HISTORIAS DEL SEGUNDO CONFINAMIENTO
Nº 5 – 7 noviembre 2020
Alfonso y Mario son de opinión rápida y punzante, persuasivos y retóricos, de los que siempre ganan en los debates entre amigos. Discutidores natos, pero carentes de espíritu dogmático. Así que, con su bagaje de razones y facilidad argumental, aceptan la invitación de la televisión local a una tertulia acerca de la meritocracia en Euskadi. El punto de partida es el libro “La Tiranía del Mérito”, de Michael J. Sandel, profesor de filosofía en la Universidad de Harvard. El ensayo está causando furor entre los intelectuales de izquierda y escépticos y es motivo de escándalo entre los conservadores.
A Alfonso la tesis del profesor Sandel le ha entusiasmado y coincide con él en la falsedad de la meritocracia real y en que ésta es la expresión del más feroz darwinismo social. Mario es, por el contario, de la opinión que los méritos del talento y el esfuerzo son acreedores del reconocimiento social y el éxito económico y personal. “Si no se valora el trabajo y la capacidad intelectual, nos empobreceríamos como comunidad”, dice para comenzar el debate, a lo que replica Alfonso: “Nadie niega esfuerzo y la inteligencia; la cuestión es por qué esos méritos conducen a la soberbia social y al desprecio hacia quienes no han alcanzado el éxito profesional. Los ganadores humillan a los perdedores en este mentiroso sistema capitalista”.
“La desigualdad es de origen, Mario, no nos engañemos. Es el azar lo que sitúa a cada persona en la línea de salida de su vida. Nacemos con unas determinadas capacidades y en un entorno familiar y socioeconómico concreto. Y eso, favorece o perjudica tus posibilidades. No existe, por naturaleza, la igualdad de oportunidades”
A Mario le disgusta que se exagere la desigualdad. Le parece una excusa de la izquierda. “No se puede ignorar que las sociedades democráticas, y más en Euskadi, han puesto en marcha políticas de igualdad a través de becas y múltiples ayudas sociales. La educación es la gran igualadora y la que favorece que todos tengan sus oportunidades. No es un problema de ricos y pobres. Porque mientras unos se matan a estudiar y a trabajar, otros desaprovechan su tiempo y su vida”.
El debate llega al terreno de las grandes verdades. “¿Es meritorio el éxito de quien nació en una familia que se ocupó día a día de su formación más completa de sus hijos, frente a otros que crecieron en el seno de familias que no se esmeraron en su formación?”. Mario calla ante un hecho manifiesto e irrebatible, crueles verdades.
Y sigue Alfonso: “¿Es meritoria la ventaja de quien nace rico o con posibilidades de éxito, con menos esfuerzo, que otra persona de pocos recursos? “No criminalices a los ricos, por favor, eso es demagogia”, responde airado su amigo Mario. “No los criminalizo, pero no me creo su discurso, pongo en evidencia que la meritocracia está viciada desde el principio.” La discusión entra en bucle.
“Pero hay mucha gente que nació pobre y hoy es rico gracias a su esfuerzo. Ahí tienes a Amancio Ortega. Un señor que empezó de la nada, sin estudios y que hoy tiene un imperio comercial y financiero extendido por todo el mundo y es el más rico de España. ¿No tiene mérito o es que alguien le ha regalado lo que ha logrado?”. Mario se viene a arriba con el ejemplo. “Y hay otros muchos como él”. Alfonso replica sin complejos: “Es innegable su mérito, amigo mío; pero es, desgraciadamente, una excepción. Mira lo que ocurre en Estado Unidos. La desigualdad ha crecido. Baste este dato: El 1% de los más afortunados tiene la misma riqueza que el 50% más pobre. Vamos hacia atrás. Porque la meritocracia es falsa y no funciona”.
Alfonso desgrana los datos de las universidades de élite, que siguen siendo cobijo de los hijos de los pudientes. “Los exámenes y condiciones de ingreso se apañan fraudulentamente y se aprueba a quien no lo merece, pero que tiene un padre con dinero y hace donaciones. Y así consolidamos una sociedad desigual, clasista y de valores falsos”. Y entre prejuicios y certezas, el debate se eterniza: la razón está muy repartida.
Yo creo que el problema no es tanto la DESIGUALDAD como la POBREZA. Si yo tengo unos ingresos mínimos que me permiten vivir dignamente, me importa un pimiento que Amancio Ortega o Bill Gates ingresen tropecientos millones de euros al año, juegan en otra liga. Y en cuanto a la pobreza, al final es un ÍNDICE, un determinado tanto por ciento del ingreso medio nacional; cuanto más alto es este, más “confortable” es la situación de las personas que se encuentran por debajo o rozando ese ÍNDICE. Y si no ¿qué explicación tiene que personas que son “clase media” en Nigeria o Senegal se gasten un “paston” para venir a Europa? Donde, en el mejor de los casos van a sobrevivir en el límite, europeo claro, de la POBREZA.
En cuanto a la meritocracia, en principio elogiable, parte de un principio inaplicable: que todo el mundo parte de la misma posición. Existen decenas de condicionantes que impiden que se parta en condiciones de estricta igualdad. Desde la riqueza, quizá el más soslayable, hasta el nivel cultural de los progenitores o el lugar de nacimiento. Y, para bien o para mal, todos los intentos de aplicar la famosa discriminacion positiva han tenido un efecto cuando menos, discutible.
El alma (cerebro y cuerpo) humano es el campo virgen que, mediante la ocupación y el aprendizaje, se cultiva y adquiere unos hábitos que se sobreañaden a su naturaleza… por lo que sus acciones y pasiones resultan ser un producto cultural…pero es bien sabido que hay quienes nacen con capacidades para estudiar y otros para trabajar…es decir que unos nacen con estrella y otros estrellados.
La tierra ofrece lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos…por lo que con la solidaridad entre los seres humanos la convivencia feliz estaría garantizada…pero la codicia deprava y hace miserable a algunos…he ahí el gran problema. Dicen que los siete peligros de la naturaleza humana son: 1. La riqueza sin trabajo- 2. El conocimiento sin carácter- 3. El negocio sin ética- 4. La ciencia sin humanidad- 5. La religión sin sacrificio-6. La política sin principios- y 7. El placer sin responsabilidad.
A aquel que plante las semillas del buen vivir, según la ley de la naturaleza, le será devuelto todo en abundancia…pero los humanos somos los únicos seres que producimos la basura que la naturaleza no puede digerir…por lo tanto de qué nos extrañamos que el universo nos castigue?…
…Qué cosa tan extraña es el ser humano, puesto que” Nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere”.