La televisión como arma

Entre lo primero que cambia un gobierno está la orientación de los medios de comunicación a su cargo. ¿Quién dirigirá RTVE? ¿Quiénes serán sus caras y voces en este período? La historia no juega a favor de una expectativa democrática cuando la derecha recupera el mando. ¡Cómo olvidar a Alfredo Urdaci y su octenio negro, 1996-2004, en el que los nacionalistas vascos tenían cuernos y rabo y todo eran cantos encomiásticos para Aznar! Recordamos también que Patxi López puso a Alberto Surio al frente de la españolización de ETB a su llegada a Ajuria Enea. Empiezan así y mal acaban.

¿Qué será entonces de Silvia Intxaurrondo después del correctivo a Feijóo por sus mentiras (Fakejóo es su justo alias) durante la campaña? Es muy probable que la defenestren como ya lo hizo Ayuso en Telemadrid, porque la santurtziarra es profesional de una pieza y alma libre. ¡Qué bueno es para un medio contar con unos cuantos informadores incómodos! Seguramente lo tienen todo pensado y RTVE será el centro de operaciones de la guerra cultural que las fuerzas conservadoras desarrollarán con predicadores procedentes de Trece TV, El Toro, Cope, Libertad Digital, El Yunque, Hazte Oír, y otros grupos ultras contra el multiculturalismo, la ideología de género, por la recentralización y el monolingüismo. Tienen un plan de reconquista.

¿Quitarán también a Xabier Fortes, corazón del Canal 24 horas y gran moderador de los debates? Muy posiblemente recuperen al sectario Sergio Martín y otros asalariados del neofranquismo. No entienden que la radiotelevisión pública es el contrapeso frente al poder avasallador de los medios privados, el punto de equilibrio necesario para que sobreviva la democracia. La demolición de RTVE la inició Zapatero en 2010 al descapitalizarlo con la supresión de la publicidad y ahora viene Feijóo con una inédita cancelación.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

El debate como sainete

Bastaría con que se recuperase el sentido del ridículo para que la política y la televisión fueran mejores. Los populismos se parecen a la telebasura en la vulgaridad, el griterío, la agresividad y la negación del otro. Por eso, por populistas y embusteros, el debate electoral entre Sánchez y Feijóo se transformó en lo peor de la tele, un reality. No lo digo yo, lo dice Mercedes Milá, reina de las letrinas. “Hablaron uno encima del otro, al más puro estilo Sálvame”. En el momento en que el barullo era más grande y la crispación grosera alcanzaba su esplendor en el plató, nos recordó, cerrando los ojos, a un cara a cara entre Matamoros y Belén Esteban, una pelea de trileros de barraca, “esa España inferior que ora y embiste cuando se digna usar de la cabeza”.

Nadie ganó el debate planteado como un ser o no ser entre dos rivales, las dos Españas y las dos perdieron los papeles. El que ganó fue Atresmedia, que puso el ring y el espectáculo hasta que ambos púgiles acabaron noqueados mutuamente en el combate menos visto de la serie histórica. Los debates a dos bandas son un fraude, pues aquí no celebramos comicios presidenciales al modo de Francia, Reino Unido o Estados Unidos. Están sobrevalorados e interesan, en el peor sentido, a los grupos digitales en su aspiración de patrocinar una democracia de charlatanes. Hubo 40 anuncios en total y Antena 3, tan del PP, y La Sexta, tan de izquierdas, hicieron valer su nimiedad.

El del jueves en TVE, con siete opciones, se aproximó al Estado real y, aunque más respetuoso, no fue para tanto. Antes y después de las urnas se discute, se opina por doquier, están los parlamentos, la prensa y la televisión. Podríamos ahorrarnos la campaña. Lo de Sánchez y Feijóo fue un falso dilema entre miedo al futuro y miedo al pasado, porque son lo mismo. ¿Cara a cara? No, mucha cara.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Euskadi, un chute de autoestima

Mientras París y toda Francia ardían contra el asesinato policial de un adolescente, Euskadi celebraba la fiesta universal del ciclismo con las tres primeras etapas del Tour 2023, con un éxito total y un enorme chute de autoestima para este país que, con sus complejos y fortalezas, a veces necesita mirarse por dentro y asombrar hacia fuera para valorar su calidad de vida y sus altas capacidades. Era lo normal, por mucho que unos pocos, con toda su mezquindad sindical a cuestas, imaginaran el fracaso de la carrera y la ruina organizativa del espectáculo.

¿Cómo ha ocurrido? La gente no salió en masa a la calle para ser figurantes de un documental. Nadie pretendió ser escaparate de nada. Se volcó porque quiso vivir ese momento histórico y estar en el punto de salida y las primeras etapas de una carrera que admira desde siempre. ¿Cómo olvidar la anaranjada presencia vasca en las etapas pirenaicas año tras año? Todo esto se refleja en el impresionante dato de que más de un tercio de la población de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa se echó a las avenidas y carreteras con entusiasmo. ¿Quién puede superar esta entrega sino un pequeño gran país que ama el ciclismo y aprovecha sus oportunidades?

El impacto publicitario obtenido por Euskadi con una inversión pública de 12 millones de euros es de una rentabilidad apabullante. Sería preciso gastar cien veces más para llegar de forma convencional a los espectadores de cinco continentes y no sería tan eficaz como con el Tour. Pero Amaia Martínez, solista de Vox en nuestro Parlamento, cree miserablemente que esto ha sido «un Aberri Eguna en julio». La radiotelevisión vasca ha brillado como nunca poniendo imágenes y emoción a un acontecimiento que dejará memoria imborrable -aún más entre niños y niñas- e incalculables beneficios en términos de notoriedad, prestigio y economía de país.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Sube el paro en Madrid

La televisión sin escrúpulos, el modelo audiovisual para el que todo vale si reporta expectación, ha perdido su producto más abyecto. El estercolero de Sálvame ha cerrado porque tras 14 años de vertido diario no les cabía más basura (había colmatado, como dicen los técnicos medioambientales). Sin embargo, algunos críticos han ponderado el programa como fenómeno social. Vamos a ver. Si tan relevante era, ¿por qué los nuevos gestores de Telecinco, sucesores de Vasile, han decidido suprimirlo? Yo se lo digo: porque les daba vergüenza comenzar la renovación de la cadena teniendo como icono un espacio cuajado de cotillas, vocingleros, soeces y figurines. Y esta purga tiene un coste inicial en audiencias.

El paro aumentará en Madrid tras la liquidación del estercolero. Belén Esteban, Matamoros, Patiño, Jorge Javier y la numerosa tropa sin oficio ni beneficio que se refocilaba en el fango del comadreo español ya están a la cola del INEM y el reciclaje. Y su productora, La Fábrica de la Tele, presentará un ERE contundente. ¡Que ninguno de los traficantes de intimidad vuelva a las pantallas con su veneno! Menos mal que nuestra Adela González, tristemente implicada en el último año de la letrina, se rehabilita con su regreso a los informativos de La Sexta.

Solo los candorosos creen que con el cierre de Sálvame se acaba la telebasura. Ha caducado su más fétida experiencia; pero seguirán Bertín y sus casposos invitados, regresa Gran Hermano con Ion Aramendi de rastreador de la bazofia y Emma García mantendrá su tóxica Fiesta. Está por ver hasta dónde llegará por las tardes la sangría de verano de Sandra Barneda y desde septiembre Ana Rosa Quintana, salteadora de novelas ajenas, llenará su plató de nuevos reptiles. Ese fue el mensaje de la grotesca despedida de Sálvame: bajo otro disfraz y apariencia ligera, continuaremos.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ