Fascinación, mito y nostalgia es lo que sugiere el Mayo del 68 que ahora cumple medio siglo. ¿Qué fue realmente aquella revolución, qué significó, cuáles fueron sus efectos? Como no confío en el relato de los historiadores, miro la cultura, el cine, el arte, la música y la comunicación social, que observaron las calles de Paris mejor que la lupa de los cronistas oficiales. La inolvidable épica francesa dejó como señal de sus románticos ideales un ramillete de lemas en los que sintetizó sus metas, sus contradicciones, su rabia y sus propósitos de cambiar el mundo por otro mejor. Con adoquines y también con palabras dejó constancia de su deseo de dejar atrás el recuerdo de la guerra y el dolor de sus padres y dar paso al entusiasmo de una juventud que no tenía nada que olvidar y mucho que vivir sin los límites del pasado. Y estalló un enfrentamiento abierto que tuvo muchas inspiraciones.
La mayor fascinación popular es la rebeldía. Alabamos la sublevación, pero sin arriesgar lo que tenemos y se la dejamos a quienes poseen un espíritu menos conservador, a “los irresponsables”. Entonces, a los estudiantes de la Sorbona, sus profesores y después a los obreros. Y ahora a los catalanes. Mitificamos a los piratas, a los amantes que quiebran normas, a los héroes de todas las causas, a los que se juegan la vida por todos. Nos gustan sus historias, sus canciones, sus novelas, sus películas, sus carteles, sus eslóganes… Admiramos el levantamiento de quienes pugnan por cambiar un sistema invariable y sus trucadas reglas. Sonreímos ante la belleza iconoclasta e idealista de sus grafitis:
«Prohibido prohibir»
Es una gran contradicción empezar a derribar el esclerótico gaullismo con una prohibición. Pero no encierra una negación. Es una invocación libertaria, porque las ideas anarquistas insuflaron las revueltas con su sentido antiautoritario. También los trotskistas y maoístas. El alma del lema es la denuncia de la falsa libertad que se disfraza de leyes para garantizar el orden, cuando en realidad conformaban un modelo de prohibiciones. Cincuenta años después, el prohibicionismo es absoluto, como la “ley mordaza” y las reglas extrajudiciales que restringen la libertad de expresión y manifestación. Aquellos jóvenes clamaban contra el mal de censurar la vida y tutelar a los ciudadanos. La república se había convertido en el cuartel del general al mando. Y su asfixia llegaba a las aulas, a las fábricas y a todos los rincones de Francia.
«Sean realistas: pidan lo imposible»
Es de las mejores propuestas de la revolución, la más penetrante y la que mejor expresa el fenómeno sociopolítico de Mayo 68. Una de sus marcas. Naturalmente, reflejaba la denuncia contra la estrechez ideológica, frente a la que se alzaba la convicción de que no había nada imposible fuera del marco del absurdo, incluso en lo paradójico. Podía cambiarse el rumbo de la enseñanza, ofrecer un sistema de libertades que rompiera los patrones de la moral hipócrita y católica, una alternativa poderosamente laica. Las libertades no eran reales, porque la tradición las recortaba de hecho. Lo imposible era una frontera ficticia que podía traspasarse por una conciencia radical de la libertad. El mensaje que hablaba en las paredes era que la acción política, cultural y social podía llevar a metas insospechadas y que Francia, como el mundo entero, no estaba condenada al perenne terror de la guerra fría, al trágico fracaso del comunismo y al capitalismo explotador. Ninguna de las tres barreras se percibía infranqueable.
«La imaginación al poder»
El gran eslogan, el más recordado, el más auténtico. La imaginación, el vuelo de la libertad, el sueño como arma de combate. La más antigua de las ilusiones de todas las culturas. El alma literaria francesa, en aquella época sumida en el pesimismo, avalaba esa promesa frente a la realidad. La revolución democrática situaba la imaginación al frente de la lucha contra el poder empobrecido y la resignación. El mundo bullía: la oposición a la guerra de Vietnam era un clamor, en Estados Unidos la causa de los derechos civiles pagaba su sacrificio con el asesinato de Martin Luther King, el movimiento hippie preconizaba el amor libre y el medio ambiente, la primavera de Praga acababa aplastada por los tanques, el planeta estaba dividido en dos bloques bajo la amenaza nuclear… Y en Euskadi comenzaba la historia armada de ETA. Había necesidad de ruptura y hacer saltar por los aires el sistema desde la conciencia de la libertad individual. La posguerra había terminado.
«No me liberen, yo basto para eso»
No solo los militares, también las ideologías, todas, proyectaban un sentido de liberación desde la superioridad y la tutela. El Mayo 68 se rebelaba contra eso, la protección, el paternalismo, la seguridad condicionada. Nadie tenía que liberarnos, sino desamortizar la libertad en propiedad del poder concebido como férrea autoridad. La reclamación era la libertad de cada uno. Por eso, surgieron líderes, paradójicamente, para testimoniar la emancipación de todos: Alain Krivine, Daniel Cohn-Bendit, Alain Geismar y Caroline de Bendern, la icónica chica de la bandera… Fueron dirigentes sin querer, carentes de aspiraciones de mando, cabecillas de una fortaleza espontánea que creció a medida que el Estado se sintió acorralado. De Gaulle tardó un año en caer y, en el colmo de su indecencia, fue a España a visitar a Franco. Aquel viejo zorro era el símbolo de todo lo caduco contra lo que se alzaron estudiantes y obreros.
«La poesía está en la calle»
No hay revolución sin emociones y lirismo. Mayo 68 era pura poesía, más arte que política, más pasión que un proyecto de poder. Como todas las utopías fue belleza. Mandaba la canción protesta. Se apagaban los Beatles y tomaban fuerza Rolling, Dylan, Jon Baez, Janis Joplin… Y hasta Raimon pudo hacer sonar sus canciones arrebatadas ante seis mil estudiantes en la Facultad de Ciencias Económicas de la Complutense de Madrid. La poesía ya no estaba en las estanterías y en su torre de marfil, pura y disecada, y se aproximaba a aquella “poesía cargada de futuro” de la que el vasco Gabriel Celaya había escrito años antes. París quiso ser el centro de todas las inquietudes y acertó en simbolizarlas en una insurrección caótica, pero eficaz pese a todo. No fue, como se ha escrito, una protesta pija, una juerga de hijos de papá. O “la revuelta de los zánganos”, como la calificó Mitterrand. Cambió el mundo y lo hizo menos odioso y vivible.
«Cuanto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución”
Mayo 68 no solo pedía abrir la libertad: también las braguetas. La revolución sexual ya había comenzado y la rebelión francesa la hizo suya, la expandió, le dio una nueva estética urbana y europea. El amor y la revolución copularon ardientemente. Se ha dicho que las chicas tuvieron un papel secundario; sin embargo, las imágenes de las protestas, pese a su violencia, indican una gran participación de las mujeres. Con todo, la liberación sexual, el amor sin barreras morales, la contracepción y otros derechos asociados estuvieron presentes en un proyecto de ruptura que tuvo mucho de espontáneo y algo de ingenuo; pero por eso, auténtico y revolucionario.
«Olvídense de todo lo que han aprendido. Comiencen a soñar»
La contracultura estalló en Paris de forma gloriosa. Quizás pocos conocían sus tesis antisistema, pero impregnó las revueltas. Se cuestionaba no solo la organización universitaria francesa, sino también el modelo mismo, ya consolidado como estructura de poder, el establishment. Se cuestionaba el capitalismo, al igual que la familia patriarcal, las tradiciones jerárquicas y la sociedad burguesa. Había que desaprender. Se invitaba a soñar con un mundo más anárquico, limpio y libre, empezando por desestabilizar la autoridad y tomar las calles y la ciudad. Había estallado la utopía.
Y todo aquello quedó en un principio de cambios que el régimen fue engullendo por su falta de liderazgo y vertebración política, como ocurre con todas las rupturas desorganizadas. ¿Qué fue del 15M, lo más parecido a aquello en el Estado español, en 2011? ¿En qué quedarán las agitaciones feministas y de los pensionistas? Provocarán, sí, reformas y avances moderados. ¿Por qué? Porque la gente sabe -y teme- que tiene más que perder que ganar si aprieta demasiado las clavijas al sistema. Quedan los catalanes, heroicos y empecinados, dignos herederos del espíritu rebelde y rompedor de Mayo 68. No hemos madurado, y ha pasado medio siglo.
Maravilloso artículo de opinión en homenaje a la revolución de 1968 que nació en París.
Una revolución que comenzó por estudiantes y obreros que luchaban por unos ideales justos con el fin de cambiar el mundo.
Los ideales que usted hace referencia en esos lemas tan dignos que los estudiantes pretendían pero a fuerza de transcurrir el tiempo el capitalismo ganaba como motor y poder económico que mueve el mundo.
De todas formas algo se mueve por mucho que quiera el capitalismo frenar esos ideales de estudiantes y obreros.
Hoy en día hay dos masas muy poderosas tanto los pensionistas como el movimiento de las mujeres.
Es patético que una persona que haya trabajado toda su vida recibe una pensión tan indigna y miserable como la que da el Estado español.
Más de la mitad de los pensionistas no llegan a 1000 €.
Una vergüenza están luchando por ellos y por todas las personas que vengan detrás para que puedan recibir una pensión con dignidad.
Y luego los movimientos de las mujeres que luchan por conquistar la igualdad con los derechos de los hombres.
Hay una ley de la igualdad promulgada en el año 2003 dónde está su aplicación y ejecución en las posteriores normas legales?.
Muchísimas felicidades por su artículo también expresado.
Mi amado padre estaba en París en 1963 y también me contaba algo sobre los ánimos de la gente respecto a De Gaulle: una vez pasaba el presidente de la república en algún evento, quizás un 14 de julio, y le increpaban algunos entre la muchedumbre «SALOPERIE, SALOPERIE !!!» .
Era otro momento, claro, seguramente relacionado con lo de Argelia.
Luego mataron a Kennedy y me contaba mi amado padre que París estaba en estado de alerta, con la policía por todos lados como si lo de Dallas hubiera pasado allí.
Un lindo desarrollo nostálgico-literario, ilustrado con fotos evocadoras.
En aquellos años 60 pasaban también muchas cosas.
Me fijo en algunas de ellas.
1968-20=1948 O sea que eclosionaban en Francia, unas primeras generaciones post II GM, bien alimentadas, bien atendidas en su salud, bien escolarizadas y sin tiempo de participación en la reconstrucción tras el desastre, labor que había recaído sobre las espaldas de sus progenitores. Aquellos activos, enérgicos, leídos, apasionados, caóticos y descontrolados jóvenes querían comerse el mundo y comenzaron por arrancar los adoquines de calles y avenidas de aquel París. Los tiempos tenían su confusión también: guerra fría, Vietnam, hipapismo y avances científicos increíbles, como los anticonceptivos orales para ellas.
La revolución de las hormonas de nuestras primaveras podía traducirse en cómoda y placentera acción: fate l’amore e non la guerra.
La Iglesia Catòlica acababa de publicar la Encíclica Humanae Vitae (25 de junio de 1968) del Papa Pablo VI en la que prohibia a los catòlics el uso de la pildora como metodo de control de la natalidad.
Y claro, floreció el «Prohibido prohibir»¡Encantador!
Pero hubo 9 millones de trabajadores franceses en huelga en un país que concluía una década anterior de pujanza económica, digeriendo aún la pesada digestión de la pérdida de Indochina, de la guerra de Argelia, la OAS y la descolonización de su antiguo Imperio. En el poder republicano un general heroico y respetado por su papel en la II GM, buen escritor y avispado estratega militar al que la edad no perdonó. De Gaulle, el hombre de reflejos rápidos en 1939, el hombre que evitó en Francia la guerra civil a cuenta de Argelia (teniendo a su lado las tropas francesas del Cuerpo de Ejercito estacionadas en la RFA al que no movió de sus bases en Alemania), el estadísta de la «grandeur de la France» potencia nuclear fuera de la OTAN, pero también del imprudente grito del «Vive le Quebec libre!», convocó elecciones y a finales de junio, perdido el favor de la ciudadanía francesa, se retiró.
Y las revueltas se fueron extinguiendo: nadie intentó tomar el poder, ni los activos, vocingleros y poco organizados estudiantes, ni los sindicatos, menos aún el potente PCF que sabía bien los riesgos que hubiera enfrentado, de intentarlo.
Me gusta recordar aquellos agitados días, me gusta recordarlos desde esta perspectiva, «ara que ja no tinc 20 anys». Se equivocaba Serrat en la letra de su canción: no tener el alma muerta y sentir que te hierve la sangre, no es cuestion sólo de las hormonas en revolución.
Salud y saludos
Unas palabras a cuento de sus dos frases finales.
Muchas gracias por ese reconocimiento al heroísmo que, ciertamente, han tenido y tienen muchos catalanes resistiendo los abusos ilegítimos del pujolismo, antes, y del secesionismo ahora.
Son muy dignos herederos de cuantos lucharon por la libertad, la justicia y la dignidad.
Ya sé que su intención era otra y distinta, pero la realidad que vivo es la que es.
Io, fascista, en Europa no engañáis a nadie. Y cada vez menos.
Mientras el fascista Sánchez se suma al carro ultra de Rajoy, Ribera y los tontos del culo de Potemos, Bélgica, Alemania y el Reino Unido os van colocando en vuestro sitio.