Dime qué modelo de televisión hay en tu país y te diré dónde vives. O también: dime qué programas ves y te diré quién eres. La tele nos define como comunidad y como personas: es el espejo donde nos miramos y el que más fielmente nos refleja. El Estado español es un caos del que se deriva su colosal crisis, al igual que su averiado estándar audiovisual. Ambos son un esperpento de excesos y defectos a partes iguales. Y su símbolo común es Sálvame, el espacio líder de las tardes, en el que confluyen la destrucción del respeto, el quebranto de la dignidad, la consagración de la vulgaridad y la incultura de una sociedad que se desprecia a sí misma y refocila en la basura hasta el hartazgo. Veo a España y entiendo que exista Sálvame. Y viceversa: me asomo a ese programa y desfilan ante mí todas las miserias españolas.
Ahora resulta que el ministerio de Industria se plantea multar a Sálvame con 6,5 millones por acumular trece infracciones del Código de autorregulación e incumplir reiteradamente las normas sobre contenidos en horario infantil. ¡Qué carcajadas han hecho en Telecinco a cuenta de esta noticia! ¡Vasile se partía de la risa! ¡Y qué pitorreo ha provocado en Jorge Javier! El susodicho Código fue una de las muchas bromas de Zapatero y que el actual Gobierno heredó a beneficio de inventario. Nunca sirvió para nada. La autorregulación es el disfraz de la cobardía de un país con complejo de censor y temor reverencial al poder mediático. ¿Cómo exigir mesura a las cadenas privadas de televisión si los cínicos dirigentes del Estado socavan las leyes y los derechos de la ciudadanía? Delo por seguro: Telecinco no pagará un euro y Sálvame continuará chapoteando en la ciénaga de los gorrinos.
En cuestión de autoridad democrática España amaga, pero no pega. Es la constatación del fracaso público. Habrá esperanza el bendito día en que un Gobierno, en uso de su responsabilidad, se atreva a tirar de la cadena clausurando todo chiringuito que vulnere los requisitos de la concesión. Sí, como John Lennon, I’m a dreamer.
Totalmente de acuerdo. Se retratan las personas por los programas que ven. No entiendo en absoluto, porque a las personas les gusta ver esos programas de cotilleos y todos etan gritando. ¿Por que ese interes, en conocer las miseria de los demas «personajilllos»?. En mi opinion , es una estrategia dirigida por el gobierno, asi convierten al pueblo en una masa de borrgos y garrulos. Y asi no se preocupan de los casos tan graves que hay en el pueblo; la crisis espantosa, la corrupcion del PP, el caso Urdangarin con la cortesia del jefe del estdo. Asi pasa todo inadvertido, mientras eestan hablando de la farundula y sus bobadas.
Muy intereante eta reflexion. Muchas felicidades.