Historias de mujeres

La evolución humana -ética, cultural y democrática- es tan lenta que parece inamovible, si es que no va marcha atrás. Por eso nos seguimos contando una y otra vez la misma historia de emancipación y sacrificio. La última temporada de La amiga estupenda, una joya italiana nacida de los libros de Elena Ferrante, trata del amor, la amistad, los cambios sociales que se resisten y la lucha de las mujeres por alcanzar la igualdad frente al supremacismo machista. En esta memoria final, Lila y Lenú -en quienes todas las mujeres se representan- viven sus vidas en diferentes realidades, una desde la fortaleza y otra desde la sensibilidad, pero unidas por la profunda admiración entre ellas.

Los desgarros de nuestra existencia iluminarán siempre las narrativas literaria y cinematográfica. La saga La amiga estupenda lo acredita con rotundidad. ¿Qué películas y series se crearán con el caso de Gisèle Pelicot, drogada por su marido para que decenas de hombres corrientes la violaran en un poblacho francés? Un jurado condenará a estos monstruos, pero importa que la justicia ejercida por las pantallas y los libros sublime el dolor y el coraje de Gisèle en la causa universal de las mujeres. En la misma senda, no dejen de leer Triste tigre, prodigio de Neige Sinno, apabullante y explícito, a partir de la tragedia de haber sido violada por su padrastro desde los 9 años.

A Nevenka Fernández, exconcejala de Ponferrada, le ha costado 25 años que una película relate la crueldad del acoso sexual al que la sometió un alcalde del PP. Una sentencia miserable y un periodismo aberrante, personalizado en Ana Rosa, provocaron la huida de la víctima a Inglaterra para sobrevivir. Itziar Bollain hace buena memoria con Soy Nevenka, pero es demasiado tarde. Ya digo, la historia de siempre.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

La ficción corrompe la realidad

Que los héroes no existen y que el cine miente son dos certezas que coinciden en La infiltrada, película dirigida por Arantxa Echevarria y en cuya producción, extrañamente, participa ETB, sobre el supuesto heroísmo de Elena Tejada al convertirse en topo de la policía nacional dentro de un comando de ETA y causar estragos a la organización terrorista. ¿Qué fascinación produce en el espectador el eslogan “basada en hechos reales” que nadie se molesta en escrutar? En este género borroso la ficción corrompe la realidad. ¿Quién nos asegura que ese personaje existió y que los hechos fueron como nos cuentan? Después de tantas patrañas hay que impugnar la ambigüedad de las narrativas históricas, fundadas sobre la credulidad de la gente y su patológica ansiedad por los mitos.

Si a la ingenuidad popular le añadimos la instrumentalización que los poderes hicieron y hacen del cine, las series y otras creaciones para enaltecer sus actividades y ocultar sus crímenes, tenemos sobrados motivos para recusar su credibilidad. Como las sagas del tipo Jason Bourne, La infiltrada es una superchería que incurre en apología policial y lavado del terrorismo de Estado. Hoy, que tanto se habla de bulos, deberíamos recordar que el cine -cierto cine- ha sido el más eficaz productor de bulos, desde Robin Hood al Cid, de Atila a Jack el destripador. Antes que la dudosa infiltrada tuvimos al fantasmón de El lobo, alias de Mikel Lejarza y, por si no fuera bastante, ahí están los fabuladores del Memorial de Víctimas de Vitoria-Gasteiz sesgando y segando a favor del relato español y culpabilizando a Euskadi. 

No, no hay héroes que valgan, salvo los valientes anónimos que viven y mueren por sus hijos y su destino y cuyo sacrificio nadie conoce. El cine y la tele consideran aburrida la verdad.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Vasallaje de la democracia española

Parece que solo ha sido un amago que el rey emérito fuese a publicar sus memorias: libro interruptus. Qué lástima, porque me hubiera gustado saber con qué aviesa retórica esquivaría explicar el origen de su fortuna, sus delitos fiscales y también sus andanzas rijosas. Nadie le ha robado su historia, ilícito y casquivano monarca, pues usted mismo, los ominosos Felipe y Aznar y todos los poderes mediáticos, incluido el límpido Iñaki Gabilondo, ampararon sus fechorías con el peor de los silencios. La mentira favorita de los criminales es “no recuerdo”, lo que convierte la mala memoria en coartada de canallas y de parejas de mal corazón.

De las consecuencias de un “no me acuerdo” trata la miniserie Un escándalo muy real, producción británica distribuida por Max e interpretada por Michael Sheen en el papel del príncipe Andrew, acusado de violación de una menor en el contexto de su amistad con el pederasta Jeffrey Epstein. Pensó el hijo calavera de Isabel II que una interviú en la BBC con la periodista estrella Emily Maitlis limpiaría su imagen ante sus súbditos. La entrevista, de una hora y rodada en Buckingham Palace, no solo no purificó la reputación del acusado, sino que ocasionó tal bochorno ante la opinión pública que la reina se vio obligada a apartarle de la familia y despojarle de sus títulos. Y todo por un “no recuerdo” y negar su disculpa a la víctima.

Aquí Felipe VI apenas renunció a la herencia económica de su padre, le retiró el sueldo y le envío a un exilio dorado. Aquí no hay relatos televisados que expongan la impunidad de Juan Carlos I y el vasallaje de la democracia española. Aquí hablar de Bárbara y otras amantes es la fórmula para ocultar el saqueo borbónico. Y aquí nos queda el eco del chiste macabro de “la justicia es igual para todos”. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Dos bancos y un destino

En la batalla financiera entre BBVA y Banco Sabadell se enfrentan dos culturas bancarias y sendos estilos corporativos. Para este modesto observador de la realidad es lo más interesante que está sucediendo ahora en España, eternamente mezquina y cainita. Sin entrar en la rivalidad de intereses particulares y la posición contraria del Gobierno central a la OPA, pongo el foco en los mensajes que acompañan el desafío de estos dos colosos. Fijémonos en la publicidad mediante la cual tratan de convencer, desde distinto argumentario, al mismo público: los accionistas del Sabadell.

El anuncio del banco vasco es la narración de su histórico espíritu innovador: emitió la tarjeta de crédito antes que nadie, fue pionero como banco de la mujer, apostó por ser socio de las empresas, respondió con celeridad a la digitalización y defiende la sostenibilidad del planeta. Su lema es una pregunta con respuesta: “¿Qué banco necesita el mundo ahora?”. BBVA trata así de reforzar su liderazgo cualitativo y su credibilidad para afrontar los inquietantes retos futuros. 

El banco catalán presenta un anuncio muy estético -en su característico blanco y negro- que sintetiza el núcleo de su propuesta: libertad y madurez para decidir lo mejor. Puede parecer que se pone a la defensiva, pero es toda una épica de su trayectoria, valores y logros a través de un relato audaz, denso y ambicioso en contenidos.  Su lema es una exclamación de autonomía resolutiva: “Poder elegir es tu poder”. Al final, la comunicación de Sabadell y BBVA se extiende a la sociedad entera que aprecia la ética de la honestidad y aplaude que no se caiga en el alboroto irracional de la política. Hay, naturalmente, hostilidades en redes digitales y en corrillos. Hay mucho en juego, pero la solvencia es el mensaje.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Escoltas o mercenarios

A la guerra del relato (llámase así al choque de fábulas particulares sobre un asunto histórico) le ha salido un último episodio en Salvados a propósito de los escoltas privados (3.000, afirma Gonzo, una cifra exagerada) que vinieron a nuestro país entre el año 2000 y el final de ETA. Cuando creíamos superada esa época rancia, La Sexta se monta, no sin cierta pretensión de polémica, una narrativa que empieza patinando en el título, Txakurras (sic), falso, porque ese insulto, txakurrak, lo dedicaban ETA y la izquierda abertzale a la policía española y no a los guardas contratados para proteger a los amenazados por la organización terrorista.

El programa aborda la sordidez de aquel tiempo con los escoltas que llegaron a nuestros pueblos y ciudades carentes de formación técnica y mental, pasando del arado a la pistola y de los garbanzos al txuletón con los mejores sueldos, como mercenarios. No hubo heroísmo ni grandeza y apenas sabemos si fueron útiles o solo parte del espectáculo político. Alguno reconoce explícitamente haber deseado lo mismo que todos ellos: que ETA no se hubiera disuelto para mantener su cochina paga. Fueron sombra, cocheros y a menudo siervos de sus protegidos y supieron de la miseria de no pocos cargos públicos. Llegaron, se marcharon y aquí paz y después olvido.

El objetivo de Salvados era el blanqueamiento de los escoltas y no lo ha conseguido, más bien salen trasquilados. La broma alcanza su éxtasis con el testimonio del periodista Gorka Landaburu, tan buena persona como sectario en su relato favorable al Estado español sobre el conflicto antiterrorista. Pedir un “reconocimiento nacional” a los guardianes y decir que salvaron 1.500 vidas es tan hiperbólico que mueve a la carcajada. Con lo sencillo que es dejar de vivir del cuento.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ