Un incidente… ¿racista?

No se repite lo suficiente que una de las peores formas de racismo es el paternalismo melifluo de los blanquitos bonachones y cantamañanas que van viendo xenofobia en cada mota de polvo que desplaza el aire. En su ausencia de luces entreverada de soberbia, no se dan cuenta de que, además de dar alpiste a toneladas a los Bolsonaros, Salvinis o Abascales de turno y cabrear tres huevos y pico a tipos corrientes y molientes, sus mandangas justicieras les convierten en supremacistas de talla XXL.

Ha vuelto a ocurrir con el video espolvoreado a tutiplén —viral, se dice en jerga— que además de en su territorio natural, las corralas modernas llamadas redes sociales, ha estercolado espacios de aluvión de los todavía medios tradicionales. Se presentaba, en la versión más suave, como “Incidente racista en un autobús de Vitoria”. Y es rigurosamente cierto que en la pieza se ve a un cagarro humano identificándose como militar que profiere amenazas de muerte a una mujer de raza negra. Ocurre que para los beatones arriba mentados, ese fulano es un personaje secundario. A quien señalan como protagonista y reo de racismo intolerable, es al conductor que pide a la mujer que plegara el patinete de su hija. Lo hace en voz alta, es verdad, porque no era el primer incidente de este tipo, y porque la aludida también habla a gritos. Una bronca como las mil que se producen cada día en el transporte urbano. Si no hubiera colores de piel por medio, casi todos tendríamos claro que la actitud verdaderamente maleducada es la de la persona que se niega a cumplir una norma elemental. ¿Por qué esta vez no es así? Reflexionemos sobre ello.

4 comentarios en «Un incidente… ¿racista?»

  1. lo de la señora y el conductor es un acto de mala educación producido quizás por el estrés de uno y por la reiteración del hecho de la otra, como bien dices es una bronca sin mas si no fuera por el color de una de la partes y por la sensibilidad a flor de piel de que se respira en estos momentos.
    El salvador pistolero xenofobo y facha que se vanagloria que lleva 20 años matando a personas de otro color o pensamiento por el bien de la patria, es el protagonista principal de «esta película» de verdadero terror, pero hay quien desea dar más papel en este caso a los actores secundarios.
    ¡Demasiado peligroso!

  2. Actualmente es muy peligroso decir, hacer, opinar, comentar y casi pensar nada que pueda ir contra una mujer, una persona de otra raza o religión o condición sexual. Enseguida hay riesgo de que te caiga el sambenito de machista, xenófobo u homófobo.
    Prueba de ello es que la mujer que se salta las normas (supongo que estará regulado), enseguida tira de la palabra racista para lograr «ganar» en ese follón dentro del autobús.
    Y lo peor es que quitarse ese sambenito de encima se me antoja muchísimo más complicado, aunque no haya atisbo de tal condición.

  3. Un incidente… ¿racista?
    Si, claramente fue un incidente racista y además capacitista, porque la señora dejó muy clara la condición de su hija y la intención de plegar el dichoso patinete cuando esté instalada. A lo que el chofer respondió sin la más mínima empatía y con un dejé despectivo al decir «Que paciencia hay que tener con estos». Luego ya viene lo del gorila fascista. Si el autor pretende que, para no dar de comer a la creciente bestia del fascismo los y las condenadad a la subalternidad tenemos que callarnos y tragar. Se equivoca no solamente porque no pensamos hacerlo, sino porque la historia nos demuesta que alzar la voz y luchar es nuestra única respuesta posible.

  4. ¿Y qué esperamos?

    Hemos adoptado la corrección política «Made in USA» como tantas chorradas que vienen de allí.

    Lo que subyace se resume en dos ideas simples: Los medios nos trasladan a diario que la inmigración es maravillosa cuando no es más que una estrategia del empresariado para tener mano de obra barata. Y claro, hay que convencer al currante de que no se queje.

    Y la segunda: Todos estos «detectores de racistas» se sienten culpables por los pobres de Mozambique o Guatemala pero no por los de su barrio.

    Así de triste.

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