Los que llegan tarde y mal

Ya es primavera en El Corte Inglés, tal como se anuncia en la tele, este año a los sones de la vieja canción Rumore, de Raffaella Carrá. Lo que ya es, y no son rumores, es la certeza de una primavera electoral con llamadas a las urnas para renovar, de abril a junio, los parlamentos vasco, catalán y europeo. El riesgo de contagio del cainismo español y su asfixiante polarización se cierne sobre nosotros con campañas saturadas de basura y barro. ¿Cómo neutralizarlas sin menoscabo de una ponderada rivalidad ideológica? Supongo que ejercitando nuestra autoestima y con madurez democrática.

Nos conviene huir del ruido y rebajar al mínimo el consumo de informativos tóxicos y sus tertulias de trinchera, dejando fuera de la zona de interés a gente sin escrúpulos como Miguel Ángel Rodríguez, ventrílocuo de su muñeco Ayuso. Debería saber MAR que la trumpista jefa de Madrid le destituirá porque su poder como mensajero ha ido demasiado lejos. Por esa razón le despidió Aznar hace muchos años y por lo mismo Pedro Sánchez cesó a Iván Redondo. Los gurús de comunicación son ladrones de personalidad. Llegará el esperpento de los debates televisados, parecidos a los exámenes finales de los malos estudiantes. En este espectáculo fluyen las angustias de última hora y de ahí sus excesos y teatralidades.

En Euskadi el riesgo está en la farsa de la izquierda abertzale, un proyecto de atrasados. Llegaron tarde a la democracia, a los derechos humanos, al respeto del pluralismo político, a la participación institucional, a los acuerdos transversales y llegan retrasados al futuro, sin la mínima compasión por el dolor causado y carentes de memoria del terror que sacudió y arruinó el país bajo su impulso totalitario. Hay que llenar las urnas por la dignidad y la libertad amenazadas.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Una nación, una televisión (en huelga)

Los suizos han escrutado a fondo el corazón de la radiotelevisión vasca. La consultora South 180, radicada en Ginebra, es la autora del informe “El valor e impacto de EITB en 2023”, resumido en 84 páginas. Por su encuesta a 1600 personas y 50 empresas del sector audiovisual sabemos que la ciudadanía tiene una percepción positiva de sus medios y valora su vocación en la promoción del euskera, deporte, cultura, diversidad, cohesión territorial, igualdad e impulso del cine vasco, que en los últimos premios Goya sumó hasta 33 candidaturas. Y todo esto haciendo equilibrismos con nuestra dualidad lingüística, lo que solo es posible desde una visión/televisión pública.

Sin ánimo de enmendar a los competentes suizos, yo plantearía esta simple ucronía: ¿Cómo imagina hoy la situación del país de no haber existido ETB? Es seguro que informativamente estaríamos dominados por los medios que antes vitoreaban la dictadura de Franco y ahora nos españolizan, que el euskera sería marginal y nos habrían extraviado parte de nuestra autoestima colectiva. Necesitamos más innovación, creatividad e internacionalización. Y producimos poco con los 192 millones que aporta este año el Gobierno Vasco, porque hemos olvidado el humor que nos llevó al paroxismo con Vaya Semanita y perdido la audacia exhibida en Generación Porno y el espacio Necesito ayuda sobre salud mental.

Tenemos buenos diagnósticos, pero no nuevos resultados. Y en la tele son programas, mejores programas. Con una plantilla sobredimensionada, en medio de una brutal revolución tecnológica e insertada en una sociedad exigente, EITB no puede vivir de sus rentas estratégicas y su poderoso simbolismo. Menos huelgas políticas y de privilegio (tres en los últimos cinco meses) y más talento: esto no lo dicen los suizos. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

La verdad hiere, la mentira mata

Lo que hizo de Aznar un presidente abominable fue la mentira. Mintió al asegurar que Irak tenía armas de destrucción masiva y nos volvió a mentir el 11M sosteniendo la autoría de ETA porque le convenía en vísperas electorales. Stefan Zweig escribió de estas personas que “mienten de la manera más peligrosa: con absoluta sinceridad”. Veinte años después del mayor acto terrorista en Europa la televisión nos ha otorgado un tributo de dignidad con formatos de tardío consuelo. ¿Por qué sorprendernos de aquella manipulación político-mediática si teníamos antecedentes en el 23F y la corrupción de Juan Carlos I?

TVE refuerza su deber público con dos productos impecables. Destaca la entrevista que Bush y señora ofrecieron en exclusiva a Lorenzo Milá, corresponsal en Washington, y que Urdaci y el director general, José Antonio Sánchez, censuraron por orden de la Moncloa. El segundo es un reportaje de excelente hechura, 11M, 20 años, con el protagonismo de tres supervivientes (Dori, Ángel y Antonio), que lo llenan todo con sus testimonios apabullantes. ¿Y por qué no la inolvidable Pilar Manjón? El resto es la crónica de la desinformación y la infamia.

Jordi Évole, en la Sexta, ha optado por el relato de ocho periodistas de tres medios (ABC, Ser y TVE) con la memoria de los cuatro días de aquel monstruoso engaño que, según Gabilondo, fue el germen de la actual polarización sociopolítica. El sinuoso Zarzalejos afirma que ahí empezó el “no nos representan”. En otro sentido, la serie de Disney+ Nos vemos en otra vida, sobre el menor que colaboró en el traslado de los explosivos desde Asturias, es una narración fallida por vacuidad. La verdad ha envejecido a los 20 años y hoy la vemos soliviantada y sin compasión. La historia siempre llega, inevitablemente, tarde y mal.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Señora de las noticias

Cuando un líder de la televisión informativa se jubila se convierte en noticia, en última noticia. Ningún rostro del espectáculo tiene mayor exposición pública que el presentador/a de telediario y por eso su despedida causa estrépito. Al reciente retiro de Pedro Piqueras de Telecinco se suma ahora el de Ana Blanco de TVE y entre ambos acumulan siete décadas de información: toda una época de la tele se va con ellos. Los tiempos cambian y los cronistas también, no siempre a mejor.

Ana Blanco era un modelo de contar noticias. Sobria, discreta, imparcial más allá de las circunstancias políticas, creíble. Su mirada mansa y alejada del aspaviento y de la retórica de la imagen la ayudaron a escapar del protagonismo, a sabiendas de que la fiabilidad de la información es incompatible con el ruido personal de sus emisores. La bilbaína nunca quiso ser estrella y, aunque tuvo la oportunidad de serlo, no puso su nombre y su tarea por encima de la responsabilidad periodística en el crítico medio audiovisual. Con mesura natural y simpatía contenida, su encanto radicaba en la seriedad y la serenidad por respeto a una sociedad que se toma en serio recibir malas noticias y hechos dramáticos, pues esa es, generalmente, la carga de un informativo.

Ana fue el contrapunto de Alfredo Urdaci, el tipo crispado y panfletario de la televisión estatal que le hizo la putada de suplantarla por Letizia Ortiz, más tarde consorte real. ¡Qué diferencia la suya con la miseria del telediario sobornado por unas siglas con el que triunfa Vicente Vallés en una España de trincheras! Y nada que ver con el activismo viejuno de Ferreras. Empezó en los 40 principales, cuya sintonía me acompañó cinco años de carrera, y ha concluido, más de 30 años después, en la señora de las noticias sin miedo.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Sus criminales preferidos

Transitar de la información al entretenimiento es un salto al vacío para quien, como Silvia Intxaurrondo, ama las certezas y rechaza lo infundado. Su insólito viraje la lleva, en directo, a la historia entendida como historieta y disfraz identitarioEl mejor de la historia, de TVE, es una vieja reconversión de 100 Greatest Britons, de la BBC y de hace más de 20 años, que incluyó entre los ilustres de Gran Bretaña al ficticio rey Arturo, elevado a categoría de leyenda. Podría España hacer lo propio proclamando entre sus 50 históricos a Mortadelo y Filemón, queridos amigos de tebeo. Para empezar, ni el 7% de la audiencia muestra interés por este subproducto chauvinista.

Sostiene Silvia que para estar entre los mejores hay que acreditar genialidad, valentía, legado, liderazgo y humanidad, perfil que burlan la corrupta y verbenera Isabel II de Borbón, Agustina de Aragón, señora cañón, y el genocida Hernán Cortés. En defensa de este salió Margallo, ex ministro del PP y adicto a la tele, con un argumento recurrente entre los intelectuales de salón: no se puede juzgar el pasado con criterios de presente. ¿De veras? Entonces nos despeñamos en la justificación de tiranías y matanzas al valorarlas según el calendario, a imitación de quienes relativizan los delitos de pederastia de los curas por el tiempo transcurrido: “Eran cosas que pasaban”, dice su discurso negacionista y su banalidad del mal.

Dos vascos hay en la lista: Dolores Ibárruri e Induráin. ¿Y por qué no Unamuno y Chillida? Es tan arbitrario y soez que hasta Franco y su heredero Juan Carlos I fueron candidatos. No hay forma de que España asuma con decencia y honradez su historia, toda ella. Vagando sin autoestima, acomplejada y carente de memoria verdadera, España se busca y no se encontrará nunca. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ