia de COVID-19 probablemente seguirá siendo una prioridad para los servicios sanitarios en los próximos meses, es importante garantizar que la respuesta a otras enfermedades infecciosas no se vea comprometida. Invertir en respuestas integradas, particularmente en el caso de las poblaciones clave, que a menudo tienen un mayor riesgo de adquirir más de una enfermedad infecciosa”, señala el presidente de GeSIDA, grupo que aglutina a los expertos –infectólogos y microbiólogos, fundamentalmente– que en España trata el VIH.

El Dr. Martinez subraya que, a consecuencia del estado de alarma, la atención a las personas con VIH ha tenido que pasar, prácticamente en su totalidad, a formato telemático, circunstancia que ha impedido ejercer un mejor control sobre la continuidad de los tratamientos y la realización de análisis. “Es posible que haya una proporción de pacientes que hayan perdido la indetectabilidad o hayan cursado un peor pronóstico de sus comorbilidades asociadas al VIH. Es necesario hacer un análisis exhaustivo de la situación y establecer las medidas necesarias para subsanar las deficiencias que se encuentren”, destaca.

Como ha quedado patente con la COVID-19, los sistemas y equipos sanitarios han demostrado una gran capacidad para responder rápidamente a las amenazas a la salud, lo que se ha traducido en una expansión de las pruebas de detección del virus SARS-CoV-2 o un mejor sistema de rastreo de contactos, entre otros. A juicio del Dr. Esteban Martínez, “esto pone de manifiesto que es posible movilizar recursos y adaptar políticas en poco tiempo, un aprendizaje que puede transferirse a la respuesta al VIH y otras enfermedades infecciosas sobre las que existe una amplia evidencia y un profundo trabajo realizado”, sostiene el presidente de GeSIDA.

Aplicar la experiencia acumulada en la respuesta frente a la COVID-19 sería necesario para subsanar las posibles ‘lagunas’ producidas en la atención al VIH en estos meses y pasar así poder cumplir los objetivos de ONUSIDA para el año 2030, y que buscan que el 95% de las personas con VIH sepan que tienen la infección; el 95% de las personas diagnosticadas de VIH estén en tratamiento con antirretrovirales; y el 95% de las personas tratadas tengan suprimida la replicación viral.

Comunicado de GeSIDA