Límites del humor, ¡ja!

Vaya con los límites del humor. Nunca sabes dónde los vas a encontrar. Ayer estaban aquí, hoy se han desplazado cuatro traineras a estribor, y mañana, seguramente, habrá que recorrer una docena de leguas para dar con ellos. Se mueven, los muy jodidos, al capricho de los seres superiormente morales que saben distinguir, incluso en lo más profundo de las tinieblas, el bien del mal, sin dejar lugar jamás para nada entre los extremos. Y a partir de ahí, aplican su filosofía inspirada en Chimo Bayo: esta sí, esta no, los límites son los que digo yo.

Acabamos de sacar otro doctorado al respecto. Los mismos que hace unos días se hacían cruces por la campaña contra el cómico televisivo que se sonó los mocos con la bandera española callan como tumbas ante el sablazo de 70.000 euros que le ha cascado un juez a un desventurado que escribió un cagarro de poema satírico sobre Irene Montero, Pablo Iglesias y Tania Sánchez en una revistilla gremial. Y eso, los que callan, que no son pocos los que se han liado la manta justiciera a la cabeza y han salido a proclamar la pertinencia del castigo, amorrados a su pilo argumental favorito, el que se expresa con la fórmula mágica “No es lo mismo”.

Ahí nos las van dando todas. No es lo mismo sonarse con la rojigualda que, pongamos, con la del pueblo romaní. No es lo mismo hacer una gracieta machirula sobre Irene Montero o sobre Letizia Ortiz. Cómo estará este patio de la hipocresía, que hasta el TMO, la publicación campeona sideral de la transgresión, acaba de dar la patada al dibujante Santi Orue por hacer chistes sobre Podemos, el procés o la inmigración. Qué risa… más triste.

3 comentarios en «Límites del humor, ¡ja!»

  1. Se llama sesgo tribal. Nos ocurre a todos los seres humanos.

    Comportamientos que en «el otro» queremos ver máximamente penados son poca cosa si es alguien «nuestro».

    Da igual de si estamos hablando de asqueroso machismo, de saltarnos la legalidad o de intentar linchar a alguien, por ejemplo. Es una situación muy peligrosa porque, me permito recordar, todos somos «el otro» de alguien.

  2. Sí, pero el autor no es un humorista, es un magistrado, ni lo escribió en una revista de humor, sino en la revista Asociación de Jueces Francisco de Vitoria.

  3. No suelo poner dos comentarios en la misma entrada del blog, pero visto el de Pablo, no puedo resistirme. «No es lo mismo.» Una vez más.

    Lo peor es que atraviesa el umbral entre la parodia y el extremismo. No hay forma de saber si es en verdad o un sarcasmo.

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