3 + 6 = 5. El duopolio audiovisual

LAS paradojas estimulan el pensamiento porque desafían la lógica. Y no hay en nuestro tiempo paradoja más desconcertante que las fusiones empresariales, donde la suma de dos, a veces, es una resta. ¿A qué viene entonces ese afán de juntarse para empequeñecer? Ocurre que los perdedores no son los que se unen, que se dan un festín de ahorro y sinergias, sino el libre mercado y la sociedad democrática. También ahora la suma corporativa entre Antena 3 y La Sexta va a dar como resultado una resta en muchas de sus variables y, específicamente, en pluralismo, competencia y equilibrio del sistema. La absorción, que no fusión, de la pequeña por la grande abre una gran incógnita y ensombrece el panorama de la tele que tiende al duopolio entre Telecinco y Antena 3, un Barça-Real Madrid audiovisual, un disyuntivo PP o PSOE, una tiranía bicéfala que reforzará Rajoy con la venta, minoración o cierre de las cadenas públicas.

¿Qué obtiene Antena 3 con esta agregación? Dimensión para disputar el liderazgo a Berlusconi con contenidos deportivos -fútbol, Fórmula 1, baloncesto- y algunas singularidades creativas que necesitaba para resolver su estancamiento. Su cálculo es que 3+6 sumen 5, porque su obsesión es homologarse a Telecinco. ¿Y qué gana La Sexta? Salvar la quiebra financiera a la que le ha conducido su delirante modelo de gestión sustentado en la compra de exclusivas deportivas muy por encima del valor real. Es asombrosa la semejanza entre Zapatero y Jaume Roures: dos demagogos, dos manirrotos, dos iluminados, dos socialistas… y el mismo destino decadente.

¿Y qué perdemos los demás? Pluralismo informativo, capacidad de divergencia, diversidad crítica, alternativas. También se consumará la concentración publicitaria, que elevará el precio de las cosas. Toda una mafia. El modelo televisivo español se italianiza aún más y consolida su canon de entretenimiento alienante. Paolo Vasile y Maurizio Carlotti, líderes de Telecinco y Antena 3, respectivamente, forman ya el nuevo Gobierno de España, y no Mariano Rajoy, su siervo.

Diccionario Enciclopédico López (IV)

TODAS las épocas y todos los sucesos se resumen al final en unas pocas palabras, útiles para memorizar y ponderar los acontecimientos. Son simplificaciones narrativas con las que elaboramos diagnósticos rápidos pero suficientes. El penoso período López también tiene su síntesis verbal, parte de la cual ya hemos incluido en anteriores entregas de este carrusel de significantes: ilegitimidad, cambio, socio preferente, normalidad, oasis vasco, boicot, Alakrana, audiencias ETB y déficit de comunicación, entre otras.

A medida que se acerca el patético final del Gobierno españolista en Euskadi, las palabras que lo definen se vuelven agónicas y se arrastran bajo el peso de la indiferencia, sin que puedan evitar ser pisoteadas por la realidad. Estos son los últimos restos del naufragio que han llegado hasta mi observatorio:

20-N. Fatídica fecha de la mayor derrota electoral de la historia del socialismo vasco, que certifica la definitiva impugnación del pacto antinacionalista. Los datos son demoledores: si Zapatero ha perdido el 38,42% de los votos en España, López ha caído el 41% en Euskadi, un diferencial aún peor para el PSE en representación, con un 55,56% menos de diputados frente al 35% que se le ha escapado al PSOE. 2) Día de conmemoración de las muertes de Franco y Primo de Rivera, ambos enterrados en el Valle de los Caídos, túmulo fascista que se ha mantenido en pie como queriendo recordar los deshonrosos vínculos de la democracia constitucional con la dictadura.

AUTOCRÍTICA. Actitud ética e intelectual, esencialmente efímera, de reconocimiento de las responsabilidades por los propios errores y desvaríos. Con el tiempo se suele disipar por olvido o por catarsis menores que nunca alcanzan las verdaderas causas. 2) Contradicción socialista entre la voluntad de «recuperar el pulso de la calle» y el atrincheramiento en la vigencia de su Gobierno inane. 3) Fugaz ejercicio autojustificativo que permite endosar los desastres estratégicos a un sinfín de pretextos (por ejemplo, la crisis económica) y que culmina en un autoperdón sin penitencia y una prórroga hasta la próxima derrota. 4) Autocrítica política: oxímoron perfecto.

CANNABIS. Campo de experimentación sociológica del Gobierno López en el que, con aires de hippie trasnochado, se planteaba permitir el libre cultivo de la planta, pero que, finalmente, reconvenido por propios y ajenos, ha cancelado a toda prisa en medio del mayor de los ridículos. 2) Campaña de imagen de López para dotarse de un progresismo perdido por andar en la amorosa compañía del PP, con resultado boomerang.

ELECCIONES ANTICIPADAS. Bicha innombrable en presencia de López a riesgo de producirle una grave depresión. Aunque, en función de los resultados, la lógica política aconseje el anticipo, los poderes españoles lo censuran para conceder más tiempo al consorcio anti PNV, lo que equivale a decir a la sociedad vasca que aquí no ha pasado nada. 2) Posible causa de un descomunal aumento del desempleo entre los cuadros socialistas. 3) Motivo de apuestas y porras varias, siendo el otoño de 2012 la opción más recurrente.

FISCALIDAD. Tótem ideológico de la izquierda que estimula la conveniencia de un aumento de la presión fiscal en Euskadi, aún a sabiendas de que no tocará pagar más a los ricos, sino a los asalariados, autónomos y demás pringados del sistema. 2) Punto de conexión idealizada por ciertos sectores socialistas para encontrar argumentos de convergencia con Bildu-Amaiur y preparar, aunque sea como lejana conjetura, un inédito acuerdo transversal entre PSE y la izquierda abertzale, ignorando la trágica experiencia catalana. 3) Ámbito competencial en el que el Gobierno de López carece de capacidad normativa y donde se empeña en meter las narices con pretensiones de líder de hojalata.

FUNCIONARIOS. Sufrido y vilipendiado colectivo de trabajadores dependientes del Gobierno de Lakua a quienes, después ser tachados de vagos y maleantes por medio de informes sesgados sobre su alto absentismo laboral, el tándem López-Basagoiti va a aplicar un recorte del 25% en caso de baja y que se suma a otras mermas de derechos. 2) Cautiva y demagógica fuente de ingresos de las administraciones para reducir el déficit público y primer remedio compensatorio del despilfarro de las instituciones.

GESTIÓN. Prueba del algodón de toda organización para demostrar su capacidad de tránsito de las palabras a los hechos. 2) Arte cotidiano con el que, con experiencia, buenos equipos y pasión de país, se mejora la vida de las personas y se impulsa el progreso nacional. 3) Dícese de los estragos causados por el Gobierno López en Osakidetza, metro, euskera, Ertzaintza, EITB, empleo, bienestar social, endeudamiento y eficiencia presupuestaria. 4) Versión moderna del clásico primum vivere, deinde philosophari.

MISSING. Vocablo inglés referido a quien desaparece y del que se desconoce su paradero. En su versión política, se aplica a quien debiendo estar en su sitio en el momento de mayor necesidad se ausenta voluntariamente o sin motivo suficiente. 2) Dícese del lehendakari López, a quien nadie vio en Euskadi durante la Conferencia de Paz de Aiete y el día que ETA anunció el cese definitivo de la violencia, históricos momentos que exigían la presencia y el liderazgo de un lehendakari digno, por entonces extraviado a más de 5.000 kilómetros de distancia.

PARO. Magnitud del déficit de bienestar real de un país. 2) Catástrofe del socialismo zapateril, estimada en más de cinco millones de desempleados y que ha sido miméticamente trasladada por López a Euskadi, hasta el punto de propiciar que tengamos ahora unas 144.974 personas sin trabajo y se haya duplicado la tasa de paro desde que el PSE llegó a Ajuria Enea. 3) Prioridad pública que empieza por colocar a los amigos en razón inversamente proporcional a su competencia y valía.

PRESOS. Colectivo humano legítima o ilegítimamente privado de libertad al que se usa -y se deja utilizar- en función de las conveniencias estratégicas de la izquierda abertzale o los poderes constitucionales. 2) Objeto de la brutal política penitenciaria del Estado que arbitrariamente se extiende a las familias de los reclusos. 3) Referente a estos, López se muestra ahora, con décadas de retraso, partidario del acercamiento de los penados y el reconocimiento de sus derechos. 4) Delicado terreno en el que se juega la consolidación de la paz.

RECORTES. Plan de exterminio de derechos y servicios sociales puesto en marcha como remedio de la deuda pública. 2) Exigencia tiránica de los mercados sobre la soberanía democrática de los pueblos. 3) Objetivo vergonzante del acuerdo entre la consejera Zabaleta y el PP para la supresión de ayudas de emergencia a miles de familias.

RONDA DE PARTIDOS. Apresurado y burdo sainete escenificado por López en el teatro de Ajuria Enea con ocasión del final de ETA y que solo sirvió para confirmar su levedad como líder y nula aptitud para impulsar acuerdos y cambios legales que aseguren la paz y la convivencia democrática en Euskadi. 2) Excusa propagandística para dotar a los teleberris de imágenes redentoras de López tras quedar en evidencia en su periplo americano.

SOLEDAD. Insoportable estado de vacío -existencial, afectivo o político- de quien previamente ha cultivado la enemistad, la tibieza o el sectarismo en su entorno. 2) Retrato de la situación política de López tras el 22-M y el 20-N, en apariencia consolado por el PP, pero cuyo auxilio se manifiesta más cruelmente cada día, unas veces amagando con retirarle su apoyo y otras recordando que la continuidad de su Gobierno depende del cambiante humor de Basagoiti. 3) Tristeza política irremediable, excepto con un acuerdo para la anticipación electoral.

Tregua Maratoia

El día que los seres humanos comprendamos que ser justos y sinceramente solidarios es un buen negocio (no solo en felicidad personal, sino también en rentabilidad económica) habremos resuelto los grandes problemas y ya no será necesario que los Merkel y Sarkozy tutelen nuestras vidas, hacienda y soberanía. Hasta que esto ocurra, dentro de muchos siglos, nos interesa que quienes tengan conciencia de nuestro destino compasivo se movilicen contra la indiferencia, incluso a riesgo de convertir el altruismo en espectáculo. Para eso, hace más de una década la radiotelevisión pública inventó EITB Maratoia, un producto ponderado mediante el cual los ciudadanos nos sumamos a una causa justa -requerida de dinero y memoria- con el símbolo de la generosidad colectiva. Más que la colecta vale la aproximación a la utopía.

Gracias a Dios al atribulado trío López-Urgell-Surio no se le ocurrió liquidar este precioso legado prenavideño, con lo que el miércoles celebraremos el 12º maratón solidario de los vascos, una ONG de un solo día, esta vez dedicada a la enfermedad más cruel, bajo el delicado lema No te olvides del Alzheimer. Es verdad que las dos últimas ediciones fueron un fracaso, sobre todo la de 2009, que obtuvo la peor recaudación de su historia; pero hay argumentos suficientes para que el programa vuelva a conectar con el corazón de Euskadi. La propuesta es sugestiva y bien merece una tregua, como cuando toca cooperar sin reservas contra los daños de una catástrofe cercana. De las veces que me ha correspondido el honor de estar al teléfono para recoger los donativos, recuerdo a la gente cuyos cinco euros de amor justificaban el mundo entero. Participen en esta pequeña maravilla.

¿Que esto es un circo, dice usted? Tal vez, no niego su imperfecto tinglado; pero, con todos sus defectos, es mejor remedio que la inmaculada estética de quienes esperan, contemplativos, una revolución salvadora o que el mundo cambie por súbito milagro. La vida real es la negación de ese purismo. Hagan, por favor, esa llamada: 902 54 25 25

Bilbao conquista el Sol

Si, como ha dicho Paolo Vasile, «los programas son cosas que ponemos entre los anuncios», la publi debe ser algo muy importante. Y realmente lo es. Por una parte, financia la libertad de comunicación y, por otra, es el 30% de los contenidos de la tele. Y vende. Y prestigia. No podemos vivir sin ella, digan lo que digan los puristas. Tanto es así que Bilbao, la ciudad que mejor se ha vendido al mundo, ha sido designada sede del Festival El Sol, certamen que reúne la publicidad más ingeniosa producida en el Estado español y países iberoamericanos. Lo que le faltaba a Bilbao: conquistar el Sol. Y lo ocupará por lo menos durante los próximos cinco años.

Dejando aparte los beneficios que esta nueva hazaña implicará para la economía local y la imagen internacional de la ciudad, lo más interesante es la influencia que puede ejercer sobre nuestra cultura el hecho de ser la capital de la publicidad que consumen más de 600 millones de personas. Hay muchas transformaciones que Bilbao aún no ha experimentado. El cambio de modelo de ciudad fue una apuesta institucional, impregnada de la autoestima nacionalista. La renovación económica y tecnológica la ha protagonizado la élite empresarial. Pero como sociedad e individuos mantenemos un bajo concepto de comunicación y nos falta osadía, creatividad y apertura a lo global. Nuestros cánones comunicativos y de diseño están obsoletos. La publicidad que hacemos es conservadora e incoherente con nuestro marketing más valiente y la audacia emprendedora vasca.

Una ciudad es una contradicción entre pasado y futuro. Lo mejor que nos puede pasar tras conquistar el Sol es que cambie nuestro viejo paradigma de comunicación y Bilbao consiga crear campañas mágicas, impactantes, innovadoras, divertidas, geniales… Si hemos sido capaces de vender con éxito la marca Bilbao al mundo, ¿no vamos a vender imaginativamente coches, perfumes, yogures, teléfonos y seducir con otras marcas? Quizás debamos importar argentinos, además de Bielsa, para que pronto sea habitual ser de Bilbao y creativo.

Negacionismo del conflicto político vasco

TODO conflicto comienza con una negación: un no intransigente a derechos que sus demandantes juzgan legítimos. Posteriormente, la negación se cierra sobre sí misma, se blinda, se retroalimenta con sus temores y, finalmente, se transforma en anti-ideología. Este es el proceso mental del negacionismo, que no se limita al desacuerdo con unos hechos, sino a la refutación radical de su existencia, lo que le libera de la responsabilidad de debatirlo y, eventualmente, del insoportable dolor de reconocerlo. El negacionismo es una imaginaria ceguera de la verdad. No es una discrepancia insostenible: es una esquizofrenia, un apartamiento de la realidad, una patología democrática cuyo síntoma más grave es que quien la padece no tiene conciencia de su sufrimiento. Y esto sucede en Euskadi, donde no pocos ciudadanos y determinados líderes desmienten la evidencia de un conflicto esencial -el conflicto político vasco- y lo verbalizan como mera ensoñación patriótica. Los resultados electorales del 20-N y la rotunda mayoría aber-tzale vuelven a situar este asunto en el centro del debate.

Aun así, el PSE y el PP, así como el poder mediático que conforma con estos partidos la oposición antinacionalista, afirman que no existe tal conflicto y que es solo el retorcimiento de una reivindicación partidista. Conviene penetrar en la naturaleza del negacionismo, porque fundamentalmente es una construcción psicológica sustentada en la irrealidad y dotado de un discurso muy superficial, pero agresivo. Su primera opción negadora es la simplificación de la contienda, el despojo de su complejidad. Por medio de la simplicidad reduce la cuestión vasca a falsedades míticas. Y como la evasiva no resulta operativa el negacionista suele inclinarse por la burla como fórmula de descalificación pública. ¡Cuántas chanzas grotescas y chirigotas cómicas hemos escuchado sobre los fundamentos de nuestro problema político! Es una vieja estrategia destructiva: si no es posible desgastar al adversario por vía convencional, ¿por qué no probar a ridiculizarlo?

Otra variante de la impugnación del conflicto es la frivolización semántica mediante el reproche del vacío significativo de ciertas palabras clave (conflicto, Euskal Herria, diálogo…) malgastadas por cierta retórica abusiva, como si el mal uso conceptual pudiera restar virtualidad a unas demandas profundas y sostenidas. Y, si hace falta, el negacionismo se atreve con la amenaza directa, al asimilar los límites de la democracia con la frontera de la legalidad: tras esa muga está la cárcel. El negacionista es un distribuidor de miedos y un productor de coacciones, lo que inevitablemente le conduce a la estrategia de la criminalización pública del rival, tarea infamante que con diligencia lleva a cabo el poder mediático. Finalmente, queda la menos agresiva táctica dilatoria, con su despliegue de excusas para retrasar las soluciones: antes la latencia del terrorismo y hoy la necesidad de un consenso previo, con la advertencia falaz de que cualquier cambio estructural supondría una fractura social, obviando que nada divide y perturba más a Euskadi que el perpetuo aplazamiento de sus problemas de fondo. Al negacionista hay que arrastrarle al debate, desbaratar su necedad y enfrentarle a sus contradicciones hasta que exteriorice su calculado despotismo.

Para definir cabalmente nuestro problema político sería suficiente un poco de honestidad intelectual. Esta es mi definición: «El conflicto político vasco lo constituye la reclamación legítima por una gran parte de la sociedad vasca de un marco propio de soberanía frente al modelo unitario del Estado español, lo que deriva en una situación insostenible para la convivencia en el seno de una sociedad plural a la que se priva de su derecho a decidir su propio status más allá de la legalidad heredada de una dictadura, cuya violencia generó la aparición de ETA y con ella la distorsión del problema y el bloqueo de su solución pactada». En esencia, es un conflicto de déficit de libertad y madurez democrática, que deviene de la ilicitud constitucional y la privación a la ciudadanía vasca de su inapelable capacidad resolutiva.

El conflicto político vasco lo tiene España con Euskadi en cuanto que el Estado constitucional impide, incluso por fuerza de las armas (artículo 8), que los vascos zanjen esta cuestión fundamental con su voto. Al mismo tiempo, el asunto tiene una dimensión interna, puesto que coexisten modelos antagónicos sobre la soberanía, uno de los cuales, arbitrariamente, ha impuesto sus tesis a la mayoría social como botín de la violencia de la historia. El final del conflicto sería que Euskadi, liberado por fin del terrorismo y sus coartadas, sintetizase un nuevo status político, lo sometiera a referéndum y España se subrogara a la decisión de la ciudadanía. El lehendakari Ibarretxe, adelantado a su tiempo, lo intentó y España ignoró aquella oportunidad.

Paradójicamente, los negacionistas más cercanos son los más empecinados. Uno de ellos, Patxi López, desaprobado por la democracia y la demoscopia antes y después del 20-N, manifestó hace poco que «el gran conflicto ha sido la existencia de ETA, de una banda terrorista que ha intentado imponer mediante la violencia su proyecto totalitario». El extravagante filósofo y perfecto negacionista, Fernando Savater, escribía recientemente que «la solución democrática es que los nacionalistas asuman por fin que los ciudadanos vascos comparten con los demás una identidad española que han colaborado históricamente a configurar de forma relevante». Ahí queda eso.

En el mismo sentido, el abogado Ruiz Soroa, en su Canon nacionalista, presentado en el Foro para la Libertad, aseguraba que «la explicación nacionalista de la situación política del País Vasco adopta la estructura de un relato novelado o teatralizado. En efecto, por un lado afirma que en la política vasca existe un conflicto esencial no resuelto». Es decir, que todo es ficción nacionalista: no hay demanda de soberanía, solo un episodio terrorista, una historia de buenos y malos que ya ha terminado con la derrota de los asesinos. En esta versión aparecen la simplificación y la burla, antes mencionados como recursos irracionales de la esquizofrenia negacionista.

Junto a la bastarda recusación del conflicto vive otro negacionismo paralelo, que no acepta la responsabilidad terrorista de ETA y considera que durante décadas en Euskadi solo ha existido una insurrección armada, cuya lucha era defensiva ante la agresión del Estado español, a consecuencia de la cual hubo 827 muertos, víctimas circunstanciales que se sumaban a las bajas propias y a sus cientos de presos. Aquí lo que se objeta es la índole de la actividad violenta, considerada como réplica inevitable de otra previa, con lo que quedaría como un accidente de la historia y a salvo del reproche ético. Cabe esperar que quienes sostienen hoy este relato ciego irán abriendo los ojos a la realidad de la tragedia humana, política y moral causada por la violencia.

El negacionismo, cuando se ciega ante la naturaleza política del conflicto vasco o cuando niega la catástrofe terrorista derivada del mismo, no plantea un problema de percepción, porque esta puede estar condicionada por factores externos e involuntarios. El negacionista no quiere ver la realidad porque no la soporta y a partir de ahí instala su tinglado mental alternativo, cuyo desmontaje precisaría, además de gran paciencia argumental, una intensa terapia contra el miedo. Porque unos tienen pánico al futuro y a otros les horroriza el pasado.