Decir y callar

El presidente norteamericano no comunica: golpea con mensajes imperativos, rudos pero eficaces. La humillante bronca a Zelenski en el despacho oval, junto a su vice y predicador Vance, televisada a millones de personas, explica lo que Trump ambiciona: venta masiva de armas a Europa, proteccionismo comercial y reparto del mundo. Los malos productos ya no tienen complejo y se disfrazan de transparentes; pero transparencia es información objetiva y democrática y no arbitrariedades u ocurrencias. La perversión política, como la telebasura, es temeraria y cínica, más que ver con la cultura anglosajona, tendente al cinismo, que con la latina, muy simple. 

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha ordenado televisar sus consejos de ministros; un absurdo, pues todo gobierno es heterogéneo. Sus discusiones internas no pueden ser expuestas, al igual que las cuitas de una pareja en la alcoba. El rasgo principal de la comunicación es el equilibrio honesto entre decir y callar, entre nitidez y discreción. En el Estado español las deliberaciones de los ministros son secretas y así lo juran al tomar posesión. ¿Y qué hacen los jefes de imagen que no detienen esta ridícula verbena? ¿Optan por el modelo MAR y suben al escenario cuando lo suyo es ser invisibles?

De joven, anteayer, quise ser escritor de discursos, speechwriter. Algunos hice para buenos candidatos y no me salieron mal. La tarea no consistía en inventar la disertación y crear un personaje, sino en hacerles un traje verbal e ilustrar sus programas y promesas con mensajes solventes y emotivos. Ellos ponían las ideas y yo las palabras, perfectamente compatibles. Esto lo hace ahora sin criterio la inteligencia artificial. Por favor, imiten a José Mújica: callen un poco y comuniquen con sustancia, sin golpear.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

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