¿Cómo fue posible que la Alemania de Beethoven y Bach, la nación de Goethe, Schiller, Nietzsche, Kant y Hegel se dejara llevar por un demente hasta su completa aniquilación? Junto a causas económicas y complejos históricos, aquella locura colectiva tuvo éxito gracias a las técnicas persuasivas de Joseph Goebbels. La reciente película “Goebbels, ministro de propaganda”, pone a las claras su personalidad y sabiduría para la dominación mental y emocional de las masas. Y si hacemos caso a este fenómeno se diría que, en esencia, sus ideas siguen vigentes en la propaganda de hoy. ¿No tuvo el confinamiento en la pandemia mucho de operación de propaganda basada en el miedo y el castigo?
Goebbels no improvisaba. Se ocupó primero de la mayor exaltación de un líder que jamás se había producido. Después fue directo a señalar a los culpables de la frustración alemana, imaginando el holocausto judío. Encontró en el cine una herramienta poderosa para remover las emociones, “porque ningún amor es más sagrado que el amor al país”. Y al final, definió “la guerra total” para resistir a la hecatombe. Censura y exageración fueron sus instrumentos preferidos. Mujeriego empedernido, pero formidable cornudo, veía cierta semejanza entre la seducción sexual y la fascinación del pueblo.
No creía en la estupidez de la gente, pero afirmaba que “cuanto más primitivo es el mensaje, más efectivo” y procuraba insertarlos ocultos en su retórica. Si viviera ahora tendría un digital como The Objective u OkDiario, pero también le serviría una televisión como Antena 3 o Toro TV y redes sociales como X. Y contaría con Miguel Ángel Rodríguez, pigmalión de Ayuso, como aprendiz y a Putin como nuevo ideal. Quienes buscan salvadores encuentran en la propaganda su simpleza y refugio.
Urte berri on!
JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ