Entre las bicicletas que van por las aceras – al modo de aquello de » …por el monte , las sardinas » – y los corredores – o runners que se dice ahora- que van y vienen a velocidad de crucero, resulta ya muy dificultoso dar un simple paseo.
Y a ello no ayuda nada el empeño obsesivo – se lo tendrían que mirar o «llevarle a Soto» en frase pamplonica- de algunas autoridades municipales iluminadas que no cesan de sembrar marantoncillos y bicicletillas a espuertas.
Lo más curioso de todo esto es lo que supone como apología postmoderna del sufrimiento físico, manifiesta por medio de interjecciones exaltadas coetáneas a cualquier esfuerzo físico más o menos pertinaz, y , de manera más laxa, en el relato posterior de dicho esfuerzo, proclamado a los cuatro vientos entre cuadrillas exaltadas.
Curiosamente tal vertiente apologética no parece estar muy alejada de la circunstancia que enmarca un problema psicológico referido a la constitución de una personalidad fuerte y decidida: se evidencia, con la barbilla adelantada, la lucha contra el propio cuerpo para reforzar un hipotético sí mismo o sí misma.
Observando atentamente tales comportamientos se puede deducir que la mentada problematización es más bien propia de la adolescencia por lo que resulta verdaderamente sonrojante que continúen manifestándose en gentes que abandonaron la adolescencia hormonal muchos años atrás.
Aunque , claro,dada la infantilización generalizada que nos invade y rodea, ya es mucho esperar que la mayoría del personal supere esa edad dolorosa y deje de luchar consigo mismo /a en un permanente enroque narcisista ,y comience a luchar por algo que tenga más que ver con el mundo- a-la-mano…para luego permitirse un tranquilo paseo.
¡Cosas veredes! – que apuntaba ya no sé qué clásico.